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Edgar MORIN: La mente bien ordenada

Aprender a vivir

Educación, Formación, Orientación, Cultura… su finalidad: «Aprender a vivir»

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Por una parte, existe entre cierta población una tendencia a la inercia en el pensamiento, a eludir la aridez de la reflexión, a evitar el esfuerzo intelectual, una cierta tendencia al pensamiento débil y a dejar que otros piensen por nosotros. Por otra, demasiado angosto suele ser todavía entre nosotros el concepto sobre la Educación. El objetivo de una auténtica Educación no es darle al alumno cada vez mayor cantidad de conocimientos sino constituir en él un estado interior y profundo, una especie de polaridad del alma que le oriente a lo largo de toda su vida. «Enseñar/Aprender a vivir» es la finalidad de toda auténtica educación.

Una auténtica «cultura», que es la que se pretende transmitir a través de una buena Educación y Formación, debe ir mucho más allá de la mera transmisión de conocimientos, debe proporcionar los saberes, valores, símbolos que orienten y guíen las vidas humanas. Debe convertirse en una auténtica «preparación para la vida».

¿Cómo se puede contribuir a ello desde la enseñanza, en un mundo dominado por el paradigma tectológico, de base predominantemente científico-técnico, y a partir de una minusvalorada y denostada «cultura de las humanidades»?  A Través de una Educación/Aprendizaje que nos proporcione una «cultura» para la comprensión y la expresión verbal pero también existencial, para la comprensión de uno mismo y de los demás, orientada a una adecuada interpretación y comprensión de la complejidad existencial y humana y que nos encamine no hacia la ceguera sino hacia la lucidez, no hacia el desconocimiento y la ignorancia sino hacia la «sabiduría vital».

Existe un continuo entre «conocimiento», «comprensión», «lucidez» y «sabiduría» ... ¿en dónde se queda hoy nuestra práctica educativa, hasta dónde llegan actualmente los anhelos y aspiraciones de los sistemas educativos?, ¿cuál es hoy la tendencia actual de los esos sistemas educativos en nuestro mundo occidental? Están al servició de un auténtico autoconocimiento, liberación y emancipación individual, abiertos a la enseñanza/aprendizaje de la necesaria «sabiduría» para el arte de vivir o más preocupados por supeditarse a las exigencias de un sistema productivo y un mercado de trabajo predominantemente orientados a la consecución de un progreso preferentemente, con ser muy importante, tan sólo material y económico.

¿Para qué debería servir, pues, la Escuela? Decía Eliot: “¿Cuál es el conocimiento que perdemos en la información, cuál es la sabiduría que perdemos en el conocimiento?” Encaminémonos pues, a partir de las reflexiones de E. Morin en este nuevo capítulo, rumbo al autoconocimiento de nosotros mismos, hacia una mayor toma de conciencia sobre nuestra condición y necesidades humanas y en definitiva hacia el aprendizaje y el progreso en el «arte de vivir», objetivo último de toda auténtica Educación.

Quiero enseñarle a vivir. ROUSSEAU, Emilio

Queremos ser los poetas de nuestra propia vida y, primero, en las cosas más pequeñas. NIETZSCHE

 

Como decía de manera excelente Durkheim, el objeto de la educación no es darle al alumno cada vez mayor cantidad de conocimientos sino constituir en él un estado interior y profundo, una especie de polaridad del alma que lo oriente en un sentido definido no sólo durante la infancia sino para la vida.

Aprender a vivir necesita no sólo de conocimientos sino de la transformación, en el propio estado mental, del conocimiento adquirido en sapiencia y la incorporación de esta sapiencia a la vida. Se trata de transformar la información en conocimiento, de transformar el conocimiento en sapiencia y hacerlo orientándose hacia las finalidades aquí definidas.

LA ESCUELA DE VIDA Y LA COMPRENSIÓN HUMANA

La “cultura de las humanidades”. Una “cultura” proporciona los conocimientos, valores, símbolos que orientan y guían las vidas humanas. La cultura de las humanidades fue, sigue siendo y tiene que convertirse en una preparación para la vida. Literatura, poesía y cine tienen que ser considerados como escuelas de vida y esto en múltiples sentidos:

  1. Escuelas de la lengua, que revela todas sus cualidades y posibilidades a través de las obras de los escritores y de los poetas.
  2. Escuelas de la cualidad poética de la vida, de la emoción estética y del asombro.
  3. Escuelas del descubrimiento de uno mismo en las que el adolescente pueda reconocer su vida subjetiva a través de las de los personajes de las novelas o de las películas. Pueda descubrir la revelación de sus aspiraciones, de sus problemas, de sus verdades, no sólo en un libro de ideas sino también en un poema o en una novela. Los libros son “experiencias de la verdad” cuando nos muestran y le dan forma a una verdad ignorada, oculta, profunda, informe, que llevábamos en nosotros.  A veces hay obras que “no afirman, no ocultan, pero sugieren”. ¡Qué hermoso es ayudar para que se realicen estos descubrimientos!
  4. Escuelas de la complejidad humana: el conocimiento de la complejidad humana forma parte del conocimiento de la condición humana. Este conocimiento nos inicia en la vida como seres complejos y en situaciones complejas. “Una sola obra literaria oculta un infinito cultural que incluye ciencia, historia, religión, ética...”.  La novela extiende el reino de lo decible a la complejidad infinita de nuestra vida subjetiva, utiliza la extrema precisión de la palabra, la extrema sutileza del análisis para traducir la vida del alma y del sentimiento. En una novela o en una película, reconocemos los momentos de verdad del amor, el tormento de las almas destrozadas y descubrimos las inestabilidades profundas de la identidad, como en Dostoievsky, la multiplicidad interna de una misma persona, como en Proust y, como en Papá Goriot o La guerra y la paz, la transformación de los seres, enfrentados al destino social o histórico, llevados por el torrente de los acontecimientos que pueden hacer de nosotros héroes, mártires, cobardes, verdugos. En la novela, en el teatro, en el cine, nos damos cuenta de que el homo sapiens es, al mismo tiempo e indisolublemente, homo demens. En la novela, el cine, el poema, la existencia despliega su miseria y su grandeza trágica, con el riesgo del fracaso, del error, de la locura. En la muerte de nuestros héroes experimentamos por primera vez la muerte. Por lo tanto, en la literatura la enseñanza sobre la condición humana puede tomar forma viviente y activa para que cada uno vea con mayor claridad su propia vida. Filósofo y el psicólogo tendrían que confirmar que todo individuo, incluso el que está más encerrado en la más banal de las vidas, constituye en sí mismo un cosmos.
  5. Escuelas de la comprensión humana. La lectura o el espectáculo cinematográfico nos hace comprender lo que no comprendíamos en la vida cotidiana. En esta vida de todos los días percibimos a los otros sólo de una manera exterior, en tanto que en la pantalla y a través de las páginas de un libro se nos aparecen en todas sus dimensiones, subjetivas y objetivas. La literatura es “la única que sabe representar y elucidar las situaciones en las que la comunicación no es posible, las situaciones de encierro en uno mismo, las equivocaciones cómicas o trágicas. El lector también descubre las causas de los malentendidos y pretende comprender a los incomprendidos”. Mediante ella podemos comprender que no debemos reducir un ser a la parte más pequeña de él mismo ni al fragmento peor de su pasado. Mientras en la vida cotidiana somos apresurados cuando calificamos de criminal al que cometió un crimen, reduciendo todos los otros aspectos de su vida y de su persona a este único rasgo, en la literatura podemos descubrir sus múltiples aspectos. Mientras en la vida cotidiana somos casi indiferentes ante las miserias físicas y morales, cuando leemos una novela o vemos una película sentimos conmiseración, piedad y bondad. Allí podemos aprender las lecciones más importantes de la vida, la compasión frente al sufrimiento de todos los humillados y la verdadera comprensión.

Literatura, poesía, cine, psicología, filosofía, tendrían que converger para volverse escuelas de la comprensión. La ética de la comprensión humana constituye, sin duda, una exigencia clave de nuestros tiempos de incomprensión generalizada: vivimos en un mundo de incomprensión entre extranjeros, pero también entre los miembros de una misma sociedad, de una misma familia, entre los miembros de una pareja, entre hijos y padres.

No basta con explicar para comprender. Explicar es utilizar todos los medios de conocimiento, insuficientes, para comprender el ser subjetivo. La comprensión humana nos llega cuando sentimos y concebimos a los humanos en tanto sujetos. Ella nos vuelve abiertos a sus sufrimientos y sus alegrías; nos permite reconocer en los demás los mecanismos egocéntricos de auto-justificación que están en nosotros, así como las retroacciones positivas que hacen que las discusiones más mínimas degeneren en conflictos inexpiables. A partir de la comprensión es posible luchar contra el odio y la exclusión. Para afrontar la dificultad de la comprensión humana habría que recurrir a una pedagogía conjunta que agrupe al filósofo, al psicólogo, al sociólogo, al historiador, al escritor y esto se conjugaría con una iniciación en la lucidez.

LA INICIACIÓN EN LA LUCIDEZ

La iniciación a la lucidez es inseparable de una iniciación a la omnipresencia del problema del error. Hay que enseñar, y desde la escuela primaria, que toda percepción es una traducción reconstructora que lleva a cabo el cerebro, a partir de las terminales sensoriales, y que ningún conocimiento puede lograrse sin la interpretación. A partir de testimonios contradictorios sobre un mismo acontecimiento podemos mostrar que puede haber falsas percepciones. Podemos ilustrar casos de percepción imperfecta, por rutina o por una atención mínima, por desatender a un detalle al que se juzgó insignificante, por una interpretación apurada de un elemento poco habitual y, sobre todo, por una insuficiente visión del conjunto o una falta de reflexión. Asimismo, hay que indicar que una búsqueda de inteligibilidad demasiado débil lleva a ignorar la significación de un hecho o de un acontecimiento, en tanto que una búsqueda demasiado fuerte de inteligibilidad lleva a un error racionalizador que altera esta significación. Hay decisiones desastrosas, que se tomaron no sólo por imprevisión, cinismo o flaqueza en la responsabilidad. Progresivamente, en la enseñanza secundaria, podremos revelar la oposición entre la racionalización, sistema lógico de explicación, pero carente de fundamento empírico, y la racionalidad, que se esfuerza por unir la coherencia con la experiencia y, en la enseñanza superior, se analizarán los límites de la lógica y de las necesidades de una racionalidad no sólo crítica sino autocrítica.

El aprendizaje de la autoobservación forma parte del aprendizaje de la lucidez. La aptitud reflexiva de la mente humana, que la vuelve capaz de considerarse a sí misma, desdoblándose, debería ser impulsada y estimulada en todos. Habría que enseñar cómo cada uno produce la mentira en uno mismo, cómo el egocentrismo autojustifícador a veces nos lleva a cierta percepción ilusoria y cómo los procesos selectivos de la memoria, eliminando lo que nos molesta y embelleciendo lo ventajoso condicionan nuestra reflexión sobre los hechos vividos.

Lamentablemente, no existe todavía una noología, ciencia consagrada a la esfera de lo imaginario, de los mitos, de los dioses, de las ideas,  es decir, la noosfera. Con nuestras creencias y nuestra fe alimentamos los mitos o ideas que surgen en nuestras mentes y estos mitos o ideas toman consistencia y poder. No sólo poseemos ideas, también somos poseídos por ellas, somos capaces de morir o matar por una idea. De manera que habría que poder ayudar a las mentes adolescentes a moverse en la noosfera (mundo viviente, virtual e inmaterial constituido por la información, las representaciones, los conceptos, las ideas, los mitos que disponen de una relativa autonomía y, al mismo tiempo, dependen de nuestras mentes y de nuestra cultura). Ayudarlos a instaurar la convivencia con sus ideas sin olvidar nunca la necesidad de mantenerlas en su papel mediador impidiendo que se confundan con lo real.

LA FILOSOFÍA DE LA VIDA

El aprendizaje de la vida debe dar conciencia de que la “verdadera vida”, no está tanto en las necesidades utilitarias de las que nadie puede escapar sino en el propio desarrollo y en la calidad poética de la existencia. Que para vivir cada uno necesita, simultáneamente, lucidez y comprensión y la movilización de todas las capacidades humanas.

La enseñanza de la filosofía podría revitalizarse para el aprendizaje de la vida. Podría proporcionar los dos productos más preciados de la cultura europea: la racionalidad crítica y autocrítica que, justamente, permite autoobservarse y permite la lucidez y la fe incierta. De esta manera, la filosofía volvería a encontrar su gran y profunda misión: contribuir a la conciencia de la condición humana y al aprendizaje de la vida. La filosofía es una potencia de interrogación y de reflexión sobre los conocimientos y sobre la condición humana y, también, sobre los grandes problemas de la vida. En este sentido, el filósofo debería estimular la aptitud crítica y autocrítica, fermentos irremplazables de la lucidez y alentar la comprensión humana, tarea fundamental de la cultura.

Fuente: Edgar MORIN: La mente bien ordenada. (resumen Cap. 4: Aprender a vivir)

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