De la «barbarie» a una «cultura civilizatoria»
Una mirada retrospectiva sobre nuestra evolución biológica y cultural
El gran salto de la humanidad: el salto al estadio civilizatorio
Una perspectiva antropológica sobre la condición humana
Los «seres humanos» somos animales sí, pero animales «educados», «civilizados». El ser humano, ser social por naturaleza, no puede vivir en la barbarie, de forma salvaje y bárbara, debe humanizarse, debe civilizarse.
Nuestra biología ha condicionado para bien y para mal nuestro devenir histórico: nos ha mantenido atados a la naturaleza, pero también nos ha ofrecido la posibilidad de liberarnos de dichas servidumbres.
Nuestro desarrollo mental nos empuja a superar el puro estadio salvaje. Para sobreponernos a nuestra naturaleza originariamente «salvaje» necesitamos de la «Educación». Tenemos la necesidad de ser «educados». Gracias a la inmadurez con que nacemos y nuestra plasticidad los seres humanos podemos ser «formados».Gracias a que hemos logrado someter nuestra naturaleza indómita, ahora somos seres «humanos», no bestias salvajes.
El ser humano nace completo, pero inmaduro. Es el único animal que tiene el imperativo y la responsabilidad de completarse y de labrarse a sí mismo, de hacerse a sí mismo. Es propio de los humanos, convertir nuestra convivencia en «humana», «civilizada», «culta», «no salvaje», «no bárbara». Debe «culturalizarse». El progreso humano y la «vida civilizada» ya no se transmiten por herencia, sino a través de «Educación». Sin «educación» y sin «formación» nuestra condición se asemejaría a la de las bestias.
1. El salto hacia el estadio «civilizatorio»
Una de las leyes que rigen la evolución de las especies es la de la adaptación al «medio». Ninguna especie es capaz de sobrevivir sin llevar a cabo exitosamente esta ardua labor. La «vida» siguió dos grandes orientaciones en su labor de adaptación al medio: uno lento que requiere millones de años: el genético. Y otro, el cultural, siguiendo el curso, no siempre lineal, de la propia voluntad humana. Como sucede con las demás especies, la nuestra es la historia de la lucha por la adaptación a las exigencias del «medio». En la evolución humana podemos distinguir dos grandes aspectos: el proceso biológico de «hominización» y el proceso cultural de adaptación o «humanización».
A diferencia de otras especies, la especie humana se adapta al medio construyendo su propio equipaje, que es a la vez de carácter biológico pero sobre todo de tipo «cultural». El ser humano se enfrenta al medio no sólo, de forma individual, sino organizándose en «sociedad». La «cultura humana» constituye una estrategia evolutiva en pro de la adaptación al medio. Está constituida por todo el bagaje, por todo el equipaje, sobre todo de carácter «cultural», del cual nos hemos dotado para afrontar las exigencias del entorno, dando lugar a una amplia gama y variedad de respuestas humanas: son las distintas «culturas humanas» y «civilizaciones».
Los humanos, al igual que el resto de las demás especies, fuimos el resultado de un largo proceso evolutivo. Se podría decir que el último capítulo de la evolución biológica fue el proceso de «hominización» o conjunto de adaptaciones y transformaciones biológicas que llevaron a los antiguos primates a evolucionar hasta llegar al homo sapiens sapiens, es decir, los humanos actuales. Pero, llegados a este punto, se podría decir que la robustez de la «evolución biológica» en los humanos se detuvo y fue sustituida y superada por la «evolución cultural», una forma de adaptación frágil, pero rápida y efectiva, dirigida por la intencionalidad humana hacia objetivos conscientes y claramente definidos.
Hay que reconocer que ninguna de las adquisiciones orgánicas de los homínidos fue revolucionaria ni demasiado original. Todas existían, al menos esbozadas, en los grupos animales precedentes. Los homínidos no son más que una nueva línea entre muchas otras, y peor pertrechada que la mayoría de ellas. La originalidad de nuestra especie no debe buscarse en lo «zoológico», sino en lo «psicosocial». Gracias al desarrollo del cerebro la especie humana adquirió un alto nivel de conciencia reflexiva y mediante la palabra y el lenguaje fue posible la organización de «sociedades» cada vez más complejas y más logradas.
La respuesta de nuestra especie a los desafíos del medio, la «cultura» humana, ha superado con creces la sofisticada y casi insuperable eficiencia adaptativa de los animales. Los conocimientos y progresos alcanzados por nuestra especie en ese arduo y laborioso proceso de adaptación ya no los puede transmitir a su prole por simple transmisión genética, necesita el concurso de factores extrabiológicos. Es cuando en nuestro proceso evolutivo ascendente entra en juego otro fascinante y sofisticado componente : la «enseñanza» y el «aprendizaje».
2. La función capital de unas «transmisiones culturales» bien logradas
La «cultura», una herramienta al servicio del desarrollo de la humanidad. El progreso humano se fundamente en el conocimiento y dominio de la naturaleza. Esa forma de organización que venimos en denominar «sociedad» representa el instrumento más vigoroso y eficaz para la adquisición, conservación y difusión del «conocimiento humano». Los «logros» alcanzados por dicho conocimiento y transmitidos de una generación a otra constituyen los verdaderos cimientos de una sociedad. En el tránsito de la evolución biología al estadio de civilización el papel exitoso de unas buenas «transmisiones culturales» juegan un papel primordial. Sin una buena transmisión cultural y asimilación e integración de la misma por parte de las generaciones receptoras el progreso se estanca.
En nuestra especie el gran salto cualitativo en el progreso evolutivo se produjo cuando el mecanismo de la «selección natural» se vio superado por mecanismos de carácter «cultural», capaces de responder de forma más eficaz y rápida a los desafíos del entorno. Pero la «cultura humana» en la escala evolutiva no sólo desempeña una función adaptativa. Constituye un factor de superación y progreso de primer orden. El espíritu humano no se conforma con encontrar soluciones a los problemas inmediatos. Imagina y diseña posibles escenarios futuros que engrandecen los anteriores.
3. La transición de lo «biológico» a lo «cultural»
La conducta de cualquier ser viviente está constituida por dos grandes factores, estrechamente unidos. Unos son de tipo innatos, otros son adquiridos. Si la evolución ha favorecido progresivamente en todos los grupos humanos lo adquirido frente a lo innato, es porque esta transferencia ofrecía una ventaja selectiva.
Esa transferencia de lo biológico a lo cultural es progresiva, pero se acelera a medida que se desarrolla la masa de conocimientos. Una vez llegado al estadio sapiens, su evolución no se situará tanto a nivel orgánico sino más bien a nivel psicosocial. La adaptación ya no es tanto «genética» sino sobre todo «cultural». El hombre modifica su entorno físico y «crea» su propio entorno cultural: se libera de las reglas de la selección natural y crea nuevas reglas de carácter sociocultural, indispensables para su supervivencia, equilibrio, integración y cohesión social.
A partir de este momento se produce una gran variedad y diversidad de respuestas humanas y la historia de la humanidad estará marcada por una extraordinaria proliferación y diversificación de «culturas» humanas, dando lugar a los múltiples grupos étnicos y culturales.
¿Diversidad «cultural», o uniformización «cultural»? Sin embargo, esa variopinta y enriquecedora diversificación cultural que constituía la originalidad de la evolución humana tiende a desaparecer en nuestros días en aras de una supuesta mejor uniformización cultural. Para nuestra especie ese empobrecimiento y reduccionismo cultural es tan peligroso como lo es el empobrecimiento genético para cualquier grupo animal. La diversificación «cultural» constituye una expresión de la riqueza creativa de nuestra especie y una garantía para su supervivencia.
4. La educación y la formación, un distintivo de calidad
Nuestra especie sin cultura, sería algo nimio, insignificante, en medio de la naturaleza. La sustitución de los procesos de adaptación orgánica por procesos de adaptación cultural ha convertido a nuestra especie en una de la más adaptables a los diversos medios. La adaptación cultural es capaz de realizaciones y logros muy superiores a la adaptación biológica.
El bagaje que nos permite progresar como especie ya no está contenido tanto en los cromosomas sino en el atesorado equipaje «cultural», en la sabiduría acumulada de generación en generación. Esta no se transmite ya por un proceso genético sino a través de «Educación».
El hombre es un animal prodigiosamente «educable»; al venir al mundo posee pocos comportamientos innatos. Tiene que aprenderlo casi todo. La cultura adquirida por cada uno de nosotros gracias a los procesos educativos y formativos determina en gran parte nuestra personalidad, nuestra manera de ver y estar en el mundo. La personalidad del hombre no es nada sin la cultura. Es la que define en gran parte nuestra identidad. Somos más el resultado de la «Educación» que de la herencia biológica. Nuestro genoma nos aporta como máximo algunas predisposiciones que la educación explotará o inhibirá.
Los procesos educativos son la herramienta más adecuada para la transmisión a las jóvenes generaciones de la rica experiencia y sabiduría acumuladas por las generaciones que nos han precedido y en el proceso evolutivo de la sociedad humana constituyen la gran baza para el progreso individual y colectivo.
El hombre brilla por su cultura. Y lo que aporta al patrimonio común se perpetúa después de su muerte. La grandeza de la evolución cultural depende del nivel de conciencia y de libertad que implica. La evolución cultural es consciente y activa. El hombre sabe qué objetivo persigue. Su actividad no tiene nada o casi nada de fatal o ineludible: en todo momento puede cambiar de dirección, decidir hacer o no hacer, proseguir o abandonar. En resumen, el hombre es responsable de sus actos: es él quien orienta su futuro y asegura su destino.
Esa gran responsabilidad humana resulta especialmente aplastante en la actualidad. Nuestros contemporáneos han adquirido los medios para destruir nuestra especie y puede que incluso toda la vida del planeta. En nuestras manos está el orientarnos en una u otra dirección: la destrucción y aniquilación de la vida o por el contrario la del progreso civilizatorio en humanidad.
VMC