La «creación» humana
- Formamos parte del cosmos, estamos integrados en él. ¿Guál ha sido la «obra» de nuestra especie en su seno?
- Qué es un hombre y qué cosa diversa le corresponde hacer o sufrir a la naturaleza humana en relación a las otras naturalezas, estas son las cosas tras las que va en búsqueda y en cuya investigación se empeña a fondo el auténtico «sabio».
- Los mejores hombres serán aquéllos que han conseguido comprender el secreto de la realidad y han aprendido a orientarse en ella.
¿Quiénes somos los humanos? ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? Los seres humanos de todos los tiempos han dirigido su mirada hacia el firmamento intentando penetrar en su misterio. Y en su seno un diminuto planeta lleno de vida y además vida pensante, racional. A lo largo del tiempo los humanos han contemplado la bóveda celeste con la voluntad de adentrarse en sus secretos y tratar de entender su lugar en el Universo.
Con el tiempo han ido comprendiendo que al igual que el resto de objetos cósmicos la vida está hecha de materia y energía y que los seres humanos, porción “consciente” del universo, vamos generando una serie de fenómenos específicos que nos convierten en unos seres singulares en su seno. Progresivamente vamos tomando conciencia que somos parte de él y que con él formamos una unidad regida por las mismas leyes. ¡Maravilloso!, un pedazo de materia cósmica, capaz de reflexionar sobre sí misma y sobre cuanto le rodea.
En el seno de esa inmensidad cósmica existen, pues, unos seres dotados de conciencia, emoción y cognición, dispuestos a contemplar y asombrarse ante lo que acontece ante sí y a conmoverse ante la mutación que va experimentando esa realidad. ¿De dónde venimos y a dónde vamos?¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Cuál es nuestro papel en el Universo? ¿Cuál ha sido y continúa siendo la acción humana, nuestra acción, en medio de él? ¿cuál está siendo nuestra “obra” en su seno?¿cómo es el mundo humano que hemos creado? ¿Hacia dónde lo encaminamos? ¿Qué orientación estamos dando a ese nuestro mundo?
Nosotros somos la encarnación local del Cosmos, que ha crecido hasta tener consciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros orígenes: sustancia estelar que medita sobre las estrellas; conjuntos organizados de decenas de miles de billones de billones de átomos que consideran la evolución de los átomos y rastrean el largo camino a través del cual llegó a surgir la consciencia, por lo menos aquí. Nosotros hablamos en nombre de la Tierra. Temos la obligación de sobrevivir no solo a nosotros sino también a este Cosmos, antiguo y vasto, del cual procedemos .Carl Sagan (1934-1996).
«Nosotros, los seres vivos, y por consiguiente humanos, hijos de las aguas, de la Tierra y del Sol, somos un feto de la diáspora cósmica, unas migajas de la existencia solar, un pequeño brote de la existencia terrena.» E. Morin
Perdidos y desorientados en medio de la inmensidad cósmica
Todavía no sabemos situarnos en el cosmos. Nos cuesta comprender dónde nos encontramos. Nuestro nivel de conciencia cósmica está poco desarrollado. Vivimos tan apegados a lo inmediato y al presente que quizás no nos quede tiempo para otras actividades más prosaicas. No estamos habituados a reflexionar sobre nuestros orígenes y nuestro destino y vincular a ellos nuestros inquietantes interrogantes más íntimos.
Somos un diminuto e insignificante punto planetario flotando en el seno del vasto espacio sideral, perdido en medio de la inmensidad cósmica. Somos hijos de este cosmos, que lleva en él nuestro nacimiento, nuestro devenir y nuestra destino. Es en el cosmos donde debemos ubicar nuestro origen, nuestro desarrollo y nuestro destino. Y en medio de esa inmensidad cósmica, cuál ha sido y está siendo nuestra “obra”, nuestra acción? Es en este nuestro hogar cósmico donde nuestra especie ha desplegado su obra civilizatoria.
Los humanos de todos los tiempos se han esforzado por comprender la realidad y orientarse en ella. Nuestra época, sin embargo, nos mantiene entretetinos, distraídos y obnubila nuestras más hondas preocupaciones. Nos matiene como embelesados, anestesiados. El gran engranaje montado por nuestra civilización nos induce a vivir en la epidermis de la vida, y entorpece el camino hacia una percepción serena, holísitca y lúcida de la realidad. El enorme embrollo exterior creado y nuestro propio ruido interior mantienen nuestra consciencia en un estado de semilatencia, como si estuviera semidormida, aletargada. Como consecuencia, andamos erráticos y desorientados, perdidos, a la deriva.
Hoy estamos sumergidos en una vorágine cuyo futuro es incierto. Creemos ser dueños de nuestro destino, creemos controlar el rumbo de la nave, pero quizás no sea así. El «sistema» creado (político, económico, ideológico, cultural) diseña formas de vida estandarizadas que pugnan coercitivamente por imponerse. Y el individuo, engullido y anulado por la mentalidad predominante del momento, se siente abrumado, perplejo y enajenado. Ese mismo sistema con los estilos de vida creados le domestica, le roba la libertad, eximiéndole aparentemente de su responsabilidad. Le dificulta el acceso a una conciencia lúcida sobre el presente y enturbia su futuro. Los valores imperantes del momento, el positivismo, el pragmatismo, la inmediatez, la eficacia y el disfrute del presente son algunos de los principales determinantes del comportamiento del hombre moderno. Esos son algunos de los males de nuestra civilización.
Nuestra tarea fundamental
Sin embargo eso no siempre ha sido así. Para el pensamento clásico, para el modo de pensar del mundo griego, el ser humano es el más noble de los animales y su principal tarea debiera consistir en llegar a comprender su lugar en el cosmos y descubrir la orientación que debería dar a su vida. Esa ha sido la gran preocupación y la tarea fundamental de las mentes más lúcidas que han existido en los momentos más álgidos de la civilización humana.
En la cosmovisión clásica, la tarea fundamental, el fin principal de la vida humana, la forma más alta de la vida activa, el saber por excelencia fue la búsqueda y contemplación de la verdad, la verdad que encierra la realidad, el descubrimiento de lo verdaderamente real, el conocimiento de la razón que todo lo rige, la comprensión de la esencia de la realidad. La búsqueda de la verdad, el descubrimiento de lo que realmente se esconde más allá de las apariencias, la contemplación de esa esencia de la realidad constituye, pues, para el mundo griego el grado supremo de la actividad humana, la acción, la actividad humana más elevada.
Se dice que Anaxágoras (500 - 428 a. C.), por ejemplo, interrogado acerca del fin en vista del cual uno podía desear ser engendrado y vivir, respondió: “observar el cielo y los astros que están alrededor de él, la Luna y el Sol”; como si no considerara de ningún valor todas las demás cosas. La reflexión sobre el universo (sobre todo cuanto existe), es decir la mirada atenta, la visión directa ( que es tanto como indagar acerca de nuestro origen, nuestra existencia y nuestro papel en el cosmos) debe estimarse más que todas las cosas que se consideran útiles. Y Sócrates: Qué es un hombre y qué cosa diversa le corresponde hacer o sufrir a la naturaleza humana en relación a las otras naturalezas, estas son las cosas tras las que va en búsqueda y en cuya investigación se empeña a fondo el auténtico «sabio». En la cosmovisión griega, los mejores hombres serán aquéllos que han conseguido comprender el misterio de la realidad y han aprendido a orientarse en ella, aquéllos que más han visto y contemplado la Verdad, aquéllos que han llegado a descubrir lo verdaderamente real.
Contemplar la verdad y el ser, la esencia de la realidad, esto es, el «todo», implica un alejamiento de aquellas cosas que los hombres cotidianos estiman. En efecto, contemplando el todo cambian necesariamente las perspectivas usuales limitadas a las partes y, en una óptica global, cambia el significado que se da a la misma vida humana y se impone una nueva jerarquía de valores. ¿Cuál ha sido en medio de este vasto mundo la “obra” de nuestra espeicie?¿Cuál ha sido sutrayectoria histórica? ¿De dónde venimos y hacia dónde nos encaminamos? ¿Qué mundo humano hemos creado? ¿Qué orientación estamos dando a ese nuestro mundo? Hagamos un sucinto repaso a través del siguiente texto a dicha trayectoria, a dicha “obra”, que bien podríamos calificar de «creación humana».
La «creación humana» (1)
En el principio era el caos,
partículas alborotadas, atrayéndose y repeliéndose.
Átomos desbocados aproximándose y alejándose en el silencio
infinito, en la nada, sin plan, sin destino, sin conciencia.
En una época sin tiempo, las partículas se fueron compactando, como temerosas de ser, y esta masa crítica generó la explosión inicial: el Universo en expansión. Y de la unión nació la separación y cada partícula emprendió una ruta propia sin saber a dónde la llevaría aquel viaje: se iniciaba el tiempo y con él nuestro origen y nuestra historia. Todo un Universo. Y dentro del Universo, una galaxia blanca llena de astros maravillosos y un pequeño, muy pequeño, planeta azul. La Tierra nace a partir de la unión y de la separación y estos dos principios han ido, desde entonces, siempre juntos.
Al principio era el caos en la Tierra, pero a partir del caos apareció la organización y los organismos: la vida. De los primeros seres vivos simples, cada vez organismos más y más complejos fruto de la i ooperación: células que se convierten en tejidos, tejidos que forman órganos y órganos que trabajan en equipo formando aparatos y sistemas especializados. Un organismo: vida en todas sus formas, vida mágica, vida sorprendente, vida inesperada, vida rara y valiosa. Vegetales y animales van ocupando la Tierra, van experimentando formas de ser y de adaptarse. La vida, con toda su fuerza, permite estos ciclos de vida y de muerte, de construcción y destrucción. Vida: energía primordial. Tiempo que pasa, tiempo que es caos, luchas, transformaciones, adaptaciones, vida y muerte... ¡¡¡CONCIENCIA!!! La evolución nos permite aparecer en este planeta y el ser humano aprende a adaptarse, evoluciona, adquiere conciencia de qué “es”, ocupa territorios, evoluciona y empieza su creación:
La primera creación
DÍA PRIMERO:
He aquí que homo vio la Luz, tomó conciencia de sí mismo y apareció el orgullo. Y el homo dijo:
—Soy el rey de la creación. Toda la Tierra está a mi servicio. Yo soy quien decide y puedo someter a todas las demás especies inferiores porque soy inteligente y el amo de todo.
Y el orgullo se mezcló con la ignorancia y se inició la destrucción.
DÍA SEGUNDO:
Y el segundo día, homo observó el firmamento. Respiró el aire fresco de la atmósfera y admiró la belleza del cielo. Y dijo:
—Lanzaremos al aire los gases de las fábricas y los vientos los esparcirán. Ocuparemos el espacio y lo pondremos a nuestro servicio.
Así fue como construyó aparatos que volaban y llenó el espacio de ondas, radiaciones, satélites artificiales y basuras que daban vueltas alrededor del planeta, atacaban la capa de ozono y envenenaban el aire. Homo probó el poder y le gustó.
DÍA TERCERO:
El tercer día, homo vio la belleza de la Tierra y se dio cuenta de sus riquezas. Y aparecieron el egoísmo y la avidez. Así es que dijo:
—Edificaré mis estancias en la tierra. Reinaré sobre todos sus recursos y sacaré provecho de ellos.
Y homo edificó ciudades, carreteras y puentes, cortó árboles, quemó prados, destruyó selvas, perforó y aspiró la energía de sus entrañas y se enriqueció. Y para hacerlo aprendió a matar, a estafar, a robar y a ser deshonesto y cruel. Y entonces aparecieron la ira y la envidia. Y el sufrimiento fue creciendo en el mundo.
DÍA CUARTO:
El día cuarto, homo se fijó en la belleza y grandeza del mar. Y dijo:
—Lanzaremos nuestras basuras al mar para que no nos molesten. El mar es muy grande y no se quejará.
Apareció la inconsciencia.Homo hizo desembocar cloacas en el mar y lanzó en él los vertidos químicos de sus industrias. Derramó petróleo y todo tipo de tóxicos. Y fue así como las plantas y los animales acuáticos empezaron a morir, y el mar a perder su color en una lucha titánica para regenerarse y no morir.
DÍA QUINTO:
El día quinto, homo vio que había muchos animales viviendo en el planeta, animales libres y nobles que jugaban bajo el sol y corrían por los prados. Homo dijo:
—Capturaremos a estos animales y los pondremos en jaulas para divertirnos y experimentar con ellos.
Así lo hizo. Y aparecieron la prepotencia y la crueldad. Muchas especies se extinguieron y otras se volvieron locas.
DÍA SEXTO:
El sexto día, homo vio a otros seres homo de todas las razas, costumbres y lenguas. Y apareció el miedo a la diferencia, que unido a la ignorancia, generó celos y odio. Y homo dijo:
—Construiremos armas poderosas para defendernos y destruir a los demás antes de que ellos nos destruyan a nosotros.
Entonces homo creó armas de destrucción masiva que mataron hombres, animales y plantas y erradicaron la vida de la Tierra.
DÍA SÉPTIMO:
Y sucedió que al séptimo día homo descansó del trabajo hecho, y la Tierra quedó tranquila porque homo ya no la habitaba al haberse destruido a sí mismo. Y fue así que la VIDA volvió a tener una oportunidad.
(1) SOLER-CONANGLA: Ecología emocional