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Formación humanista para el desarrollo humano

Formación, capacitación, formación humana, bienestar material, calidad de vida, sociedad de consumo...

Formar no es lo mismo que capacitar. Una buena formación es la que nos educa para usar de manera adecuada nuestras capacidades y recursos. Un uso instrumental adecuado de nuestras habilidades presupone un conocimiento profundo de nuestros fines últimos. Pero el conocimiento solo no es suficiente. Hay que intentar alcanzarlos.

La formación humana abarca, además de la educación de las capacidades intelectuales y de las habilidades instrumentales de las personas- la educación de sus sensibilidades y la formación ética del carácter, y dentro de ésta, la educación para la ciudadanía. La formación ciudadana ocupa un lugar central en la formación integral.

La formación humanista está comprometida con el florecimiento humano de las personas, con que logren ser todo aquello que pueden llegar a ser, con que  desarrollen aquellas capacidades que tienen razones para valorar, no sólo con nuestra capacitación profesional.

La capacitación tiene pues un valor instrumental. No se propone la realización de las personas. La formación sí. El saber desempeñarse bien en el mundo del trabajo es una parte importante de la realización de las personas, pero la especialización profesional no asegura la felicidad. Esta depende de otros factores, que tienen que ver directamente - más que con la adquisición de capacidades- con el uso que hacemos de ellas. Por su interés formativo, presentamos un resumen del texto de Fidel Tubino

Por Fidel Tubino

En nuestras sociedades de consumo el ser y el hacer se encuentran subordinados al tener. Se trata de una “cultura del narcisismo“, es decir, del autocentramiento de la persona en su propio bienestar, del encapsulamiento en lo privado, una cultura de la enajenación de lo social, de lo público.  Es, en definitiva, una cultura socialmente perniciosa. Desrealiza a las personas, las torna ajenas a sí mismas, por ello genera infelicidad en medio de la bonanza, malestar en medio del bienestar.

La calidad de vida está en función del nivel de realización humana. La calidad de vida es directamente proporcional al nivel de felicidad de la gente, es decir, a su nivel de realización.

La calidad de vida está en función del nivel de realización humana. La calidad de vida debe evaluarse en términos de la capacidad para lograr funcionamientos valiosos. La calidad de vida es directamente proporcional al nivel de felicidad de la gente, es decir, a su nivel de realización.

La calidad de vida como realización, depende no sólo del acceso a medios o bienes, sino sobre todo de lo que hacemos y llegamos a ser con el acceso a ellos, de la idea de felicidad que determina sus usos, de los modelos de vida buena que deseamos y que la mayor parte de las veces no elegimos de manera libre sino que asimilamos acríticamente del entorno. La calidad de vida, la realización humana, depende sobre todo de los códigos  normativos  y modelos de vida que hemos internalizado y se expresan en nuestras formas de convivencia y en nuestras actitudes básicas. Eso es lo determinante. De allí la importancia que tiene la formación ética del carácter.

La idea central que propongo en esta intervención es que el desarrollo de un país presupone e implica un tipo especial de educación al interior de la cual la formación humanista e interdisciplinaria ocupa un lugar central. El desarrollo debe ser entendido no sólo como crecimiento económico, sino como desarrollo humano, es decir, como desarrollo de capacidades y por ende, de calidad de vida de la gente. Hay dos modelos de formación humanista. El primero, universalista, es marcadamente autocentrado y etnocéntrico, sacraliza las tradiciones propias y por lo mismo no dispone de una mirada autocrítica y de una apertura auténtica al reconocimiento de los aportes procedentes de las culturas no occidentales. Como si, de entrada, “el otro” no tuvieran nada importante que aportar a la llamada ‘cultura universal‘. Este modelo es cerrado en su concepción y pobre en su aplicación. No es el modelo de educación que el país y que el mundo de hoy necesitan.

El segundo modelo, abierto y sensible a la diferencias, es aquel que basa la ‘bildtung‘, la formación integral en el sentido clásico , es decir, la ‘paideia’, en el respeto a la autonomía de las personas y en el reconocimiento positivo de la diversidad cultural. Lo que propongo y sustento en este texto es que este segundo modelo formativo es el que ocupa un lugar medular en el tipo de educación que el desarrollo humano de un país tan complejo y diverso como el nuestro requiere.

El desarrollo humano, según Amartya Sen, consiste básicamente en la ampliación de las oportunidades de la gente para mejorar su calidad de vida, es decir, para ejercer sus derechos y poder ser felices, de acuerdo a las diversas concepciones que tienen de entender la felicidad. Sin embargo, no todas las concepciones de la felicidad ni todos los modelos de vida buena nos motivan a ejercer responsablemente nuestros derechos ciudadanos o nos impulsan a ser mejores como personas, es decir, a realizarnos humanamente.

Pero, ¿qué se entiende por “realización humana” desde el enfoque del desarrollo de capacidades? La realización humana la entiende Amartya Sen en términos básicamente aristotélicos, como ‘eudaimonía’, como ‘florecimiento humano‘, es decir, como la actualización plena de las potencialidades valiosas de las personas. Amartya Sen habla de capacidades y funcionamientos en el mismo sentido en que Aristóteles habla de potencias y actos. “... Aunque en el momento en que propuse este enfoque – nos dice- no me di cuenta de sus relaciones aristotélicas, es interesante observar que la palabra griega ‘dunamin’, que Aristóteles empleó para tratar un aspecto del bien humano y a la que a veces se traduce como ‘potencialidad’, puede traducirse también como ‘capacidad para existir o actuar ’.

En términos de A. Sen, el florecimiento humano no es otra cosa que el proceso mediante el cual vamos paulatinamente colocando en funcionamiento - de la manera más plena posible - aquellas capacidades que tenemos razones para valorar. La formación humanista es básicamente formación de capacidades y de disposiciones éticas. Formar no es lo mismo que capacitar. Las personas nos capacitamos para para aprender a usar herramientas de trabajo, para adquirir habilidades nuevas. La capacitación tiene pues un valor instrumental. No se propone la realización de las personas. La formación sí, tiene por ello un valor intrínseco. La capacitación profesional es una parte de la formación humana, no la reemplaza.

La formación humana abarca, además de la educación de las capacidades intelectuales y de las habilidades instrumentales de las personas- la educación de sus sensibilidades y la formación ética del carácter, y dentro de ésta, la educación para la ciudadanía. La formación ciudadana ocupa un lugar central en la formación integral, es lo que le da sentido a la formación profesional.

El saber desempeñarse bien en el mundo del trabajo no asegura la felicidad. Una buena formación es la que nos educa para usar de manera adecuada nuestras capacidades y recursos. Ello presupone un conocimiento profundo de nuestros fines últimos.

La formación humanista – decíamos - está comprometida con el florecimiento humano de las personas, con que logren ser todo aquello que pueden ser, con que  desarrollen aquellas capacidades que tienen razones para valorar, no sólo con nuestra capacitación profesional. Se basa en un compromiso más amplio. El saber desempeñarse bien en el mundo del trabajo es una parte importante de la realización de las personas, pero la especialización profesional no asegura la felicidad. Esta depende de otros factores, que tienen que ver directamente - más que con la adquisición de capacidades- con el uso que hacemos de ellas. Una buena formación es la que nos educa para usar de manera adecuada nuestras capacidades y  recursos.  Un uso instrumental adecuado de nuestras habilidades presupone un conocimiento  profundo de nuestros fines últimos, pues sólo de esa manera podremos evitar reemplazarlos por medios. Pero el conocimiento de los fines es insuficiente. Hay que tender hacia ellos para intentar   alcanzarlos.

Como decía Aristóteles en la Etica a Nicómaco no basta el conocimiento de la amistad para ser un buen amigo, ni el conocimiento de la justicia para ser justos. Es necesario formar los hábitos, las predisposiciones del carácter, las orientaciones básicas de las personas. Esta es la esencia de la formación ética. Mientras que la capacitación profesional es una educación para el trabajo, la formación ética es una educación para la convivencia. Ambas son complementarias y necesarias. No se tiene que optar por una o por otra. Hay que saber conjugarlas. Por ello es importante cultivarlas juntas. Eso es justamente lo que se propone la formación humanista.

Recordemos que el modelo de formación humanista e interdisciplinaria que estamos proponiendo - que es condición y parte del desarrollo humano - busca proporcionarles a las personas los recursos necesarios para que puedan mejorar su calidad mejorando la calidad de vida de los demás. El desarrollo humano no es compatible con el individualismo liberal. Es un proyecto societal que promueve la participación política de la sociedad  civil, la libertad cultural, la inclusión de la diversidad en la vida pública. La calidad de vida es pues un asunto que no se restringe al bienestar individual.

1.- Desarrollo humano y calidad de vida

La calidad de vida no es tampoco - como se suele pensar hoy en día - un asunto exclusivamente de bienestar material. Aunque lo abarca no se limita a él.

La calidad de vida no es tampoco bienestar material. El bienestar material tiene sentido sólo si contribuye al bienestar anímico. Se mide por su capacidad de ser felices.

El bienestar humano incluye el bienestar anímico, éste es su centro. El bienestar material tiene sentido sólo si contribuye al bienestar anímico, tiene pues un sentido instrumental, no final. La calidad de vida de las personas se mide básicamente por su nivel de bienestar anímico, por su capacidad de ser – en el plano de los hechos - felices. Es importante  por ello no confundir los medios con los fines. La calidad de vida (que es lo mismo que el bienestar)  es un asunto complejo.

Y qué es calidad de vida? El concepto es multívoco, polivalente. La propuesta de Sen – que comparto- es que “la calidad de vida debe evaluarse en términos de la capacidad para lograr funcionamientos valiosos“. Si la calidad de vida está en función del nivel de realización humana, entonces, a mayor actualización de capacidades, mayor calidad de vida. En clave aristotélica, habría que decir que la calidad de vida es directamente proporcional al nivel de felicidad de la gente, que, desde esta perspectiva, es lo mismo que su nivel de realización.

Sin embargo, lo más común es identificar la calidad de vida con la obtención de medios. Como si el acceso a los medios fuera suficiente para alcanzar el fin. El problema no es simple, porque los medios se pueden usar para fines legítimos o para fines ilegítimos. Sus usos o abusos están determinados – muchas veces de manera inconsciente –  por los modelos de vida y las jerarquías de valores que hemos asimilado de manera pre-reflexiva en nuestros procesos de socialización. Estos modelos actúan y se evidencian en nuestras actitudes y nuestras orientaciones básicas. No todas las jerarquías de valores nos permiten un uso adecuado de los medios. Hay jerarquías de valores que colocan a los medios como fines y de esta manera los eclipsan, y hay otras jerarquías de valores que colocan a los medios en su justo lugar.

Así, en las actuales sociedades de consumo existentes – la nuestra es una de ellas- el ser (por ejemplo, profesional) se valora en tanto nos permite ampliar nuestra capacidad de hacer, para poder tener más bienes socialmente valorados. Dicho de manera sintética, el ser y el hacer se encuentran subordinados al tener. De esta manera, se consagra una distorsión ética: lo que es medio – el acceso a bienes – se coloca con fin, y el fin – el ser mejor - se coloca como medio.

La hegemonía – en la cultura global - de la cultura del consumo, atraviesa todas las culturas y es cada vez más dominante. Por “cultura del consumo” entiendo aquella que hace del consumo de bienes valorados socialmente el fin último de la convivencia y el criterio universal de la calidad de vida. Es una cultura que coloca la racionalidad instrumental por encima de la racionalidad comunicativa, que confunde los medios con los fines ,   y que genera un gran malestar fruto del  eclipsamiento de los fines últimos. Desrealiza a las personas, las torna ajenas a sí mismas, por ello genera infelicidad en medio de la bonanza, malestar en medio del bienestar. Algunos autores que ha profundizado más en el significado de esta cultura del consumo muestran con claridad que se trata de una “cultura del narcisismo “, es decir, del autocentramiento de la persona en su propio bienestar, del encapsulamiento en lo privado, una cultura de la enajenación de lo social, de lo público. Es una cultura socialmente perniciosa porque merma la calidad de la convivencia y le resta sentido al ejercicio de la ciudadanía.

La calidad de vida, la realización humana, depende sobre todo de los códigos normativos y modelos de vida que hemos internalizado.

La calidad de vida como realización, depende no sólo del acceso a medios o bienes, sino sobre todo de lo que hacemos y llegamos a ser con el acceso a ellos. Dicho de otro modo, de la idea de felicidad que determina sus usos. O, más precisamente, de los modelos de vida buena que deseamos y que la mayor parte de las veces no elegimos de manera libre sino que asimilamos acríticamente del entorno. La calidad de vida, la realización humana, depende no sólo del acceso a bienes, sino sobre todo de los  códigos  normativos  y modelos de vida que hemos internalizado y se expresan en nuestras formas de convivencia y en nuestras actitudes básicas. Eso es lo determinante. De allí la importancia que tiene la formación ética del carácter.

El desarrollo humano tiene que ver directamente con la ampliación de libertades, o, más específicamente, con la capacidad que dispone la gente para realizarse, es decir, para poner en acto aquellas capacidades que tiene razones para valorar. O , en otras palabras, para vivir de acuerdo a la manera que las personas han escogido libremente de entender la felicidad. (...)

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Fuente: https://red.pucp.edu.pe/ridei/files/2011/08/090711.pdf


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