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LA ASIGNATURA DE «RELIGIÓN»

A raíz de la polémica sobre la reforma de la ley de educación (LOMCE) vuelven a resurgir viejas discusiones no siempre focalizadas en lo esencial. Una de ellas tiene que ver con la presencia de la asignatura de Religión en la escuela pública. Y como ocurre con otros muchos aspectos, también en éste conviene distinguir lo substancial de lo accesorio.

Muchas cuestiones se han suscitado en el debate en torno a esta cuestión: el encaje legal, organizativo, administrativo y sociológico de esta asignatura dentro del sistema público de educación, su necesidad y conveniencia o no en la educación escolar, su inclusión en el currículum como asignatura con carácter opcional no obligatorio para los alumnos, los responsables de esa formación y el cuestionamiento de la selección del profesorado, la afrenta o no de la formación religiosa a la pretendida laicidad de los poderes públicos, la inflación del currículum con un tipo de enseñanza que por cierto sector se la considera marginal y ancestral, la inclusión de asignaturas que para algunos entorpecen la superación del fracaso escolar e impiden la mejora del éxito escolar, la finalidad proselitista o adoctrinadora de este tipo de asignaturas, la legalidad o no de su inclusión en la enseñanza pública, la forma de financiación a través de fondos públicos, la manera de gestionarse como algo que escapa al control de los poderes públicos en cuanto nombramientos de los profesaros y contenido curricular, la intromisión especialmente de la iglesia católica en el espacio público escolar, la evaluación y la utilización que se hace de la nota….  

Pero de todo ello qué es lo que a nuestro parecer resulta nuclear y esencial?  Desde nuestro punto de vista de todo ello qué es lo  que resulta  más sustancial?  Muchos son, por motivos diversos, los detractores de esta enseñanza, pero desde aquí nos proponemos resaltar algunas de sus virtualidades.  Más allá de las cuestiones anteriormente citadas que como hemos visto afectan  a aspectos que tienen que ver con el estatus legal de este tipo de formación, su conveniencia o necesidad, el encaje en la organización escolar, diseño curricular, su incidencia en aspectos administrativos, etc., hay algo que nos proponemos resaltar y que resulta sustancial como resultado de una forma de entender la «educación», su importancia, relevancia y conveniencia para la «formación» de las personas. Y es que, dejando a parte prejuicios ideológicos, su inclusión en el ámbito escolar supone una riqueza, un recurso positivo más para aquél que voluntariamente quiera optar a él y no una imposición, ni mengua, ni un ancestro en la formación del ciudadano del s. XXI. Y es que consideramos que siempre pero especialmente en tempos de emergencia educativa como  el actual, no es baladí apostar por una formación  lo más completa  e integral posible, que en nada interfiere ni impide la superación del fracaso escolar sino que, por el contrario, puede contribuir positivamente al éxito escolar a través del refuerzo de la motivación por el estudio, la búsqueda de sentido,  la responsabilización con los compromisos voluntariamente adquiridos, el ensanchamiento de la conciencia personal, etc. todos ellos valores educativos esenciales en toda auténtica educación.

En muchos de los “opinadores” con acceso a los medios de comunicación se observa un cierto tufillo beligerante ante el hecho religioso en general y ante todo cuanto suponga su presencia en el ámbito educativo público. Actitud asentada en un pre-juicio ideológico, en algunos casos visceral, de origen ancestral, basado en reminiscencias del pasado, una idea trasnochada del «hecho religioso», el desconocimiento de la transformación positiva del mismo en las últimas décadas y una cierta laicidad beligerante y quizás no muy bien entendida. Se parte también del prejuicio conceptual de considerar al «hecho religioso» y «la religión» como algo ancestral y negativo.  Así como cierta incapacidad para comprender la relevancia educativa de este tipo de formación optativa dentro de los planes de estudio.

Sin embargo, son muchos quienes creen que el hecho religioso, vivido de una manera razonable, inteligente y no alienadora, no sólo no constituye un elemento negativo para la persona, sino que deviene un valor positivo y un elemento liberador.

Muchos de esos comentaristas públicos denotan cierto desconocimiento de la evolución actual del mismo, impropio de la función social que corresponde a quienes tienen acceso a los medios de comunicación  e inciden en la opinión pública. Subrayemos pues algunas de las cuestiones esenciales que desde nuestro punto de vista contribuyen a centrar el debate.

  1. Concepción antropológica. Más allá de la idea de educación instalada entre el gran público, «Educar» esencialmente consiste en formar personas. Y para formar personas uno tiene que tener algún modelo que le sirve de referencia. Toda educación más o menos implícita o explícitamente parte de una concepción antropológica que le sirve de referencia.  A menudo en el mundo educativo en la práctica se parte de una concepción antropológica reduccionista, parcial y sesgada. El ser humano no es monolítico, es un ser multidimensional. No podemos amputar la multidimensionalidad del ser humano. En su interior conviven de forma integrada diversidad de factores. Uno de ellos, con base neurológica puesto de relieve cada vez con mayor claridad incluso por la ciencia, es su dimensión religiosa, su dimensión trascendente. Entre la diversidad de inteligencias múltiples que el ser humano desarrolla se encuentra la llamada “inteligencia espiritual” .  No se puede negar, pues, ni obviar algo que forma parte constitutiva del mismo.
  2. Inteligencia espiritual y hecho religioso. La inteligencia espiritual es considerada hoy incluso por la ciencia como una posibilidad innata del ser humano, susceptible como otras de despliegue y desarrollo a través de su cultivo y ejercitación. La inteligencia espiritual contribuye a ampliar la conciencia de los individuos y abre nuevos horizontes vitales a las personas. La inteligencia espiritual es importante para las personas, pero también para las culturas y los pueblos.
  3. Además el hecho religioso entendido en el sentido de aceptación de las limitaciones de la inteligencia y la razón humanas, se abre a la posibilidad de una realidad metahumana, abierta al Misterio  y al absoluto, con búsqueda de sentido trascendente a la vida, relación y comunicación con esa realidad última aceptada y sentida por muchos y con expresión individual y colectiva de ese sentimiento, es un hecho y un dato de la realidad antropológica y sociológica extendida universalmente, que no se puede obviar y menos negar interesadamente. Se trata, en definitiva, de aceptar la dimensión del hecho religioso basado en la dimensión transcendente de la naturaleza humana, sin poner límites ni amputar ninguna de nuestras dimensiones y posibilidades.

    Las personas que cultivan esta forma de inteligencia están más abiertas a la diversidad, tienden a cuestionarse el por qué i el para qué de las cosas, buscan respuesta a las grandes preguntas de la existencia, son capaces de afrontar con valor las adversidades de la vida, se plantean en profundidad las finalidades de la existencia humana, actúan movidos por las más altas motivaciones y aspiraciones, encuentran un mayor sentido a la vida y todo ello redunda en la posibilidad de una vida más fecunda y plena.

  4. Concepción de la Educación. Como podemos ver en otro artículo (ver aquí), la «Educación» más allá de la idea más o menos “mercantilista” de la misma (la formación y las titulaciones como mero valor de cambio para el mercado laboral y profesional) en la que suele estar instalado el gran público, en su esencia tiene por finalidad formar personas y formarlas de la forma más completa e integral posible. Ello quiere indicar que desde la educación debemos contribuir a desarrollar la personalidad de los individuos de la forma más amplia, plena y completa posible. La educación escamotea su sentido profundo si en su cometido se limita a enseñar para aprender determinada técnica o profesión. El propósito de la educación no es tanto producir meros eruditos, técnicos o profesionales, buscadores de empleos, etc. sino seres humanos bien integrados, bien preparados para poder desarrollar con las mejores garantías de éxito posibles su proyecto vital, profesional y existencial. Si bien existe un significado más elevado y vasto de la vida, poco valor tiene una educación que no nos ayuda a descubrirlo. Adquirir un sentido pleno implica descubrir y comprender el significado de la vida como una totalidad. Comprender la vida es comprendernos a nosotros mismos, y eso es tanto el principio como el fin esencial de la educación. La educación debe ayudarnos a descubrir valores auténticos y sólidos mediante los cuales nutrir nuestra existencia.
  5. En nuestro tiempo debería potenciar una educación no sólo focalizada al desarrollo de determinadas formas de inteligencia, básicamente ligadas a una concepción economicista, mercantilista y utilitarista de la educación. Por tanto su contenido, su propósito y su meta van mucho más allá de la superación del popularmente llamado «fracaso escolar» y debería apuntar a dotar a las personas de las herramientas necesarias para alcanzar el «éxito personal y vital». Ésta debería superar el limitado horizonte formativo actual y orientarse hacia un desarrollo más integral de las persones, dentro del cual el cultivo y desarrollo de la «inteligencia espiritual» constituye un elemento primordial, aporta un grado superior de calidad personal  y ayuda a las personas a orientarse hacia una vida más fecunda y plena. A tan importantes y altas metas puede contribuir la asignatura de Religión.

  6. La evolución histórica de grandes tradiciones  religiosas: el renacimiento de las nuevas espiritualidades
  7. La religión es un fenómeno complejo que se ha manifestado de diferentes maneras a lo largo de los siglos y en los diversos contextos culturales. Básicamente se articula a través de vivencias subjetivas (Espiritualidad, mística, interioridad) y de mediaciones intelectuales, estéticas, éticas e institucionales transmitidas mediante la tradición.

    El impacto de la crítica moderna-propia de la Modernidad-hacía prever la desaparición del hecho religioso. La fe parecía algo propio de otra época que quedaría eclipsado por el progreso científico y las libertades democráticas. Este desencanto del mundo propició la aparición de un individuo libre de la ilusión / engaño del funcionamiento mágico del universo, pero a la vez le privó de la ilusión / anhelo de una vida que no se limita a la dimensión material. Un mundo desencantado dejó insatisfechos a quienes intuían el Misterio que acompaña la existencia humana.

    El paso de los años no ha confirmado los malos presagios para la religión: en vez de asistir su a su fin, a principios del nuevo milenio parecen anunciar el retorno de lo sagrado. La crisis del discurso de la Modernidad ha dado paso a un resurgimiento espiritual y nuevas formas de religiosidad se han abierto camino en medio del mundo llamado nato de la Postmodernidad. El cristianismo se siente interpelado por este renacimiento de la espiritualidad y debe dar testimonio apostando por el diálogo. Josep OTÓN: El reencantament postmodern. Ed. Cruïlla-Fundació Joan Maragall, Barcelona 2012

  8. La asignatura de religión en el ámbito escolar público.
  9. La base legal en la que se ampara: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". (Constitución Española, a. 27, 3).

    Los planes educativos incluirán “la enseñanza de la religión católica en todos los Centros de educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales. Por respeto a la libertad de conciencia, dicha enseñanza no tendrá carácter obligatorio para los alumnos. Se garantiza, sin embargo, el derecho a recibirla".(Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede 1979 sobre enseñanza y asuntos culturales).

    Dejando aparte reticencias y prejuicios, la asignatura de Religión puede ser contemplada como una riqueza, una aportasción al servicio de la mejora de nuestro capital formativo, un recurso más (optativo)  y una aportación positiva a la formación integral del que se está formando. A menudo se percibe en ciertos ambientes del entorno como una cierta voluntad de expulsar y excluir este tipo de formación en el ámbito escolar público. De su tono y actitud se desprende una cierta intención de desprestigiar la religión, el sentimiento  y hecho religioso, como algo ancestral, típico de tiempos remotos, poco más que del tiempo de las cavernas. Uno de los motivos en los que algunos apoyan sus tesis para oponerse a la presencia de la religión en el espacio público es su visión de la misma como algo que, de suyo, conduciría a la exclusión y a la confrontación. Es cierto que a menudo históricamente, visto desde la actualidad la religión se ha constituido en el opio del pueblo. Pero no siempre eso ha sido así. Es más, hoy por lo que se refiere a la tradición cristiana, el renacer y la purificación del hecho religioso en muchos ámbitos es un dato sociológico. Y bien entendido, en su mejor expresión constituye una orientación para la integración del yo y apertura al otro auténticamente liberadores.

    Habrá que determinar, sin embargo, cuáles deben ser las finalidades esenciales de su presencia en el curriculum y si el contenido es el más adecuado para alcanzar esa finalidad.

Perspectivas y puntos de vista sobre la asignatura de religión

ANEXO 1:

A. Algunas razones para la enseñanza de la Religión (católica) en la escuela

1. La misión específica de la educación es la formación “integral” de la persona humana. “Integral” significa “global”, “total”. Uno puede ser un genio en las matemáticas, o en la física, o en la biología. Pero solo eso no basta. No somos solamente agentes de cálculo, seres dotados de peso y medida o, simplemente, seres vivos. Somos algo más. Somos personas. Y, en la calidad de tales, tenemos dotes físicas, morales, intelectuales y espirituales.
2. Ser persona humana implica, potencialmente, ser responsable, ser libre y ser social.
3. Los principales educadores son los padres. Y la sociedad, el Estado, y hasta la escuela, han de ayudar a los padres a educar a sus hijos.
4. Los padres tienen derecho a elegir para sus hijos una educación conforme con su fe religiosa.
5. No puede haber, en la educación, ningún monopolio, que elimine el principio de subsidiaridad; es decir, que el Estado no debe sustituir las instancias intermedias, entre ellas, la familia.
6. Si no se pudiese enseñar Religión en la escuela los alumnos quedarían privados, en ese ámbito, de la apertura a la dimensión trascendente de la vida.
7. Si no se pudiese enseñar Religión en la escuela el derecho a la libertad religiosa se vería mermado.
8. Si en la escuela pública se dijese que todas las religiones valen lo mismo o que ninguna vale nada significaría que el Estado, pasando por encima de las convicciones de sus ciudadanos, se atribuye el derecho a decidir que lo mejor es una supuesta “neutralidad” que llevaría al indiferentismo.
9. El poder civil no debe impedir, sino favorecer, la vida religiosa de los ciudadanos.
10. Si se trata de enseñanza de la Religión católica, solo la Iglesia Católica puede establecer qué contenidos son conformes o no con su creencia.
11. La enseñanza de la Religión en la escuela no es catequesis. La catequesis busca la adhesión. La enseñanza de la Religión en la escuela busca el conocimiento sobre la identidad del cristianismo y de la vida cristiana.
12. Si una enseñanza que se imparte en la escuela es privada de su condición de “enseñanza”, si no cuenta para nada, si es lo mismo cursarla o no, esa enseñanza queda completamente desvirtuada.
13. La libertad de los padres, o de los alumnos, ha de ser respetada. Pero también en el sentido positivo. También hay que respetar la libertad de los padres, y de los alumnos, que desean recibir enseñanza de la Religión en la escuela.  Guillermo Juan Morado.

B. Cuatro argumentos de peso

Cuatro argumentos de peso desmontan la irracionalidad de una izquierda laicista cuya obsesión por atacar a la Iglesia les hace olvidar una serie de componentes necesarios e inherentes a la religión.

1. Sentido religioso. La religión es un componente importante de la dimensión humana. Lo es por su propia naturaleza, como lo constata el hecho de que la inmensa mayoría de la población tiene un sentido religioso, no sólo en España sino en Europa y mucho más allá de sus fronteras, al otro lado del Atlántico.

2. Cultura. La religión, en las coordenadas europeas, es una fuente de cultura necesaria. Sin conocimientos religiosos no se entiende el gran bagaje cultural reconocido internacionalmente y que es inherente a la religión católica, entre otras confesiones.

3. Fe. Es bueno que la fe que profesan millones de personas en España sea dada a conocer en el proceso educativo, una fe que no tiene por qué ser primaria o primitiva.

4. Los tres componentes anteriores son ofrecidos por la clase de cultura religiosa en la escuela, que puede ser confesional, básicamente católica pero también de otras confesiones, o aconfesional.

La irracionalidad de la izquierda radical. Si esto es así, ¿por qué se oponen los representantes políticos a unos componentes de la religión necesarios y positivos? Solo puede entenderse una respuesta si se parte de un puro sectarismo irracional, sobre todo cuando estamos hablando de una opción voluntaria. ¿No se llenan acaso la boca esos mismos partidos del valor de la libertad y de que cuantas más opciones haya es mejor?

Todo ello no priva en absoluto de que lo lógico es que la clase de Religión tenga también como alternativa, para aquellos que no quieren tener esta cultura confesional o no confesional, unos fundamentos filosóficos y éticos. Fundamentos de naturaleza predemocrática, es decir aquellos fundamentos filosóficos que son necesarios para que la democracia y el Estado de Derecho pueda existir y que no proporcionan ambos. Así lo entiende incluso Habermas, que no es precisamente sospechoso de ser de derechas.

Tiene que haber, por lo tanto, una alternativa de Filosofía y de Ética, pero lo que no puede ser es que no solo no haya Religión sino que la alternativa a la clase de Religión sea la nada, propuestas que no tienen ningún fundamento, o las clases de refuerzo que discriminan a los que hacen Religión, como pudiera ser por ejemplo una clase de refuerzo de francés a la que no optaría el alumno que asistiera a clase de cultura religiosa.

C. La enseñanza de la religión católica, hoy, tiene pleno sentido porque responde a las grandes preguntas sobre el hombre y la vida, da a conocer el valor y la influencia del cristianismo en la cultura europea y aporta razones para saber cómo actuar. En definitiva, es un elemento fundamental también en el proceso de la formación integral del alumno. Dr. Ramon Corts i Blay, Delegado diocesano de Enseñanza

D. Los padres tienen derecho a solicitar la clase de religión católica para sus hijos. Esta clase tiene mucha importancia para la educación, porque la educación que ofrece la escuela debe ser integral y, por tanto, debe tener presente la dimensión religiosa y trascendente de la persona humana. Hay unas preguntas sobre el sentido profundo de la vida que ningún educador no puede olvidar. ¿Qué ofrece nuestra sociedad a los adolescentes y los jóvenes? ¿Qué valores serios y auténticos presiden su formación y educación?

La clase de religión y de moral católicas son unos buenos medios para ofrecer conocimientos y valores espirituales que son indispensables para conseguir una auténtica y rica educación integral de la persona humana. Esta clase contribuye a una formación humanista que la escuela debe ofrecer y promover. (…)

Los padres que no desean nada de formación religiosa para sus hijos o la escuela que no facilita, se pueden preguntar si la atracción de la juventud hacia las sectas y los fundamentalismos no es una consecuencia de haber ocultado algo tan normal y humano como es la experiencia religiosa seria. Porque no podemos olvidar que todo el mundo tiene una dimensión religiosa y trascendente. Los jóvenes aspiran a encontrar valores sólidos y permanentes que puedan dar significado y finalidad a su vida. Buscan un terreno sólido, un punto elevado donde injertarse. La clase de religión ayuda a encontrar estos valores que dan sentido a nuestra vida, satisfacen nuestro deseo innato de trascendencia y enriquecen nuestra cultura personal. Lluís Martínez Sistach, Cardenal arzobispo de Barcelona

ANEXO 2:

E. En el punto 5 del Manifiesto por la laicidad de Redes Cristianas se afirma:

5.Defendemos una “laicidad escolar” que posibilite la formación integral de la persona, el aprendizaje, la socialización y la enculturación sin proselitismos ni adoctrinamientos, y que responda a principios de igualdad, libertad y formación crítica para todas las personas. Reconocemos el pluralismo religioso y cultural existente, y, en consecuencia, denunciamos la actual presencia de la religión confesional católica en el sistema educativo y en la escuela pública y concertada.

F. Cristianas y Cristianos de Base de Madrid

Aunque somos conscientes de la existencia de un laicismo que, tal vez busca la desaparición social de las religiones, o aquél otro que trata de reducir las creencias y las prácticas religiosas al ámbito de lo estrictamente privado, sin visibilidad en el plano social, decimos que no compartimos ni uno ni otro. Creemos en la libre expresión de cualquier creencia religiosa y de su derecho a expresarse públicamente. Pero, dada nuestra coyuntura, abogamos con más fuerza aún por la separación e independencia real de las religiones y el poder político. Hoy, en España, sigue siendo un reto, urgente por olvidado, el objetivo de instaurar un Estado Laico en una sociedad plural.

En el ámbito de la Educación: Convencidos de que la Escuela debe, no solo transmitir conocimientos, sino propiciar la formación plena del alumno como persona y como ciudadano, pensamos que solo el Estado puede cumplir este cometido, ya que solo él puede garantizar, de forma universal e igualitaria, una escuela pública de calidad para todos. Por ello pensamos que esta tarea no le incumbe directamente a la Iglesia, que no representa al conjunto de la población sino solo a una parte. Y, sin embargo, la Iglesia, a través de diferentes confesiones religiosas, acapara hoy más de 2/3 de los centros educativos no públicos.

Otro anacronismo difícil de entender es la presencia de la religión en la escuela. La educación en la fe religiosa  pertenece a otro lugar, y a otros protagonistas: los templos, las sinagogas, las mezquitas, etc. Si hoy pervive es porque los Acuerdos con la Santa Sede garantizan y blindan para la Iglesia, ese dominio ideológico, de las conciencias.

Asimismo, nos parece totalmente irregular que sea el Estado el que pague a los profesores de religión y sean los obispos los que los elijan  y los puedan expulsar a su conveniencia, al margen de la normativa que rige para el resto del profesorado.

G. Manifest per la laïcitat. Una diversitat de entitats promotores Barcelona, d’octubre de 2003

Que els infants, adolescents i joves han de tenir el dret -i la capacitat real d’exercir-lo- de formar-se en els centres educatius sense que cap codi de valors de caire dogmàtic i autoritari interfereixi en el lliure desenvolupament de la seva consciència ni, com a conseqüència, siguin separats per raó de creences.

Que la religió ha de ser exclosa de l’escola. L’àmbit de coneixement del fet religiós -que la cultura laica, òbviament, no tan sols defensa i respecta, sinó que garanteix- és el de les ciències socials i la història de la cultura, i s’ha d’impartir en aquestes àrees pel professorat respectiu. La formació religiosa que es desitgi obtenir no ha d’afectar, de cap manera, ni l’espai públic ni els seus recursos. S’ha d’entendre com un assumpte que pertany a l’estricta esfera privada dels individus i a la relació que aquests vulguin mantenir amb les seves respectives comunitats de creença.

Producción propia a partir de materiales diversos.

Ver también: Cal ensenyar religió a l'escola?


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