Razones de la caída del socialismo español
El debate derecha-izquierda en Europa y las razones de la derrota de Zapatero
¿Qué le ocurre a la izquierda europea en franco retroceso en todo el continente? ¿Qué contiene de particular el (neo)socialismo español, en qué consiste esa ideología? Cuáles son las razones de su rechazo general en nuestro país a tenor de los resultados cosechados en las últimas elecciones? ¿En qué ha consistido su política?
Las causas de su derrumbe no sólo hay que buscarlas en la pésima gestión de la crisis económica sino en general en la sectaria gestión de la cosa pública. Para Manuel Cruz, analista político, Zapatero ha aplicado en sus años de mandato una política socialista mucho más radical de lo que acaso esperaba la izquierda más radical. Zapatero se ocupó de aplicar una política de demolición de la identidad cultural de los españoles con una propuesta alternativa: la ideología de género que, esa sí, tiene unos principios muy claros y muy concretos sobre la forma de acabar con la herencia cultural de siglos. El neosocialismo de Zapatero se ha convertido así en la ideología del género, del feminismo radical, de la igualdad a ultranza de trato, de sexo, de naturaleza...
Para el autor del artículo que a continuación presentamos Zapatero ha pervertido algunas de las señas de identidad socialistas (“solidaridad, libertad y transparencia”) para ofrecer a los españoles nostalgia del pasado prebélico, intervencionismo del Estado en las conciencias, y negación de la libertad como elemento de convivencia.
Las causas de su derrumbe no sólo hay que buscarlas en la pésima gestión de la crisis económica sino, en general, en la sectaria gestión de la cosa pública.
El debate derecha-izquierda en Europa y las razones de la derrota de Zapatero
Por Manuel Cruz, analista político
Las reiteradas derrotas electorales del socialismo en Europa han abierto el debate sobre lo qué le ocurre a la llamada izquierda. Por lo general, los análisis que se vierten en los medios de comunicación coinciden en algo excesivamente simplón: que en tiempos de crisis económica, el electorado confía más en la derecha como gestor que en la izquierda por lo que, pasado un tiempo, la socialdemocracia volverá a recuperar la confianza perdida y todos tan contentos porque nada complace más a la gente que el estado del bienestar cuya fundación se atribuye a la izquierda.
Algunos añaden como elemento de descrédito del socialismo algo inevitable en cualquier análisis: la caída del muro de Berlín, el desmoronamiento de la URSS y, en definitiva, la ruina de la ideología socialista, sin tener en cuenta que el socialismo de nuestra Europa occidental tuvo la intuición de abandonar el marxismo como patrón ideológico gracias al famoso congreso de Bad Godesberg conducido por Willy Brandt, al que años más tarde imitaría Felipe González: ya saben, “ser socialista antes que marxista…”. Puede que, en buena medida, todo esto valga para la socialdemocracia europea, es decir, la que está asentada más allá de los Pirineos desde muchas décadas antes que la española. Pero el esquema tiene otras variantes cuando se trata de entender lo que ha pasado en nuestro país. Pero antes de seguir adelante habría preguntarse qué es el socialismo español, en qué consiste esa ideología, en el supuesto de que exista.
Hace unos años, tuve la ocasión de preguntar a José Bono, supuestamente abanderado de un socialismo moderno e incluso teñido de una particular doctrina cristiana, de esas que cada cual se fabrica para adormecer su conciencia, qué era para él el socialismo del siglo XXI. Todavía gobernaba José María Aznar y ya se habían olvidado los escándalos de corrupción que había acompañado en su agonía a Felipe González. La respuesta de Bono habría que recordársela hoy a todos los socialistas: “Ser socialista hoy significa transparencia, solidaridad y libertad”- Pero he aquí que en los últimos siete años le ha tocado gobernar a un tal Zapatero que le arrebató a Bono la candidatura a la Secretaria general del PSOE por un puñadito de votos y que parece tener una idea muy diferente de lo que significa el socialismo.
No se trata ahora de recordar viejos esquemas de lo que ha sido el socialismo real, la socialdemocracia y todo ese magma de izquierdas que todavía siente una cierta fascinación por las dictaduras socialistas aún en pie, como la cubana, la china o la venezolana, esta última envuelta en una farsa democrática. Hablemos del socialismo más “real”, el que tenemos ante nuestros ojos, el aplicado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero y que es el juzgado ahora en las urnas, en los sondeos y hasta en el seno del movimiento de los confusos y heterogéneos “indignados”.
Al margen de las circunstancias que permitieron a Zapatero ganar las elecciones de 2004, cuando todo hacía indicar que Mariano Rajoy iba a suceder a Aznar en La Moncloa, lo cierto es que este personaje que nos ha llovido desde el PSOE es la imagen más auténtica del neosocialismo español, que ahora la vieja “izquierda”, es decir, los comunistas más o menos emboscados en diversas siglas, le acusa de aplicar políticas de derechas, razón por la cual dice que ha sido derrotado en las elecciones del 22.M. La razón es muy distinta.
Zapatero se ha estrellado por muchas razones, entre ellas, claro está, su calamitosa gestión de la crisis, sus mentiras reiteradas y, finalmente, las medidas adoptadas en mayo del pasado año, forzado por la Unión Europea y que han supuesto un recorte del “estado del bienestar”: la congelación de pensiones y la disminución del salario de los funcionarios en un 5 por ciento. Ese ha sido, según la izquierda radical acusadora, el “pecado” de Zapatero, es decir, salirse del esquema socialista. Pero eso no basta para analizar lo ocurrido. Zapatero ha aplicado en sus siete años de mandato una política socialista mucho más radical de lo que acaso esperaba la izquierda más radical, que no ha dejado de aplaudirlo… y de aprobar todas las leyes aprobadas en el Parlamento.
¿En qué ha consistido esta política? En primer lugar, en mostrar públicamente su rechazo –diría más bien odio- a la derecha, es decir, a la oposición del Partido Popular. Zapatero se ha creído en los tiempos de la II República o, al menos, ha querido rememorarlos como el más idílico momento vivido por el socialismo español, el que negaba a la derecha el derecho a ser demócrata y, por tanto a gobernar, rechazando incluso el veredicto de las urnas. De ahí el “pacto del Tinell” del que son cómplices los nacionalistas y separatistas catalanes así como los residuales comunistas. De ahí su ley de la “Memoria Histórica” que rompió con el modelo de entendimiento o consenso instaurado en la transición para volver a escribir la historia desde un idílico recuerdo de lo que fue el Frente Popular. De ahí también el rechazo frontal a la ley de Calidad de la Educación que había aprobado el Parlamento poco antes de la derrota de Aznar para cambiarla con urgencia por otra ley que recuperaba el intervencionismo de la izquierda en esta materia que siempre ha considerado un cortijo propio, con la inclusión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía que no es otra cosa que educación para el relativismo. De ahí también sus leyes de “matrimonio” homosexual, de aborto sin límites y de divorcio express, para demostrar su odio a la Iglesia y su aparente complicidad con una mayoría católica aburguesada y desarmada moralmente, más interesada en “pasarlo bien” (¡ah, la burbuja inmobiliaria!) que en ser coherente con sus supuestas convicciones.
Dicho en otras palabras: en ese lustro casi prodigioso en que vivimos de la casi inagotable herencia del ladrillo, Zapatero se ocupó de aplicar una política de demolición de la identidad cultural y religiosa de los españoles con una propuesta alternativa que al principio chocó pero que no llegó a molestar demasiado, al menos durante cierto tiempo: la ideología de género que, esa sí, tiene unos principios muy claros y muy concretos sobre la forma de acabar con la herencia cultural de siglos.
El neosocialismo de Zapatero se ha convertido así en la ideología del género, del feminismo radical, de la igualdad a ultranza de trato, de sexo, de naturaleza... España ha girado en ese tiempo a una época anterior incluso a la Ilustración, al escepticismo de los viejos filósofos relativistas, de Hobbes a Locke pasando por Kant y Voltaire (¿han sido estas las únicas lecturas de Zapatero en su juventud?) con un baño de marxismo y, sobre todo, de aversión al cristianismo cuya doctrina ignora por completo.
Podría resumir todo lo dicho en algo mucho más simple: Zapatero ha pervertido esa trilogía de “solidaridad, libertad y transparencia” de la que hablaba Bono como la quintaesencia del socialismo de nuestro siglo XXI, para ofrecer a los españoles nostalgia del pasado prebélico, intervencionismo del Estado en las conciencias, y negación de la libertad como elemento de convivencia. Todo esto con un añadido que ha hecho crujir la estabilidad del Estado mismo: las negociaciones con ETA como instrumento para pasar a la posteridad como constructor de la paz, aunque se basara en la injusticia y el debilitamiento del Estado de las autonomías con sus concesiones a los partidos nacionalistas.
Ha sido esto y no solo la gestión de la crisis económica y el derroche del gasto público lo que ha llevado a la derrota del PSOE y lo que lo demolerá aún más el próximo año, por una simple razón: la sociedad en su conjunto –y no ese grupo de indignados de Sol- se ha ido estructurando en decenas de movimientos cívicos que hace meses piden a gritos una regeneración democrática y que se ha dado ya cuenta de que hemos estado gobernados por un sectario que, además, es un incompetente. ¿Crisis del socialismo? ¿Crisis económica? Vamos hombre: crisis de vergüenza, de honestidad, de amor a España, de respeto a la libertad y a la dignidad del contrario; crisis de principios éticos y morales y casi añadiría crisis de virilidad y de fortaleza... Y todavía quiere Zapatero prolongar la agonía de España ocho o diez meses más. Esto es el socialismo de Zapatero... y de su sucesor Alfredo Pérez Rubalcaba, no lo olvidemos. Y esto es lo que ha fracasado, a Dios gracias.
Fuente: www.analisisdigital.com