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El concepto tiempo-eje en la Era Axial

La historia tiene un momento fundacional que Karl Jaspers sitúa entre el 800 y el 200 a.C, y que conceptualiza como tiempo-eje. En ese momento se da, tanto en Occidente como en Oriente, una explosión cultural, existencial que provoca el renacimiento del sujeto como ser humano. Si en Oriente, Confucio, Lao-tsé, Buda, los Upanishads, Zaratustra, entre un ingente número de corrientes (materialismo, escepticismo, nihilismo…), entran en escena para revolucionar las creencias y los pensamientos de sus habitantes, de forma paralela, en Occidente, el escenario se nutre de figuras trascendentales como Homero, Parménides, Heráclito, Platón, Tucídides, Arquímedes, generando paradigmas que transforman teórica y espiritualmente al ciudadano occidental.

Consecuencia de todo ello es que el ser humano adquiere la conciencia de la totalidad tanto de sí mismo como del «ser». Advierte, a su vez, la tragedia de sus límites, siente en sus vísceras la impotencia de la imperfección y, con ello, propone finalidades trascendentes que le permitan escapar de su catastrófica condición.  Se siente capturado por sus debilidades pero extasiado por sus posibilidades. Siente que la libertad debe erigirse en la verdadera meta del desarrollo histórico. Todo desarrollo, sea del orden que sea, debe conducir al hombre hacia su liberación, hacia la destrucción de las cadenas que someten a los sujetos a su mediocridad mundana, con todo lo que ello conlleva (enfrentamiento a las situaciones-límites, irrupción de la angustia ante la apertura infinita de posibilidades…).

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Por Jesús Sordo Medina

Hominización y humanización

De todos los lugares donde el ser humano se ha establecido y evolucionado económica y socio-culturalmente destacan asentamientos que, por sus condiciones geográficas y climáticas, han emergido de forma más próspera que otros: los valles de los ríos, las costas mediterráneas, etc. Sin duda, el desarrollo de las distintas civilizaciones se ha servido de la ayuda de la naturaleza para la aparición de la agricultura, la domesticación de los animales y otra serie de avances. Esto, ha permitió crear comunidades más prósperas donde las personas pudieron dedicarse a actividades más intelectuales e iniciar el desarrollo del pensamiento. Tras cientos de miles de años de un proceso evolutivo de hominización y pequeños avances en el mundo del pensamiento, con este bagaje, tras la sedentarización y la emergencia de las civilizaciones comenzó otro proceso evolutivo al que podríamos llamar «humanización».

El hombre perfecciona
el uso del lenguaje.
40.000 A .C.

El hombre se hace sedentario. Cambia el clima. Nace la agricultura. 10.000 A .C.

Primeras civilizaciones (Sumeria, Indo, Creta, Egipto.) Ciudades. 3.500 A.C.

Era Axial. Tiempo-Eje (siglo VI a.C), según Jaspers. Aparece el pensamiento crítico. Se sientan las bases de las civilizaciones actuales y el pensamiento moderno. 800- 200 A .C.

Inicio de la Era Axial

La proto-epistemología (epistemología=parte de la filosofía que estudia los principios, fundamentos, extensión y métodos del conocimiento humano) se desarrolla de forma concreta en las culturas que nacen entre los paralelos 40 y 20, comenzando en el extremo oriental de Asia hasta el corazón de Europa: China, India, Persia, Babilonia, Egipto, Grecia, Roma, etc. Todas ellas, durante milenios, han contado con unas ventajas climáticas que han permitido una evolución como la citada en la tabla anterior. Entre estas culturas, en los albores de la historia (4.000 a.C.) se producen ciertos intercambios, aunque todavía no muy intensos.

Andando en el tiempo, llegamos al milenio uno a.C. y concretamente al siglo VIII, momento en el cual, según el filósofo y psicólogo alemán Karl Jaspers, comienza la Era Axial: verdadero eje de la historia humana.

El periodo que abarca desde el año 800 al 200 a.C. y que en occidente corresponde a la época que cubre desde la aparición de las obras de Homero hasta el establecimiento de las escuelas postaristotélicas, se caracteriza, principalmente, por el inicio de un profundo cambio donde el ser humano se hace plenamente consciente a nivel existencial y epistemológico, dando comienzo a un «proceso de espiritualización». La característica principal de este proceso religioso y filosófico es que el propio ser humano se convierte en sujeto y objeto de sus propias investigaciones.

Cambios en las sociedades antiguas

En el plano colectivo, la sociedad se vuelve más urbana. La crisis y la inestabilidad en la religión antigua se hace patente, especialmente en los siglos VI y V a.C. Estas dos centurias, para Karl Jaspers y dentro de la Era Axial (recordemos 800-200 a.C.), constituyen el Tiempo-eje (1). Y es precisamente en este periodo cuando se produce la aparición de la mayoría de los grandes sabios de la antigüedad y la irrupción de sus doctrinas en todos los ámbitos de la sociedad. Claro está, que esa renovación se produce en un primer término en un número reducido de pensadores y reformadores religiosos y políticos, para luego ir impregnándose en los demás estratos de la sociedad y durante algunos siglos.

Tanta fue la fuerza y difusión de estos nuevos paradigmas filosófico-religiosos, que aún mantienen su vigencia a lo largo y ancho del mundo, y han definido en muchos aspectos a las civilizaciones actuales. En este tiempo y en una línea geográfica entre los paralelos mencionados 40 y 20 se dan: la aparición del Budismo, el Taoísmo, el Confucionismo y todas las posibles tendencias filosóficas, desde el escepticismo al materialismo, la sofística y el nihilismo, además de la doctrina de amor universal de Mo zi o Mo ti; las Upshanidas, que sintetizan el vasto y complejo conglomerado de creencias hinduistas y la doctrina vital del jaina Mahavira; la doctrina de Zoroastro en Persia; la impronta de Elías, primero, y luego Jeremías e Isaías después, en el judaísmo, y el llamado paso del Mito al Logos en la Magna Grecia desde los presocráticos a Platón.

Además, en el aspecto sociocultural, se produjeron intercambios más profundos: la India entró en contacto real con China; Palestina con Babilonia y Grecia con Egipto. Aun así, no fue hasta las conquistas de Alejandro Magno sobre el imperio persa, cuando, de forma meditada, se produjeron auténticos enriquecimientos de unas doctrinas sobre otras gracias a la ambición del hijo de Filipo y discípulo de Aristóteles por alcanzar una oikouméne helenística o universalización de la cultura griega por todo el orbe.

Pero, según Jaspers, la característica más importante de esta época en los «tres mundos» (oriente, oriente medio y la Helade griega), es que el hombre percibe de forma clara su propia existencia y la impotencia ante temas tan trascendentales e inevitables como la muerte. Al tiempo que integra sus propios límites vitales, también se ejercita en conseguir las metas más altas en el tiempo que le toca vivir, y de forma más concreta, en la posibilidad de superar, en vida, el sufrimiento que su propia consciencia le provoca. Si la reflexión le lleva a tal estado de ansiedad, es también la reflexión la que le permite buscar las soluciones a sus problemas. El pensamiento se vuelve objeto del propio pensamiento al tiempo que accede a lo universal.

Este nuevo y amplio panorama intelectual y espiritual produce intensos debates internos que se trasladan a lo interpersonal a través de la dialéctica, lo que deviene en el desarrollo de la oratoria. Aparecen las divisiones y el partidismo, y casi el caos espiritual por la inquietud que nace de la discusión. Sin embargo, este caos inicial se va ordenando constituyendo las categorías que, todavía al día hoy, fundamentan en gran medida nuestro pensamiento y nuestra forma de convivir y organización social.

Como se ha puesto de manifiesto, especialmente en el «paso del mito al logos» en el pensamiento griego, la era mítica parece tocar a su fin, dando paso a otro tipo de visión histórica, cosmológica y vital del ser humano más impermanente, más intuitiva y racional. Desde Confucio, en el extremo oriente, a los filósofos griegos, la razón ilumina la existencia, y lo mítico, válido para la organización individual y social hasta aquel entonces, se revisa de forma minuciosa para reedificarse bajo nuevos conceptos y categorías. Caen los demonios que atemorizaban al hombre y se demuestra, mediante la razón, su inexistencia. La ética se alza como ciencia reflexiva sobre el comportamiento humano y se desecha la moral del miedo a los seres de ultratumba. Y sobre todo, y esto es extensivo a todas las latitudes donde se da este avance, el hombre busca la trascendencia, unirse a lo universal y más sublime: el Atman, el Tao, el Logos, el Nirvana o Dios.

La nueva sabiduría creciente lleva a determinados individuos (Buda, el Tao, Sócrates etc.) a la investigación ética y mística alcanzando «lugares internos» donde el ser humano no había penetrado aún. Se concretan los caminos por donde transita el sufrimiento, las razones que lo provocan y las vías de salida para escapar de él, aumentando en calidad el estado de bienestar espiritual. Al mismo tiempo, se busca cómo mejorar la calidad de vida a nivel material y la organización social para una mejor convivencia. Son conocidas las medidas de Confucio, prácticamente paralelas a las de Clístenes en Grecia. Todo se reduce a investigar ante las nuevas posibilidades que nacen de la reflexión.

Fin de la Era Axial

Pese a todo, pese a la grandeza de esos objetivos, los siglos VI y V a.C., sin embargo, no logran acabar con la mentalidad mítica, pues solo unos cuantos logran acceder a esa especie de «iluminación» racional. La historia humana está llena de avances y retrocesos y el Tiempo-eje y la Era Axial acaban su recorrido con la emergencia de los imperios. No obstante, todos estos sistemas de pensamiento sobreviven como brazos intelectuales para esos superestados: el Imperio Romano se impregna de la cultura clásica; en China, la dinastía Han instituye el confucionismo, y Asoka, el budismo. Los imperios se construyen por la fuerza de la espada, pero hay algo nuevo: tienden al espíritu, a la revisión racional de su realidad y, entre ascensos y descensos, a un avance positivo desde el punto de vista individual y social.

Pese a los avances y retrocesos, y desde un punto de vista racional y espiritual, lo conseguido durante el Tiempo-eje permanece como los grandes cimientos de un gran edificio a construir por las generaciones futuras. Como si de una presa acuífera se tratara, en los siglos VI y V a.C. se rebasaron los antiguos niveles de conciencia provocando un desbordamiento intelectual y espiritual que se canalizó durante varios siglos para aportar mejoras en este proceso de humanización en el que aún nos encontramos.

Notas

  1. Karl Jaspers busca otra concepción de la historia más universal, donde el Tiempo-eje, objeto de estudio, sea el mismo para toda la humanidad, independientemente de su cultura. Este tiempo-eje hablaría de un tiempo en el cual el hombre sufrió una transformación profunda sin el apoyo de una fe determinada o un elemento sobrenatural, es decir, un proceso de crecimiento intelectual y sobre todo espiritual.

Fuente: http://www.homohominisacrares.net/sec/historia/eraaxial/queestiempoeje.htm

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