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OTRO FEMINISMO ES POSIBLE:
un feminismo de rostro más humano

Hace pocas semanas acabamos de celebrar un año más el Día internacional de la Mujer. Parece que el feminismo radical quiere abanderar y monopolizar todo el espacio feminista, pero la suya no es la única visión, ni para muchos la más razonable,  aunque en ocasiones por su algarada y griterío mediático o virtual así lo parezca. La liberación de la mujer no sólo se consigue desde la confusión ideológica o la subversión cultural propuesta por el feminismo radical.

Otros feminismos, a buen seguro no tan escandalosos, se están desarrollando y gozan de la aceptación de un gran número de mujeres. A continuación  aportamos dos artículos que nos acercan, lejos de la algarada, algarabía  y griterío, a un feminismo razonado,  razonable y edificante, no destructivo ni corrosivo, de rostro mucho más humano.

Ni ser más ni ser menos: la solución se llama”feminizar el mundo”

Por Marosa Montañés Duato

Las crisis en el mundo de las ideas se superan por elevación, no por disminución y es así cómo debemos enfocar algunos interrogantes planteados por la ideología relativista y destructora de la identidad de la persona humana, que pretende totalizar la sociedad española: ¿la mujer es más o menos que el hombre?… ¿es un plus en la vida de la sociedad o esencial e insustituible en la historia de la humanidad?… ¿la identidad de la mujer pasa por modelos masculinos o debe buscar otros senderos para llegar a ser ella misma?; la lista puede llegar a ser exhaustiva y hay que nuclearizar el fondo de la cuestión: la mujer posee la misma dignidad del varón pero diferente identidad. De aquí derivan algunas verdades: el auténtico feminismo se llama “igualdad de derechos y oportunidades y complementariedad en sus funciones”; el hombre y la mujer se perfeccionan mutuamente pero no se identifican porque son diferentes en su personalidad, en su genética, en su psicología, en su inteligencia y en su afectividad; para que un recién nacido llegue a desarrollar su personalidad – es decir, su capacidad de ser persona-, necesita de un padre y una madre que le aportarán sus peculiaridades personales, diversas y complementarias, por lo que no tiene sentido hablar de “progenitor A y B”; sólo son idénticos la mujer y el hombre en su responsabilidad, pero cada uno la ejercerá de manera diferente.

“Mujer sé tu misma”; éste puede ser un buen consejo y para ello, algunas pautas vitales: si vivir consiste en “pensar o saber, querer y hacer”, quizá hay que aprender a ser lo que uno debe ser, hay que querer hacerlo sin temor ni titubeos, y hay tener un norte claro para que el “quehacer de la mujer” no sucumba ante interferencias, desorientaciones u obstáculos externos. Entre éstos quizá uno destaca sobre los demás: durante siglos, en algunas sociedades, a la mujer le ha correspondido ocupar un lugar circunscrito al trabajo del hogar y a la educación de los hijos, pero ésta realidad no pertenece a la identidad femenina, sino a un modelo cultural que se ha transmitido de generación en generación; y quizá ha llegado la hora en la que el hombre y la sociedad acepten un cambio de mentalidad por el que el trabajo del hogar y la educación de los hijos corresponda tanto al hombre como a la mujer porque ambos son necesarios a los hijos y ambos trabajen fuera del hogar. Este reparto de funciones, - el hombre en el trabajo y la mujer en el hogar-, no afecta al núcleo masculino o femenino, por lo que puede cambiar. Si ese momento no tarda en llegar, veremos cómo el hombre aporta lo mejor de sí mismo – y no se limita sólo a trabajar y ganar dinero-, y la mujer accederá a puestos de responsabilidad sin descuidar a su familia o a su hogar; la verdad es que todo ser humano puede dar más de lo que da si se lo propone porque somos un pozo sin fondo de oportunidades insospechadas. Y cuando se logre esta aventura - hoy por hoy utópica - con buen final, el mundo se convertirá en una familia porque la mujer habrá” feminizado” un poco más la humanidad.

Fuente: http://www.mujernueva.org/


Mujer, Familia y Trabajo.

Por  Mujer Nueva

De nuevo nos encontramos ante el debatido binomio “mujer: entre familia y trabajo”. Y esta vez el Estudio de Eurostat nos da una serie de estadísticas muy interesantes: una de cada seis mujeres renuncia a un trabajo laboral y opta por una dedicación exclusiva a la familia. Otro 33,7% puede, sin embargo, compaginar la dedicación profesional con la familiar, trabajando laboralmente a tiempo parcial.

Al leer la noticia en algunos medios informativos, se encuentran expresiones como “cargas familiares”, o mujer “inactiva” aludiendo a quienes se ocupan de sus familias y no tienen un empleo externo. No hay ninguna contraposición. La realización de un ser humano no viene dado por trabajar dentro o fuera de un marco físico. La familia no es una “carga”, y aunque se piense que la mujer solo se realiza si trabaja fuera, son muchas las mujeres que libremente, sin necesidad, eligen dedicar un tiempo de su vida, especialmente cuando son fértiles al cuidado y educación de sus hijos. Trabajar en la familia no es limpiar, cocinar o lavar, esto son roles, que pueden hacer hombre y mujer; trabajar en la familia, en la propia casa, es una opción libre por darse a quienes aman y las necesitan. Esto no sale en las estadísticas y conviene recordarlo. Y hablar de una mujer “inactiva” porque trabaja en casa es un eufemismo. ¿Hay alguien más activo que la madre comprometida por los suyos?

La mujer es quien puede convertir la casa en hogar. No se puede contratar a nadie para hacer eso. El hogar no es algo físico, es el ámbito afectivo y espiritual en donde el ser humano se descubre acogido y aceptado, valioso en sí mismo. Hay muchas casas, pero no todas son hogares. ¿Por qué la mujer es elemento importante para conseguir esta realidad? Porque por vocación, por una fuerte inclinación que viene escrita en su misma naturaleza, no es cuestión de rol, tiende a crear y cuidar los lazos afectivos en la familia. Todo lo que hace en la casa busca cuidar y cimentar estas relaciones. La capacidad de amar de la mujer sostiene a la familia y a cada uno de sus miembros. La mujer se realiza en el amor y el amor es la base de las relaciones familiares.

Valoremos más bien nuestra vocación de humanizadoras de la sociedad, haciendo familia y ejerciendo nuestra misión de madres y esposas.

Fuente: Mujer Nueva


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