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La otra dimensión de la Educación

Una cara a menudo obviada de la Educación. 
Más «Educación» y no solamente «enseñanza». Por una Educación más integral

A menudo olvidamos que somos seres inacabados, en proceso de construcción. El proceso de desarrollo personal no finaliza nunca. Somos personas inacabadas y necesitamos estructurar de manera continuada todas nuestras dimensiones. La «madurez personal» no es tanto cuestión de edad, sino capacidad de integrar y cohesionar adecuadamente las diversas dimensiones de nuestra personalidad.

En la base de buena parte de los problemas de los individuos de nuestra sociedad existe una situación de malestar con uno mismo y con los demás. Muchos de estos problemas serían mayoritariamente consecuencia del escaso conocimiento emocional que poseemos de nosotros mismos y de los que nos rodean, fenómeno muy extendido que expresa un cierto subdesarrollo afectivo.

La «madurez personal» no es tanto cuestión de edad, sino capacidad de integrar y cohesionar adecuadamente las diversas dimensiones de nuestra personalidad.

La formación nunca es neutra. Implica una toma de posición respecto a cómo concebimos al ser humano, en qué debe consistir su educación, hacia dónde orientar su desarrollo.

Educar es dotar a las personas de la adecuada «sabiduría» para entrar en diálogo fecundo con el mundo y sus distintas realidades.

Es necesario aprender a no dejarse seducir por cantos de sirena y descubrir personalmente la verdad no siempre evidente que la realidad encierra.

El aprender a «saber y a conocer», el aprender a «hacer» no puede obnubilar el aprender a «ser».

Uno de los retos de la Educación actual es enseñar y aprender a «ser», es decir, atender la dimensión personal con respecto al conocimiento y aceptación de uno mismo, la autoestima, la aceptación del otro...

La Educación debería perseguir una conjunción armónica de todas las dimensiones de la persona.

El ajuste entre lo que deseo y lo que vivo produce satisfacción y nuevo impulso para avanzar. El desajuste se manifiesta en malestar.

La educación emocional está estrechamente vinculada a la salud mental y a la calidad de vida.

La otra cara de la educación

A menudo la distancia que se aprecia entre el planteamiento educativo ideal (lo que la «Educación» debería ser y perseguir)  y la contemplación de la práctica real y sus resultados produce desasosiego y en ocasiones  incluso vértigo. Eso es así al contemplar la escasa incidencia que la acción educativa formal ejerce en las personas en comparación con la enorme influencia ambiental, cuando observamos los comportamientos cotidianos de muchos de nuestros conciudadanos. Y es entonces cuando uno toma mayor conciencia del enorme trecho que a la «Educación» todavía le queda por recorrer. Y es que en la práctica en los centros educativos quizás el foco está centrado excesivamente en la enseñanza en detrimento de una acción más propiamente «educativa». Demasiado a menudo la Educación se ve orillada a consecuencia del enorme peso dado a la enseñanza.

La formación nunca es neutra. Implica, siempre, una concepción de los valores y una determinada concepción del ser humano, de la vida y del mundo. Implica u na toma de posición respecto a cómo concebimos al ser humano, en qué debe consistir su educación, hacia dónde orientar su desarrollo: ( trabajador-productor-consumidor?, la consecución de una posición económicamente lo más holgada posible que asegure su bienestar material?, su desarrollo integral como expresión del reconocimiento de su multidimensionalidad?,  su autorrealización personal…?

La tarea educativa implica la transmisión de una cierta sabiduría vital. Educar es dotar a las personas de la adecuada «sabiduría» para entrar en relación y en diálogo fecundo con el mundo y sus distintas realidades; equiparlas con suficientes elementos en el orden del pensamiento, los afectos y los juicios para hacer frente eficazmente a los retos de todo tipo que se le presenten. En medio de un mundo tan complejo, plural y diverso como el actual es necesario aprender a no dejarse seducir por cantos de sirena y descubrir personalmente la verdad no siempre evidente que esa realidad encierra. Hoy urge una Educación que sirva de acompañamiento a las personas para ayudarles a tomar conciencia de esa compleja realidad, desenvolverse adecuadamente en medio de ella, aprendiendo a distinguir, como diría el poeta, las «voces» de los «ecos», y no quedar sepultado, ni ahogarse, en medio de ese inmenso río revuelto.

Una buena educación como antídoto ante el malestar individual o colectivo

En la base de buena parte de los problemas de los individuos de nuestra sociedad existe una situación de malestar con uno mismo y con los demás que impide el progreso personal y dificulta una aportación de calidad a la sociedad.

El aprender a «saber y a conocer», el aprender a «hacer» no puede obnubilar el aprender a «ser».
Hoy para encaminarse hacia una vida más plena no es suficiente con el conocimiento teórico o práctico, es necesaria una cierta "sabiduría" para vivir, no fácil de encontrar en los sistemas educativos oficiales, cada vez más abocados a la educación científica y tecnológica en detrimento de una formación más integralmente humanística.

Uno de los retos de la Educación actual es enseñar y aprender a «ser»,
es decir, atender la dimensión personal con respecto al conocimiento y aceptación de uno mismo, la autoestima, la aceptación del otro... La educación de la dimensión afectiva de las personas puede ser un buen antídoto para superar la situación de malestar antes mencionada. El ambiente y a veces la misma educación con sus desenfocados planteamientos, más que ayudarnos a «cohesionarnos» e «integrarnos» (en definitiva a «humanizarnos»)  nos dispersan, nos descentran, dificultan reconocernos a nosotros mismos, nos impiden ser nosotros mismos, nos “des-integran”, en definitiva nos alienan.

La Educación no consiste exclusivamente en un adiestramiento intelectual o cognitivo. Debería perseguir una conjunción armónica de todas las dimensiones de la persona. Es necesaria una formación integral que atienda también a la dimensión afectiva. La formación de la dimensión personal en el momento actual no se consigue exclusivamente con una educación de tipo intelectual o cognitivo, ni tan solo con una llamada al esfuerzo y al rendimiento. Se necesita también una educación más integral. La Educación que integra pensar, sentir y actuar es una respuesta adecuada y coherente a las características y los retos de nuestro tiempo.

La educación emocional: el ajuste entre lo que deseo y lo que vivo

Desde finales del siglo pasado las neurociencias han ido poniendo de manifiesto la importancia de las emociones en todos los ámbitos de la vida de las personas, desde la adquisición y la interiorización del conocimiento hasta el establecimiento de relaciones positivas con los demás y el logro de una mayor madurez y satisfacción personales.

Nuestra cultura occidental transmite una imagen distorsionada de las emociones. Podemos afirmar que las emociones son mecanismos de regulación y adaptación para vivir. El ajuste entre lo que deseo y lo que vivo produce satisfacción y nuevo impulso para avanzar. El desajuste se manifiesta en malestar y este malestar es un indicador de que es necesario un replanteamiento educativo de las dimensiones personales de los individuos.

Podemos incidir sobre nuestras emociones. Tenemos la capacidad de educar nuestras emociones para conseguir la autoestima necesaria y, a través de la empatía, descubrir la interdependencia entre los seres humanos y establecer con ellos unas relaciones más productivas y fecundas.

Importancia de la educación emocional

Desde hace años se resalta la importancia de la educación emocional como eje vertebrador de la convivencia. Estrechamente vinculada a la salud mental y a la calidad de vida, la educación emocional emerge como un aspecto imprescindible para afrontar los profundos cambios estructurales y sociales que se producen. Repensar la educación desde estos parámetros es – como señala el Informe Delors – una utopía necesaria.

¿Tenemos que elegir entre “saber” o “sentir”? Tradicionalmente la escuela se ha centrado en los aspectos cognitivos priorizando los aprendizajes científicos y técnicos, dejando de lado el conocimiento de las personas; no se ha “entretenido” en reflexionar sobre los sentimientos y las emociones. Como contrapunto, las aportaciones científicas actuales destacan la vinculación entre las emociones y el pensamiento como base de toda actividad humana.

El Informe Delors (UNESCO 1998) afirma que la educación emocional es un complemento indispensable en el desarrollo cognitivo y una herramienta fundamental de prevención, ya que muchos problemas tienen su origen en el ámbito emocional. Este informe fundamenta la educación del siglo XXI en cuatro ejes básicos que denomina los cuatro pilares de la educación: (1) Aprender a conocer y aprender a aprender para aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de toda la vida, (2) aprender a hacer para capacitar a la persona para afrontar muchas y diversas situaciones, (3) aprender a ser, para obrar con autonomía, juicio y responsabilidad personal, y (4) aprender a convivir, a trabajar en proyectos comunes y a gestionar los conflictos.

En la práctica docente nos lamentamos de la poca motivación de los alumnos y del aumento de los comportamientos disruptivos. Lo atribuimos a la realidad cambiante de la sociedad, a la crisis de valores, a la disgregación del sistema familiar, a la influencia de los medios de comunicación de masas... Muchos de estos problemas serían mayoritariamente consecuencia del escaso conocimiento emocional que poseemos de nosotros mismos y de los que nos rodean, fenómeno que expresa un cierto subdesarrollo afectivo.

Sabemos que gran parte del fracaso escolar de los alumnos no es atribuible a una falta de capacidad intelectual, sino a dificultades asociadas a experiencias emocionalmente negativas que se expresan en comportamientos problemáticos, conflictos interpersonales, etc. Introducir la educación emocional, la educación en valores, la gestión de los conflictos contribuye sin duda a la calidad educativa de que tanto se habla. Fomentar una afectividad positiva y una actitud moral respetuosa y justa entre los individuos es posible. Enseñar y aprender a convivir, en definitiva, es trabajar para mejorar la convivencia.

Elaboración propia a partir de recursos y materiales diversos

Ver también: PERSONA I EMOCIONS


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