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Génesis de la fe en la Resurrección de Jesús (I)

Real, inesperado e inaudito. El testimonio neotestamentario sobre la resurrección de Jesús.

La razonabilidad de una creencia central para quien se profesa cristiano.

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La resurrección de Jesús constituye una de las creencias vertebrales del cristianismo. La resurrección de Jesús es el núcleo central del Nuevo Testamento y del Cristianismo. La “Resurrección” es la clave de bóveda de toda teología y fe cristianas. Creemos en Jesús de Nazaret, no por su vida, sino porque Dios lo ha resucitado de entre los muertos. En ese acontecimiento histórico han depositado su confianza multitud de seres humanos a lo largo y ancho de nuestro planeta. Pablo incluso llega a afirmar que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe.... y nosotros somos los más miserables de los hombres” (1 Cor 15, 17-19).

El testimonio ofrecido por los "testigos" de Jesús, el Crucificado, como resucitado, la autenticidad y credibilidad de su testimonio y la confianza depositada en ellos por los posteriores "creyentes", de todos aquéllos que "sin haber visto" creyeron, resultan elementos esenciales en la continuidad de dicha "creencia". Unos años después de la muerte de Jesús los textos nos presentan un mensaje novedoso: “A este Jesús lo ha resucitado Dios, y todos nosotros somos testigos” (Hch 2, 32). Esta frase se data en unos tres años tras la muerte de Jesús, y surge en la comunidad de seguidores de Jesús de Jerusalén. A ella sucedieron otras como la narración de Pablo sobre la buena noticia de la resurrección de Jesús, noticia que él “a su vez había recibido de otros y que ahora comunica” (1 Cor 15). Este texto es algo más tardío, allá por el año 50.

Desde el punto de vista humano dicho acontecimiento es un “misterio”. ¿Todo aquello que no entendemos es imposible? ¿Todo lo que no comprendemos no ocurre? Este esquema mental, este paradigma científico, esta idea clási­ca de la ciencia, tan querida durante la época moderna, está empezando a cambiar en los últimos tiempos. La posmodernidad, sin embargo, empieza a aceptar que hay cosas que no pueden explicarse con el método científico tradicional y, sin embargo, ocurren.  La ciencia actual permite suponer que, además de las tres dimensiones espaciales, ancho, largo, alto, más el tiempo, podrían haber otras que desconocemos y en las que lo que hoy consideramos como milagros sobrenaturales pudieran darse de manera natural. Todo depende de que se reconozcan o no la existencia de  ámbitos de la realidad que sobrepasan la limitada realidad sensible y nuestra restringida capacidad intelectiva (ver aquí) Todo depende de que se reconozca o no una dimensión meta-histórica y de que se acepte la relación que ésta pueda guardar con el ámbito de lo comprobable  históricamente.

En tiempos en los que la modernidad otorga una preeminencia cuasi absoluta a la razón, en los que la racionalidad se propone invadirlo todo, es razonable una tal creencia? Es una creencia gratuita, sin base en la que fundamentarse? En qué se fundamenta dicha creencia?¿Cómo entendieron sus seguidores la resurrección de Jesús?¿Qué consecuencias reportó para ellos y para nosotros tal acontecimiento? Es deber del creyente ensanchar la razón. La fe cristiana no es una fe ciega. Tiene bases históricas. Saber que Jesús resucitó, forma parte de una evidencia histórica. Creer que Jesús resucitó es razonable y racional.

Que Jesús resucitó es una realidad para el creyente. Pero lo es también independientemente de su fe. La Resurrección es primariamente algo que Dios realizó en el Crucificado: Dios no lo abandonó en la muerte, ni le abandonó muerto. No cabe duda de que los discípulos tuvieron "algún tipo de experiencia privilegiada" que restauró su quebrantada fe, aunque es difícil ser más preciso sobre la naturaleza de tal experiencia.

La afirmación de la ”aparición” de Jesús y la fe pascual son hechos que se pueden probar históricamente. Más allá de estos hechos -abiertos a múltiples interpretaciones- no podemos ir sólo por caminos históricos. No sabemos cómo los discípulos llegaron a esta fe. Si llamamos “histórico” sólo al hecho que se puede probar con los métodos históricos, la Resurrección de Jesús, como obra de Dios, supera la historia. Lo cual no significa que no haya sucedido y no sea real. Con la palabra “aparecer” se quiere describir bíblicamente una experiencia - primariamente no ocular- de la realidad de Dios. No se trata de sueños apocalípticos, sino que los testigos experimentan la acción de Dios en el Jesús resucitado de la muerte. Dios, de un modo inesperado, lo ha recibido en su vida infinita. No se trata, como en Lázaro, de un revivir terrestre, controlable humanamente, sino de una nueva creación.

Presentamos, pues, una explicación de tan magno e irrepetible acontecimiento, que aunque real y acontecido en la historia, no es demostrable con los parámetros espacio-temporales del método científico, aunque compatible con la razonabilididad hoy exigida por la modernidad. Para ello se realiza una apretada síntesis del cap. 3 de la interesante obra del prestigioso teólogo alemán Hans KESSLER: La resurrección de Jesús en el aspecto bíblico, teológico y pastoral, 1989. H. Kessler nació en 1938. Estudió filosofía y teología en Tubinga y Wurzburgo. Ha sido profesor de teología sistémica.

Las limitaciones de espacio y la necesidad de conocimientos previos sobre la temática aquí desarrollada, así como la utilización de determinados conceptos teológicos y giros lingüísticos, unido al nivel del lenguaje utilizado en ocasiones, son algunos de los inconvenientes que pueden dificultar la plena comprensión del presente texto por parte de aquel público no habituado a este tipo de contenidos. Sin embargo, como introducción y motivación para estimular una futura profundización en este para muchos apasionante tema, tal presentación bien puede resultar útil.

La resurrección de Jesús es una de las convicciones más firmes de los seguidores de Jesús. ¿Cómo llegaron sus discípulos a convicción tan unánime? ¿Cómo se formó la creencia en la resurrección?¿Cuál es el fundamento objetivo en el que se basa la creencia en la resurrección? ¿Cómo se llegó a esa convicción? ¿Hubo algún hecho objetivo que desencadenara esa creencia?

I. OBSERVACIONES HERMENÉUTICAS (1)

Todo el NT, con plena uniformidad, sostiene la convicción, fundamental para él, de la resurrección de Jesús de entre los muertos. Utilizando términos y metáforas como despertar/levantar/alzar/levantar del sueño, el AT hace referencia a una realidad futura, que todavía no se había dado y que superaba todas las posibilidades mundanas: la resurrección corporal y escatológica (en los tiempos finales) de los muertos (porque Dios "despierta", suscita, "levanta", hace alzarse a los muertos). El NT expresa algo inaudito: la resurrección de Jesús, como una realidad consumada, operada ya por Dios y revelada a determinados testigos. La afirmación testimonial de la resurrección ya operada en Jesús se encuentra en el NT bajo una doble forma: como fórmula confesional y como relato.

Ausencia de testigos inmediatos de la resurrección.  El problema del acceso a la resurrección de Jesús. La cuestión de la categorialidad adecuada

Según el Nuevo Testamento no hubo testigos directos del aconte­cimiento de la «resurrección». Los discípulos son sólo testigos presenciales del encuentro (“aparición”) del Resucitado, no testigos del hecho de la «resurrección». La resurrección de Jesús no nos es accesible directamente. Ello obedece a que la resurrección de Jesús no es una restauración de la vida anterior, el retorno de un muerto a la vida terrena, mortal y, por lo tanto, a condiciones empíricamente verificables.

El acontecimiento de la resurrección traspasa, pues, la esfera de lo empíricamente verificable. Su resultado, el Resucitado, no puede ser una magnitud empíricamente detectable, no pertenece a nuestras coordenadas antropológicas, de ahí que no sea reductible a las condiciones del conocimiento objetivista humano, escapa pues al conocimiento de las coordenadas históricas, de verificación empírica, utilizadas por la especie humana de espacio-tiempo. Ese hecho queda fuera del ámbito de lo constatable empíricamente.

La única “categoría” que parece adecuada para el tema neotestamentario de la resurrección y las apariciones del Resucitado es la categoría intersubjetiva de “encuentro”: el Otro, que aquí es el Crucificado resucitado, se acerca a mí y pone en el encuentro las condiciones de un posible conocimiento de él, de tal forma que yo a mi vez me transformo, en el proceso del conocimiento. En ese encuentro se produce una “iluminación”, una nueva comprensión de la realidad. Tales categorías pueden ser aplicadas al cambio provocado en los discípulos y en su entorno como consecuencia de la experiencia pascual. Pero cuál es la “razón” de ese cambio,  “aquello” que desencadena el cambio, la causa, el desencadenante de  ese cambio que tras la resurrección se puede apreciar en los discípulos? Ellos le sienten y le ven a él mismo y es él quien les sale al encuentro. Según las afirmaciones neotestamentarias, el Dios que hace aparecer al Jesús resucitado, o ese mismo Jesús que se aparece, son el sujeto iniciador del cambio y de la conversión de los discípulos.

II. LA RECONSTRUCCION HISTÓRICA

La resurrección de Jesús no es un “hecho” comprobable, de modo objetivo, ni demostrable históricamente. El único hecho comprobable es  la fe pascual de los discípulos. Más exactamente, la afirmación unánime (testimonio) de la resurrección y de las apariciones de Jesús; es decir, el hecho de la afirmación (mas no la facticidad  de lo afirmado en la afirmación), no el contenido de tal afirmación. Históricamente se puede demostrar que hicieron estas dos afirmaciones (“resucitó” y “se nos ha aparecido”), mas no el contenido de lo afirmado (ese contenido no es demostrable empíricamente, escapa a toda verificabilidad empírica). ¿Son “creíbles”, no obstante, tales afirmaciones?

Un “algo” que desencadena la fe pascual

Lo que provocó la fe pascual puede detectarse indirectamente. ¿En dónde? En el giro sorprendente que se produce en la conducta de los discípulos. El análisis contrastado de su brusco cambio de actitud, antes y tras su muerte nos puede ser aleccionador. En el período pre-pascual lo que mueve a los discípulos es la fe inicial que suscita Jesús en vida. Su muerte supuso para ellos una gran decepción. Una quiebra absoluta en la confianza depositada en él. Jesús y su proyecto habían definitivamente fracasado. Todas sus esperanzas se habían visto frustradas. Todo se había acabado. Como consecuencia, asustados por la suerte que ellos mismos podían correr, se produce una desbandada. Tras su muerte en cruz podemos apreciar: la huída precipitada de los discípulos, su regreso a Galilea... pero inesperadamente su vuelta repentina a la hostil y peligrosa Jerusalén, la formación de la comunidad primitiva, la afirmación unánime de la resurrección y elevación de Jesús, el rápido comienzo de la misión de sus discípulos, primero entre los judíos de habla aramea y griega de Palestina y posteriormente en la diáspora, y el desarrollo espectacular de una clara cristología (la consideración de Jesús como el verdadero "Mesías" (el portador de la "salvación" integral -terrena y espiritual, por así decirlo- tan anhelada por todos en aquel tiempo). Jesús=Khristos=Christus=Cristo: el ungido de Dios, el enviado definitivo por Dios, el portador de la "salvación" definitiva= Jesús-Cristo).

Tuvo que ocurrir “algo” que provocara ese cambio profundo en sus conductas y les capacitara para una nueva actividad. Pero ¿qué fue ese “algo”? Ese “algo” debe concebirse como un estímulo tan fuerte, evidente, que pueda explicar ese brusco cambio en sus conductas.

Inviabilidad de las hipótesis basadas en el engaño

El enorme salto desde el profundo abatimiento y total desesperación de los discípulos tras su cruenta muerte, a la fe y entusiasmo con que lo proclamaron Mesías en Pentecostés, no puede explicarse, si en el tiempo transcurrido no ocurrió algo extraordinariamente alentador, algo que les convenció de la reanimación del Jesús crucificado.

¿Qué fue ese “algo”, en qué consistió ese estímulo desencadenante? Cuál fue ese “factor desencadenante”? Lo que no está demostrado es que ese factor fuese una “verdadera” aparición del Resucitado, ni que hubiera habido un acontecimiento exterior. Las posibles explicaciones son diversas. Se podría especular con a) una visión producida de modo milagroso  en la conciencia de los discípulos (sobrenaturalismo, puro subjetivismo); b) causas externas naturales que pudieron propiciar la idea de que Jesús había resucitado y había sido visto en figura de Resucitado (racionalismo); c) Todo depende de que “se reconozca o no una dimensión metahistórica y de que se acepte la relación que ésta pueda guardar con el ámbito de lo comprobable  históricamente.

III. LAS REFERENCIAS DE LOS TESTIGOS NEOTESTAMENTARIOS

Preguntemos a los propios testigos del NT dónde ven ellos ese “algo” que desencadenó la fe pascual, es decir en qué basan su convicción, unánime, de que Jesús crucificado resucitó. Dejemos, pues, que hablen los testigos neotestamentarios más antiguos.

Panorámica de los diversos textos

Como se ha indicado la afirmación testimonial de la resurrección de Jesús se encuentra en el NT bajo una doble forma: como fórmula confesional y como relato. Las profesiones de fe más antiguas sobre la resurrección de Jesús por Dios (fórmula de la resurrección) no suelen expresar el fundamento en qué se basan  para hacer tal afirmación. Ofrecen, sin embargo, algunas indicaciones. Ya la antigua tradición prepaulina remite en lacónicas expresiones, utilizando el término "ophthe" ( "ὤφθη=ophthe" que viene a significar "se apareció a...", "se dejó ver de..."), a un “suceso” vivido por determinadas personas (“apariciones” del Resucitado) como la causa, el factor desencadenante, de la fe en la resurrección de Jesús:

Tradición prepaulina (gestada desde los tiempos inmediatos a la muerte de Jesús):

1Cor 15,5-7:
3 Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras;
4 que fue sepultado y que al tercer día fue resucitado según las Escrituras;
5 que se apareció a Cefas y después a los Doce; ( καὶ ὅτι ὤφθη Κηφᾷ εἶτα τοῖς δώδεκα· (1Co 15:5 GNT)
6 más tarde se apareció a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto.
7 Después se apareció a Santiago; más tarde a todos los apóstoles.
8 Al último de todos, como a un aborto, se me apareció también a mí;(1Co 15:3-8 CAB)

Lc24,34:
"¡Es verdad! El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón". (Luk 24:34 CAB)

Ac13,28.30s:
28 y, sin encontrar causa alguna de muerte, pidieron a Pilato que lo quitara de en medio.
29 Una vez realizado todo lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo pusieron en un sepulcro.
30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos,
31 y él se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora testigos suyos ante el pueblo.(Act 13:28-31 CAB)

Ac 1,3:
3 A estos mismos se mostró después de su pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo, permitió que por espacio de cuarenta días le vieran, y les habló del reino de Dios. (Act 1:3 CAB)

Ac 10,39s: 39 Nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén. Le mataron, colgándolo de un madero.
40 A éste, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible,
41 no a todo el pueblo, sino a los testigos señalados de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con él después de haber resucitado él de entre los muertos.(Act 10:39-41 CAB)

Existe también una tradición pre-sinóptica (fuente Q), anterior a los evangelios (escritos en la 2ª mitad del s. I d. C.) cuyos rastros se pueden apreciar en: Lc10,21s, Mt11,25-27. Mt16,16s.

Pablo confirma este antiguo testimonio con su propia experiencia:

1Cor15,8-10:

8 Al último de todos, como a un aborto, se me apareció también a mí;
9 pues yo soy el menor de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios.
10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, no precisamente yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. (1Co 15:8-10 CAB)

Y También en 1Cor 9,1, Gál1,12.15s, Flp3,8-12, 2ªCor4,4-6, 2Cor5,16.

Los evangelios, escritos varias décadas después de la muerte de Jesús, asumen estos testimonios y los ilustran con numerosas variantes en sus "relatos" sobre apariciones.

¿Quiénes fueron los “testigos” directos que testimoniaron el hecho, la realidad de la resurrección? Pablo y los evangelios mencionan siempre a los testigos de la pascua en los que se orientó la Iglesia de su tiempo; en el período (pre) paulino: Cefas, los Doce, Santiago, todos los apóstoles y Pablo; en el período postapostólico, los Doce u Once, que Mt y Lc equiparan a los apóstoles (evangelios).

La muerte de Jesús supuso para sus seguidores una gran conmoción, una insalvable decepción, una frustración insuperable. Con su muerte, el proyecto de aquél en quien habían depositado toda su esperanza había definitivamente fracasado, hasta el punto que tras su muerte se produjo una gran "espantada": la huída precipitada de los discípulos, su regreso a Galilea... y al poco su vuelta repentina a la hostil y peligrosa Jerusalén, la formación de la comunidad primitiva, la afirmación unánime de la resurrección y elevación de Jesús.

El cambio de conducta en los discípulos tiene su causa en una nueva “experiencia”. Ese cambio viene desencadenado por el "encuentro" con otro ser concreto; en la (auto)notificación del Crucificado elevado, en una nueva experiencia de Dios hecha a través de la humanidad resucitada de Jesús. Esa “experiencia” infundió  a unos hombres, conmocionados por la muerte maldita de Jesús en la cruz, la certeza (no autofabricada) de que Dios se había dado a conocer con su acción salvadora a favor de Jesús, ajusticiado por su pretensión mesiánica, y su respuesta  fue  la profesión agradecida y jubilosa de fe en Dios: “Dios resucitó a Jesús de la muerte”. La recepción de un impulso revelador puede explicar que los discípulos volvieran a Jerusalén y afirmasen, aquí, la existencia de una intervención de Dios a favor del Crucificado, concretamente su resurrección y elevación al cielo.

La tradición prepaulina de 1Cor 15,3-5.6s:

De la rica tradición del cristianismo primitivo sólo nos ha llegado, aparte del informe autobiográfico de Gál 1, el pasaje de 1Cor 15,3-8.

1 Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que recibisteis, en el cual os mantenéis firmes
2 y por el cual encontráis salvación, si es que conserváis la palabra que os anuncié; de lo contrario, de nada os sirvió haber creído.
3 Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras;
4 que fue sepultado y que al tercer día fue resucitado según las Escrituras;
5 que se apareció a Cefas y después a los Doce;
6 más tarde
se apareció a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto.
7 Después se apareció a Santiago; más tarde a todos los apóstoles.

8 Al último de todos, como a un aborto, se me apareció también a mí;
(1Co 15:1-8 CAB)

Los fragmentos de la tradición prepaulina 1Cor15,3-5.6s ofrecen la clave para la comprensión de las “apariciones” del resucitado y por tanto sobre los motivos que llevaron a los discípulos a creer en la resurrección de Jesús.

Los versículos 3-5 constituyen una fórmula tradicional conclusa: difieren de ellos los versículos 6 y 7 por la construcción  sintáctica, si bien reflejan a su vez una antigua tradición, y sólo el versículo 6b (el fallecimiento de algunos de los más de 500 hermanos) es con seguridad una ampliación paulina. La fórmula presupone el lenguaje de los LXX y surgió, por tanto, en una comunidad judeocristiana grecohablante (que no excluye un estrato arameo); cabe pensar en Antioquía como antiguo centro cristiano judeohelenístico y especialmente en Jerusalén como comunidad originariamente bilingüe, con un grupo judeo-cristiano grecohablante. La tradición, partiendo del contenido, apunta en todo caso a la ciudad de Jerusalén.

a) Fiabilidad de las indicaciones sobre los testigos

En la tradición recogida por Pablo se menciona como testigos de las apariciones, por este orden: Cefas; los Doce; más de 500 hermanos, de los cuales alrededor del año 55 d.C. sólo habían fallecido unos pocos. Todo parece indicar que no sólo Pablo y la tradición aducida por él, sino los  propios nombrados estaban “convencidos” de haberse “encontrado” con Jesús, después de su muerte real, gozando de nueva vida, es decir, resucitado.

En favor de esta suposición cabe aducir, entre otros extremos lo siguiente:  Pablo visitó en Jerusalén a Pedro y a Santiago alrededor de 34 - 37 d C  y convivió  con  ellos durante 15 días (cf. Gál1, 18s); de los Doce, conoce sin duda a Pedro y Juan (Cf. Gál2,9) y de los restantes testigos a Santiago y a más de 500 creyentes (cf. 1 Cor 15,6); colaboró además durante varios años con personajes jerosolimitanos como Bernabé y Marcos (cf. Hech4,36; 11,22s; 12,12 .13,2ss. 13; 15,37ss), y mantuvo contactos basta el final con la comunidad primitiva (cf. Gal 2,1.10; 1Cor 16,1-4; 2Cor 8s; Rom 15,25s.31) Por eso la tradición de 1 Cor 15, 3-5  que él aduce no puede estar en contradicción con lo que él mismo sabía de los personajes mencionados. El mismo se refiere expresamente a la coincidencia de su testimonio con el de los otros ( cf. 1Cor 15,11).

b) Determinación  del enunciado sobre la “aparición”.

La fórmula griega que utiliza el NT para expresar la resurrección de Jesús es "ophthe" + dativo (fórmula veterotestamentaria utilizada para expresar la teofanía =aparición de Dios) . No es posible reducir la afirmación sobre las apariciones (utilización del término "ophthe" + dativo) a una mera “fórmula de legitimación” como refrendo de los jerarcas del cristianismo primitivo; las afirmaciones sobre apariciones se presentan siempre unidas a lo dicho anteriormente sobre la resurrección. La aparición a Pedro y a los Doce no pretende refrendar autoridades del cristianismo primitivo, sino únicamente la realidad de la resurrección de Jesús; se trata de una serie fidedigna de testigos a favor de la realidad de esta resurrección. De esta manera Pablo, con el recurso a las experiencias de los testigos de las apariciones, quiere corroborar el dato fundamental de la resurrección de Jesús.

La afirmación sobre las apariciones indica, pues, el suceso causante de la fe en la resurrección de Jesús; un suceso pasado y concluso (aoristo  ophthe)  vivido por los discípulos: porque “fue presentado y hecho visible” por Dios (passivum  divinum) o porque “se presentó y se dejo ver” (deponencial), conocemos su resurrección. Del contenido de las apariciones  se desprende, para las personas mencionadas y para Pablo como  conclusión necesaria (y no sólo posible) lo siguiente: “él resucitó” (v. 4b)                

El sujeto iniciador y activo de todo el acontecer es pues, Dios o Jesucristo (no la subjetividad de los discípulos). Estos son receptores de las apariciones, lo que no excluye su participaciónb activa con las facultades perceptivas, sino que la incluye (ellos ven al que se deja ver). Se trata, pues, de un nuevo encuentro con el Resucitado en y desde la autoridad de Dios, de “una visión de Jesús crucificado y llamado por Dios a la vida definitiva”. Aquí, en el reencuentro y nuevo encuentro con el Crucificado por la autoridad de Dios, que es capaz de resucitar a los muertos, está la raíz de la fe cristiana en la resurrección. El modo concreto de esta visión queda en la penumbra. Pero queda claro que la afirmación sobre las apariciones es el desencadenante de esa experiencia originaria de los discípulos que constituye el origen de la fe pascual.

c) El contenido concreto del enunciado

Significado de la fórmula lingüística (ophthe + dativo) utilizada por el NT para referirse a las "apariciones". La observación de que detrás de la afirmación sobre las apariciones (ophthe + dativo) está muy probablemente la fórmula veterotestamentaria de la teofanía y aparición de Dios, puede contribuir a un mayor esclarecimiento del contenido  de dicha afirmación. El término ophthe no designa en ningún caso, "procesos meramente internos". En los LXX (la traducción al griego del conjunto de Libros sagrados tradicionales del pueblo hebreo) la fórmula de las apariciones de Dios designa la manifestación de a) la presencia salvífica de Dios, por una parte, la presencia salvífica de Dios en la era de los antepasados hasta David y Salomón (hebr. wareja el =LXX ophthe + dativo ="se apareció", "se dejó ver" ). b) Por otra, la presencia salvífica de Dios prometida para el tiempo final. c) Designa también el acontecer final, como retorno de la presencia salvadora de Dios. Esta presencia salvífica de Dios en el pasado y en el futuro, es para los LXX un acontecimiento que se comunica al hombre, no sólo a través de su interioridad (espíritu, alma, conciencia), sino abarcando todo su ser corpóreo y afectando también a sus sentidos.

Los LXX señalan en 1Re11,9 el término o final de todas las apariciones de Yahvé; la cancelación definitiva de la aparición de Yahvé. Yahvé no se aparecería ya más como se había aparecido a los antepasados de David y Salomón. Por eso no hay más apariciones de Yahvé en la historia postsalomónica de Israel, según los LXX. Sólo en conexiones con acontecimientos apocalípticos se utiliza de nuevo la fórmula. d) Esta designa entonces el acontecer final como retorno de la presencia salvadora de Dios, como el acontecimiento que manifiesta la presencia salvadora última y definitiva de Dios. Por eso, si 1cor 15,5.6s expresa el encuentro del Mesías Jesús resucitado mediante el término ophthe con dativo como aparición de Dios, es que considera que el acontecimiento manifiesta la presencia salvadora última y definitiva de Dios. Así, con el Jesús resucitado, manifiesto en la “aparición”, comienza definitivamente la cercanía del reinado de Dios, traída ya por el Jesús terreno. En las apariciones de pascua se renueva para los discípulos la aproximación de Dios. Jesús les habla de nuevo en  nombre de Dios y les otorga su comunión y la de Dios. La experiencia pascual, su "encuentro" radicalmente nuevo con el Jesús resucitado, los discípulos la interpretan como parte del proceso escatológico (dentro de la historia de la salvación "scatos"= últimos tiempos, época final) y determina toda la vida posterior de los testigos.

d) La designación originaria de la experiencia pascual

¿Cuál fue la forma lingüística originaria, eventualmente semita, que hay detrás del término "ophthe"? Qué pretende expresar esa forma? En el AT "ophthe" = ra’ah. Pablo pudo querer expresar la manifestación escatológica, redentora, por Dios de la elevación, no sólo futura sino ya presente, del Crucificado, que se hará patente al mundo entero en la inminente parusía, pero que ya ahora cambia irrevocablemente el tiempo histórico y transforma a los hombres en testigos. Según esto 1cor 15,5.6s. (..."y se apareció a Cefas y después a los Doce; 6 más tarde se apareció a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. 7 Después se apareció a Santiago; más tarde a todos los apóstoles".) sería entonces, supuestamente, una helenización del enunciado originario. La designación más antigua, hebrea o aramea, de la experiencia pascual sigue siendo una incógnita.

e) Resultados

 El término "ophthe" de 1Cor 15.5.6s es reflejo y expresión (primitiva, aunque no originaria) de una experiencia muy densa. El contenido de esta experiencia originaria es:

  1. La aparición de Jesús, por el poder de Dios
  2. Su estado, (perfecto durativo) manifiesto de resurrección y elevación hacia una nueva unidad con Dios, desde el cual –como el propio Yahvé- puede hacerse presente (aparecer) y preparar testigos.
  3. Es el cominezo definitivo del tiempo final, de la autoapertura gratuita y salvífica de Dios.

De la aparición del Resucitado se sigue secundariamente el envío de los testigos; las apariciones poseen una relevancia fundamental como raíz de la fe y base de la misión del apostolado.

siguiente...

(1) Hans KESSLER: La resurrección de Jesús. Cap 3.


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