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Estructura y funcionalidad del cerebro

La división del cerebro en tres capas ayuda a poder entender mejor las diferencias entre el consciente y el inconsciente.

El inconsciente gestiona el 90% de nuestro comportamiento.

El cerebro humano es la pieza más destacada de la biosfera, la estructura biológica más compleja que podemos contemplar en la naturaleza. Pensamientos, afectos, pasiones, intuiciones, creencias, instintos, conductas, creaciones artísticas ... todo acaba referido al cerebro. Nuestro cerebro corresponde a una especie en evolución. El cerebro está constituido por una serie de estructuras neurológicas con funciones específicas, pero plenamente coordinadas y armonizadas. Es este cerebro el que piensa, siente, coordina, trasciende, cuestiona ... pero sólo al nivel que le corresponde y con los recursos de los que dispone. La competencia esencial del cerebro es que el organismo funcione correctamente a fin de asegurar su supervivencia (respiración, circulación sanguínea..), con áreas neuronales que intervienen en conductas más específicas. Por ejemplo, la parte más primitiva está relacionada con la supervivencia y el control de cuerpo, el cerebelo interviene en el control de la postura y el movimiento; el diencéfalo en las grandes conductas instintivas y las programaciones hormonales; el hipotálamo en la alimentación, sexualidad, respuesta agresiva, conductas jerárquicas y territoriales, respuestas afectivas… A nivel emocional intervienen el giro angular, hipocampo, amígdala… Existen grandes sectores de la vida mental que quedan fuera del control de la consciencia. La mayoría de estas actividades y competencias mentales escapan a la consciencia. Hay una correspondencia entre cerebro y mente: a mayor complejidad cerebral corresponde mayor capacidad mental. La mente es una realidad emergente en paralelo con la complejidad de las estructuras que la sustentan. Existe una continuidad entre la mente animal i la mente humana, sin embargo, en nuestra especie da lugar a capacidades específicamente humanas como la capacidad de imaginación, la búsqueda de sentido, la abstracción, el simbolismo, el sentido de pertenencia, el altruismo, la empatía, la compasión, el amor… Nuestro consciente reconoce como vida lo que estamos viviendo ahora en el cuerpo que tenemos, pero solo sabe de ella desde la edad de 5 a 7 años hasta nuestro momento actual, ya que no tiene registrada nuestra estancia en el vientre materno ni nuestro nacimiento, por eso no recordamos haber nacido ni tampoco nuestra estancia en el vientre de nuestra madre. Se cree que el hemisferio derecho es la sede del inconsciente. La parte derecha del cerebro es intuitiva, creativa y, aunque está menos desarrollada que la izquierda le es suficiente para depositar en ella la conciencia de las experiencias vividas. Podemos haber tenido experiencias de las que, hasta este momento no somos conscientes pero que se presentan de forma real y evidente. Podemos revivir experiencias sucedidas con anterioridad al momento presente, algunas quizás cargadas de disturbios emocionales sin resolver, cuyo origen desconocen, ya que no están contemplados por su consciente por lo que no se tiene consciencia del hecho o suceso responsable de dichos disturbios emocionales. La misión del terapeuta es acompañar al paciente y ayudarle a hacer consciente lo inconsciente.

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El cerebro está dividido por la mitad (hemisferio derecho/hemisferio izquierdo) y en su estructura podemos diferenciar tres niveles principales(tronco encefálico, sistema límbico y neocórtex). En los primeros meses de vida intrauterina, se forman las áreas cerebrales que compartimos con los reptiles: el tronco encefálico o cerebro reptiliano. En los siguientes meses de embarazo y en los dos primeros años de vida, se desarrolla el sistema límbico o cerebro mamífero: las zonas cerebrales que regulan las emociones. La parte evolutiva más reciente –la que nos diferencia de los demás seres vivos– es el neocórtex o cerebro humano, que aparece alrededor de los 2-3 años de vida y no se forma completamente hasta después de la adolescencia. Las describimos con más detalle a continuación:

1. Tronco encefálico (cerebro reptiliano). Ya activo en el útero y plenamente operativo al nacer, el tronco encefálico debe menos a la experiencia y el aprendizaje que cualquier otra zona del cerebro. Situado en la base del cráneo sobre la columna vertebral. Regula los aspectos fisiológicos fundamentales para la supervivencia como la respiración, la temperatura o la digestión, así como los reflejos de apego más básicos para vincularse a los cuidadores en los primeros meses de vida. Modula la excitación y regula el sistema nervioso autónomo (SNA). El órgano más representativo de esta área es el hipotálamo, que desempeña un papel crucial en el sistema endocrino y el SNA. Este último, a su vez, se divide en dos ramas: la rama simpática que actúa como activador y la rama parasimpática que provoca desactivación. En el tronco encefálico nace el nervio vago, que modula nuestras respuestas características en situaciones que experimentamos como seguras, peligrosas o amenazadoras para la vida.

Estructuras cerebrales

2. Sistema límbico (cerebro mamífero). El sistema límbico puede compararse con el cerebro paleomamífero que compartimos con otros mamíferos. El sistema límbico es el lugar donde confluyen los mundos interno y externo. Este sistema, a veces denominado «cerebro emocional», es donde procesamos los sentimientos. Es el área del cerebro que permite que sintamos emociones como odio o amor, y que nos convierten en animales sociales y empáticos, regulando la comunicación no verbal. El sistema límbico determina nuestro yo emocional. El sistema límbico es también esencial para la memoria, el aprendizaje y la motivación. El sistema límbico contiene muchos órganos, nos interesan principalmente la amígdala, el hipocampo, la ínsula y el locus cerúleo.

La amígdala evalúa y registra los recuerdos no conscientes o emocionales (implícitos). La amígdala, que constituye tanto un órgano de memoria como de evaluación, registra la experiencia en forma de «recuerdos emocionales». Es el órgano más importante relacionado con el miedo y el apego, y se encuentra completamente formada en el momento del nacimiento. Está dividida en tres áreas diferenciadas: una conecta con el córtex orbitofrontal y está relacionada con las relaciones interpersonales; otra conecta con el córtex frontal responsable de la cognición y el pensamiento, y una tercera con el hipotálamo, que a su vez regula las funciones corporales. Constituye un órgano mediador y regulador de todos los estímulos que percibimos tanto externa como internamente. Su función es recordar todo aquello que ha resultado peligroso en el pasado para poder enfrentarse a las amenazas de forma más adecuada en el futuro. El problema ocurre cuando se activa en situaciones que en el pasado fueron peligrosas, pero que en la actualidad han dejado de serlo, como por ejemplo en los casos de las fobias o en situaciones que provocan una vergüenza patológica.

El hipocampo modula la reacción de la amígdala, evitando reacciones indiscriminadas, incontrolables o irascibles; es decir, es un regulador de ésta. Está relacionado con la memoria consciente o explícita. No aparece hasta los dos años de edad, aproximadamente. La amígdala no tiene filtro y activa directamente el sistema simpático; en cambio, el hipocampo filtra la información que recibe y activa el sistema parasimpático. La función del hipocampo consiste en recordar las variables contextuales en las que ocurrió el hecho (lugar, cuándo ocurrió, qué lo desencadenó etc.), pero si la estimulación es excesiva –por ejemplo, porque la situación era muy peligrosa– no va a poder activarse ni regular a la amígdala. Los recuerdos que se registran con ayuda del hipocampo -cuyas conexiones con los centros cerebrales superiores del córtex continúan madurando durante los últimos años de la adolescencia son explícitos, lingüísticamente recuperables, y están contextualizados según el tiempo, el lugar y la persona.

La ínsula facilita la introspección y permite que evaluemos nuestros estados corporales y el estado emocional de los demás. Este órgano está conectado a la amígdala y al córtex orbitofrontal, provocando sensaciones agradables o desagradables frente a diferentes estímulos. Nuestras emociones se sustentan en nuestras sensaciones corporales, por lo que la ínsula es vital a la hora de evaluar cómo percibimos a los demás y cómo sentirnos ante sus reacciones. Cuando este órgano se encuentra dañado, los individuos no pueden empatizar con las emociones ajenas ya que, al no sentir nada no son capaces de interpretar lo que siente la otra persona. Esta información corrobora la importancia de las sensaciones sobre las emociones.

Locus cerúleo o locus coeruleus: Es el órgano que regula la síntesis de la noradrenalina en el cerebro. Este neurotransmisor provoca reacciones de activación en el cerebro. Estimula a la amígdala para recordar el peligro y al hipocampo para recordar todas las variables contextuales relacionadas con la amenaza.

3. Neocórtex (cerebro humano). La parte del cerebro evolutivamente más reciente que compartimos con los primates, aunque en los humanos está mucho más desarrollado. Este «cerebro neomamífero», común a nuestros parientes primates, interpreta la experiencia y organiza nuestra interacción con el mundo. Madura paulatinamente con la adición de experiencias y nuevos aprendizajes, casi a lo largo de toda la vida. Está relacionada con el lenguaje, la cultura, el arte, la música, etc., y te permite, por ejemplo, leer este texto (el sistema límbico será el encargado de que lo disfrutes). Interpreta nuestras experiencias de forma cognitiva: representa el yo reflexivo. Para que pueda trabajar con normalidad es necesario que la amígdala no esté muy activada. Frente a una amenaza, la amígdala nos impide pensar con claridad y tomar decisiones lúcidas y meditadas. Es la parte del cerebro que se desarrolla más tarde y, por tanto, no va a ser funcional en los primeros años de vida. Como consecuencia, durante esta etapa, todo el aprendizaje será emocional, es decir, inconsciente. El neocórtex se encuentra dividido en diferentes áreas con funciones específicas, destacando para nuestro propósito el córtex frontal y el prefrontal. El córtex frontal es el cerebro ejecutivo. Posibilita la planificación, la memoria y la acción consciente. Es donde se almacena la memoria semántica y episódica, esto es la memoria explicita. Posibilita el pensamiento consciente, la planificación, la memoria, la acción deliberada, la atención dirigida y el razonamiento abstracto. Es la «sede» del lenguaje y de las ideas y de las ideas y presentaciones mentales que pueden elevarse a nivel de la conciencia donde se sopesan y manipulan. El córtex prefrontal es la región cortical que está más desarrollada en los primates. El CPF es una colección de áreas neocorticales que envía y recibe proyecciones desde todos los sistemas corticales sensoriales y motores, y desde diversas estructuras subcorticales. Está dividido a su vez en dos partes: la primera, especializada en la inteligencia cognitiva; la segunda, especializada en la inteligencia emocional. La zona dorso-lateral (conectada con el hipocampo y el hemisferio izquierdo, y orientada al lenguaje) y el córtex prefrontal medio (conectado con la amígdala y el hemisferio derecho, y relacionada con las emociones). El córtex prefrontal medio es una zona integradora que conecta el cuerpo (por el tronco encefálico y el SNA), el sistema límbico y otras estructuras corticales. Tiene relación con las conductas de apego. Destaquemos principalmente dos partes: La región orbitofrontal: Forma parte del CPF y regula los afectos y los vínculos de apego. Aunque anatómicamente pertenece a las regiones corticales, fisiológicamente actúa en coordinación con el sistema límbico. Está conectada con la amígdala y es responsable del control inhibitorio, por lo que es fundamental para la autorregulación emocional. Cuando se produce una ruptura grave en la relación de apego, esta área activa la amígdala, lo que provoca reacciones de miedo que impiden al niño aprender a regularse emocionalmente. La región prefrontal recibe muchas aferencias nerviosas del hipocampo. Está implicada en las situaciones sociales y en la comunicación emocional, por ejemplo a través de la modulación de la voz.

En el cerebro de los seres humanos existen unas áreas que regulan las emociones y otras que regulan la cognición y el pensamiento. No siempre van a trabajar con el mismo objetivo o las mismas prioridades. Una parte de la mente actúa por lo que cree lógico e indicado, y otra parte, en cambio, puede hacerlo por impulsos o emociones. Puede haber discrepancias entre lo que sabemos que es lógico y lo que dictan nuestras emociones y sensaciones.

Claramente, sentimos miedo cuando ocurre algo que pone nuestra vida en peligro, pero a menudo podemos sentir miedo y ansiedad sin saber cuál es la causa del malestar. No obstante, en ambos casos nos sentiremos incapaces de controlar las sensaciones desagradables o los pensamientos catastrofistas. La activación de las áreas subcorticales relacionadas con la defensa actúa de forma impulsiva y autónoma, independientemente de las áreas corticales que rigen los criterios racionales.

Consciente e inconsciente

El cerebro con un peso de entre 1.300 y 1.500 gramos y formado por unas 86 mil millones de neuronas sigue siendo uno de nuestros grandes desconocidos. La mente humana es uno de los mayores misterios a los que se ha enfrentado la ciencia. La mente puede considerarse como un «producto» del cerebro. Nuestro psiquismo está constituido por una amplia gama de fenómenos y estados mentales: sensaciones, creencias, deseos, sentimientos, emociones. Intenciones, decisiones, rasgos de carácter, disposiciones y habilidades diversas... En la cultura occidental moderna, la mente suele verse como un subproducto del cerebro, una especie de sombra proyectada por los procesos neurológicos. Se cree que los fenómenos mentales como pensamientos, recuerdos y sentimientos son producidos por la actividad cerebral. Una de las teorías divide la mente humana en tres niveles: consciente, inconsciente y subconsciente. Pero, ¿qué es el consciente? ¿Y el inconsciente? ¿Y qué papel juega el subconsciente? ¿Cómo se relacionan entre ellos? ¿Dónde se encuentra cada uno? ¿En qué se diferencian? Mientras que el consciente toma el control del intelecto; el inconsciente lo hace de las funciones fisiológicas. Es decir, nosotros, de forma consciente, tomamos decisiones, planificamos, conversamos y, en definitiva, controlamos todo aquello que tiene que ver con la inteligencia. Pero, en cambio, no controlamos la respiración, la digestión, la frecuencia cardíaca, la memoria, los instintos ni las emociones. Todo esto viene mediado por el inconsciente. En los humanos el hemisferio izquierdo habitualmente está más especializado en funciones analíticas, abstractivas, lingüísticas, racionalizadoras, matemáticas... mientras que el derecho es más competente en funciones holísticas, emocionales, paralingüísticas, sintéticas, artísticas... Los lóbulos temporal (que gestiona los recuerdos), parietal (que gestiona la temperatura, el gusto, el tacto y el movimiento) y occipital (responsable de la visión). Los lóbulos frontal, temporal, parietal y occipital cubren la superficie del encéfalo y constituyen la "zona caliente” del cerebro, fuertemente vinculada a la actividad consciente. En esta especialización hemisférica parece que los aspectos más intuitivos y emocionales de la vida, los que determinan habitualmente las decisiones diarias y las opciones fundamentales, recaen más en el hemisferio derecho.

El consciente

El Consciente  junto con el  subconsciente  y inconsciente  es una de las tres instancias de la teoría freudiana. El consciente según Freud, fue designado como la parte de la mente que contiene el conjunto de vivencias de las que cada individuo logra darse cuenta. Freud (1915) describió la mente consciente, como el conjunto de procesos mentales de los que somos conscientes. Es el nivel de la mente encargada de percibir y analizar la realidad, conduciendo a la persona a tomar decisiones en función de sus conocimientos y experiencias previas. Su tarea es brindar al individuo la capacidad de percibir la realidad y darse cuenta de todo lo que sucede en su vida, consiguiendo comentar, reproducir y compartir todo lo que se encuentre relacionado con las propias vivencias, emociones y sentimientos que se van generando. El pensamiento consciente permite que el ser humano vaya desarrollando su inteligencia y adquirir nuevos conocimientos. Los seres humanos conscientemente aprendemos, razonamos, juzgamos, planificamos, decidimos....

El consciente se ocupa de todo aquella que tiene que ver con lo racional. Por ejemplo, comparar cosas, analizar situaciones, tomar decisiones o llevar a cabo las actividades diarias de una persona. Una persona que esté en búsqueda de una nueva casa y encuentra varias opciones, se concentrará en comparar detalladamente, analizar la información obtenida de ambas, evidenciando qué es consciente de los procesos mentales llevados a cabo.  Consciente es el ser capaz de pensar, sentir y actuar con pleno conocimiento de lo que está haciendo. El Consciente asume todo lo que es racional; lógico, analítico, abstracto y verbal. El consciente le permite tomar decisiones, reflexionar, elegir sus actividades o sus actos, hacer comparaciones o suposiciones, razonar, analizar y hacer la síntesis. Algunas características de la mente consciente:

  • Se encarga de todo lo que se encuentre relacionado con lo racional, como analizar, comparar, toma de decisiones o ejecutar actividades cotidianas.
  • Es el nivel más accesible para el individuo (la punta del iceberg), ya que logra darse cuenta de lo que se está llevando a cabo y describirlo.
  • Desde el punto de vista de la psicología es considerado un estado cognitivo que permite al ser humano interpretar e interactuar con estímulos externos que son parte de la realidad.
  • Se relaciona con la memoria de corto plazo y representa las percepciones en el momento presente, tanto de uno mismo como del entorno.

El inconsciente

Desde el momento en que nos despertamos, nuestra cabeza se pone en marcha y no dejamos ni un instante de pensar en todo tipo de cosas, ya sean importantes o nimiedades; nos levantamos de la cama y ponemos el piloto automático mientras empezamos con la rutina de todas las mañanas sin detenernos a pensar cómo se prepara el café, como nos vestimos o nos cepillamos los dientes. El encargado de llevar a cabo estas tareas rutinarias es el inconsciente, mientras que la parte consciente está ocupada pensando dónde se dejaron las llaves del coche o si llegará tarde al trabajo. Es el gran desconocido, vendría a ser como un mar ignoto: en él se encuentran todos los arquetipos, los recuerdos ancestrales, los deseos ocultos, los pecados y secretos que gobiernan nuestras vidas. Lo que sí es cierto es que el inconsciente rige nuestras vidas, nuestras elecciones y decisiones, nos guía al escoger pareja, una casa, una vocación. No razona, es muy visceral, al menos en algunos de sus programas. Controla todo lo que nos sucede, sobre todo los acontecimientos impactantes e inesperados en los que la carga emocional domina la situación, y se graba en él. El cerebro reptiliano, que es el principal soporte del inconsciente biológico, tiene por misión fundamental salvarnos la vida, es totalmente visceral y reacciona con la máxima rapidez; pero, sobre todo, tiene una función vital, que es grabar todo lo que los sentidos perciben en cada situación estresante a fin de evitar que en otra situación parecida repitamos el mismo error. Nuestros procesos mentales son una combinación entre los procesos conscientes y los inconscientes, interactuando de un modo dinámico. La parte inconsciente gestiona el 90% de lo que hacemos sin molestar a la parte consciente, sin prestar atención. Esta se activa para los estímulos nuevos o importantes ya que es imposible procesar todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Se calcula que el inconsciente es capaz de absorber simultáneamente 11 millones de unidades de información mientras que conscientemente percibimos un máximo de 40 unidades; esto se traduce en que el primero procesa 200.000 veces más datos, lo que se debe a que la parte consciente de nuestro cerebro se limita únicamente al córtex cerebral, el área más superficial con aproximadamente un milímetro de espesor. No obstante, los procesos conscientes consumen la mayor parte de la energía que este utiliza. De este modo, se podría decir que el inconsciente es un filtro que selecciona la información relevante para que la procese el consciente, y obvia lo irrelevante. La estructura encargada de decidir qué es lo bastante nuevo e importante para compartir con nosotros es el tálamo. Este filtro permite que no nos saturemos con toda la cantidad de información que hay a nuestro alrededor y nos ayuda a adaptarnos a nuestro entorno. Dado que es imposible que podamos estar atentos a todo lo que percibimos, nuestro cerebro bloquea el tacto de nuestro reloj o de un collar y ni siquiera sentimos que lo llevamos puesto.

Constantemente nuestro pensamiento está dándole vueltas a cosas que sucedieron y planificando otras que tendremos que hacer, pero pocas veces nos centramos conscientemente en el presente. El inconsciente es el que se encarga de actuar en el momento actual mientras nuestra mente está divagando por el pasado o futuro. Se podría decir que nos protege del entorno en el presente y, si aparece un peligro, se encarga de focalizar la atención en éste para poder reaccionar ante él. El inconsciente también tiene un importante papel a la hora de relacionarnos con los demàs. Cada vivencia ha dejado una huella en nuestra memoria inconsciente. 

En esta línea, se ha comprobado que las decisiones instintivas son eficaces, a veces mucho más eficaces que las decisiones racionales. La intuición se basa en principios sencillos que ignoran la información que es más irrelevante y seleccionan una o dos buenas razones, es decir, se basa en una regla general para la toma de decisiones. En nuestra vida cotidiana, en contra de la creencia popular, nos guiamos más a menudo por reglas generales que por la razón.

Es fácil caer en la creencia de que nuestra capacidad de raciocinio impera en nuestro día a día, sin embargo, cuantos más estudios e investigaciones se realizan sobre la mente humana más evidencias se tienen a favor de que nuestra parte inconsciente es la que determina nuestras acciones. Se podría decir que el inconsciente es el encargado de hacer el trabajo sucio, evitando que nuestro pensamiento se sature de información y en cierta medida nuestro ángel de la guarda, protegiéndonos de nuestro entorno mientras nosotros estamos distraídos en nuestro pensamiento consciente. (1) C. Muñoz: El inconsciente.

El inconsciente es el nivel de la mente que nos hace desarrollar comportamientos de forma inadvertida, es decir, sin que haya una voluntad en realizar una conducta concreta. En la teoría del psicoanálisis, el inconsciente es aquella capa de la mente que dispone del conjunto de contenidos que se mantienen al margen del consciente y que son reprimidos pero que muestran una intensa actividad en nuestros patrones comportamentales. El inconsciente determina aquellas actividades que realizamos sin pensar y es el “lugar” donde se encuentran los recuerdos reprimidos, los pensamientos incontrolables, las impresiones, los impulsos, etc.  Es el nivel donde se encuentran los fenómenos de personalidad cuyo origen no podemos explicar. También controla nuestras funciones fisiológicas (los latidos del corazón, la respiración, los movimientos intestinales…) y los actos reflejos. En este sentido, podemos afirmar que el inconsciente es el nivel de la mente del cual no podemos tomar los mandos. Es la mente en piloto automático.

¿Por qué tenemos un inconsciente? El cerebro es un órgano muy ocupado, que gobierna al cuerpo, toma información constantemente a través de los sentidos, toma decisiones, todo al mismo tiempo. El inconsciente es un motor de procesamiento de la información, y la mayoría del funcionamiento humano tiene lugar en él. Si bien es difícil medir lo que existe en el inconsciente, los científicos saben que incluso las percepciones fugaces, demasiado rápidas para registrarse en la mente consciente, pueden dejar huellas duraderas en la mente inconsciente. La conciencia  requiere atención, pero la información puede registrarse en ausencia de atención dirigida. El inconsciente es el repositorio de habilidades automáticas, la fuente de recuerdos almacenados, fantasías y sueños.

¿Qué parte del cerebro controla el inconsciente? El sistema instintivo emocional (cerebro reptiliano y cerebro límbico) es la parte del cerebro que se encarga de esta función, dando lugar a conductas impulsivas, inconscientes, automáticas y rápidas, en ocasiones, dañinas. El inconsciente es el que se encarga de actuar en el momento actual mientras nuestra mente está divagando por el pasado o futuro. Se podría decir que nos protege del entorno en el presente y, si aparece un peligro, se encarga de focalizar la atención en este para poder reaccionar ante él. Características de la mente inconsciente

  • Se ocupa de guardar y grabar cada detalle sobre toda situación vivida diariamente. Es el equivalente de un disco duro de un computador, donde toda la información es almacenada.
  • Sin que la persona lo sepa, en la mente inconsciente quedan registrados todas las emociones, pensamientos y sensaciones que va teniendo a lo largo de su vida.
  • La información registrada funciona como base para que la mente aprenda como debe reaccionar ante determinados acontecimientos.
  • El inconsciente no se ocupa de hacer juicios de valor y se encuentra todo el tiempo conectado con el presente.
  • Se identifica con el propio yo, no con lo sucedido a otras personas, sino con las experiencias vividas.
  • No discierne entre sí algo es real o no. Por ejemplo, cuando se sueña o imagina una situación desagradable, realmente el individuo está reviviendo recuerdos y sentimientos similares a los que experimentaron en aquel momento.
  • Es el encargado de controlar las funciones fisiológicas como la respiración, latidos del corazón, movimientos intestinales y actos reflejos.
  • Es el único nivel de la mente del cual no hay posibilidad de acceder o tomar control alguno, es como una mente que funciona en piloto automático.
  • Es un sistema donde residen los deseos primitivos e instintivos que no alcanzan el nivel consciente a pesar de que están activos en el individuo.

¿Cómo funciona el inconsciente? Es el nivel menos accesible que registra todos los sentimientos, vivencias y deseos que pueden suponer un conflicto para el individuo y se encuentran reprimidos. Esto debido a que su contenido e intensidad están relacionados con sufrimiento y emociones desagradables, por lo que son alejados de la consciencia como un mecanismo de defensa.

¿Cómo accedemos al inconsciente? Acceder a la información inconsciente nos permite desencadenarnos y vivir una vida en estado de plenitud. Podemos acceder a este por medio de los sueños, la meditación, el silencio, el diálogo socrático y la mayéutica, y tantas maneras que nos llevan a la introspección. Determinadas técnicas terapéuticas nos permiten hacer consciente lo inconsciente.

Subconsciente

¿Cuál es la diferencia entre el inconsciente y el subconsciente? El término “inconsciente” se suele utilizar para referirse a la zona de la mente más inaccesible y profunda; mientras que el “subconsciente” se usa para hacer referencia a aquella zona de la mente no consciente más superficial, siendo la que se encuentra justo por debajo del umbral de la consciencia. Otra de las diferencias entre inconsciente y subconsciente es el grado de accesibilidad de cada uno, de manera que el subconsciente se encuentra más accesible a la conciencia si se presta atención; mientras que el inconsciente es la parte psíquica que menos accesible se encuentra para la conciencia.

El subconsciente es el nivel de la mente que se nutre de la información proporcionada por el consciente pero en su forma más primitiva. Podemos entender el subconsciente como la capa que está por debajo del umbral de la conciencia pero que no llega a ser un “lugar” inaccesible como el inconsciente. El subconsciente está formado por todo aquello que hemos aprendido conscientemente pero que actualmente realizamos sin pensar demasiado en ello. Se trata, pues, de un nivel de la mente que podemos programar para que realice tareas con un nivel de conciencia muy bajo. Es una puerta de acceso a aquellas cosas que has vivido y que, pese a que no se encuentren en la capa consciente, pueden determinar tu forma de comportarte y los rasgos de tu personalidad. Aun así, si haces un esfuerzo, puedes recordarlas y traerlas de nuevo al consciente para analizarlas. Digamos que es un puente entre lo inconsciente y lo consciente que, a pesar de estar rodeado de muchas ideas metafóricas, puede ayudar a resolver traumas, superar experiencias dolorosas e incluso abandonar adicciones.

Algunas diferencias entre inconsciente y subconsciente

En nuestra psique existe una dimensión inconsciente e irracional, en la que se esconden una serie de instintos y deseos cuyo contenido no se manifiesta a nivel consciente. Inconsciente y subconsciente son responsables de acciones que comunican mensajes, señales y emociones a través del cuerpo y comportamientos. El inconsciente está formado por procesos mentales de los cuales no tenemos consiencia de forma temporal o permanente. Freud lo entendió como un complejo de procesos, contenidos e impulsos que no afloran a la conciencia del sujeto y que por lo tanto no son controlables racionalmente, es decir, una parte de la mente en la que se encuentran los contenidos psíquicos retirados o reprimidos, contenidos que pueden resurgir en los sueños en forma simbólica. La mente inconsciente, es la parte más primitiva y al mismo tiempo esencial, la que nos delinea como seres humanos y está guiada por la evolución natural de nuestra especie, con la tarea de almacenar todas las experiencias vividas a lo largo de los siglos

En contraste con el inconsciente, la mente subconsciente se encuentra apenas bajo la conciencia y es fácilmente accesible si se presta atención a ella. Los impulsos subconscientesn derivan principalmente de influencias que el sujeto ha sufrido durante su crecimiento y desarrollo, comenzando por su nacimiento. Las pulsiones inconscientes, en cambio, se deben principalmente a aspectos psicobiológicos, asociados a pulsiones e influencias que derivan de la historia de la especie y de su biología.

El alma

Michael Newton en su obra "La vida entre vidas" se expresa así: Imagine la mente como si estuviera formada por tres círculos concéntricos, cada uno menor que el anterior, situado en su interior y separado de los demás por capas de consciencia mental conectadas entre ellas. La primera capa, la más exterior, representa a la mente consciente, nuestra fuente de razonamiento crítico y analítico. La segunda es la del subconsciente, en el que entramos en estado de hipnosis para llamar a la puerta del «almacén» de recuerdos de todo aquello que nos ha sucedido en esta vida o en vidas pasadas. La tercera capa situada en el centro interior es lo que ahora se llama la mente superconsciente. Este nivel contiene el centro más profundo del yo como expresión de un poder superior. El superconsciente alberga nuestra identidad verdadera, aumentada por el subconsciente en el que se sitúan el resto de los «otros-yo» que asumimos en cuerpos anteriores. El superconsciente podría no ser una capa más sino el alma misma. La mente superconsciente representa nuestro centro más importante de sabiduría y perspectiva y es de esta fuente de energía inteligente de donde me llega toda la información sobre la vida después de la muerte.

Elaboración propia a partir de materiales diversos

Ver también:

El cerebro humano y la emergencia de la mente

EL CERVELL HUMA


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