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TOROS, DEBATE ANIMALISTA Y CULTURA DE LA VIDA

Más allá de cualquier otro animal el ser humano es la estructura biológica más compleja que podamos contemplar en la naturaleza. Y por tanto la más valiosa y digna de admiración y respeto, de cuidado y protección.

La sociedad entera debe reconocer un derecho tan elemental y primordial como el siguiente: toda vida humana tiene derecho a existir.

A cuantos tanto se conmueven y muestran tanto despecho ante la violencia contra los animales les faltaría dar un pequeño paso más y extender tan alta y loable sensibilidad a la especie humana

Animamos a quienes son capaces de conmoverse por el sufrimiento de un animal pero se muestran insensibles ante la aniquilación de los que no van a llegar a nacer a que reflexionen y se unan definitivamente al club de la vida.

Capítulo especial merece lo acontecido últimamente en torno a los toros. Este verano en España hemos asistido también a otro alucinante espectáculo con la emergencia ante la opinión pública de la ideología animalista a raíz de una ILP ( Iniciativa Legislativa Popular), presentada en el parlamento catalán, que ha culminado con la supresión por ley de la fiesta de los toros en Catalunya. Plataformas cívicas animalistas impulsoras,  proceso de gestación, movilización para la recogida de las firmas pertinentes, objeto de la iniciativa, finalidad, vertiente política, la libertad de elección del ciudadano, relación de la ideología animalista con la “cultura de la vida”, libertad de conciencia en la votación parlamentaria, etc. son algunas de las vertientes sobre el tema. Choca, sin embargo, que  entre la rica y variada fauna de nuestra extensa geografía el nacionalismo catalán no haya encontrado animal más emblemático, por sus connotaciones políticas, que el toro bravo y la fiesta “nacional”.

toroNo vamos a enfocar ahora la cuestión por su vertiente política, que la tiene sin duda, y es la que con más ardor se ha explotado, tanto por parte de la opinión pública como por una parte de la clase política que de la noche a la mañana se han convertido en fervientes proteccionistas y abolicionistas pero que son incapaces de afrontar con coherencia, porque sus postulados ideológicos  se lo impiden (y no es lo que la ahora se oferta por parte del progresismo oficial), la defensa de la vida humana en su fase de gestación.

A raíz de la supresión en el parlamento catalán de las corridas de toros sus promotores  han aprovechado para darse a conocer, paseándose por estudios radiofónicos y platós de televisión y difundiendo la doctrina animalista, expresando sus más fervientes y apesadumbrados sentimientos a favor de los animales, en defensa de su integridad y de su vida y en contra de los sufrimientos de los mismos, mostrando compungidos su indignación y rechazo a práctica tan ancestral y anticuada, según ellos, como las corridas de toros… todo ello revestido con el consiguiente discurso ético, de modernidad, progresismo, crítica a tan vetustas tradiciones populares, lo ancestral en pleno s. XXI de tan violentas prácticas contra los animales, etc.

En el núcleo del problema

Pero más allá de lo anecdótico del caso, cuál es la cuestión de fondo puesta sobre la mesa y suscitada por la ideología animalista en este debate? El tema de fondo: la violencia, el sufrimiento, la protección y los derechos de los animales. Más allá de su vertiente política en el fondo de la polémica está el encomiable desarrollo de una corriente de pensamiento y un sentimiento favorables al respeto a la vida, el reconocimiento del respeto debido a todo ser viviente, y el rechazo de la brutal violencia ejercida sobre determinadas especies, lo ancestral de dichas prácticas, etc., etc. Esa es una música de fondo agradable. Esa música les habrá sonado, y sonado muy bien, a quienes sobretodo en los últimos meses han puesto el grito en el cielo ante un ataque brural y frontal a la vida humana y a quienes se han  movilizado en defensa de la vida humana en gestación y en contra de la extrema e irreparable  violencia ejercida contra quienes por voluntad de otros no van a llegar a nacer. En todo este asunto me ha llamado poderosamente la atención que ni los promotores de dicha ideología ni muchas de las instancias que se han prestado a su amplificación  mediática se hayan atrevido a hacer, quizás por considerarlo no políticamente correcto, un fácil nexo de unión, un cierto paralelismo, entre ideología animalista y aborto provocado.

Algunos a este respecto en ese debate se han atrevido incluso a delimitar qué es lo políticamente correcto y lo que no lo es. Han sostenido que no se puede mezclar una cosa con otra, para despacharlo así por toda argumentación. Cada uno, sin embargo, es muy libre de buscar el punto y el nexo de unión entre dos realidades. La polémica animalista  vivida últimamente se presta a ello. Para los que no se sienten encorsetados por lo políticamente correcto en cada momento, la comparación es oportuna y pertinente y para quienes se han movilizado en defensa de la vida humana incluso inevitable. Éstos en su reflexión íntima no habrán dejado de plantearse ese fácil paralelismo y preguntarse por qué en determinadas instancias de la sociedad existe miedo a afrontar el denominador común existente entre esas dos realidades.   

Porque de qué estamos hablando en el fondo de esa polémica: estamos hablando de violencia, vejación, atentado contra la vida de seres vivos, en unos casos contra determinados animales, en otros de la eliminación en medio del más absoluto mutis social de vidas humanas en gestación.

Estamos tratando de la emergencia de una nueva conciencia social, del desarrollo de la sensibilidad natural humana ante la contemplación de la violencia, del sentimiento de rechazo que nos produce la observación de la degradación de una parte de la naturaleza, de la sensibilidad humana ante el dolor y sufrimiento de un animal sometido a tan inhumano y vejatorio trato. Y si la contemplación de la violencia contra los animales es capaz de despertar en nosotros tan alta sensibilidad...

...¿estaremos ya tan sesgadamente deshumanizados que no seremos capaces de activar aún mayores sentimientos ante la contemplación de la violencia extrema tan abominable ejercida sobre vidas humanas en gestación? ¿No estaremos verdaderamente anestesiados por la sutil labor de dopaje ético al que nos tienen sometidos constantemente desde el poder a través de la propaganda y manipulación ideológica?

En este asunto me ha llamado la atención sobremanera la amplificación mediática de tan respetable ideología y sobre todo el silencio cómplice mantenido por esos medios de comunicación y  muchos defensores de esa ideología prestos a blandirse por la defensa del respeto a la vida del toro o de cualquier otro animal pero incapaces de pronunciarse y alzar su voz contra todo tipo de violencia, no mirando para otro lado, incluida la práctica más inhumana que ejercer podamos como supone la práctica del aborto provocado, manifestándose huraños en la defensa y protección de la vida humana en gestación.

Sentimientos ambivalentes

Qué bueno para el progreso humano y la extensión de “la cultura de la vida” que la sensibilidad humana y la conciencia sentimental se hayan desarrollado tanto y lleguen a tan altos extremos ante la contemplación de la violencia y sufrimiento animal.

Pero a cuantos tanto se conmueven y muestran tanto despecho ante la brutal violencia ejercida contra los animales les faltaría dar un pequeño paso más y extender tan alta y loable sensibilidad a la especie humana, y clamar con la misma fuerza y el mismo ímpetu contra la violencia legalizada, admitida social y administrativamente y a veces personalmente contra vidas humanas en gestación, y en defensa de la vida humana en sus diversas fases y estadios biológicos, defendiendo a quienes posiblemente no van a llegar a nacer, víctimas de la mentalidad de una época, de una escala de valores relativista y utilitarista, de modas ideológicas éticamente endebles, de una voluntad doblegada, de una situación, circunstancias o presión social que abocan a la madre a tener que acabar con la vida de su hijo, como única alternativa que le ofrece la sociedad a sus dificultades.

Dicha ideología ha empezado el recorrido focalizando su atención en el sufrimiento de los animales, pero se mantienen impasibles ante el sufrimiento del más complejo, singular y valioso de los animales: el ser humano mismo.

El salto requerido no sería difícil de realizar, ya que en pura lógica y en línea con su ideología proteccionista sólo les faltaría asumir que el ser humano es la estructura biológica más compleja que podamos contemplar en la naturaleza. Y por tanto la más valiosa y digna de cuidado y protección, de admiración y respeto.

Ampliando el campo de su sensibilidad y extendiendo su defensa de la vida al género humano ganarían en credibilidad. Para los que estamos por la defensa de la vida humana en gestación deseamos que su alta conciencia animalista se extienda y abarque también al principal de los animales: el ser humano. Obrando así, con su sincera, recta y loable finalidad conseguirán aumentar sin duda el número de sus simpatizantes y seguidores. Mientras no sea así para muchos su posición continuará expresando puro esnobismo, una más de las incontables incoherencias de nuestro país.

Bienvenidos pues al club de la vida

Deseamos que la ideología animalista se ensanche y se convierta también en acérrima defensora de la vida humana, y que la difusión en el seno de la sociedad de sus principios y valores vitalistas ayuden a superar determinados prejuicios y cegueras sociales y a comprender la necesidad de extenderlos a la especie humana. Deseamos puedan ponerse al frente, y defender la vida humana con el mismo ahínco como lo están haciendo con la vida de los animales, y que la sociedad entera llegue a reconocer un derecho tan elemental como el siguiente: toda vida humana tiene derecho a existir. Incluso en las áreas más desarrolladas del planeta no hemos alcanzado todavía ese estadio de civilización, aunque si nuestra especie no pierde la cordura sin duda llegará . Desde aquí animamos pues  a los animalistas a que no se detengan en su empeño, a que continúen su labor de extender los valores y principios que defienden a toda especie animal sin distinción. Y por supuesto, que no se detengan ante la protección y defensa de la vida humana, tan necesitada de cuidado y  protección entre nosotros, de manera especial en sus fases extremas.

Algunos de sus máximos corifeos, algunos representantes de formaciones políticas de izquierdas o  ecologistas, se han paseado por los platós expresando su indignación y rechazo ante una práctica considerada por ellos tan ancestral como las corridas de toros, expresando sus más apesadumbraos sentimientos a favor de la protección de la vida de los animales.  Resultaría un ejercicio interesante buscar en el diario de sesiones parlamentarias el posicionamiento mantenido por algunas de esas formaciones políticas, en torno, por ejemplo,  al debate de la ley del aborto y  contemplar sus argumentaciones y posicionamientos en referencia a la protección de la vida humana, lo moderno y progresista que es el aborto,  el europeísmo que eso supone, la seguridad jurídica que otorga a a las partes, la disciplina de voto exigida por esas formaciones a sus diputados en cuestión tan absolutamente trascendental, la limitación de la libertad de conciencia a los profesionales sanitarios, etc.  El ejercicio podría resultar ilustrativo,  divertido y patético a la vez y nos serviría para ver donde está cada quien y comprender que esa “cultura de la vida” que reclaman para el mundo animal, la mayoría de esos corifeos, empecinados en sus anquilosadas posiciones ideológicas e instalados en sus ancestrales prejuicios antropológicos, no están dispuestos a promoverla e impulsarla cuando hace referencia a la especie humana.

Son capaces de conmoverse por el sufrimiento de un animal pero se muestran insensibles ante la aniquilación de quienes no van a llegar a nacer.

Elaboración propia


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