titulo de la web

Experiencias humanas típicas (I)

¿...y si nuestra tarea existencial y nuestro destino fuera simple y llanamente "llegar a ser lo que realmente por naturaleza ya somos"?

¿En qué consiste ser, llegar a ser, cada vez más plenamente “humanos”?

Nuestra meta como especie: "humanizarnos" (progresar hacia un más alto grado de "humanización")

En el interior de cada uno de nosotros se libra una dura batalla entre las fuerzas instintivas procedentes de nuestra "animalidad" y la tendencia "humanizante" también presente en lo más íntimo del corazón de cada ser humano.

¿Existen experiencias emocionales que sean específicamente humanas?
Experiencias que denoten en quien las cultive y practique haber alcanzado un más alto grado de "humanidad"?

Todo conocimiento del otro es verdadero sólo si se basa en vivir dentro de mí lo que él vivencia dentro de sí.

¿Qué significa ser «humano», «humanizarse»? "ANIMALIDAD" vs. "HUMANIDAD" ¿...y si nuestra meta como especie y como individuos fuera irnos humanizando más y más y más... y más, y más y más...? ¿...y si nuestra tarea existencial y nuestro destino fuera simple y llanamente "llegar a ser lo que realmente somos"? Esa ha sido y continúa siendo la gran cuestión humana… Los grandes sabios de todos los tiempos a ella se han consagrado: qué (quienes) somos y qué podemos llegar a ser. Las respuestas han sido diversas… Algunas han apreciado en el fondo más íntimo de nuestra “humanidad” un destello de la “divinidad”. Parece que el proceso de "hominización" seguido por la especie humana a través de millones de años ha entrado actualmente en una fase de relativa estabilización. También desde prácticas ancestrales, como por ejemplo el canibalismo practicado en épocas pretéritas, hemos avanzado mucho en el proceso de "humanización". Sin embargo, este es un largo proceso en el que todavía nos queda mucho trecho por recorrer para sobreponernos a prácticas como la violencia, la agresividad, las guerras, el poder coactivo, la imposición por la fuerza, las exclusiones, la marginación, la insolidaridad... y sustituirlas por actitudes como la compasión, la ternura, el altruismo, la cooperación, la solidaridad... Por eso podemos plantearnos: ¿nacemos ya plenamente y completamente “humanos” o cada individuo debe recorrer su propia trayectoria para irse “humanizando” progresivamente? "ANIMALIDAD" vs. "HUMANIDAD" ¿Qué hacemos predominar más en nosotros, nuestra “animalidad” (impulsividad, agresividad, violencia, autoritarismo, egocentrismo...) o nuestra “humanidad” (solidaridad, escucha, comprensión, empatía, compasión, ternura, amor...)? ¿En qué consiste ser “humano”, llegar a ser cada vez más plenamente “humano”? El hombre ha sido seducido fácilmente —y aún lo es— a aceptar una forma particular de ser hombre como su esencia en función de la concepción de “ser humano” que cada sociedad histórica particular ha supuesto que es la naturaleza humana.

¿Nacemos con una “humanidad” ya culminada o la “humanización” es un proceso progresivo, una meta a alcanzar (no una cualidad ya completamente dada por el solo hecho de pertenecer a la especie humana) y un proceso en el que cada uno ha de esforzarse en paulatinamente progresar? ¿Qué significa ser «humano», «humanizarse»? El hecho de ser un «homo sapiens» no me convierte necesariamente en «humano»; aquella denominación de homo sapiens no significa otra cosa más que el que soy una bestia racional; el llegar a ser «humano» es algo mucho más profundo y difícil de alcanzar. «Humanizarse» significa también ir tomando conciencia de lo que supone la "riqueza" de la propia existencia. ¿Qué significa, pues, ser "humano", progresar en “humanidad”? ¿Cuáles son las cualidades que nos hacen más propiamente humanos, aquellas cualidades que denotan haber desarrollado y alcanzado un alto grado de “humanidad” desembarazándonos de los fuertes embates de nuestra impulsiva instintiva “animalidad”? Tomar consciencia plenamente de la propia "humanidad" significa percatarse de que, “Hombre soy, y nada humano me es ajeno”; de que cada quien lleva dentro de sí a toda la humanidad —al santo como al criminal—; de que, no hay crimen del cual cada uno no se pueda imaginar ser el autor.

El hombre nace como una extravagancia de la naturaleza, siendo parte de ella y, no obstante, intentando trascenderla. El proceso de alcanzar una consciencia cada vez mayor no es más que el proceso de despertarse, de abrir los ojos y ver lo que se halla enfrente de nosotros. Ser consciente quiere decir suprimir las ilusiones y al mismo tiempo, en la medida en que esto se cumple, un proceso de liberación mediante la progresiva dominación y control del determinismo instintivo animal que perdura en nuestra naturaleza humana.

¿Existen experiencias emocionales que sean específicamente humanas y que no correspondan a aquello que sabemos que se halla arraigado en el encéfalo inferior y que forma parte de nuestra naturaleza más propiamente animal? ¿Cuáles son esas experiencias específicamente humanas cuyo cultivo y práctica nos aproximan a un mayor alto grado de “humanidad”? Es la misma ciencia actual la que sostiene que el altruismo, la empatía, la bondad, el amor desinteresado son actitudes que están en la base de los individuos que se distinguen por haber alcanzado un mayor alto grado de "humanización". Veámoslo de la mano del eminente psicólogo humanista E. FROMM en su obra “La revolución de la esperanza”.

E. FROMM (1900 - 1980), psicólogo social, psicoanalista y humanista alemán

"Experiencias humanas típicas"

El hombre de la era industrial contemporánea ha sufrido un desarrollo intelectual al que todavía no le vemos límites. Simultáneamente, se ha inclinado a acentuar las sensaciones y experiencias sensibles que comparte con el animal: deseos sexuales, agresión, susto, hambre y sed. La cuestión decisiva es si existen experiencias emocionales que sean específicamente humanas y que no correspondan a aquello que sabemos que se halla arraigado en el encéfalo inferior. Una opinión que se oye a menudo es que el tremendo desarrollo del neocórtex ha hecho posible que el hombre posea una capacidad intelectual en constante aumento, pero que su cerebro inferior apenas se diferencia del de sus antepasados primates y, en consecuencia, que no se ha desarrollado emocionalmente y que, cuando mucho, puede manejar sus "impulsos" sólo reprimiéndolos o controlándolos (ver: El cerebro humano y la emergencia de la mente).

El hombre no se distingue del animal únicamente por su intelecto, sino por nuevas cualidades afectivas que son producto de la interacción entre el neocórtex y la base de la emocionalidad animal.

En mi opinión, hay experiencias específicamente humanas que no son ni de carácter intelectual ni idénticas con aquellas experiencias sensibles similares en todo sentido a las del animal. Las relaciones particulares entre el extenso neocórtex y el cerebro antiguo son la base de estos sentimientos específicamente humanos. Hay razones para especular que las experiencias afectivas de este carácter, como el amor, la ternura, la compasión, y todo aquel afecto que no se halla al servicio de la función de supervivencia se basan en la mutua acción entre el cerebro nuevo y el antiguo. Por consiguiente, el hombre no se distingue del animal únicamente por su intelecto, sino por nuevas cualidades afectivas que son producto de la interacción entre el neocórtex y la base de la emocionalidad animal.

La siguiente discusión sobre las experiencias específicamente humanas, que denominaré "experiencias humanas típicas", bien podemos comenzarla examinando la "avidez": los deseos que impulsan a los seres humanos a alcanzar una cierta meta. En la sensación falta de avidez, el hombre no está impulsado, no es pasivo sino libre y activo. La avidez se puede motivar de dos maneras: 1) Por un desequilibrio fisiológico que produce el deseo ávido de alimento, de bebida, etc. Una vez que se satisface la necesidad fisiológica la avidez desaparece, a menos que el desequilibrio sea crónico. 2) Por un desequilibrio psicológico, especialmente la presencia de una angustia, soledad, inseguridad, falta de identidad, etc., agudizada. Se alivia satisfaciendo ciertos deseos como el del alimento, el sexual, el de poder, el de fama, de posesiones, etc. Este tipo de avidez es, en principio, insaciable, salvo que la angustia, soledad, etc., de la persona cese o se reduzca considerablemente. El primer tipo de avidez es reactivo a las circunstancias; el segundo es inherente a la estructura de carácter.
El sentir ávido es altamente egocéntrico. Sea que se trate de hambre, de sed o del deseo sexual, la persona ávida quiere algo exclusivamente para ella, y aquello con que satisface su deseo es sólo un medio para sus propias finalidades. Esto resulta obvio tratándose del hambre y la sed, pero ocurre lo mismo cuando se trata del apetito sexual en su forma ávida, en donde la otra persona es primariamente un objeto. En cambio, en el sentir no ávido hay poca egocentricidad. En el sentir no ávido, la persona puede desprenderse de ella misma; no está compulsivamente prendida a lo que tiene y a lo que quiere tener, sino que está abierta y pronta a responder.

La experiencia sexual puede ser simplemente placentera de un modo sensitivo sin la profundidad del amor, pero también sin un alto grado de avidez. La incitación sexual se halla estimulada fisiológicamente, y puede o no conducir a la intimidad. Lo opuesto a esta clase de deseo sexual se caracteriza por una secuencia contraria, a saber: el amor crea el deseo sexual. Lo que significa, hablando más concretamente, que un hombre y una mujer pueden experimentar un profundo sentimiento recíproco de amor en términos de interés, conocimiento, intimidad y responsabilidad, y que esta profunda experiencia humana suscita el deseo de la unión física. Este segundo tipo de deseo sexual constituye la base de la continuación del deseo sexual en las relaciones humanas monógamas de larga duración. Cuando este género de incitación sexual no tiene lugar, es natural que la excitación meramente fisiológica tienda a exigir cambios y nuevas experiencias sexuales. Las dos clases de incitación sexual difieren fundamentalmente de la originada por la avidez, siendo la última motivada esencialmente por la angustia o el narcisismo. A pesar, de la complejidad de distinguir entre sexualidad ávida  y sexualidad "libre", la distinción existe. Todo aquel que perciba la diferencia y tenga consciencia de ella puede observar en sí mismo y en su pareja los diversos tipos de incitación.

La "ternura": entre todos los sentimientos que el hombre ha creado dentro de sí mismo a lo largo de su historia, tal vez ninguno la sobrepase en cuanto a la cualidad neta de ser simplemente humana.

Podemos ahora proceder a examinar algunas otras "experiencias humanas típicas" sin la pretensión de que las descripciones que siguen sean en manera alguna exhaustivas. Relacionada con el deseo sexual no ávido, pero diferente de él, está la "ternura". Freud, cuya psicología entera trata exclusivamente de "pulsiones", tuvo por fuerza que explicar la ternura como un resultado de la pulsión sexual, como un deseo sexual inhibido en cuanto a su fin. Pero la observación parece mostrar que la ternura no es un fenómeno que pueda explicarse como un deseo sexual inhibido en su fin. Es, antes bien, una experiencia sui generis. Su primera característica es que es ajena a la avidez. Cuando se experimenta ternura, no se desea nada de la otra persona, ni siquiera reciprocidad. Tampoco tiene ninguna intención o finalidad particular. La ternura no está circunscrita a ningún sexo ni edad. Resulta extremadamente difícil comunicarla con palabras, excepto tal vez en un poema. Su modo más exquisito de expresión es la forma en que una persona acaricia a otra o la mira, o el tono de la voz. Podría decirse que tiene sus raíces en la ternura que la madre siente hacia su hijo, pero aun de ser así la ternura humana va mucho más allá de la ternura materna, ya que la primera se halla libre del lazo biológico con el hijo y del elemento narcisista del amor de la madre. La ternura no sólo es ajena a la avidez, sino a toda premura y propósito. Entre todos los sentimientos que el hombre ha creado dentro de sí mismo a lo largo de su historia, tal vez ninguno la sobrepase en cuanto a la cualidad neta de ser simplemente humana.

La compasión y la empatía son otros dos sentimientos claramente relacionados con la ternura, pero no del todo idénticos a ella. La esencia de la "compasión" consiste en que se "padece con" o, en un sentido más amplio, se "siente con" la otra persona. Esto significa que no se mira a la persona desde afuera, constituyendo así el "objeto" de mi interés, sino que uno se mete dentro de la otra persona. Significa que yo experimento en mí mismo lo que ella experimenta. Se trata de un modo de relacionarse que se caracteriza por la frase "Yo soy tú"; es decir, yo vivo dentro de mí lo que el otro vive y, por tanto, que en esta vivencia él y yo somos uno. Todo conocimiento del otro es verdadero sólo si se basa en mi vivir dentro de mí lo que él vivencia. Si no ocurre así y el otro sigue siendo un objeto, puedo conocer infinidad de cosas sobre él, pero a él no lo conozco (En psicoanálisis o en formas semejantes de psicoterapia profunda, el cono- cimiento del paciente reside en la capacidad del analista para conocerlo. Un conocimiento que no requiere de "datos", sino antes bien de una completa apertura hacia el otro y de una apertura en sí mismo).

Para que se dé esta clase de conocimiento se requiere que cada persona lleva dentro de sí a toda la humanidad, que todos somos santos y criminales en una u otra medida y, por tanto, que no hay nada en el otro que no podamos sentir dentro de nosotros mismos. Conocer a las personas en el sentido de conocerlas compasiva y empáticamente requiere que penetremos en lo profundo de esa realidad humana en la que no somos más que humanos. La compasión y el conocimiento verdaderos del hombre han sido por mucho tiempo menospreciados como un factor revolucionario en el desarrollo del hombre.

La nueva norma ética es el "progreso" capitalista, entendiendo por él básicamente el progreso económico, el aumento de la producción y la creación de un sistema de producción cada vez más eficiente. Todas las cualidades humanas que están al servicio de ese tipo de "progreso" son virtuosas y todas aquellas que lo impiden son "pecaminosas". El hecho es que la compasión no ayuda al "progreso", sino, por el contrario, lo obstruye. Para esa mentalidad la compasión será siempre un obstáculo al avance del "progreso".

En la persecución de fines políticos y económicos ha desaparecido por completo la compasión. En la moderna sociedad industrial, los actos compasivos han sido reemplazados por la "filantropía", esa forma enajenada y organizada burocráticamente de satisfacer la conciencia moral. A menudo incluso el más grande sentido de justicia social no es, de ninguna manera, una expresión de compasión, sino el resultado de motivos muy diversos: la necesidad de un mercado de consumo en constante expansión, la presión política de los pobres, el creciente sentido de la igualdad democrática en los países industriales, etc., entre los cuales la compasión parece no contar. (...)

Fuente: E. FROMM: La revolución de la esperanza. (resumen del epígrafe:  "Experiencias humanas típicas")

siguiente...




Ved también:

De la hominización a la humanización


Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...