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Una nueva visión del Cosmos y del ser humano

¿Qué dice el nuevo paradigma científico acerca de la naturaleza última de la realidad?

Todo lo que existe en el Universo es energía más información.

Todos los organismos, incluyendo los humanos, se comunican e interpretan su entorno mediante la evaluación de campos de energía.

El cuerpo físico puede verse afectado por la mente inmaterial. Los pensamientos influyen de manera directa en el control que el cerebro ejerce sobre la fisiología corporal.

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En el seno de la humanidad está emergiendo un profundo cambio de consciencia. No podemos permitirnos el lujo de vivir de cualquier manera. Queremos que nuestra vida tenga un sentido más profundo, más satisfactorio. Es preciso funcionar de otra manera y encontrar otras respuestas al gran misterio de la vida. ¿Se ha preguntado alguna vez si el universo es más de lo que parece? ¿Es posible que sea verdad lo que los místicos han estado diciendo durante siglos y siglos, que la realidad es “ilusión”, y que ahí fuera no hay sino una inmensa sinfonía plagada de formas de onda, un «dominio de frecuencias» que se transforma en el mundo tal y como lo conocemos, solamente después de que nos entre por los sentidos?

El nuevo paradigma interpretativo (ver aquí) ofrece un punto de vista que nos permite descubrir toda una realidad diferente. Una de sus afirmaciones más profundas es que para entender el universo hay que pensar en términos de energía, de frecuencia y vibración. Ve al universo como un sistema de vibraciones. La energía, la frecuencia y la vibración como claves de los secretos del universo. Hoy la ciencia más vanguradista  sostiene que todo en el universo está interconectado a través de la energía, cree que a un nivel fundamental todo lo que percibimos como sólido y separado forma parte en realidad de un campo continuo de energía, esta energía no es estática, vibra a diferentes frecuencias dando lugar a la multitud de formas y fenómenos que observamos. La teoría de cuerdas y la física modernas postulan que las partículas fundamentales del universo son cuerdas unidimensionales vibrando a diferentes frecuencias… La filosofía materialista no acepta la esencia del ser humano, niega que exista. Pero todas las tradiciones nos recuerdan que, aunque es evidente que tenemos cuerpo físico, emociones y pensamientos, también es evidente que somos algo más que eso. Toda esa otra realidad existente que hasta el momento no habíamos percibido puede explicar cosas que hasta ahora eran inexplicables científicamente: la unicidad del mundo, el entrelazamiento, la coherencia, la transferencia de información, los fenómenos paranormales, la sincronicidad, la conciencia... Esta nueva forma de ver la realidad nos aleja de una visión materialista donde las cosas están separadas y son distintas y nos acerca a una más holística que sugiere que a un nivel fundamental todo está conectado y donde la aparente solidez del mundo material es solo una ilusión… Esta perspectiva puede cambiar radicalmente nuestra forma de interactuar con el entorno de acercarnos a la ciencia e incluso de relacionarnos entre nosotros

Para introducirnos en todo ello seleccionamos un par de epígrafes de una magnífica obra “¿Un nuevo paradigma de la realidad?"  que por la amplitud de su marco conceptual, su claridad expositiva y un lenguaje asequible, presentamos sintéticamente de forma resumida. 

La evolución de la física

En su desarrollo, la física ha pasado por cinco estadios desde sus comienzos.

Realidad clàssica.  Primero emergió lo que ahora se puede llamar la “visión clásica de la realidad”, o física clásica. Los pioneros de este enfoque fueron fundamentalmente Copérnico, Galileo y Newton, entre otros. Estos científicos fueron los primeros en descubrir que los eventos en el Universo podían ser explicados y predichos de forma matemática. La física clásica se caracteriza por una visión determinista de la realidad. Newton, al enfrentarse al problema del espacio y del tiempo, concibió ambos como entidades absolutas e inmutables que convertían al Universo en algo rígido, mecanicista y fragmentado. Durante más de 200 años, esta concepción del Universo se convirtió en dogma para la ciencia.

Relatividad. Entre 1905 y 1915 se produjo una revolución, al postular Einstein las teorías especial y general de la relatividad. Einstein concluyó que espacio y el tiempo  no eran entidades absolutas e independientes, sino interdependientes. Descubrió que, a través de su flexibilidad y gracias a su curvatura, el propio espacio participa en la evolución cósmica. Para Einstein, hay que hablar de espacio-tiempo, y la relación entre ambos es flexible y dinámica. La energía y la materia son intercambiables, ya que una se transforma en la otra y viceversa. Einstein también descubrió que no existe un tiempo global. El paso del tiempo depende de la velocidad y de la posición del observador. Lo que es “pasado” para un observador, puede ser “futuro” para otro; lo que ya ha acontecido para uno no lo ha hecho aún para el otro, aunque el evento en sí ya se haya producido y finalmente sea observado por ambos. De alguna manera, para el observador el futuro está determinado. Al ser el espacio curvo, el tiempo también se curva con él. Cuanta más masa tiene un objeto, más lentamente pasa el tiempo en su superficie. El tiempo transcurre de forma más rápida en la Tierra que en la superficie de una estrella, por ejemplo.

Física cuántica. La física cuántica ha supuesto una transformación del conocimiento humano como nunca se había producido anteriormente. Uno de los principios de la física clásica postulaba que si se conoce la posición y la velocidad de los cuerpos en el espacio, se puede predecir la velocidad y posición de esos cuerpos en cualquier otro momento pasado o futuro. Sin embargo, la física cuántica ha demostrado que, incluso efectuando la mejor medición posible del estado actual de los objetos, sólo es esperable poder medir la “probabilidad” acerca de cómo éstos podrán encontrarse en cualquier momento futuro. La física cuántica es una física de probabilidades. Así como la física clásica —de acuerdo con la percepción sensorial humana— postula que la realidad es de una manera “o” de otra, la física cuántica explica que las cosas se presentan a veces de una manera “y” a veces de otra. Sólo se puede definir algo cuando una observación lo “fuerza” a tomar una forma específica entre todas las posibilidades cuánticas. Este resultado no puede ser predicho; únicamente se puede predecir la probabilidad de que ocurra.

Otro descubrimiento asombroso de la física cuántica implica que algo que se produce en un lugar tiene efectos instantáneos sobre la realidad en otro sitio, independientemente de la distancia a la que se encuentre. Los experimentos realizados a este respecto desde 1980 demostraron su veracidad. El fenómeno se conoce en inglés por el término “entrelazamiento”, y consiste en que el comportamiento de una o más partículas depende de las demás; es decir, unas y otras interactúan sin importar la distancia que las separa y de manera simultánea. Al pensar en el espacio, generalmente se entiende que la separación espacial significa independencia física. Se ha comprobado que cuando dos objetos cuánticos se encuentran entrelazados, si se realiza cualquier medición en uno de ellos —colapsando así su función de onda—, la función de onda de la otra partícula se colapsa también instantáneamente, incluso a distancias macroscópicas y sin ningún intercambio de señales entre ellas en el espacio-tiempo. Sin embargo, Einstein probó que todas las interacciones y conexiones en el mundo material tienen que utilizar señales que viajen a través del espacio-tiempo —según el principio de localidad—; por lo tanto, su límite de propagación es la velocidad de la luz. ¿Dónde, pues, se encuentran esas conexiones instantáneas entre los objetos cuánticos que son responsables de sus comunicaciones a distancia sin señales? de forma sucinta, en los dominios más sutiles de la realidad. De ello se deduce que esta relación se debe a que constituyen una entidad única; su separación es una ilusión. Por tanto, las diversas cosas que se ven y se sienten constituyen manifestaciones diferentes de la misma realidad. Según la visión clásica se creía que la única forma de producir un efecto sobre lo que ocurría en otro punto del espacio era desplazándose físicamente allí. Sin embargo, ahora se sabe que las conexiones cuánticas trascienden el espacio y el tiempo.

Realidad cosmològica. Normalmente se da por supuesto que existe una dirección en el tiempo: existen el pasado, el presente y el futuro, y da la impresión de que el tiempo siempre fluye en esa dirección. La teoría de la inflación cósmica explica cómo el Universo se expandió muy rápidamente y de una manera uniforme en un espacio de tiempo infinitesimal tras el Big Bang. Cuestiones tan sorprendentes como que el Universo tenga una temperatura y una densidad constantes en todas partes, por lejanas que estén unas de otras, no tendrían explicación si todo el espacio no hubiera estado en contacto previamente, como demuestra la teoría de la inflación cósmica. Esta teoría, combinada con otros descubrimientos sobre la radiación cósmica, está llevando a muchos físicos a investigar la posibilidad de que exista no un Universo sino un multiverso (infinito número de universos).

Realidad unificada. Teoría de las “supercuerdas”. Esta propone una nueva respuesta a una antigua pregunta sobre cuáles son los componentes más pequeños e individuales de la materia. Durante décadas se pensó que estos componentes eran partículas como electrones o quarks. Estas partículas se combinaban de distintas maneras para producir protones, neutrones y la variedad de átomos y moléculas que forman el Universo material. En cambio, de acuerdo con la teoría de las supercuerdas, estas partículas no son puntos, sino que están compuestas por minúsculos filamentos de energía vibratoria con forma de cuerda, millones de veces más pequeños que el núcleo de un átomo. La teoría de las supercuerdas es la primera teoría con capacidad para integrar la física cuántica con la teoría de la relatividad.

Otra gran revolución en la percepción humana. Los investigadores están cambiando las ideas de espacio y tiempo por la idea de la existencia de nuevas dimensiones. En vez de tres dimensiones espaciales y una temporal, la teoría de las supercuerdas requiere considerar al menos nueve o más dimensiones espaciales y una temporal. Como esas otras dimensiones no son observables, la teoría de las supercuerdas sostiene que sólo una pequeña parte de la realidad del Universo es accesible a la percepción humana. «La idea de más dimensiones espaciales nos permite atisbar algo mucho más dramático: la existencia de otros mundos en el Universo, no en el espacio ordinario, sino en esas otras dimensiones de las que hasta ahora no hemos sido conscientes». La teoría de las supercuerdas puede ofrecer al mundo la primera evidencia racional, no subjetiva, de las dimensiones “no visibles”, y obliga a aceptar el hecho de que hasta ahora los seres humanos sólo hemos sido conscientes (al menos a través de la consciencia ordinaria) de una parte minúscula de la completa realidad universal. De alguna forma, esta visión coincide con lo que siempre han expresado los místicos acerca de la realidad a lo largo de la historia de la Humanidad.

¿Cómo ve la ciencia actual el Cosmos?

La física clásica y el resto de ciencias encuadradas en el antiguo paradigma se derivan de las leyes del movimiento y la gravedad desarrolladas por Isaac Newton. Las leyes de Newton describen un Universo en el que todos los objetos se mueven en un espacio tridimensional de geometría y tiempo, de acuerdo con ciertas leyes fijas de movimiento. Según su concepción, la materia se consideraba inviolable e independiente, con sus propios límites fijos. Se pensaba que para que existiera algún tipo de influencia sobre los objetos era necesario aplicarles fuerza física. Esta manera de explicar la realidad, que sostenía que las cosas existen independientemente unas de otras, es la que aún cree la mayoría de la población actual. En general, las personas piensan que la vida sencillamente va sucediendo a su alrededor, independientemente de lo que ellas hagan o piensen.

Un universo complejo Esta visión mecanicista y ordenada del Universo como una colección de objetos aislados y cuyo comportamiento parece predecible se ha visto superada por la física moderna. Se ha demostrado que los componentes más pequeños del Universo, que constituyen el gran mundo objetivo que vemos, no se comportan en absoluto de acuerdo con las normas de la física clásica. Así, los átomos no son como sistemas solares en miniatura, sino algo mucho más complejo: pequeñas nubes de probabilidad. Cada partícula subatómica no es un elemento sólido y estable, sino que existe como una potencialidad de cualquiera de sus entidades futuras. Esto es conocido por los físicos como “superposición”, o suma de todas las probabilidades que contiene; sería algo así como una persona mirándose a sí misma en una sala de espejos. Una “partícula cuántica” puede manifestarse a la vez como partícula, es decir, como algo sólido y estable, y como “onda”. La realidad subatómica no se parece al estado sólido y fiable que describe la ciencia clásica, sino que es más bien una posibilidad efímera de opciones aparentemente infinitas. La conclusión básica de los teóricos del campo cuántico es que la materia prima del Universo es inmaterial, y su sustancia esencial es insustancial. La diferencia entre un átomo de plomo y otro de plata no se encuentra en el nivel material —puesto que las partículas de uno y otro son las mismas—, sino que se debe a la disposición y la cantidad de los impulsos de energía e información que los componen.

El ser humano debe considerar lo que significa vivir dentro de una “ilusión” porque, según la nueva ciencia, eso es el Universo físico. El átomo, que sirve de base para toda la materia, no tiene cualidades físicas, sino que se compone de patrones de energía que surgen de los campos invisibles. Y estos campos existen principalmente en un estado virtual, lo que significa que no están presentes en el Universo físico.

Las cosas no tienen sentido de manera aislada, sino en una red de interrelaciones dinámicas. Los pioneros cuánticos también descubrieron la sorprendente capacidad de las partículas cuánticas para influenciarse mutuamente a pesar de la ausencia de cualquier tipo de fuerzas produciéndose entre ellas a una velocidad finita. La materia está ligada orgánicamente entre sí. En el nivel subatómico, el cambio se produce por modificaciones dinámicas de energía. Esos pequeños paquetes de energía vibratoria están constantemente intercambiando energía a través de “partículas virtuales” que dan lugar a una inmensa capa energética subyacente en el Universo. Además, la materia subatómica está involucrada en un constante intercambio de información, causando un perfeccionamiento continuo a través de sutiles alteraciones. El Universo no es un almacén de objetos separados y estáticos suspendidos en el espacio, sino un único organismo de campos de energía interconectados en un estado permanente de probabilidad de convertirse en algo; en un estado continuo de transformación.

La función del "observador". El único factor que parece convertir esta nube de probabilidad en algo sólido y medible es la participación de un “observador”, en un experimento también está el sujeto, el experimentador. Los objetos materiales —por ejemplo, una pelota— y los mentales —como el pensamiento de una pelota— son, los dos, objetos en la consciencia. La consciencia viva —o campo de consciencia—, al aportar la influencia del observador, de alguna manera convierte la “posibilidad de algo” en “algo real”. Esto sugiere que el ingrediente más importante en la creación del Universo es la consciencia que lo observa. La idea de que la consciencia afecta a la materia es la principal diferencia entre la visión del mundo que ofrece la física clásica y la nueva concepción de la física moderna.

La realidad no es fija, sino fluida y cambiante y, por lo tanto, expuesta a otras influencias. Para comprender esas influencias es necesario saber que la mayor parte de la materia y la energía del Universo existen en dimensiones no explorables externamente desde nuestra dimensión. El 85% de la materia del Universo, llamada “materia oscura”, nunca se ha podido observar. Pero más extraño aún es que esta “materia” o “energía” universal resulta crucial en la formación de planetas y galaxias. Nada de la realidad observable existiría sin ella; es una fuerza capaz de aglutinarlo todo para formar estructuras y es esencial para que exista la materia que sí se puede observar. Aunque resulte sorprendente, en el Universo hay nueve veces más cantidad de una “sustancia” que resulta invisible, que de la que se puede observar. Un creciente número de científicos afirma que esta materia oscura no es un elemento nuevo sino, más bien, un sitio nuevo: nuevas dimensiones que tendrían un efecto sobre la nuestra.

En este contexto, es posible afirmar que la mente y la conciencia no son un epifenómeno del cerebro, sino que la conciencia se contempla, hoy, como la realidad fundamental, el marco donde se produce toda manifestación. Los nuevos modelos de la conciencia la retratan como una entidad capaz de traspasar los límites físicos de todo tipo. La existencia de este campo de la consciencia, llamado “campo A” implica que toda la materia del Universo está conectada en el nivel subatómico a través de una danza constante de intercambio de energía cuántica. En el nivel más básico, cada ser humano es también un paquete de energía pulsante interactuando constantemente con este vasto campo de energía que es el Universo. Los experimentos científicos sugieren que la consciencia es una sustancia fuera de los confines del cuerpo humano; una energía altamente ordenada y con la capacidad de cambiar la materia física. El poder de la mente sobre la materia parece atravesar el tiempo y el espacio. Los científicos han descubierto que el pensamiento dirigido participa de alguna forma en la creación de la realidad. Orientar los pensamientos intencionalmente parece producir una energía lo suficientemente potente como para cambiar la realidad física. Cada pensamiento es energía tangible con el poder de transformar. Un pensamiento es una entidad real, como lo es una mesa, pero más sutil, es decir, de una mayor frecuencia vibratoria. Los pensamientos tienen peso y sustancia en el nivel sutil, y pueden influir sobre el resto de las cosas.

La física cuántica hace hincapié en que el reino invisible de la energía, denominado colectivamente como “el campo” es la fuerza gobernante principal del reino material. El "campo” se define como las fuerzas motrices invisibles que influyen en el mundo físico. En un Universo constituido por energía informada, todo está entrelazado y todo es uno.

Energía + Información

Uno de los descubrimientos científicos más importantes y revolucionarios es la idea de que en la raíz más íntima de la realidad no existe sólo energía, sino también un factor muy sutil pero igualmente fundamental: información activa y efectiva. Esta información cohesiona todas las cosas en el Universo, tanto los átomos como las galaxias, los organismos y las mentes. Tal descubrimiento transforma la concepción fragmentaria del mundo de la cultura occidental actual, en una visión del mundo holística e integral. Esta información no es un artefacto humano, sino que, como ya decían los sabios y ahora redescubren los científicos, está presente en el Universo, independientemente de la voluntad y acción del ser humano.

Gracias a la información que “el campo akáshico” conserva y transmite, el Universo es de una coherencia extraordinaria. Nada es “local”, limitado a donde y cuando está sucediendo, sino que todo es global y se interconecta. El recuerdo de todas las cosas se extiende a todos los lugares y todos los tiempos. La información es algo así como una conexión sutil, casi instantánea, no evanescente ni energética, entre los objetos y realidades que se encuentran en diferentes lugares en el espacio y en distintos momentos. Tales conexiones se denominan “no locales” en la ciencia natural, y “transpersonales” en la investigación de la consciencia. A lo largo de su vida, el ser humano cambia casi todos los átomos que componen su cuerpo. Éstos estuvieron antes en otros lugares, pero mientras permanece la estructura de información, “yo sigo siendo yo”.

Este vacío cuántico, la energía sutil y la información que subyace a toda la “materia” en el Universo, no se originó con el Big Bang que produjo el Universo conocido, y no desaparecerá cuando las partículas creadas por la explosión vuelvan a la fuente.

Conexión mente-cuerpo-espíritu

La física cuántica y la epigenética proporcionan un entendimiento novedoso acerca del misterio de la conexión mente-cuerpo-espíritu. Mientras que la física clásica y la teoría genética no reconocen el poder de la mente humana, la nueva ciencia acepta que la consciencia dota a las personas de potentes capacidades creativas para dar forma a sus vidas y a su mundo. De acuerdo con los nuevos descubrimientos de la ciencia, todos los organismos vivos emiten continuamente radiaciones de luz que forman un campo de coherencia y comunicación. La parte visible del cuerpo simplemente se encuentra —o es observable— en aquel lugar donde la actividad de la onda es más densa. Las ondas cuánticas invisibles se extienden desde cada persona y penetran en todos los demás organismos. De la misma forma, cada persona recibe las ondas de energía del resto de seres, con las que se entrelazan las suyas.

La perspectiva de un Universo “vivo” invita a vernos a nosotros mismos como parte de una creación ininterrumpida y despierta un sentimiento de conexión, pertenencia y compasión hacia la totalidad de la vida. A partir de ese momento sí empieza a tener sentido que cada ser humano tenga una experiencia directa de comunión con los demás.

“Campo akáshico” En la cultura sánscrita, Akasha es un medio que todo lo abarca y que a la vez subyace en todas las cosas y se convierte en ellas. Es real, pero tan sutil que no puede ser percibido hasta que se convierte en la diversidad de cosas que pueblan el mundo manifestado. Los sentidos corporales no registran Akasha, pero se puede llegar a él con la práctica espiritual y la formación. La visión akáshica de un Universo cíclico —de un “metaverso” que crea universo tras universo— es esencialmente la visión que actualmente proporciona la cosmología moderna. En la nueva física, el vacío real es el equivalente al Akasha. Es el campo original del que surgieron partículas y átomos, estrellas y planetas, cuerpos humanos y animales, y, en general, toda la realidad que se puede ver y tocar. Es un medio dinámico, lleno de energía en constante fluctuación. El vacío es Akasha y Prana a la vez, todo en uno —la matriz de toda la “materia” y toda la “fuerza” del Universo—. En la literatura sánscrita, Prana es como el aire inspirado, la energía cósmica que da fuerza a todo. El campo akáshico se convierte en materia cuando Prana, la energía cósmica, actúa sobre él. Cuando la acción cesa, la materia desaparece y vuelve al campo akáshico.

¿Qué dice el nuevo paradigma científico acerca de la naturaleza última de la realidad?

El Universo multidimensional y la frecuencia vibratoria. La respuesta a esta pregunta desde la ciencia de la consciencia dice: el elemento más fundamental de la realidad es el vacío cuántico, la energía y el pleno informado que subyace, genera e interactúa con el Universo y con otros universos que pudieran existir en el pasado y en el futuro. Esta respuesta corresponde a una idea antigua: el Universo que observamos y vivimos es un producto del mar de energía que estaba aquí antes de que hubiera cualquier cosa en absoluto. Las cosmologías china e hindú siempre han sostenido que los objetos y los seres que existen en el mundo son una concretización o destilación de la energía básica del Cosmos, y que descienden de su fuente original. El mundo físico es un reflejo de las vibraciones de energía de los mundos más sutiles —con mayor frecuencia vibratoria— que, a su vez, son el reflejo de los campos de energía aún más sutiles que existen en una realidad multidimensional.

Cualquier elemento que existe en el Universo está formado por energía más información. La energía se mide por la frecuencia vibratoria: cuanto más alta, más información puede contener. Aprender o comprender consiste en aumentar la propia frecuencia vibratoria. Todo lo que existe en el Universo es energía más información; por lo tanto, la única forma de medir la energía es mediante la frecuencia vibratoria. Existen energías de baja frecuencia vibratoria y otras de altísima frecuencia vibratoria, y hay un principio que dice que cuanto más alta es la vibración, más información puede contener. Si las personas quieren aumentar su capacidad para almacenar más información de la Verdad, deben incrementar su frecuencia vibratoria. El crecimiento de la vibración hay que conseguirlo a través del incremento del nivel de consciencia, que es su causa. Un mayor nivel de consciencia vendrá siempre acompañado por una mayor vibración, como efecto inseparable.

Se está empezando a concebir un Universo multidimensional. Cada dimensión tiene una frecuencia vibratoria diferente, que es lo que la caracteriza. En este modelo se puede imaginar que el Universo multidimensional vaya aumentando progresivamente su frecuencia de dimensión a dimensión, hasta llegar a la última, que es el Absoluto. En él la frecuencia vibratoria es infinitamente rápida, y por tanto el tiempo es cero y puede contener toda la información del Universo. El Absoluto incluye todo, incluso las frecuencias más bajas de manifestación. Como las dimensiones por debajo del Absoluto reducen su frecuencia vibratoria, es de suponer que también falta algo de información en ellas, y que existe alguna sensación del transcurrir del tiempo. Por lo tanto, hasta que no se consigue la unificación total, característica de la última dimensión, podría ser lógico suponer que existen consciencias individualizadas en todas esas dimensiones. Esto implica la probabilidad de que existan seres no físicos experimentando en ellas. Las distintas culturas han llamado a estos seres de maneras variadas: Ángeles, Maestros ascendidos, etc. Desde esta concepción del Universo, su existencia se da como algo más que probable, y se entiende que hay diferentes jerarquías de seres no físicos ascendiendo por las distintas dimensiones, hasta fundirse con el Absoluto. De hecho, y siempre según este modelo, ése es el “futuro” de las experiencias de las almas humanas cuando hayan completado la toma de información, o aprendizaje, en el reino humano.

La Creación y toda la existencia posterior es una progresión hacia abajo y hacia fuera desde la fuente primordial, en un proceso primero descendente y después ascendente. El camino de ascenso desde “los muchos” hasta “el uno”, es el camino de la sabiduría, que consiste en ver que detrás de todas las formas y la diversidad de los fenómenos descansa “el uno”. El camino de descenso es el camino de la compasión, porque todas las formas de vida provienen del uno y, en consecuencia, deben ser tratadas con el mismo respeto. La corriente ascendente o trascendental de la sabiduría (eros), debe ser armonizada por la corriente descendente o inmanente de la compasión (ágape). La unidad de eros con ágape constituye el sustrato de toda auténtica sabiduría.

La nueva visión científica de la realidad se corresponde con la Sabiduría perenne de la Humanidad... Al igual que en las filosofías milenarias, lo que la nueva física describe como el vacío unificado —la realidad de todos los campos y fuerzas del mundo físico— es, de hecho, el elemento más fundamental y real del Universo. Lo que se considera materia no es más que una agrupación semiestable de energías que brotan de este vacío. En última instancia, la materia es una perturbación del campo cuasinfinito de energía e información que es el campo conectado.

También desde el punto de vista de la epigenética se están desarrollando ideas novedosas. El doctor Bruce Lipton, biólogo celular en la Universidad de Stanford, afirma en su interesantísima obra “La Biología de las Creencias”, que la vida de una célula está regida por el entorno físico y energético y no por los genes. Es el entorno el que actúa, lee e interpreta estos planos energéticos. La percepción del entorno de la célula individual, y no sus genes, es la que pone en marcha el mecanismo de la vida. Según Lipton, el carácter de la existencia del ser humano se ve determinado no por sus genes, sino por su respuesta a las señales ambientales que impulsan la vida.

Se piensa que las personas son poderosos artífices de sus propias vidas y del mundo en el que viven. El cuerpo y la mente y, por tanto, la vida, no los controlan las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes, sino las creencias. Las señales energéticas son cien veces más eficaces e infinitamente más rápidas que las señales químicas. Según Lipton, todos los organismos, incluyendo los humanos, se comunican e interpretan su entorno mediante la evaluación de campos de energía. La nueva visión de la mecánica del Universo revela que el cuerpo físico puede verse afectado por la mente inmaterial. Los pensamientos, que son la energía de la mente, influyen de manera directa en el control que el cerebro ejerce sobre la fisiología corporal. La “energía” de los pensamientos puede activar o inhibir la producción de proteínas en la célula mediante las interferencias constructivas o destructivas.

Fuente:  G. RODRÍGUEZ-FRAILE: ¿Un nuevo paradigma de la realidad? (resumen sintético de: 1.1 La evolución de la física + 1.2 ¿Cómo ve la ciencia actual el Cosmos?)


Ver también:

Entre el sueño y la Realidad (continuar soñando o despertar)

Una Inteligencia cósmica única

SECCIÓ: EL COSMOS

SECCIÓ: EIXAMPLANT LA NOSTRA CONSCIÈNCIA CÒSMICA


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