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El cerebro humano y la emergencia de la mente

Los humanos somos unos seres absolutamente singulares en el cosmos. Reflexionamos y tenemos consciencia sobre nosotros mismos y sobre cuanto nos rodea. Ningún otro ser conocido en el universo es capaz de tales competencias. El cerebro humano es la estructura biológica más compleja que podemos contemplar en la naturaleza. La referencia central de nuestras experiencias y conductas es el cerebro. Pensamientos, afectos, pasiones, intuiciones, creencias, instintos, conductas, creaciones artísticas ... todo acaba referido al cerebro. Nuestro cerebro corresponde a una especie en evolución. Es este cerebro el que piensa, siente, coordina, trasciende, cuestiona ... pero sólo al nivel que le corresponde y con los recursos de los que disfruta.

Las actividades mentales tienen como referencia básica las estructuras neurales. En los homínidos la aceleración del crecimiento cerebral correspondió a grandes rasgos con una creciente complejidad y aceleración de la capacidad mental. Más que residir en el número de neuronas, el surgimiento de la vida mental a partir de la organización cerebral parece depender más del vasto sistema dinámico de comunicación entre ellas. La vida de la mente hay que referirla a todo el sistema nervioso y no atribuirla sólo al cerebro. De la percepción, la organización y el tratamiento de los datos, el cerebro es capaz de pasar a las actuaciones sobre el medio. El cerebro está compuesto por multitud de órganos, cada uno con una función diferente, pero relacionados entre sí. La división del cerebro en tres capas ayuda a poder entender mejor las diferencias entre el consciente (humano) y el inconsciente (animal).

Para el conocimiento de nuestro funcionamiento como humanos es de interés intentar relacionar las estructuras neurales concretas con las actividades mentales correspondientes. Observando los sucesivos sedimentos evolutivos que esta estructura presenta podemos entender las competencias mentales de que esta estructura es capaz. El ser vivo es una fuente de pulsiones de vida (programaciones hipotalámicas) y resonancias emocionales (sistema límbico y mundo del deseo). En la perspectiva de una mayor profundización en nuestro conocimiento antropológico presentamos, en un lenguaje asequible, una síntesis sobre algunas de estas cuestiones siguiendo la exposición de R. M. NOGUÉS*, Doctor en Biología y Catedrático emérito de Biología Humana en la Universidad Autónoma de Barcelona en su obra “Neurociencias, espiritualidades y religiones” y de M. HERNÁNDEZ PACHECO*, psicólogo clínico.

Nuestro conocimiento sobre la realidad es muy limitado y nuestras consideraciones sobre muchos de sus aspectos y en concreto sobre la vida es muy reducido. La vida como tal constituye una soberbia maravilla digna de contemplación y respeto, una espectacular cabriola de la materia en medio de las inmensidades del universo. Que existan vivientes es ya una agradable sorpresa si tenemos en cuenta que, según nuestros modestos datos, no parece que el universo esté masivamente habitado por vivientes, aunque probablemente existan muchos planetas con vida. La vida parece más bien una feliz ocurrencia infrecuente de algún planeta templado.

Vida y sensibilidad

Nuestra soberbia incultura nos lleva a menospreciar la vida vegetal. Las plantas podrían vivir sin nosotros. Nosotros, en cambio, sin ellas, nos extinguiríamos en poco tiempo. Un feliz incidente evolutivo permite que en unos vivientes que denominaremos animales aparezca un recurso vital que es la célula nerviosa. A través de sutiles apariciones de células neuronales, los vivientes empezaron a ser sensibles a los retos ambientales y a poder actuar sobre ellos de forma rápida y móvil. Los tejidos nerviosos, enriqueciéndose y centralizándose, fueron configurándose como los típicamente responsables de la gestión total del organismo y de su relación con el medio.

Nervios, cerebros y mente

Una exigua cantidad de neuronas de un pequeño gusano de apenas un milímetro permite a su sistema nervioso realizar todas las competencias de la vida animal (gestión del propio organismo, orientación y motilidad en el medio, alimentación, reproducción...). Resulta difícil imaginar y comprender cómo de tan reducidísima red nerviosa resulta una capacidad tan espectacular y autónoma. Una primera cuestión que se nos presenta es si este animal posee algo de mente, es decir, algún tipo de representación de sí mismo y del mundo que lo rodea que pueda unificar sus percepciones y «decisiones» motoras para sobrevivir. Su «cerebro» es muy reducido, pero sin duda, junto con la red neural de todo su organismo, le permite mantenerse en vida y sobrevivir. ¿Es esto mente?

Hay datos que demuestran que a mayor complejidad cerebral corresponde mayor capacidad mental. La mente es una realidad emergente en paralelo con la complejidad de las estructuras que la sustentan. Hoy se admite la posibilidad de que incluso la conciencia sea un fenómeno constituyente de la materia. La idea de emergencia de la mente al ritmo de la «complejificación» de la realidad forma parte de la convicción de muchos autores.

Una estructura para sobrevivir

Las estructuras vivientes y el sistema nervioso en general, con su centro cerebral, están orientadas a vivir y sobrevivir. Es la tarea fundamental del que vive. Desde este punto de vista el cerebro es una estructura absolutamente eficaz. De ahí que tenga interés recordar cuáles son los elementos que confluyen en esta tarea. Veámoslo en el cerebro humano.

Tanto nuestra anatomía como nuestra fisiología son el resultado de millones de añosde evolución, un proceso que ha ido añadiendo estructuras nerviosas que resultaron útiles a las especies que nos precedieron filogenéticamente. El cerebro de los seres vivos ha ido desarrollándose, conservando estructuras y funciones que resultaron útiles para lasupervivencia, y alcanzando cada vez niveles más complejos. Para los seres humanos, esto ha supuesto el desarrollo de estructuras cerebrales que realizan tareas específicas y que han permitido, entre otras funciones, la aparición del lenguaje. Con este, se abrió la posibilidad de establecer una comunicación compleja con otros seres, fabricar herramientas y poder adaptarnos a cualquier ecosistema. Esto es lo que conocemos como cognición y es una característica que no compartimos con ninguna otra especie animal. Nosotros también compartimos muchas estructuras y funciones cerebrales con los seres que nos han precedido en la escala evolutiva. Poseemos áreas cerebrales que regulan el miedo, la reproducción o la alimentación; regiones cerebrales que también poseen los reptiles. Con los mamíferos compartimos también la presencia de «emociones», que nos hacen cuidar de nuestros hijos, ser animales sociales y ayudan amodular, con mayor o menor acierto, nuestras acciones. A nivel psicológico, las implicaciones de lo anterior son enormes. Los seres humanos tenemos que procesar la información a dos nivelesdiferentes: uno cognitivo, a través del pensamiento, y otro emocional. Ninguna otra especie animal puede conducir un coche o dirigir una orquesta, pero sí pueden sentiremociones como rabia, miedo o apego a su descendencia. Las emociones van a regulargran parte de nuestro comportamiento y nuestros pensamientos, y a menudo van a estar en contradicción con lo que sabemos que resulta lógico. Como seres humanos, no somos ajenos a esta paradoja y muchas veces a lo largo de nuestra vida hemos hecho cosas de las que sabíamos que probablemente nos iban a arrepentir, pero aun así no hemos podido dejar de hacerlas.

Seguiremos la evolución de las sucesivas estructuras y competencias que se van conformando durante la evolución de los primates. Tanto las capacidades craneanas globales como la evolución de estructuras neurales concretas o el análisis de las formas de expresión genética en células neurales, nos llevan hoy a admitir que el cerebro humano es la estructura biológica más compleja que podemos contemplar en la naturaleza. Observando los sucesivos sedimentos evolutivos que esta estructura presenta podemos entender las competencias mentales de las que esta estructura es capaz. Aunque el sistema encefálico es un todo integrado, se pueden distinguir conjuntos estructurales a los que se pueden atribuir funciones diferenciadas en el mundo mental y conductual.

NIVELES ESTRUCTURALES

estrucutras cerebrales

En la especcie humana durante los primeros meses de vida intrauterina, se forman las áreas cerebrales que compartimos con los reptiles: el tronco encefálico o cerebro reptiliano. En los siguientes meses de embarazo y en los dos primeros años de vida, se desarrolla el sistema límbico o cerebro mamífero: las zonas cerebrales que regulan las emociones. La parte evolutiva más reciente –la que nos diferencia de los demás seres vivos– es el neocórtex o cerebro humano, que aparece alrededor de los 2-3 años de vida y no se forma completamente hasta después de la adolescencia. Especifiquemos un poco más.

EL CEREBRO ARCAICO

La competencia más esencial de todo ser vivo es que el organismo funcione. Esto comporta la regulación de la homeostasis (equilibrio compensado en el funcionamiento de todas las variables fisiológicas) y de todos los comportamientos que sean imprescindibles para asegurar la supervivencia individual y especifica. Éstas son las competencias del cerebro arcaico. En términos anatómicos se puede considerar que la estructura correspondiente al cerebro arcaico está constituida por el tronco encefálico (bulbo raquídeo, cerebelo, protuberancia anular y mesencéfalo) y el diencéfalo (hipotálamo, hipófisis y tálamo).

En estas zonas del encéfalo hay reunidas una gran diversidad de estructuras o centros que controlan las funciones básicas de supervivencia. Así, por ejemplo, existen centros responsables de mecanismos más o menos automatizados que controlan la respiración o la circulación de la sangre, y reacciones estereotipadas como la tos, el vómito, el estornudo, etc. En el cerebelo existe el control de muchos aspectos de la postura y el movimiento- y de otros que hoy se van descubriendo en este importante centro-. En el diencéfalo, especialmente en el eje hipotalámico-hipofisario, se encuentran los centros y programas responsables de las grandes conductas instintivas y las programaciones hormonales correspondientes. En el hipotálamo en concreto hay una serie de núcleos que tienen una importancia primordial en el control de las conductas referentes a la alimentación, la sexualidad y la respuesta agresiva, así como en algunos aspectos de las conductas jerárquicas y territoriales -implicadas también en los comportamientos alimenticios, sexuales o agresivos-.

Tronco encefálico (cerebro reptiliano) está situado en la base del cráneo sobre la columna vertebral. Regula los aspectos fisiológicos fundamentales para la supervivencia como la respiración, la temperatura o la digestión, así como los reflejos de apego más básicos para vincularse a los cuidadores en los primeros meses de vida. El órgano más representativo de esta área es el hipotálamo, que desempeña un papel crucial en el sistema endocrino y el SNA. Este último, a su vez, se divide en dos ramas: la rama simpática que actúa como activador y la rama parasimpática que provoca desactivación.

Se trata de una estructura que comprende anatómicamente el puente, el cerebelo y la parte superior de la médula y, según algunos, también el tálamo. Las funciones del tronco cerebral incluyen una serie de automatismos referidos a acciones fundamentales para el organismo, tales como la respiración, el ritmo cardíaco, la regulación de la tensión vasomotora y los reflejos como vomitar, estornudar, etc. El tronco cerebral, estructura central que corresponde a la ampliación de la médula espinal al entrar en el cráneo, aloja un conjunto de núcleos y estructuras que controlan muchísimos automatismos que garantizan el funcionamiento «automático» del organismo. Es como la «sala de máquinas» del encéfalo. A esta zona pueden asignarse redes y núcleos responsables del funcionamiento rítmico del sueño-vigilia, de la respiración, del ritmo cardíaco, así como de una serie de automatismos reflejos relativos a la deglución, el vómito, el estornudo, etc. También en el tronco cerebral están diversos núcleos de los nervios craneales, fundamentales en el control vegetativo del organismo. Este inmenso sistema de regulación funciona prácticamente a nivel inconsciente, de forma que el reducido espacio consciente de la mente pueda ocuparse en funciones más electivas, dejando a una homeostasis general autónoma la garantía del funcionamiento ordenado y coordinado de todos los órganos y sistemas corporales.

El cerebelo es una estructura notablemente desarrollada, poco conocida, pero que manifiesta competencias importantes en cuanto a la coordinación motora, el balance postural, el equilibrio, los aprendizajes motores, etc. Todas estas funciones del tronco cerebral y el cerebelo son muy importantes, pero poco sometidas al control consciente. La conciencia general y el estado de alerta psicológica y atención -funciones fundamentales del psiquismo básico- son controlados por el sistema reticular activante, localizado también en el tronco cerebral y que da el «tono» del psiquismo en cuanto a la calidad del despertar. Al tronco cerebral se le atribuye la regulación general del ritmo circadiano -alrededor del día-, en el que el individuo pasa espontáneamente por fases de víspera y sueño y por variaciones en la segregación de melatonina, activación o ralentización de las funciones vegetativas y regulación global del metabolismo.

El diencéfalo (hipotálamo, hipófisis y tálamo). En el centro de la estructura cerebral existe un conjunto de núcleos que se agrupan en la zona hipotalámica y que son las referencias principales de las pulsiones fundamentales que garantizan la vida. A estos núcleos pueden referirse los impulsos para realizar las conductas referentes a la alimentación, la sexualidad y reproducción, la agresividad, la territorialidad y la organización social jerárquica. Sin estas pulsiones, la vida estaría seriamente comprometida. El conjunto de pulsiones de raíz hipotalámica constituye la infraestructura del vivir, y lógicamente estas conductas tiñen toda la actividad vital de una u otra forma.. En el centro mismo del cerebro se encuentra el hipotálamo, constituido por una docena de núcleos responsables de las conductas básicas para la supervivencia. A estos núcleos se les puede considerar los que contienen los circuitos neurales responsables en primera instancia de conductas como la agresividad, la ingesta alimentaria, la sexualidad y aspectos de la ordenación jerárquica y territorial de los animales.

El hipotálamo está íntimamente conectado con una de las glándulas endocrinas centrales del organismo, la hipófisis, que es como el director de orquesta del sistema hormonal más complejo del organismo. La hipófisis controla directa o indirectamente las hormonas tiroideas, sexuales, suprarrenales, del crecimiento, la oxitocina, la hormona antidiurética, la prolactina y la hormona estimulante de los melanocitos. Hipotálamo e hipófisis constituyen una estructura central de todo el sistema vegetativo y merecen la consideración de subcerebro vegetativo del individuo. Los comportamientos que regulan son absolutamente centrales para la supervivencia y tiñen de una u otra manera toda la vida psíquica, que queda así discretamente, pero universalmente, condicionada por estas orientaciones conductuales.

Íntimamente unida al hipotálamo se encuentra la hipófisis. Se trata de una glándula endocrina que ejerce un control muy amplio sobre una gran cantidad de hormonas. Estas son las que ejercen la regulación humoral de las conductas, en estricto paralelo con la regulación electroquímica ejercida por las redes nerviosas. Muchas hormonas muy importantes en la conducta humana son mediadas por la actividad de la hipófisis. Recordemos la tiroxina, ordenando la velocidad de crucero del metabolismo; las hormonas sexuales, en sus múltiples y complejas funciones de determinaciones corporales, gametogénesis y orientaciones de la libido; las hormonas suprarrenales, reguladoras de las tensiones conductuales; las familias hormonales de los opiáceos naturales (endorfinas, encefalinas...) que se ocupan de la importante función de «premiar» agradablemente las conductas adecuadas; la oxitocina, clave en la creación de vínculos y relaciones empáticas; la prolactina, que en mamíferos rige la primera alimentación del nuevo individuo; la hormona del crecimiento... Este ejército humoral atiende discretamente las funciones del vivir al ritmo de las influencias hipotalámicas, de forma que al conjunto de hipotálamo e hipófisis muchos lo consideran una especie de «subcerebro» vegetativo, altamente sensible a las calmas o las tempestades del mundo mental.

EL CEREBRO EMOCIONAL

estrucutras cerebrales

Las estructuras cerebrales que se relacionan con las experiencias emocionales son las que se conocen reunidas bajo la denominación de sistema límbico. Se trata de un conjunto de estructuras constituidas por el giro angular, el hipocampo y la amígdala. Son estructuras específicamente activas en las experiencias emocionales. Se relacionan muy particularmente con el hipotálamo y con las vísceras, que aportan una contribución central a las respuestas emotivas.

En el centro y en el interior de la gran estructura del córtex encontramos el sistema límbico. Se trata de un conjunto de estructuras constituidas por el bulbo olfatorio, el hipocampo —la parte interna del córtex con funciones muy significativas en la memoria—, los cuerpos mamilares —que tienen un papel particular en la alerta — y el conjunto de fibras que los conectan con el hipocampo y que se llama fórnix, las amígdalas cerebrales —unos núcleos muy importantes en la memoria emocional, especialmente el miedo—, y otras zonas asociadas. Concretando un poco más, en el centro del cerebro y abrazando las estructuras hipotalámico-hipofisarias están los componentes del sistema límbico, un importante conjunto de estructuras a las que cabe referir principalmente las experiencias emocionales. Lo componen la amígdala cerebral, el hipocampo, el núcleo accumbens, algunas zonas del tálamo y de los ganglios básales, y algunas zonas de la corteza orbitofrontal. Las estructuras límbicas en su conjunto posibilitan las reacciones emocionales, bases psicosomáticas del mundo de los sentimientos. Evolutivamente, se trata de unas competencias desarrolladas de forma muy importante en los mamíferos y que permiten acompañar a las conductas con un eco visceral potente, lo que las orienta y las fija en la memoria, estableciendo una orientación positiva hacia las que presentan un eco agradable , y una conducta de evitación hacia las que evocan malestar. La respuesta emocional tiene un papel central en la vida psíquica humana y condiciona y explica una importantísima parte de la orientación de los comportamientos. La potencia emocional constituye un elemento central de toda conducta y explica la parte más importante de la orientación de la vida hacia la felicidad y el bienestar, además de asistir, de forma muy significativa, los procesos de razonamiento, en los que a menudo interviene de forma más enérgica que como lo hace la propia lógica.

Sistema límbico (cerebro mamífero) es el área del cerebro que permite que sintamos emociones como odio o amor, y que nos convierten en animales sociales y empáticos, regulando la comunicación no verbal. Varios de estos centros, como el núcleo accumbens, están relacionados con la satisfacción, y más ampliamente felicidad. Hablar de emociones, y de su traducción humana en sentimientos, es hablar del nacimiento de la conciencia y de la justificación del 90% de nuestras decisiones. Las emociones son los grandes acompañantes de la conducta y las que la orientan de forma segura y eficaz. Su valor de fijación y memoria es importantísimo. En los humanos, la herencia emocional es mucho más fija y estable que la reciente y sorprendente capacidad de raciocinio, interesantísima posibilidad, pero que no siempre está bien ensamblada en el zócalo emocional y que con frecuencia crea situaciones de conflicto y contradicción en el seno del mundo mental humano. El sistema límbico determina nuestro yo emocional. El sistema límbico contiene muchos órganos, pero en relación a la ansiedad y el miedo, nos interesan principalmente la amígdala, el hipocampo, la ínsula y el locus cerúleo.

  • La amígdala evalúa y registra los recuerdos no conscientes o emocionales (implícitos). Es el órgano más importante relacionado con el miedo y el apego, y se encuentra completamente formada en el momento del nacimiento. Está dividida en tres áreas diferenciadas: una conecta con el córtex orbitofrontal y está relacionada con lasrelaciones interpersonales; otra conecta con el córtex frontal responsable de la cognicióny el pensamiento, y una tercera con el hipotálamo, que a su vez regula las funcionescorporales. Constituye un órgano mediador y regulador de todos losestímulos que percibimos tanto externa como internamente. Su función es recordar todoaquello que ha resultado peligroso en el pasado para poder enfrentarse a las amenazas deforma más adecuada en el futuro. El problema ocurre cuando se activa en situaciones que en el pasado fueron peligrosas, pero que en la actualidad han dejado de serlo, como por ejemplo en los casos de las fobias o en situaciones que provocan una vergüenza patológica.
  • El hipocampo modula la reacción de la amígdala, evitando reacciones indiscriminadas, incontrolables o irascibles; es decir, es un regulador de esta. Está relacionado con la memoria consciente o explícita. No aparece hasta los dos años de edad, aproximadamente. La amígdala no tiene filtro y activa directamente elsistema simpático; en cambio, el hipocampo filtra la información que recibe y activa elsistema parasimpático. La función del hipocampo consiste en recordar las variablescontextuales en las que ocurrió el hecho (lugar, cuándo ocurrió, qué lo desencadenó etc.), pero si la estimulación es excesiva –por ejemplo, porque la situación era muy peligrosa– no va a poder activarse ni regular a la amígdala. En estos casos es cuando se generaría el trauma, con todas las características que lo acompañan de activación emocional, fobias o amnesias.
  • La ínsula facilita la introspección y permite que evaluemos nuestros estados corporales y el estado emocional de los demás. Este órgano está conectado a la amígdalay al córtex orbitofrontal, provocando sensaciones agradables o desagradables frente a diferentes estímulos. Según Damasio, nuestras emociones se sustentan en nuestras sensaciones corporales, por lo que la ínsula es vital a la hora de evaluar cómopercibimos a los demás y cómo sentirnos ante sus reacciones. Cuando este órgano se encuentra dañado, los individuos no pueden empatizar con las emociones ajenas ya que, al no sentir nada no son capaces de interpretar lo que siente la otra persona. Esta información corrobora la importancia de las sensaciones sobre las emociones.
  • Locus cerúleo o locus coeruleus: Es el órgano que regula la síntesis de lanoradrenalina en el cerebro. Este neurotransmisor provoca reacciones de activación en el cerebro. Estimula a la amígdala para recordar el peligro y al hipocampo para recordartodas las variables contextuales relacionadas con la amenaza.

Las funciones emocionales son muy importantes. Las estructuras cerebrales de la emoción posibilitan y acompañan en gran manera todas las conductas animales, y los humanos hemos recibido este zócalo cerebral en una configuración muy bien estructurada que tiene una gran importancia en nuestra conducta y explica de forma muy principal el origen y condiciones de nuestros comportamientos, aunque a veces su influencia actúa de forma poco consciente. De ahí que frecuentemente la mente humana crea que sus motivaciones conductuales responden al razonamiento, cuando en realidad son fruto más claramente de los sentimientos que de la razón. Los aspectos centrales de muchas de nuestras conductas son tributarios de bases emocionales, aunque no lo advirtamos. Esto vale tanto para conductas económicas, amorosas, políticas, culturales, filosóficas o estéticas como para las espirituales y religiosas.

Las emociones son el eco que las experiencias más significativas suscitan en el organismo, sobre todo a través de una viva alteración visceral (respiración, circulación, respuestas hormonales...) que intensifica la experiencia y la fija en la memoria, algo que la destaca en el panorama mental por ser repetida, si es agradable, o bien por ser evitada, si es adversa. La memoria emocional refuerza las conductas y evolutivamente es una ganancia evidente en relación a la fijación de relaciones conductuales en general y sociales en particular. Consecuentemente, la emoción acompaña las conductas o experiencias más significativas en la vida humana. Cabe notar que la riqueza emocional crea situaciones mentales de adhesión o rechazo a determinadas situaciones o conductas de forma previa a la actuación del razonamiento (las emociones son más básicas y arcaicas que el razonamiento, y esto tanto desde el punto de vista filogenético como en el orden secuencial en que se producen, ya que para ser eficaz un estado emotivo se instaura y previamente a la actuación de la razón, como es evidente en temas como el enamoramiento o el miedo). Debido a este régimen neural y mental, es necesario estar siempre muy atentos a la primacía emocional en las relaciones sociales humanas, en contra de lo que suele considerarse. La razón desempeña en estos temas un papel de segunda instancia, en contra de lo que creemos y nos parece experimentar. Las emociones son en este sentido un determinante esencial de las conductas, mucho más determinantes que la lógica o las razones, aunque a menudo la "claridad" de la razón frente a la "confusión" emocional nos haga preferir la formulación "racionalista", que da una apariencia más tranquilizadora que el análisis emocional. Admitido el marco de razonabilidad, tanto la fe religiosa como tantas otras adhesiones emocionales suficientemente críticas (personales, políticas, etc.) constituyen el motor principal de las conductas más dignas, cualitativas, dinamizadoras y eficaces de la aventura humana.

CORTEX CEREBRAL

Por encima de todas estas estructuras cerebrales se despliega en una extensa superficie replegada en forma de circunvoluciones, constituida por capas de células que, en forma de gorro, cubre todas las estructuras inferiores del cerebro. Se llama córtex cerebral, que centra y coordina todas las redes y núcleos, dando unidad y coherencia al sistema. Su acción coordinadora, sin embargo, no sustituye ni anula ninguno de los elementos citados, antes bien los integra y los ensambla en una síntesis homeostática fisiológica, conductual y experiencial. En los humanos es el centro de control más unificador de la actividad psíquica a través de sus variadas zonas. Muchas áreas del córtex cerebral están directamente destinadas a diversos aspectos de las funciones sensoriales y motoras. Existen áreas destinadas a coordinar la sensibilidad táctil y, frente a ellas, áreas sensiblemente simétricas, orientadas a regular la movilidad de la musculatura estriada o voluntaria. Importantes áreas del córtex occipital son responsables de la integración de la visión, y en los lóbulos temporal y frontal existen áreas destinadas al lenguaje, que están sensiblemente lateralizadas en uno de los hemisferios. Alrededor de estas áreas sensoriales y motoras existen zonas de integración de estas capacidades. Progresivamente la mente gana en profundidad, eficacia y una cierta agilidad adaptativa frente a los retos ambientales. El córtex cerebral animal tiende a la centralización, pero no anula los sistemas inferiores, que integra en una unidad de tratamiento superior. Asume competencias de registro, elaboración y acción motora, siempre manteniendo de forma subsidiaria las competencias de cada nivel inferior. El córtex cerebral está sensiblemente diferenciado desde el punto de vista anatómico en unas zonas denominadas lóbulos y que se corresponden de forma genérica con los huesos del cráneo: lóbulo frontal, lóbulos parietales, lóbulos temporales y lóbulo occipital. Estos lóbulos contienen en su parte más externa unas circunvoluciones que aumentan la superficie del córtex y que contienen la capa en la que se concentran los somas o cuerpos neurales (materia gris), la cual está organizada en unas estructuras columnares que pasan por ser unidades fundamentales de procesamiento cerebral.

estrucutras cerebrales

En zonas concretas de los lóbulos corticales parecen poder localizarse aspectos importantes de la vida cerebro-mental. Desde el punto de vista sensorial, el lóbulo occipital recoge competencias visuales, el lóbulo temporal recoge competencias auditivas y en los humanos en el hemisferio izquierdo está situada el área de Wernicke, zona fundamental para la comprensión del lenguaje. El gusto y el olfato se registran en la parte inferior frontal. El tacto es percibido por una franja sitúa da en el lóbulo parietal en una zona posterior al surco de Kolando, que separa el lóbulo frontal del parietal. En una zona relativamente paralela a esta, situada en la parte anterior al surco de Rolando y sobre el lóbulo frontal, se sitúa el control motor. En esta zona, en los humanos, se localiza el área de Broca, que resulta fundamental para la producción del lenguaje. Tanto la franja sensitiva como la motora recogen topológicamente las capacidades sensitivas y motoras en una formación conocida como «homúnculo» por reproducir globalmente la imagen del cuerpo, aunque deformada de acuerdo con la sensibilidad de cada zona. La percepción interoceptiva se sitúa significativamente en una parte del córtex, denominada ínsula, que está recogida interiormente en relación con los lóbulos parietal y temporal. Los lóbulos frontales no recogen competencias explícitas de fenómenos mentales o sensitivos; en cambio, se caracterizan por ser las zonas en las que presumiblemente se realizan funciones importantes de síntesis mentales de todo tipo. Los lóbulos frontales se van manifestando a los investigadores como la sede central en la que se coordinan los aspectos más finos de la conducta global del individuo, zonas que responden o activan con ocasión de experiencias mentales superiores, como las sensaciones de conciencia del yo, los sentimientos de respuesta moral, las experiencias de empatía, la capacidad de coordinación de elementos complejos de la conducta o las correlaciones con fenómenos mentales —como la creatividad. Las alteraciones del córtex frontal se muestran especialmente incidentes en la desorganización de la vida psíquica.

Neocórtex (cerebro humano) es la parte del cerebro evolutivamente más reciente que compartimos con los primates, aunque en los humanos está mucho más desarrollado. Está relacionada con el lenguaje, la cultura, el arte, la música, etc., y te permite, por ejemplo, leer este texto (el sistema límbico será el encargado de que lo disfrutes). Interpreta nuestras experiencias de forma cognitiva: representa el yo reflexivo. Para que pueda trabajar con normalidad es necesario que la amígdala no esté muy activada. Frente a una amenaza, la amígdala nos impide pensar con claridad y tomardecisiones lúcidas y meditadas. Es la parte del cerebro que se desarrolla más tarde y, por tanto, no va a ser funcional en los primeros años de vida. Como consecuencia, durante esta etapa, todo el aprendizaje será emocional, es decir,inconsciente. El neocórtex se encuentra dividido en diferentes áreas con funciones específicas, destacando para nuestro propósito el córtex frontal y el prefrontal.

  • EL córtex frontal es el cerebro ejecutivo. Posibilita la planificación, la memoria y laacción consciente. Es donde se almacena la memoria semántica yepisódica, esto es la memoria explicita.
  • El córtex prefrontal es la región cortical que está más desarrollada en los primates. El CPF es una colección de áreas neocorticales que envía y recibe proyecciones desde todoslos sistemas corticales sensoriales y motores, y desde diversas estructuras subcorticales. Está dividido a su vez en dos partes: lazona dorso-lateral (conectada con el hipocampo y el hemisferio izquierdo, y orientada al lenguaje) y el córtex prefrontal medio (conectado con la amígdala y el hemisferio derecho, y relacionada con las emociones). El córtex prefrontal medio es una zona integradora que conecta el cuerpo (por eltronco encefálico y el SNA), el sistema límbico y otras estructuras corticales. Tienerelación con las conductas de apego.
  • La región orbitofrontal: Forma parte del CPF y regula los afectos y los vínculos deapego. Aunque anatómicamente pertenece a las regiones corticales, fisiológicamente actúa en coordinación con el sistema límbico. Está conectada con la amígdala y es responsable del control inhibitorio, por lo que es fundamental para la autorregulaciónemocional. Cuando se produce una ruptura grave en la relación de apego, esta área activa la amígdala, lo que provoca reacciones de miedo que impiden al niño aprender a regularse emocionalmente.
  • La región prefrontal recibe muchas aferencias nerviosas del hipocampo. Está implicada en las situaciones sociales y en la comunicación emocional, por ejemplo, a través de la modulación de la voz.

En el cerebro de los seres humanos existen unas áreas que regulan las emociones y otras que regulan la cognición y el pensamiento. No siempre van a trabajar con el mismo objetivo o las mismas prioridades. Una parte de la mente actúa por lo que cree lógico e indicado, y otra parte, en cambio, puede hacerlo por impulsos o emociones. Puede haber discrepancias entre lo que sabemos que es lógico y lo que dictan nuestras emociones y sensaciones. Claramente, sentimos miedo cuando ocurre algo que pone nuestra vida en peligro, pero a menudo podemos sentir miedo y ansiedad sin saber cuál es la causa del malestar. No obstante, en ambos casos nos sentiremos incapaces de controlar las sensaciones desagradables o los pensamientos catastrofistas. La activación de las áreas subcorticales relacionadas con la defensa actúa de forma impulsiva y autónoma, independientemente de las áreas corticales que rigen los criterios racionales. Con el trabajo terapéutico ayudamos a los pacientes a aprender cómo gestionar esos miedos a través del control de sus pensamientos, de sus emociones o la modificación de conductas nocivas. Les ayudamos a que las áreas corticales modifiquen la activación de las áreas subcorticales. Enseñamos a nuestros pacientes a regularse emocionalmente y a hacerlo en sintonía con los demás.

Dos procesadores integrados: los hemisferios

Como es sabido, los animales bilaterales poseemos un cerebro sensiblemente diferenciado en dos unidades o hemisferios. En los vertebrados superiores (aves y mamíferos en particular), estos dos hemisferios manifiestan competencias diferenciables. En los humanos el hemisferio izquierdo habitualmente está más especializado en funciones analíticas, abstractivas, lingüísticas, racionalizadoras, matemáticas... mientras que el derecho es más competente en funciones holísticas, emocionales, paralingüísticas, sintéticas, artísticas... El hemisferio derecho, por ejemplo, es especialmente competente en el reconocimiento de caras.

Cada hemisferio controla fundamentalmente la parte corporal contralateral. Los sentidos informan fundamentalmente al hemisferio contralateral y parcialmente al ipsilateral. El cuerpo calloso, estructura morfológica central que conecta los dos hemisferios, traslada la información entre los hemisferios y posibilita que los dos procesadores hemisféricos participen conjuntamente en la información coordinada que el individuo recibe. Parece que los aspectos más intuitivos y emocionales de la vida, los que determinan habitualmente las decisiones diarias y las opciones fundamentales, recaen más en el hemisferio derecho.

Una peculiaridad anatómica del dimorfismo hemisférico la añade el hecho de presentar este dimorfismo una diferencia sexual: efectivamente, el cuerpo calloso presenta en las mujeres peculiaridades que lo señalan como más amplio y consistente, lo que facilitaría una mejor conexión entre las dos formas de procesamiento. Estas peculiaridades anatómicas y funcionales podrían explicar matices diferenciadores de la mente humana femenina respecto de la masculina, por ejemplo, una mayor agilidad para atender simultáneamente más de una tarea o una más fácil integración de aspectos mentales complementarios que el varón tiende a experimentar como separados u opuestos.

Las diversas estructuras progresivamente integradas en el cerebro humano, cada una con sus competencias, todavía pueden ser observadas desde otro punto de vista que las matiza y enriquece. El cerebro tiene dos hemisferios que se distinguen de diversas formas anatómica y fisiológicamente. Los datos técnicos al respecto son abundantísimos. Un balance de la enorme literatura científica en torno a este tema llega a la conclusión de que los dos hemisferios cerebrales constituyen como dos unidades complementarias de tratamiento de los datos que captamos del mundo externo. En la mayoría de personas el hemisferio izquierdo trata los datos desde el punto de vista de la formalización, el análisis, el lenguaje verbal… Es el hemisferio «apolineo», que da forma ordenada a la multiplicidad de estímulos que recibimos. El hemisferio derecho, más bien «dionisíaco», trata los datos por tratamiento sintético, desde un punto de vista "holístico", intuitivo, artístico, se expresa en lenguaje no verbal, etc. Parece ser que el hemisferio izquierdo es el que intenta justificar y darnos razones para explicar nuestras conductas, que son, más de lo que pensamos, iniciativas poco razonadas del hemisferio derecho. Esta dualidad hemisférica se traduce en estilos personales y también en modelos culturales -o de civilización- de tratar la experiencia vital.

Los diferentes niveles neurales y mentales de vivir la realidad quedan, pues, afectados por el color que les da el tratamiento hemisférico. No sabemos todavía gran torta de las razones y las formas de estas diferencias, ni por que estas diferencias hemisféricas funcionan de manera relativamente distinta en diestros y zurdos, sin embargo, no cabe duda de que estos matices condicionan nuestras percepciones y experiencias. Esta lateralidad hemisférica y sus variabilidades son un motivo más de enriquecimiento de la vida mental. Estamos venturosamente sometidos a una inmensa complejidad de captación y tratamiento de estímulos en la vida mental. No hay experiencias puras, y esto debe hacernos extremadamente cautos en la interpretación de la psicología personal más allá de los datos que nos parece que controlamos. Una razón más para atender a una comprensión integradora y variada de nuestra vida interior. Este planteamiento es el que hacía Eric Fromm al analizar las experiencias humanas típicas, entre las que daba importancia a la de «trascendencia».

El análisis de las funciones hemisféricas y su coordinación han permitido una interpretación del cerebro no como un sistema lineal sino como un sistema dinámico. La compleja realidad cerebral y su funcionamiento pueden expresarse a través de imágenes como, por ejemplo, la del corrillo: «El cerebro funciona más a base de chismorreo vecinal que de planificación central». Otra imagen complementa la citada: «El cerebro funciona como una orquesta. Cada músico hace su trabajo, pero el director es fundamental porque es el que genera el feedback positivo que determina la genialidad de la interpretación». El secreto siempre consiste en entender la complejidad y las sutilezas.

Un cerebro del organismo total

La intelectualización de la cultura occidental confina en el cerebro la vida mental, olvidando que el cerebro es solamente el centro de tratamiento de la información que proviene de y circula por todo el cuerpo, el cual no es una estructura pasiva de la vida mental sino una dimensión perfectamente activa.

El cerebro se relaciona con todo el cuerpo a través de un sistema de redes nerviosas que conectan el cerebro y cualquier parte del cuerpo. En los animales más evolucionados se distinguen dos grandes redes nerviosas: la red esquelética, que inerva fundamentalmente musculatura esquelética de contracción rápida y voluntaria, y la red vegetativa, que inerva las vísceras, de fibra muscular lisa y contracción lenta e involuntaria. Ambas cuentan con sistema sensorial y con sistema motor. La red esencialmente necesaria para la vida es la vegetativa, ya que su fracaso supone la muerte inmediata, mientras que el fracaso de la red esquelética puede suponer la parálisis motora, que no conlleva tan fatalmente la muerte. La red vegetativa es mucho más compleja que la esquelética y es fundamental para la vida emocional, dado que las emociones tienen una base visceral central. Entre las estructuras centrales del sistema nervioso visceral figuran las digestivas, lo que lleva hoy a muchos a hablar de la red nerviosa digestiva como de un segundo cerebro del que forman parte un complejo conjunto de ganglios nerviosos abdominales muy significativos para el funcionamiento corporal y mental. Se sospecha que las experiencias interoceptivas de cada uno están fuertemente condicionadas por predicciones límbicas acerca de la expectativa del estado del cuerpo condicionadas por sensaciones viscerales ascendentes. Es decir, que incluso las sensaciones que recibimos de nuestras vísceras y que modulan nuestros estados mentales están condicionadas por las expectativas personales acerca de estas sensaciones.

Conocer y recordar: memoria y biografía

La memoria es una característica general de la mente animal, pero la memoria biográfica ordenada a la construcción del yo en la perspectiva de la identidad en el tiempo sí que es una prerrogativa humana. La memoria, además, es fundamental en la identidad colectiva de los grupos humanos y concretamente es la infraestructura fundamental de los relatos colectivos.

En el registro de la función memorizadora están evidentemente implicados mecanismos neuronales, especialmente sinápticos, obviamente moleculares. La capacidad mnésica se conforma con diversos módulos y la memoria en su conjunto no es una función unitaria, sino que responde a diversos sistemas y estructuras. Es frecuente dividir la memoria en tres categorías: memoria de representación a largo plazo (subdividida a su vez en episódica, semántica y perceptiva), memoria operativa (fonológica, audiovisual y aplicativa) y memoria procedimental o de acción (cognitiva, perceptivo-verbal y perceptivo-motora). A partir de otros criterios de clasificación se habla de memoria declarativa (recuerdos que pueden evocarse de forma consciente) y no declarativa o de procedimiento, que permite la realización automática de las acciones habituales. En todo caso, existe la convicción de que en las funciones de la memoria participan numerosas estructuras cerebrales, entre las que destaca el hipocampo, pero entre las que también se encuentran el estriado, el neocórtex, la amígdala, el cerebelo y diversas vías reflejas.

La memoria autobiográfica supone una función cerebral muy específicamente humana en la que se precisa una buena conexión entre el hipocampo (estructura de referencia central en la memoria) y el córtex cerebral. La memoria autobiográfica es esencial en el mantenimiento de las funciones del yo, y su debilitación o ausencia caracterizan bien diversas formas de demencia. Es conocida también la importante influencia que la «memoria colectiva» ejerce en la vida de las comunidades humanas. La vida de los pueblos está influida en el día a día por la historia registrada en la memoria colectiva y ello se traduce en las formas de pensar, sentir, comprender el mundo, relacionarse, enfocar el futuro... en definitiva, en las formas de vivir la vida.

Conciencia reflexiva o razonamiento lógico

Las competencias reflexivas y las capacidades de razonamiento son de una originalidad intrigante. Tan fuerte, que hemos expresado a menudo la sorpresa que el hecho implica, postulando que tales capacidades responden a la presencia de una entidad no material difícil de precisar y que convencionalmente llamamos espíritu. Antes, por material entendíamos lo directamente accesible a los sentidos, y por espiritual, lo que nos resultaba menos accesible y más y trascendente. Hoy, que ya sabemos suficientemente que no sabemos que significa material, y aún sabemos menos qué quiere decir espiritual, nos da un poco igual hablar de material y espiritual juntos. Los materialistas clásicos y los espiritualistas clásicos han sido rebasados ​​por los eventos. Y esto no sólo en cuanto a la interpretación de lo que significa la conciencia reflexiva y la razón, sino también en lo que respecta a la realidad tout court.

La naturaleza mental humana nos ha permitido logros muy notables en cuanto al conocimiento, la reflexión filosófica, la previsión de futuro, la ordenación de las relaciones sociales, el aumento de la confortabilidad del vivir, etc. Uno de los aspectos de este éxito es la gran capacidad de comunicación y regulación social que ha adquirido el cerebro humano, capacidad muy probablemente relacionada con los lóbulos frontales del cerebro, y quizás, de una forma muy concreta, con algunas estructuras peculiares como las neuronas espejo, sobre las que hoy existe una creciente documentación científica. De esta peculiaridad mental humana se deduce la capacidad de interrogarse el sentido de la existencia y sobre los orígenes o el destino de la realidad, más aún: los interrogantes sobrepasan la cuestión del sentido y se lanzan en el terreno desconocido del más allá, de la otredad -como diría Octavio Paz-. rebasamiento se arraigan las cuestiones centrales de la religión. El desaforado interés que las religiones han manifestado por controlar las vidas personales y las instituciones sociales ha propiciado una deformación de la función que les pertenece, que es la de acompañar la capacidad de interrogación de los humanos, generando un rechazo desproporcionado a sus legítimas e interesantes funciones. Traídos por este rechazo, muchos han reclamado equivocadamente la reducción de la originalidad mental humana al ejercicio de la lógica, algo extremadamente empobrecedor dado que lo que es original no es la capacidad de razonamiento aislada ---esto es un racionalismo ensordecido- -, si no la capacidad de razonamiento ejercida sobre un zócalo u urdimbre arcaico instintivo y emocional, que expresa la originalidad humana en su conjunto y no sólo la dimensión lógica aislada. De ahí la necesidad de hacer una valoración conjunta e integrada de todas las potencialidades mentales humanas sin oponer unas a otras como si fueran competidores en desgaste, sino colaboradores en la construcción de una experiencia integre proporcionadamente todos los aspectos.

*R. M. NOGUÉS Doctor en Biología. Catedrático emérito de Biología Humana en la Universidad Autónoma de Barcelona. + M. HERNANDEZ PACHECO: Appego y psicopatología

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Ver también:

La «ment humana», un producte singular en el cosmos

El cerebro humano, en perspectiva educativa

EL CERVELL HUMA


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