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Sobre la democracia imperfecta y la partitocracia

Los partidos políticos son elementos indispensables de la democracia en las sociedades del mundo contemporáneo. No hay democracia sin partidos. Estos son los intermediarios entre la sociedad y el poder. Se encargan de recoger, encauzar, enriquecer y canalizar las difusas aspiraciones populares y presentarlas ante quienes ejercen la autoridad pública. Sin embargo, la relación entre democracia y partidos políticos ha sido históricamente problemática. De medios se convierten en fines. Los partidos políticos en la práctica se constituyen en fines en sí mismos. Los actores reales de la vida política no son tanto los ciudadanos sino los partidos políticos. Estos se constituyen en grandes maquinarias cuyo objetivo es el máximo crecimiento del partido y la consecución del poder, para desde ahí servir principalmente a sus intereses partidarios. La partitocracia constituye una deformación sistemática de la democracia.

Partitocracia significa gobierno, poder o influencia de los partidos políticos. Es el gobierno, el poder, la fuerza o la autoridad de los partidos políticos en un Estado. La partitocracia es aquella forma de estado en que las oligarquías partidistas asumen la soberanía efectiva. Con esta palabra se designa al sistema político en el cual los partidos son los que toman las más importantes decisiones de la vida política estatal, desde el lanzamiento de los candidatos a los cargos electivos hasta el control de los elegidos y el sometimiento de ellos a la disciplina partidista en el ejercicio de sus funciones públicas. Los individuos no tienen influencia política sino por medio de los partidos políticos. Su voluntad y su acción política están mediatizadas. Son los partidos los que articulan y dan coherencia a las aspiraciones populares, que con frecuencia se presentan en forma borrosa e inorgánica. El poder y la influencia de los partidos, bajo un régimen “partitocrático”, se manifiestan de diversa manera: como facultad partidista de imponer candidatos por quienes los electores se ven obligados a votar; como imposición disciplinaria sobre los diputados y funcionarios públicos pertenecientes a las filas del partido, de modo que las decisiones no las toman éstos sino la dirigencia partidista; como limitación de la libertad de los afiliados para expresar públicamente sus opiniones discrepantes o contrarias a las del partido.

Los partidos políticos en ocasiones convierten la “democracia” en una parodia… De cara la sociedad, con la ayuda inestimable de grupos mediáticos afines se convierten en instrumentos de propaganda, cuando no de agitación ideológica, perversión mental de determinadas capas sociales o ajetreo social. Presionan abierta o sutilmente el pensamiento de los ciudadanos a través de la propaganda y de la persuasión con el objetivo de recabar seguidores y apoyos, y a la caza del voto, a menudo tergiversando la realidad y la verdad, pervirtiendo la percepción de la realidad de los ciudadanos… Internamente, los partidos promocionan no tanto a las personas más preparadas y capacitadas, aquellos ciudadanos verdaderos servidores del bien común, sino a las personas más dóciles y más afines a los intereses del partido. El partido suele practicar una dinámica de dominio sobre el pensamiento de sus miembros. Los partidos internamente premian la docilidad y sancionan la discrepancia. Muchas veces se convierten en maquinarias de manipulación y tergiversación, cuando no de perversión ideológica.

Sin duda es necesario regenerar la vida democrática. La democracia será más auténtica cuando todo el pueblo tenga oportunidad de participar en la vida pública más directamente, a través de las organizaciones políticas, sociales, cívicas, en las decisiones públicas. Se precisa una democracia que apunte hacia la consolidación de la libertad, la participación política, la justicia social y el bien común fomentando una mayor participación de la sociedad civil, que fomente la participación cada vez más directa de los diversos sectores sociales y populares: foros ciudadanos, sindicatos, asociaciones de mujeres, maestros, estudiantes, profesionales, ONG‘s…, facilitando más directamente su participación política.

¿Qué es la democracia?

La democracia es una forma de gobierno en la cual existe participación popular y en la que los ciudadanos pueden elegir y controlar, de manera directa o indirecta, a los gobernantes que los representan. La “democracia” es el sistema político que defiende la soberanía del popular y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. Es un sistema de gobierno ideal reconocido a nivel mundial y conforma uno de los principios básicos de las Naciones Unidas.

El término “democracia” se forma al combinar los vocablos demos (pueblo) y kratós (poder, gobierno). El concepto de democracia nació con el auge de la civilización griega y el crecimiento de las ciudades estados o “polis”. El concepto comenzó a utilizarse en el siglo V a.C. en Atenas. Aquellas incipientes ideas democráticas dieron origen a instituciones políticas que intentaban resguardar el bien común y la participación de los ciudadanos. El sistema democrático es considerado hoy la forma de gobierno más justa y conveniente para vivir en armonía social. El sistema fomenta las elecciones mediante el sufragio universal para la elección de los gobernantes, y propone una división de los poderes para evitar el abuso de autoridad.

El sistema democrático presenta variaciones en el modelo, según los diferentes países del mundo. Es importante aclarar que un gobierno deja de ser democrático cuando ejerce una autocracia, dictadura u oligarquía dominante, a pesar de reconocer algunos de los derechos de la población. Existen distintos tipos de democracia: Democracia Directa, Representativa, Mixta, Parcial, Constitucional, Parlamentaria, Liberal, Cristiana….

Democracia “directa” frente a democracia “representativa”

La democracia “directa” es la forma de gobernanza en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo, a través de una asamblea. Es una forma de democracia en la que la gente vota directamente sobre las iniciativas políticas que se presentan. Algunas de sus ventajas: Las personas se pueden expresar libremente, incrementa la participación ciudadana, permite la manifestación directa de la opinión pública…

Democracia “representativa”. La democracia representativa es una forma de democracia en la que la gente elige a unos representantes que luego votan las iniciativas políticas a llevar a cabo. Es una forma de organización política en la que el pueblo ejerce su soberanía a través de los órganos representativos que se eligen por votación. Ventajas: solamente los expertos o la gente entendida puede tomar las decisiones más importantes. Es más fácil poner de acuerdo a un grupo reducido de personas que a cientos de miles. Desventajas: gracias a la democracia representativa se puede manipular el poder en busca de un beneficio particular. Cuando se delega el poder de toma de decisiones a unos pocos, estos pocos pueden utilizar este poder para acabar con la disidencia…

De la “democracia” ateniense a las “democracias” actuales

Democracia ateniense es el nombre del sistema político desarrollado en la ciudad-estado (polis) griega de Atenas, en el siglo VI a. C. El término democracia proviene del griego antiguo δημοκρατία y fue acuñado en Atenas en el siglo V a. C. a partir de los vocablos δῆμος (demos, que puede traducirse como «pueblo») y κράτος (krátos, que puede traducirse como «poder» o «gobierno»). Características fundamentales de la democracia ateniense son dos: que se trataba de una democracia directa, en la que todos los ciudadanos participaban de las decisiones políticas y que todos los cargos públicos eran elegidos por sorteo entre el conjunto de los ciudadanos. Se la considera una democracia directa, una de las pocas en toda la historia. En ella el poder legislativo y el ejecutivo eran ejercidos directamente por el pueblo, en vez de elegir a representantes que lo hagan en su nombre.

Las “democracias” actuales. La mayoría de las democracias occidentales no se corresponden con lo que el término «democracia» significó en la Atenas clásica. La democracia ateniense era una democracia directa, era el pueblo quien decidía las decisiones políticas gracias a la aclamación. En cambio, la Democracia actual se presenta como un sistema representativo y no directo de participación política. Los ciudadanos ya no expresan, como entonces, de forma directa su voluntad con respecto a los asuntos públicos; se limitan a elegir a sus representantes.  Los representantes no son elegidos directamente por los ciudadanos sino indirectamente a través de partidos políticos (en algunos países, ¡con férreas listas cerradas!). Los representantes, una vez elegidos, quedan sujetos a la disciplina de partido. Los actores reales de la vida política son, en consecuencia, los partidos.

Aunque teóricamente decimos que vivimos en “democracia”, los actores principales del panorama político son los partidos políticos. En muchos países el sistema político actual podemos catalogarlo de “partitocracia”. Es decir, el gobierno de los partidos…. los partidos políticos son los "órganos fundamentales del poder estatal" y sus miembros se convierten en "meros ejecutores de las decisiones adoptadas en la esfera de los partidos".

De la “democracia” a la “partitocracia”

Hay dos grandes formas de entender la democracia: una es la "representativa". El pueblo elige a sus representantes mediante el voto, y una vez elegidos, el pueblo se limita a obedecer. Pierde su voz y su capacidad de decisión. Este es el modelo de democracia que el sistema capitalista nos ha impuesto, y en la que se han instalado muchos sistemas políticos. Esa es una tergiversación de la democracia y una forma de someter al pueblo. El otro modelo de democracia es la "participativa", que no sólo es el derecho del pueblo a elegir a sus representantes sino también y, sobre todo, a controlar el modo de ejercer el poder y a participar en la gestión pública mediante asociaciones, consejos, sindicatos, comisiones de auditoría social o de incidencia política, entidades o asociaciones de la sociedad civil. Existen diversos “grados” de participación política. Esta sería una democracia más perfecta, no la que se nos ha impuesto en la que el poder es controlado por los sectores poderosos de la nación o por la clase política.

Esa cada vez más necesaria implicación y mayor participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, en algunos sistemas políticos es ciertamente mejorable. Por ejemplo, en los sistemas electorales con listas cerradas (sin posibilidad por parte de los ciudadanos de poder elegir directamente para representarnos a personas concretas por su valía, coherencia, honradez y entrega al bien común …), los “elegidos” a menudo son “representantes” no tanto de los ciudadanos que los han votado (indirectamente a través de la elección de un partido político), siéndolo muy remotamente, sino que se convierten en “representantes”, vociferos serviles, de los respectivos partidos políticos que los han propuesto como candidatos y dentro de esos partidos más en concreto de sus respectivos “aparatos” de dirección. Su principal función es la de convertirse en servidores, serviles vasallos, del poder ejercido por los aparatos del partido. Con lo cual los verdaderos protagonistas de la vida pública no son tanto los representantes elegidos democráticamente (una elección muy indirecta puesto que no los podemos elegir directamente sino a través de la lista cerrada que presenta cada partido político) sino los partidos políticos, los grupos políticos… Los actores reales de la vida política son, en consecuencia, los partidos. Los partidos políticos así concebidos en la práctica se constituyen en fines en sí mismos. Su objetivo es el máximo crecimiento del partido y la consecución del poder, para desde ahí servir principalmente a sus intereses partidarios, favorecer principalmente los intereses de los grandes grupos y ciudadanos que les han apoyado y los han votado y secundariamente al resto de ciudadanos… Porque los partidos políticos a través sus programas proponen y defienden sobre todo no solo ideas, concepciones sociales, modelos distintos de sociedad, sino intereses sociales, políticos, económicos, ideológicos…

La partitocracia

Relación entre “fines” y “medios”. En la política, muchas veces las grandes concepciones globalizantes corren el peligro de quedar atrapadas y subsumidas ante la necesidad de crear instrumentos (partidos; sindicatos, plataformas, etc…) que les permitan concretizarse en la historia, originando en ocasiones una reversión de prioridades, valores y prácticas. En estos casos el instrumento se apodera de la idea y el medio se convierte, en fin, y el gran objetivo pasa a ser simple medio o pura retórica. La relación entre democracia y partidos políticos es un buen ejemplo de ello. La relación entre democracia y partidos políticos ha sido históricamente problemática.

En la democracia moderna, el concepto y práctica del partido político no solo aparece como pieza indispensable del andamiaje político, sino que, con el desarrollo de los regímenes democráticos, el papel de los partidos políticos se ha ido volviendo de tal manera vertebral en la práctica política que en algunas concepciones del Estado moderno llega a sustituir la caracterización del Estado como democrático, para convertirlo en “Estado de partidos”. La concepción del Estado democrático, tanto en su versión de democracia representativa, como de la directa, se asienta sobre una relación bilateral entre ciudadanos y Estado. Tal y como la conocemos hoy, la naturaleza de la democracia estriba en la apropiación por parte del pueblo del poder político y de allí surge la necesidad de nombrar representantes para que, proviniendo de y a nombre del pueblo le administren su original poder. Sin embargo, en la práctica histórica, esta relación bilateral pasa a adquirir crecientemente un carácter trilateral: ciudadano-partido político-Estado, de tal manera que el ejercicio de la soberanía popular ya solo es posible mediante la mediación de los partidos.

En el diseño de la democracia representativa, los partidos políticos ocupan un lugar secundario e instrumental, siendo su principal función la de constituirse como uno de los vehículos que facilitan al ciudadano-elector escoger a sus representantes; sin embargo, con el desarrollo de la democracia y la creciente complejidad de las sociedades modernas, este papel tiende a modificarse sustancialmente. Primeramente, porque, ya sea de hecho o por ley, los partidos van apropiándose el monopolio de esa instrumentalidad y en la práctica se convierten en el único vehículo para acceder a la representación del pueblo en los órganos del Estado. En segundo lugar, porque los partidos prolongan en el tiempo su papel y de instrumentos del mecanismo electoral, pasan a asumir un creciente control sobre el ejercicio de la representación popular, sometiendo a los representantes del pueblo a la disciplina partidaria.

Los temas sustantivos del quehacer político pasan a ser definidos, asumidos y resueltos por los partidos políticos. Los órganos del Estado como lugares del ejercicio de la representación, tienden a vaciarse de contenido y el Parlamento queda como el lugar en el que “se reúnen comisionados de partidos vinculados a las decisiones de éste, para dejar constancia de decisiones ya adoptadas en otros ámbitos (en comités y congresos de partido)”. Es evidente que aquí ya no se trata de un Estado "democrático", sino de un Estado de partidos.

¿Vivimos realmente en democracia o vivimos en una parodia de ella?

Partidos convertidos en grandes maquinarias políticas, sujetos a dinámicas de escalafón, que premian la obediencia, cuajados de casos de corrupción a todos los niveles, que negocian con otras grandes empresas como bancos, eléctricas o sociedades de gestión de derechos de autor para obtener apoyos y dinero, mediante esquemas oscuros de financiación, condonaciones de préstamos y favores de todo tipo a cambio de favores cuando llegan al poder. Ninguno de esos partidos va a defender tus intereses: defienden únicamente a quienes les pagan.

La partitocracia, como el populismo, son cánceres de la democracia. Son formas para retorcer supuestas democracias mientras siguen vendiéndolas como si lo fueran, como la única alternativa civilizada. La forma de luchar contra la "partitocracia" es lograr que los ciudadanos recuperen el poder sencillamente votando a otros. A otros que tengan claro la voluntad de quiénes tienen que representar. A los que estén de acuerdo en avanzar hacia sistemas de listas abiertas y hacia una democracia madura en la que los ciudadanos sean escuchados de verdad, en lugar de la triste parodia que vivimos hoy.

La única opción que tenemos es que nos oigan. Abstenerse, votar en blanco o votar nulo no es más que una pataleta cuyas consecuencias no van más allá de un lamento, si es que lo hay, al día siguiente de la jornada electoral. Son excepciones ya contempladas por la partitocracia, neutralizadas, de efecto perfectamente controlado. Lo que hay que hacer es votar a quienes estén dispuestos a escuchar verdaderamente a los ciudadanos. Si esto ocurre, en las siguientes elecciones será distinto, ya lo verás.

Elaboración a partir de materiales y recursos diversos

Ver tambien la sección REGENERACIÓ DEMOCRÀTICA


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