EL LUGAR DEL SER HUMANO EN EL CONCIERTO DEL UNIVERSO
En busca de la propia identidad: qué somos o quiénes somos |
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Qué somos |
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En medio de la realidad se encuentra el ser humano. Uno de los impulsos vitales que desde siempre ha acompañado a la especie humana en su peripecia histórica ha sido el deseo de conocer, de saber, el deseo de comprender. Desde un primer momento, el ser humano ha pensado en sí mismo, en su origen, en su papel en el mundo. ¿Qué somos nosotros? Cada cultura, cada saber y cada persona tratan de comprender y de encontrar una respuesta a esta pregunta. La mayoría de las aproximaciones son parciales, rehenes de cierto tipo de visión. Otras contribuciones nos aportan visiones más totalizantes y complejas del ser humano, concibiéndolo como una parte del proceso global, físico, biológico y cultural. Pero dichas aportaciones no acallan la pregunta; al contrario, la radicalizan.
Pero somos mortales. Nos cuesta acoger la muerte dentro de la vida y el drama del destino humano. Presentimos que hay algo que va más allá de la muerte. Y sospechamos que en el balance final de todas las cosas, un pequeño gesto de amor verdadero que hayamos hecho vale más que toda la materia y la energía del universo juntas. Nadie mejor que Pascal (+1662) para expresar el ser complejo que somos: "¿Qué es el ser humano en la naturaleza? Nada comparado con el infinito y todo comparado con la nada, un eslabón entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde es sacado ni el infinito hacia el que es atraído”. En él se cruzan los tres infinitos: lo infinitamente pequeño, lo infinitamente grande y lo infinitamente complejo (Chardin). Siendo todo eso, nos sentimos incompletos, y naciendo todavía. Estamos siempre en la prehistoria de nosotros mismos. Y a pesar de eso experimentamos que somos un proyecto infinito que reclama su objeto adecuado, también infinito, a quien llamamos Dios. |
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Quiénes somos |
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¿Somos algo más que pura materia cósmica? En la antigüedad clásica, la filosofía griega tras un período de especulación cosmológica se orientó hacia la reflexión antropològica, definiendo al ser humano como «animal racional». Sócrates dedicó poca atención a los interrogantes de la física y la cosmología. Incluso no ocultó su desprecio por esos interrogantes cuando los comparaba con interrogantes íntimamente ligados al hombre, su naturaleza y su destino. Más recientemente nos dice Ortega: «Cuando vemos el cuerpo de un hombre, ¿vemos un cuerpo o vemos un hombre? Porque el hombre no es sólo un cuerpo: es un cuerpo, un alma, espíritu, conciencia, psique, yo, persona, como se prefiera llamar a toda esa porción del hombre que no es espacial, que es idea, sentimiento, volición, memoria, imagen, sensación, instinto.» En efecto, Ortega apunta aquí a lo esencial: ¿definimos o comprendemos cabalmente lo que es un hombre haciendo exclusivamente un análisis meramente fisiológico de su cuerpo?; ¿un análisis, químico o bioquímico del ser humano, es decir, desde la perspectiva natural, agota la comprensión del mismo? La respuesta, tanto para Ortega como para Husserl y para la fenomenología en general, es que no. No se dice con ello que los análisis naturales que practican las ciencias sobre el hombre sean irrelevantes: ahora bien, esa «racionalidad de la exterioridad», tal y como la definió Husserl, esa perspectiva exterior del ser humano que nos ofrecen las ciencias naturales y que significa tratarlo desde la misma óptica que a cualquier otro cuerpo, ya sea material o animal, no sólo no agota la totalidad de lo que es el hombre, sino que elimina de raíz aquello que lo va a definir como tal, su condición de sujeto, de yo, su interioridad. ¿Qué significa ser «humano»? El hecho de ser un «homo sapiens» no me convierte necesariamente en «humano»; aquella denominación de homo sapiens no significa otra cosa más que el que soy una bestia racional; el llegar a ser «humano» es algo mucho más profundo y difícil de alcanzar. La «humanidad» alcanzada por cada individuo es el resultado de la combinación de un desarrollo personal, intelectual y moral, así como la comprensión de lo que significa «existir»: una constante búsqueda de respuestas a preguntas tan fundamentales como: ¿Quién soy?, ¿Qué soy?, ¿Dónde estoy?, ¿De dónde vengo?, ¿Hacia donde voy? ¿Qué es el ser humano? ¿En qué consiste vivir?¿Qué sentido tiene la existencia humana? Se trata de ir tomando conciencia de lo que supone la "riqueza" de la pròpia existencia. Frente a la corriente positivista que tiñe los aires de la modernidad la Educación debe recuperar la centralidad de la enseñanza de la condición humana. En su momento el verdadero humanismo "significó la educación del hombre de acuerdo con la verdadera naturaleza humana, con su auténtico ser". Este humanismo tiene que ver con el conocimiento del ser humano mismo y la realización de su ser. Ello debe ser objeto esencial de enseñanza. Forma parte de una vida cualitativamente plena. Es algo de lo que una buena Educación debe sin duda ocuparse. |
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