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LA «BUENA» EDUCACIÓN

Una nueva orientación para una más auténtica Educación de las personas. Conformar un ser humano de calidad: esa es la pretensión. Toda buena Educación conduce a la formación de un ser humano más completo, coherente y maduro.

En el fondo todos queremos llevar una vida plena y ser felices. Sin embargo, no nos preparan para ello. Debido a cómo hemos sido educados y condicionados por la sociedad, solemos vivir de tal forma que conseguirlo se vuelve imposible. La Educación actual, a remolque del tipo de sociedad que hemos creado, no nos prepara adecuadamente para una vida plena.

En el mundo occidental educativamente nos encontramos todavía en una etapa en la que la Educación  primordialmente continúa estando al servicio del mercado de trabajo, de las necesidades de la economía, de una concepción materialista, utilitarista, de la vida. Sin embargo, la formación que se necesita hoy para navegar sin perder el rumbo en un mundo tan complejo como el nuestro es mucho mayor. Descubrir qué es lo esencial en la existencia humana es el primer paso para empezar a practicar una «buena Educación», base para enderezar nuestro camino hacia una vida más plena y feliz.

Hace unos años en las pantallas cinematográficas españolas se exhibía un film titulado «La mala educación», una película de uno de nuestros más laureados directores cinematográficos. En ella se intentaba reflejar algunos de los frutos y las consecuencias de una «mala Educación».

En contraposición a esa «mala educación», otra Educación es posible. ¿Hacia dónde apunta esa «nueva Educación»? No es tan solo cuestión de urbanidad o buenos modales. Existe una mala educación cuyos frutos podemos observar cotidianamente a nuestro alrededor. Hay individuos empeñados en mostrar la cara más oscura de su «mala educación», otros sin embargo muestran el rostro más amable, la cara más positiva de una «buena Educación». Eso es así porque a veces el sistema con sus planteamientos erróneos no consigue transmitir adecuadamente, de forma clara y diáfana, los resortes de una auténtica Educación, otras porque aunque la Educación haya sido la adecuada, no siempre se consigue que todo el mundo llegue a integrarla de la misma manera en su personalidad, a asumirla y empaparse de ella hasta la médula.

¿Cómo llegar a adquirir esa auténtica «cultura personal» de la que hemos hablado en páginas anteriores (ver aquí) tan importante para la realización vital de cada uno? Una «buena educación» puede ser el medio adecuado para llegar a ella. Cuando aquí hablamos de «Educación» no nos referimos tanto a los buenos modales, al buen comportamiento, o al civismo necesario, etc. que también, sino a la competencia personal necesaria para dar una orientación más plena a la propia vida. Ofrecer ese tipo de Educación es responsabilidad de los padres en primer lugar y subsidiariamente de los educadores.  La educación que se recibe en el seno familiar es insustituible. Además de una adecuada educación familiar, un buen sistema educativo y sus profesionales necesitan tener idea clara del modelo de ciudadano que se pretende construir y de los valores y las metas hacia las que dirigirse.

Hoy la Educación se ha ido convirtiendo en una actividad tecnocrática, al tiempo que paulatinamente se ha ido olvidando de los grandes aprendizajes necesarios para alcanzar una vida plena y feliz. Para empezar, debemos recuperar la capacidad de saber qué es una vida  «buena» y  «realizada» y poseer las virtudes necesarias para conseguirla. Hoy nuestra sociedad necesita contar con unos padres preparados para educar adecuadamente a sus hijos y no sólo para “criarlos”, unos padres buenos educadores. Y  unos profesionales de la educación bien preparados no solo para "enseñar", sino también para “orientar”  y  “formar”, con unos horizontes educativos que vayan más allá incluso del ámbito estrictamente académico, auténticos «educadores» y no sólo buenos «enseñantes», capaces de desempeñar su labor «educativa» sobreponiéndose a la tecnocracia educativa actual, en los cuales la coherencia, calidad humana e integridad personal constituyan ingredientes esenciales de una nueva «buena Educación». Vamos a seguir esta reflexión inspirados en la obra del doctor Enrique Rojas.

En el fondo todos queremos llevar una vida más plena y ser felices.

La Educación actual no nos prepara adecuadamente para una vida plena.

La formación requerida para navegar sin perder el rumbo en un mundo tan complejo como el nuestro es mucho mayor.

Hoy la Educación se ha ido convirtiendo en una actividad tecnocrática, olvidando los grandes aprendizajes necesarios para alcanzar una vida plena y feliz.

En Educación la orientación con la que se educa es clave. ¿Hacia dónde podemos orientar esa «nueva Educación»?

Acompañar al que se está formando en el descubrimiento de lo bueno, lo bello y lo verdadero, tal habría sido el "proyecto curricular" en el ideal educativo platónico.

Para llegar a la excelencia es necesario conocer la meta y poner los medios adecuados para alcanzarla.

Más allá de la transmisión de la información se necesita «orientación» y verdadera «formación».

Toda educación conduce a la formación de un ser humano más completo, coherente y maduro.

La Educación debe ayudar a descubrir lo esencial de la vida, ayudar a encontrar y prestar atención a aquello que realmente vale la pena, aquello que es importante para una vida más digna y plena.

Educar es instruir, formar, pulir y limar a una persona para que se vuelva más armónica y sea capaz de gobernarse a sí misma.

¿Qué es «educar»?

Conocimientos, saberes, hábitos y actitudes, procedimientos, técnicas y metodologías, estudios y aprendizajes diversos, competencias, exámenes, notas, calificaciones… Y todo eso para qué? No nos perdamos, apreciado lector, en el proceloso mar de la jerga académica, en el vaporoso escenario del ambiente estudiantil, no sea que no acertemos y erremos en el descubrimiento del verdadero horizonte educativo hacia el que orientar nuestros pasos. Educarse, formarse, es aprender a desarrollarse, a orientarse adecuadamente ante la vida, aprender a realizarse plenamente, ser competente para llevar a cabo el proyecto personal, familiar o profesional lo más dignamente posible y ejercer nuestra ciudadanía. Aprender eso no es privativo de ninguna etapa exclusiva de la vida.  No nos confundamos estimado lector. Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante para una vida plena, no nos quedemos en la superficie.

El ser humano es por necesidad un ser dúctil. La Educación es siempre una tarea inacabada, empieza ya en el mismo seno materno y nos acompaña hasta nuestra extinción natural.  Es a lo largo de todo el ciclo vital que niños, jóvenes y adultos estamos llamados a irnos educando. La Educación no se circunscribe a los muros de los centros educativos. Es mucho más y va mucho más allá de los aprendizajes académicos. La vida misma, si nos han preparado mínimamente para ello, puede convertirse en la más amplia escuela. Acompañar al que se está educando y formando en el descubrimiento de lo bueno, lo bello y lo verdadero, tal habría sido el "proyecto curricular" en el ideal educativo platónico. La Educación de las generaciones jóvenes y de las no tan jóvenes es tarea de todos, una empresa que extiende sus tentáculos más allá de los muros escolares. Es sobretodo tarea familiar sí, pero también empresa colectiva. Empresa en la que todos estamos llamados a colaborar y en la que deben sentirse implicados los diversos sectores de la sociedad.

La buena Educación encierra un tesoro. Tesoro que forma parte del milenario acervo educativo. Maestros de escuela y profesionales de la enseñanza hay muchos, sin embargo en nuestro entorno cultural escasean los verdaderos maestros de la vida. En el ámbito familiar, educativo, profesional o cívico podemos toparnos con buenos educadores, con educadores que han llegado a descubrir ese tesoro y que guía sus pasos como faro que ilumina su camino. Lo han integrado y forma parte de su acervo más personal. Preside cotidianamente su actuación educativa. En Educación la orientación con la que se educa es clave. Educar es ayudar a abrir los ojos, a mirar la realidad de otra manera, a tomar conciencia de nosotros mismos y de nuestro entorno, a responsabilizarnos, a crecer y madurar, a afrontar positivamente los desafíos que la vida nos presenta.

La Educación no tiene límite de edad. Todos jóvenes y adultos estamos permanentemente llamados a una más completa Educación. Es una tarea siempre inacabada. Educar es convertir a alguien en una persona más libre e independiente, liberada. Toda buena educación humaniza y llena de amor. Si el trabajo educativo esclaviza, aprisiona y no libera de verdad y lo vivenciamos como una pesada carga a la larga tendrá un valor negativo.

Importante responsabilidad

Hoy padres, educadores y adultos en general tenemos una gran responsabilidad en la educación de las nuevas generaciones. Los padres tienen una grave responsabilidad educativa con sus hijos. Los educadores con sus educandos. Los adultos con las jóvenes generaciones. Pero para ello previamente tendremos que mejorar todos nuestra educación. ¿Hacia dónde podemos orientar esa «nueva Educación»? Tarea noble, pero difícil. Educar es instruir, formar, pulir y limar a una persona para que se vuelva más armónica y sea capaz de gobernarse a sí misma. No se es más libre cuando se hace lo que apetece, sino cuando se tiene capacidad de elegir aquello que hace más persona, cuando se aspira a lo mejor. La mejor educación pretende encauzar a cada persona hacia su plenitud y su felicidad, pero sin olvidar que no hay felicidad sin sacrificio y renuncias. Conformar un ser humano enriquecido: esa es la pretensión. La educación nos aportará nuevos ideales y lo necesario para comportarnos de acuerdo con nuestra naturaleza. Toda buena educación conduce a la formación de un ser humano más completo, coherente y maduro.

Existen dos máximas muy válidas cuando se habla de la educación: "no hay voluntad si no hay conocimiento de la meta" y "no se puede amar lo que no se conoce". Como decía Sócrates: "un sabio es un comerciante que vende géneros de los que se nutre el alma". El aprendizaje de una materia concreta pueden lograrlo muchas personas, pero el “maestro” debe también enseñar a vivir, ayudar a conocer la realidad personal y circunstancial en su riqueza y profundidad. El educador debe mostrar la meta a perseguir y enseñar a poner los medios más adecuados para alcanzarla. De esa forma brota la competencia para el descubrimiento de lo valioso, de aquello de lo que emergen los valores.

Para llegar a la excelencia es necesario conocer la meta y poner los medios adecuados para alcanzarla, en esa tarea la fuerza de la voluntad, una voluntad entrenada, bien educada, resulta esencial. La cultura, la verdadera cultura, esa especie de cultivo personal que nos reviste de una especial naturaleza y nos enriquece no es algo que se hereda; es fruto del esfuerzo y de la voluntad individual, producto de un esforzado trabajo propio, fruto de una conquista personal.

Desde el mundo de los adultos qué les estamos transmitiendo a las jóvenes generaciones? Según se refleja en algunos estudios a los jóvenes no sólo les faltan conocimientos y habilidades. Les faltan, sobre todo, herramientas positivas para afrontar la vida, y de eso tenemos la culpa los adultos que hemos renunciado a transmitirles nuestro más valioso acervo cultural. Hoy, en medio del turbulento mar educativo, continúa pendiente una tarea educativa primordial. Una tarea que tanto padres como profesores y educadores conocen. Y que no se halla solo en formar buenos estudiantes, sino también en forjar personas responsables, capaces de desarrollar hábitos positivos para afrontar la vida. El mundo educativo debería implicarse más en ayudar a descubrir lo esencial de la vida, en ayudar a encontrar y prestar atención a aquello que realmente vale la pena, aquello que es importante para una vida más digna y plena. Sin embargo, a menudo en la práctica parece que andemos mirando las musarañas.

Etimología y contenido: más allá de la transmisión de la mera información se necesita «orientación» y verdadera «formación».

La palabra educar cobija bajo su seno multitud de significados. Deriva del latín educare, ir conduciendo de un lugar a otro; y también de educere, extraer, sacar fuera. El primer significados subraya un proceso que debe llevarse a cabo paso a paso y que tiene un sentido dinámico; el segundo se refiere más a los resultados, pero contando con la habilidad del educador, que debe saber sacar el máximo provecho de esa persona, todo lo bueno y positivo que lleva dentro. «Educar» es ayudar a alguien para que se desarrolle de la mejor manera posible en los diversos aspectos que tiene la naturaleza humana: sentimental, sexual, comunicativo, dominio de la voluntad...

Educar implica comunicar conocimientos y promover actitudes. Conocimiento quiere decir que hay una transmisión de información inicial, pero una verdadera educación no solamente se queda aquí. Pensemos, por ejemplo, en la educación sexual: uno no aprende a gobernar y a ser dueño de su sexualidad por el único hecho de conocer la anatomía, la fisiología y los demás mecanismos endocrinológicos de su organismo. Necesita, además, que esa información se acompañe de una orientación. Esa es la formación: dar pautas de conducta adecuadas que nos digan y expliquen con claridad, por ejemplo, para qué sirve la sexualidad, que se debe hacer con ella... y si es bueno decir que sí a cualquier estímulo sexual que aparezca ante nosotros.

Información y formación constituyen un binomio clave en toda educación. Son dos etapas sucesivas ycomplementarias. No hay educación completa si falta alguna de ellas. Recibir información es acumular una serie de datos, observaciones y manifestaciones específicas. La formación va más allá: ofrecer los criterios para regir el comportamiento, de acuerdo con una cierta orientación; la educación pretende enseñar a sacar el mejor partido posible de los conocimientos recibidos, favoreciendo la construcción de un hombre más maduro, más sólido y firme, más humano y más espiritual, más dueño de sí mismo.

Dos de los factores principales que permiten alcanzar los objetivos propuestos son, por un lado, la motivación, y por otro, el esfuerzo. El uno mueve, y el otro hace que a través de pequeñas luchas concretas, repetidas una y otra vez, se llegue a un entrenamiento en el autodominio, el control de la propia conducta y en el ir sabiendo posponer lo inmediato. Toda educación tendrá los siguientes apartados y derivaciones:

  1. Educar es dirigir, encauzar, llevar hacia una región determinada, hacia una meta: llegar a dominar una serie de conocimientos más o menos básicos que posibiliten moverse en ese campo con rigor.
  2. Educar es perfeccionar ciertas facultades mediante motivaciones, ejercicios específicos, ejemplos, etc.
  3. Toda educación conduce a la formación de un ser humano más completo, coherente y maduro. Completo, porque ha sido capaz de integrar vertientes diversas adecuadamente; coherente, porque busca que entre la teoría y la práctica, las ideas y la conducta se dé una relación armónica; y maduro porque de ese modo alcanzará un buen equilibrio personal entre los distintos componentes de su patrimonio psicológico (sensopercepción, memoria, pensamiento, inteligencia, conciencia, afectividad, etc.) físico y social.
  4. La mejor educación debe ayudar a la mejor formulación y desarrollo de nuestro proyecto personal. Hay en ese concepto de «educación» dos ideas: conducir,que no es otra cosa que señalar una dirección, guiar, llevar el timón. Ir delante, abriendo camino, esa es la principal tarea del educador; la otra consiste en promover, dirigir hacia unas metas determinadas, atractivas, que lleven a cierto nivel de perfeccionamiento.
  5. Es esencial la tarea del educador. Se educa más por lo que se es, que por lo que se dice. Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra. Entre niños y adolescentes el alumno suele fijarse en el profesor, buscando algo. La exposición atractiva al alumno de otra vida incita a imitarla de alguna manera. El poder del educador depende menos de sus palabras que de su presencia silenciosa y auténtica. Puede haber muchos profesores y educadores que enseñan distintas materias y asignaturas, pero hay pocos que sean maestros de verdad.

Educar a una persona es entusiasmarla con los «valores»  

Cada persona es un misterio y un tesoro, algo que hay que ir resolviendo y desvelando; un ser valioso que conviene poner en ruta hacia lo mejor de su destino. Descifrar lo singular de cada individuo y cuidarlo para que dé lo mejor de sí mismo es la tarea del educador. En otros términos, educar, es convertir a alguien en una persona más libre e independiente, liberada. Educar es instruir, formar, pulir y limar a una persona para que se vuelva más armónica y sea capaz de gobernarse a sí misma. La mejor educación pretende construir la felicidad, pero sin olvidar que no hay felicidad sin sacrificio y renuncias. Conformar un ser humano enriquecido: esa es la pretensión. Si todos somos perfectibles y defectibles, la educación nos aportará nuevos ideales y lo necesario para comportarnos de acuerdo con nuestra naturaleza.

Toda educación es una labor de orfebrería: se debe labrar a golpe de martillo y de cincel hasta conseguir la obra bien acabada. Pero no hay que olvidar que la vida es un ensayo y, por eso, el hombre se convierte en un animal descontento, siempre incompleto y siempre haciéndose a sí mismo: es el eterno ritornello que comporta todo lo humano. Se trata de una operación progresiva y lenta que necesita tiempo para ir asimilando lo que le llega; un proceso gradual y ascendente, integral y unitario, que abarca todo lo que puede conducir a la realización más completa de la persona, según sean sus facultades (físicas, intelectuales, afectivas y de la voluntad) y circunstancias individuales (familiares, de residencia, etc.).

Si la tarea del educador va más allá de la explicación de ciertos conocimientos es porque tiene que saber estimular. El aprendizaje de una materia concreta pueden lograrlo muchas personas, pero el maestro debe también enseñar a vivir, ayudar a conocer la realidad personal y circunstancial en su riqueza y profundidad. De ese modo emergen los valores. Y en esa empresa educativa tan digna y entendida en profundidad, no hay mejor programa educativo que el ejemplo. Tan importante como el contenido educativo es la personalidad de quien educa. Si ésta es singular, positiva y coherente dará clase con su sola presencia; si es amorfa e incoherente resultará poco atractiva; aunque exponga los temas con claridad, siempre faltará algo en sus enseñanzas. La emulación es necesaria, porque empuja a seguir a personas ejemplares, completas, llenas de categoría, la tendencia a la imitación es universal.  La actitud del educador ha de ser propositiva.

La educación debe ser integral; es decir, que abarque aspectos físicos, psicológicos, afectivos, intelectuales, sociales, espirituales y culturales. La lucha no es sino la base de cualquier buena pedagogía y la conquista del dominio de uno mismo es la meta.

Todos necesitamos educarnos. Continuamente nos estamos haciendo independientemente de la edad. Nunca estamos del todo acabados. Para aprender no hay una edad determinada ni un período de la vida concreto.  Las personas adultas también necesitan Educación y Formación. Hoy cualquier aspecto vital puede ser objeto de formación y aprendizaje. La formación recibida en su día por muchas personas adultas hoy resulta ya insuficiente. Actualmente la formación requerida abarca una diversidad de campos que constituyen parte esencial de la vida de les persones: personal, familiar, profesional, social, cívico, etc.

Los adultos, si no queremos quedarnos en unos simples “currantes” y queremos llevar una vida más plena y digna, debemos mejorar nuestra formación a fin de poder desempeñar más cabalmente cuatro de los grandes roles de los que somos protagonistas a lo largo de nuestra vida: como  personas, como padres, como trabajadores, como ciudadanos.

En este s. XXI no podemos quedarnos atrás, es necesario formarse continuamente. Hoy resulta ya una necesidad al tiempo que una exigencia personal y social.

Adaptación a partir de:
E. ROJAS: La conquista de la voluntad. Ediciones Temas de Hoy

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