No es ternura el fuego de una pasión...
sino la suavidad de una caricia.
No es ternura el oleaje que se desborda...
sino el beso del cielo con el mar.
No es ternura la montaña que nos sobrecoge...
sino la macetita de violeta perfumando en la ventana.
No es ternura lo grandioso...
sino la delicadeza, la insignificancia, el detalle.
No es ternura lo que se da...
sino lo que se refleja y se deja traslucir.
No es ternura el sol que calcina...
sino la luna que embruja...
El fuego que abraza... sino el leño que se consume.
No es ternura lo que sobresale y resalta...
sino el escondite...el beso... la insinuación...
la luz y la rosa.
La ternura no está en lo grande,
ni en lo brillante, ni en lo que se destaca,
está en lo chiquito, en lo sencillo,
en esas pequeñas cosas de todos los días...
La ternura es eso que...
vitaliza al viejo...
duerme al niño...
¡y desarma al hombre!
Texto: Zenaida Bacardí