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Avanzando en el proceso de humanización

Desde una cierta perspectiva se puede ver el progreso evolutivo global de la especie humana como un proceso de autodomesticación. Esta autodomesticación (humanización) corre paralelo al proceso de hominización.

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Tras cientos de miles de años de hominización y de progresivos avances en la esfera del pensamiento, de la imaginación, de la toma de consciencia y el progresivo desarrollo de la creatividad, a partir de ese incipiente bagaje humano y cultural, tras la sedentarización y la emergencia de las primeras civilizaciones, se fue desarrollando otro proceso evolutivo que podríamos denominar de «humanización». Tras la culminación fundamental de la evolución biológica humana y con ese "paquete genético", el ser humano continuó evolucionando, sustituyendo su evolución biológica por una exponencial evolución cultural y su pensamiento, simple, tosco al principio y limitado en abstracción, fue dando paso a una interpretación más racional de la realidad y a una cosmovisión más compleja, más intencional y consciente, abriéndose la puerta a una mejor y más cualificada organización social y humana.

Este nuevo nivel de conciencia irrumpió de manera casi homogénea y contemporánea en diversas partes del globo en los siglos VI y V a.C y entre los paralelos 20 y 40. A esta época se la ha llamado Tiempo Eje (en una Era Axial, definida por Karl Jaspers y que abarca los siglos VIII y II a. C), y se centra en un progresivo proceso de humanización y espiritualización de aquel periodo.

¿Somos algo más que pura materia cósmica?

Ese proceso en el mundo occidental empezó a desarrollarse en la antigüedad clásica, cunado la filosofía griega tras un período de especulación cosmológica se orientó hacia la reflexión antropológica, definiendo al ser humano como «animal racional». Sócrates dedicó poca atención a los interrogantes de la física y la cosmología. Incluso no ocultó su desprecio por esos interrogantes cuando los comparaba con interrogantes íntimamente ligados al hombre, su naturaleza y su destino.

Mucho más recientemente Ortega nos dice: «Cuando vemos el cuerpo de un hombre, ¿vemos un cuerpo o vemos un hombre? Porque el hombre no es sólo un cuerpo: es un cuerpo, un alma, espíritu, conciencia, psique, yo, persona, como se prefiera llamar a toda esa porción del hombre que no es espacial, que es idea, sentimiento, volición, memoria, imagen, sensación, instinto.» En efecto, Ortega apunta aquí a lo esencial: ¿definimos o comprendemos cabalmente lo que es un ser humanohaciendo exclusivamente un análisis meramente fisiológico de su cuerpo?; ¿un análisis, químico o bioquímico del ser humano, es decir, desde la perspectiva natural, agota la comprensión del mismo? Esa perspectiva exterior del ser humano que nos ofrecen las ciencias naturales y que significa tratarlo desde la misma óptica que a cualquier otro cuerpo, ya sea material o animal, no sólo no agota la totalidad de lo que es el ser humano, sino que elimina de raíz aquello que lo va a definir como tal, su condición de sujeto, de yo, su interioridad.

Frente a la corriente positivista que tiñe los aires de la modernidad, una buena Educación debe recuperar entre sus finalidades la centralidad de la enseñanza de la condición humana. En su momento el verdadero humanismo significó "la educación del hombre de acuerdo con la verdadera naturaleza humana, con su auténtico ser". Este humanismo tiene que ver con el conocimiento del ser humano mismo y la realización de su ser. Ello debe continuar siendo objeto esencial de enseñanza. Forma parte de toda buena Educación para una vida cualitativamente plena. La “persona humana” no aparece en un momento evolutivo determinado, sino que se va haciendo desde la fecundación hasta su constitución en organismo adulto, en una transformación que podemos denominar proceso de personalización y «humanización». Y todo ello con la finalidad de ayudarnos a vivir de una forma más plena y bella; eso es algo de lo que toda buena Educación debería, sin duda, ocuparse.

Hemos de humanizar nuestra vida y con ello humanizar el mundo

Toda sociedad debe garantizar un «progreso» que realmente nos humanice, un tipo de progreso que nos permita avanzar hacia una mayor humanización, poniendo a las personas en el centro de nuestra atención y no solo la economía u otros ídolos modernos: el Dinero, el Confort, la Raza, el Sexo, el Crecimiento, el consumismo... Frente a cierta concepción paupérrima y mediocre de «progreso», frente a ciertos sucedáneos progresistas, la ética puede orientarnos hacia un progreso humanizador que nos haga crecer en humanidad y nos encamine hacia un más auténtico bienestar integral.

¿Qué significa ser «humano», «humanizarse»? El hecho de ser un «homo sapiens» no me convierte necesariamente en «humano»; aquella denominación de homo sapiens no significa otra cosa más que el que soy una bestia racional; el llegar a ser «humano» es algo mucho más profundo y difícil de alcanzar. «Humanizarse» significa también ir tomando conciencia de lo que supone la "riqueza" de la propia existencia.

La «humanidad» alcanzada por cada individuo es el resultado de la combinación de un desarrollo personal, intelectual y moral, así como la comprensión de lo que significa «existir»: una constante búsqueda de respuestas a preguntas tan fundamentales como: ¿Quién soy?, ¿Qué soy?, ¿Dónde estoy?, ¿De dónde vengo?, ¿Hacia dónde voy? ¿Qué es el ser humano? ¿En qué consiste vivir? ¿Qué sentido tiene la existencia humana? ¿Por qué existe el ser y más bien la nada? ¿Qué es la realidad? ¿Cuál es el origen del universo? ¿Qué va a ser de mí? ¿Por qué he de morir? ¿Existe Dios? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es lo bueno? ¿Puedo llegar a ser feliz? ¿Por qué sufro? ¿Qué es la justicia? ¿En qué consiste ser libre? ¿Por qué cada persona posee dignidad?... Toda persona, en su interioridad si en verdad mantiene viva y despierta la inteligencia, si aún no ha sufrido el ofuscamiento mental que la cultura dominante y mediática suelen generar en algunas personas, que ya han renunciado a indagar, y se limitan a vivir, trabajar, comer, dormir, en definitiva, a poco más que vegetar hasta la hora de la muerte…, se las formulan este tipo de cuestiones. Pues bien, el espíritu humano que no está dormido, sino que está “despierto” no se detiene, inquiere, busca saber, persigue el sentido de su existencia…

La tarea de situar nuevamente el valor y la dignidad de cada vida humana en el frontispicio de nuestra axiología colectiva, enalteciendo el valor que una sociedad otorga a tan sublime bien, constituye, sin duda, un ejercicio de racionalidad, una actitud humanizante propia de sociedades verdaderamente avanzadas… El progreso en el reconocimiento de la dignidad y respeto a todo individuo humano, asociado a un profundo sentido cívico a escala planetaria, constituiría, sin duda, un buen hito en el continuo e inacabado proceso humanizador y civilizatorio en el que está inmersa nuestra especie.

Elaboración propia

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