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Los espesores de una «crisis» profunda

«Crisis»: Cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable. Cambio brusco. Mutación importante. Situación dificultosa o complicada. Momento en que se produce un cambio muy marcado en algo. Cambios críticos. Mutación importante en procesos históricos, físicos, etc. Cambios profundos, súbitos y violentos. Cambio que ocurre durante una enfermedad para agravarse o mejorarse el enfermo. Cambio traumático en la vida o salud de una persona o una situación social inestable y peligrosa en lo político, económico, militar…

En nuestro tiempo no es solamente la economía la que está en crisis, es la sociedad entera la que se encuentra en proceso de transformación, mutación y cambio. Nos hallamos en medio de una crisis que no es solamente financiera, sino también alimentaria, ambiental, energética, migratoria, social y política, moral y ética. La nuestra no es una crisis sectorial, se trata de una crisis global, sistémica, que afecta a diversidad de aspectos de nuestro sistema social. Crisis económica profunda sí ciertamente, pero en el fondo grave crisis «antropológica» la que se cierne sobre nuestra época. Se trata de una crisis profunda, que pone en jaque incluso la forma misma de ejercer el modo de ser humanos. Crisis «antropológica», crisis de sistema, crisis de fundamentos, crisis de valores, crisis de civilización.

Se ha afirmado que nos hallamos en medio de un verdadero cambio de «paradigma cultural», un cambio civilizatorio. Para superar tan grave situación crítica y salir airosos de la misma es imprescindible que todos hagamos un esfuerzo para intentar ver claro en medio de la bruma. Discernir no siempre es fácil sumidos como estamos en medio de tan grave crisis de valores, de sentido común y de racionalidad. No basta enumerar con lucidez las dificultades o peligros que nos acechan; hay que mostrar sobre todo las grandes metas hacia  las que orientarnos, a las que podemos aspirar individual o socialmente.  

 

«Crisis»: amplitud y profundidad, singularidad y abordaje

Término utilizado habitualmente para referirse a muy diversas realidades: crisis financiera, crisis política, crisis de ansiedad, crisis humanitaria, etc. La crisis corresponde, en esencia, a una situación complicada, a una dificultad, emergencia o desastre, es decir, a una situación fuera de control que se presenta por el impacto de un desastre, ya sea natural o provocado por el hombre.

Por crisis se entiende un período de cambio decisivo, una especie de punto de inflexión que determinaría la supervivencia o la desaparición de un individuo o personaje, una institución, un período, una condición, etc. También, podemos definir una crisis como un período de inestabilidad, de dificultades, de cambios, y de transformaciones profundas. Se emplea para describir revoluciones políticas, para las tensiones en las relaciones internacionales y para las dificultades o ciclos de la economía, así como en las sociedades y hasta en el ámbito cultural. Una crisis puede afectar a una persona individualmente, a un grupo, a una institución, a un rango social determinado o a un país entero.

Una crisis es un cambio brusco o una modificación importante en el desarrollo de alguna situación o suceso. Cualquier realidad por muy sólida y consistente que sea puede entrar en crisis en un momento determinado,  toda realidad estable puede experimentar momentos de auge y otros de crisis, de equilibrio y de transformación, de estabilidad o de mutación. Crisis de salud, crisis nerviosa, psicológica, personal, conyugal, económica, social, política, ideológica, religiosa, espiritual, existencial…

Desde un punto de vista psicológico, las crisis son tan comunes como necesarias para el desarrollo de una persona, y no siempre se trata de cuestiones negativas. Las crisis pueden llevarnos a la decadencia y al colapso o a la recomposición y arreglo eficaz y durable. Es cierto que podemos permanecer atrapados en ella y quedarnos estancados en un determinado nivel, atrapados en un determinado estadio evolutivo y negarse al progreso. Pero no es menos cierto que cualquier obstáculo que se nos presente en la vida, por pequeño e insignificante que parezca, representa un desafío, una situación a afrontar y puede conducirnos a un punto de inflexión  que, de ser resuelto y superado, puede llevarnos a una etapa superior en la espiral del desarrollo y crecimiento positivos.

Cada crisis es distinta y singular, siendo importante tener en cuenta su singularidad ya que para su superación la gestión de la misma debe tener en cuenta sus características concretas. Un buen diagnóstico facilitará la terapia adecuada. Más allá de las utilizaciones individuales o para fenómenos de pequeña dimensión humana, cuando entramos en los grandes procesos sociales podemos distinguir "crisis" extremadamente breves de otras de larga duración (décadas, siglos), crisis de baja intensidad de otras que sacuden profundamente a las estructuras. También podemos distinguir las causadas por la propia dinámica del sistema involucrado, es decir con causas endógenas, de la provocadas por factores externos al mismo (causas exógenas). Se ha afirmado que en el trasfondo de muchas de las crisis que afectan a la esfera de lo humano se encuentra una gradual depauperación del sentido ético y moral del ser humano.

En cualquier caso la crisis es un tiempo de inflexión, de decisión, de superación y crecimiento o de abatimiento y decadencia, donde uno puede optar entre reconstituirse de una u otra manera o desfallecer y decaer. En la base de una u otra  opción se halla la cultural personal en la que cada cual se ha forjado y que predispone hacia un comportamiento u otro.

En estos nuestros tiempos en los que los espesores de la crisis son tan profundos, para la superación de la misma bueno será que apostemos por aflorar valores como la búsqueda de la verdad, la justicia, la austeridad, el esfuerzo, el sacrificio, la coherencia, la autenticidad, la ejemplaridad, el compromiso o la solidaridad.

Veamos, por ejemplo, como botón de muestra la descripción que hace el autor de la grave crisis que atraviesa la «actividad política» en el mundo de hoy.

Ética en la acción política

Por Fernando Bermúdez López
Tiempo de Hablar-Tiempo de Actuar

¿Es irreconciliable la ética con la política?

Vivimos inmersos en una profunda crisis histórica que afecta no solamente a la economía y al mundo de las finanzas, como se nos quiere hacer creer. Están en crisis las mismas estructuras de la sociedad. Por eso podemos decir en verdad que es una crisis de humanidad, que abarca todas las dimensiones de la vida: la realidad personal, social, política, ecológica, cultural, ética y espiritual.

Las causas de esta crisis histórica son múltiples y complejas. Manifiestan la decadencia de valores en la sociedad actual. Se han incrementado las conductas violentas, la especulación y la corrupción en los negocios, la competitividad ambiciosa, la desconfianza, el individualismo que nos hace cada vez más insolidarios, el consumismo desenfrenado y el hedonismo.

A todo esto se suma el drama humano: la creciente y escandalosa agudización de la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre. Nunca ha habido tanta riqueza como existe hoy día y, sin embargo, crece el número de empobrecidos. Los últimos datos hablan de mil millones de seres humanos pasando hambre en el mundo.

No solamente la crisis afecta al ser humano. Golpea también a la tierra. En aras del lucro y del «desarrollo» se están explotando irracionalmente los recursos de la naturaleza y contaminando el medio ambiente, que es la causa fundamental del cambio climático, porque «en un mundo finito no podemos crecer de manera infinita». Los gobernantes no son capaces de ofrecer una alternativa que saque a la sociedad de esta crisis.

En las naciones «democráticas» se van sucediendo partidos y gobiernos, los cuales responden, salvo algunas excepciones, a los intereses del poder económico y sobre todo de las corporaciones financieras multinacionales, que desde la sombra tiran de los hilos y controlan a los gobiernos. Las campañas electorales, en gran medida, se presentan como una burla al pueblo. El grupo político que más responda a los intereses del gran capital y posea recursos económicos y control sobre los medios de comunicación, es el que tiene las mayores posibilidades de ganar las elecciones.

Se lee y escucha en los medios de comunicación que existe una decadencia de valores éticos en la población española y en los líderes políticos, tanto en los que ocupan algún cargo público como en los de la oposición. El Congreso de los diputados se ha convertido en un espacio de lucha de poder, demagogia y confrontación partidaria. No hay criterios serios y maduros a la hora de hacer política. No hay ética. Se utiliza la política para buscar intereses personales o sectoriales, ascender a cargos y lograr privilegios económicos. Hemos sido testigos de casos de corrupción que han envuelto a altas autoridades políticas en distintas comunidades autónomas, sobre todo en Valencia, Madrid, Murcia, Cataluña y Andalucía.

La oposición política en España no parece tener propuestas serias, eficientes y convincentes. Sólo protesta, pero no propone. En vez de arrimar el hombro para buscar juntos soluciones a los problemas del país, crea más división y confusión entre la ciudadanía. Parece que le interesa más el partido que el bien de la nación.

Da la impresión de que la política y la ética son irreconciliables. La política se ha convertido en «politiquería», es decir en un sucio juego de intereses de poder y de ambición económica.

La crisis de valores en la política se refleja en el sistema mismo, caracterizado por la ambición, la corrupción, la impunidad, la mentira, la injusta distribución de la riqueza, la falta de sensibilidad frente al sufrimiento de los pobres y la violación a los derechos humanos. Cada vez más, las viejas estructuras políticas se ven envueltas por una crisis de valores que indican su inviabilidad.

En la política internacional impera la ley del más fuerte, se viola el derecho internacional y el más elemental sentido de humanidad. Se impone la guerra como medio de solución de conflictos por encima de la razón y del diálogo.

Ahí tenemos, como muestra de ello, las guerras de Afganistán e Irak, el sangriento genocidio de la República Democrástica del Congo, la ocupación de los territorios palestinos y la construcción del muro por Israel, el abandono por parte de la Unión Europea y Estados Unidos de las demandas del heroico y paciente pueblo saharaui que, pese a las resoluciones de la ONU para la realización de un referéndum, Marruecos persiste en la ocupación y represión…

Se impone la fuerza militar como medio de solución de conflictos, desconociendo el sentido de la razón y del diálogo. Toda esta realidad es un indicador de la descomposición social y de la degradación de los valores éticos que envuelve a la humanidad y afecta a toda la realidad humana.

Frente a esta realidad no podemos permanecer indiferentes ni neutrales. Desde la ética más elemental y desde la fe cristiana, hemos de optar por la justicia al lado de los empobrecidos, y desde ahí soñar y luchar por otro mundo posible en donde todos tengan oportunidad de una vida digna.

Hoy asistimos a una lucha cosmovisionológica. Por un lado, una corriente que se resiste a abandonar las viejas concepciones y estructuras socioeconómicas y políticas que han caracterizado a la sociedad en beneficio de unas minorías, que coincide con el pensamiento «cristiano-occidental». Y por otro lado, visualizamos otra corriente, cada vez más extendida a lo largo y ancho del planeta, que busca la construcción de otro mundo posible, más humano, más justo y respetuoso con el medio ambiente, con un pensamiento plural. Y esto es un signo de esperanza.

Hay cosas que están muriendo y otras que están naciendo. Participamos, sin duda, en el ocaso de una época y en el alumbramiento de una civilización nueva, cuyos datos y creencias aún están confusos y mezclados con las formas de un sistema desfalleciente.

Ver también por ejemplo:

De la crisis global a la «restauración» antropológica

Las otras «crisis»

Opciones avanzadas para un tiempo de crisis


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