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EN TORNO A LA PUESTA EN MARCHA DE LA  NUEVA LEY DEL ABORTO

Traer al mundo un nuevo hijo nunca ha sido tarea fácil, menos aún hoy en día.  La mentalidad y el estilo de vida actualmente dominantes en nuestra área geográfica lo complican mucho. Las bajas tasas de natalidad en la eurozona así lo atestiguan. La primacía del bienestar material, los criterios economicistas y utilitaristas sobre los que hemos montado nuestro presente nos conducen a ello. La falta de incentivos y apoyo a la maternidad y la familia desarrollados con las políticas demográficas también. La irrupción de ideologías y fuerzas sociales antinatalistas en la escena política coadyuvan a ello. La interpretación angosta del primero de los derechos humanos por esas fuerzas es evidente. La débil formación humanística generalizada y la falta de una verdadera “cultura de la vida” entre la población un hecho palpable. La ausencia de una auténtica formación afectivo-sexual entre la población algo fácilmente constatable. La ausencia de una verdadera educación estimuladora de la responsabilización sobre nuestros actos también. La frivolización y banalización de las relaciones interpersonales y  la extensión de la  promiscuidad en las relaciones sexuales un dato sociológico cotidianamente verificable.

En medio de este panorama emerge dramáticamente en nuestro entorno el drama del aborto, especialmente en España. El creciente número de abortos practicados en nuestro país en los últimos años reclama una solución urgente al problema. Tenemos un problema y des de la política, pero también desde la sociedad en su conjunto, se ha de abordar y buscar una solución al mismo. Cuestión distinta es si las políticas que oficialmente se nos proponen: anticoncepción de urgencia, píldora del día después, aborto, tipo de educación afectiva-sexual propuesta, etc., sean las más adecuadas como solución al problema y merezcan o no nuestra aprobación como la “salida” más humanamente progresistas. Quizás la verdadera solución no esté tanto en los “parches”  a los que nos tiene acostumbrados una izquierda escasamente progresista en el sentido pleno del término, sino en una acción educativa de fondo más lenta y continuada pero quizás  verdaderamente revolucionaria. Ello implica un cambio de mentalidad, una profundización en la “cultura de la vida”, el apoyo a la familia, a la maternidad, una orientación distinta a la educación afectiva-sexual...

 A principios de julio ha entrado en vigor en España la nueva ley del aborto: la suspensión cautelar solicitada, finalmente no fue aprobada. El TC estuvo muy dividido y tan solo por un voto de diferencia la ley no fue suspendida cautelarmente. Si finalmente se declara anticonstitucional, las consecuencias derivadas de la no suspensión cautelar serán ya irreparables.

El aborto es un drama individual, pero también expresa el fracaso colectivo de toda una sociedad. Ante la situación de un embarazo no planificado habrá casos en los que ciertamente concurran circunstancias extremas que habrá que ponderar y buscar la mejor solución posible… pero en el terreno de los principios y valores por los que debe regirse cualquier sociedad, el respeto a la vida de cualquier miembro de la familia humana debería constituir un derecho primordial e irrenunciable, más si como la nuestra ésta se autoproclama como progresista y avanzada. Y más allá también de la opinión coyuntural de las mayorías parlamentarias que en cada momento puedan formarse. 

En primer lugar la ONU debería evitar la ambigüedad a que se presta la actual redacción del primero de los derechos humanos ( “Todo individuo tiene derecho a la vida… ) y explicitarse su amplitud (ver moratoria) evitando así la lectura e interpretación estrecha que a menudo se realiza del más primordial de los derechos humanos: el derecho a la vida. El derecho a la vida no depende de ninguna voluntad particular ni de la voluntad de determinadas mayorías parlamentarias o sociales, ni tampoco cabe en las urnas y una vez esa vida está formada en el seno materno, le asiste el derecho natural intrínseco a desplegarse, a desarrollarse, y no debería depender de la decisión de ninguna otra voluntad particular o política.

En España este ha sido el año de la reforma de la ley del aborto. El año en que en el seno de la sociedad se ha producido un mínimo debate, a pesar de la actitud reticente que ciertas instancias políticas y mediáticas han mostrado a entrar de lleno en el fondo del problema, y en un intento manipulador han pretendido desviar la atención hacia aspectos colaterales del mismo eludiendo cuestionarse a fondo el meollo de la cuestión y entrar en las causas profundas que lo motivan. Y esas mismas instancias tampoco han querido profundizar en lo que supone de irregular y grotesco que, en una perspectiva civilizatoria, en pleno s. XXI, en el momento cumbre del reconocimiento y extensión de los Derechos humanos a todos los humanos sin distinción ninguna, no se reconozca, a pesar de las evidencias científicas, a los no nacidos como miembros de la familia humana, independientemente de la fase de desarrollo en la que se encuentren y por tanto  con la misma dignidad y merecedores del mismo respeto que cualquier otro ser humano, y que una práctica cruel e inhumana como la del aborto se la eleve a la categoría de derecho en una sociedad avanzada  y supuestamente civilizada como es la sociedad del s. XXI. Toda persona que lo necesite tiene derecho a ser atendida sanitariamente con dignidad, pero no para acabar con otra vida humana. El aborto es una lacra indigna de una sociedad civilizada, como en su día lo fueron la esclavitud, el holocausto o el appartheid.

El desarrollo de la conciencia cívica en torno a la cuestión. El año en que la opinión pública ha ido tonando conciencia de la gravedad de la operación política perpetrada por la izquierda en torno a esta cuestión y lo inmoral y aberrante que resulta, y contrario al más elemental sentido común, la desprotección de la vida humana en sus primeras fases de desarrollo y la legalización de práctica tan cruel e inhumana. Una parte importante de la población, superando la apatía ambiental que en los últimos tiempos nos domina, tomado conciencia del problema, se ha sensibilizado  y se ha movilizado saliendo a la calle a expresar su actitud contraria y de repulsa a las soluciones que desde la política se ofrecían y  yendo por delante de la acción política ha lanzando un mensaje positivo al resto de la ciudadanía:

que con cuestiones primordiales que están en la base de la convivencia pacífica no se juega; que la vida gestante es un patrimonio majestuoso digno de protección por el conjunto de la sociedad; y que el derecho a la vida está por encima de cualquier otro derecho. Al tiempo que se ha reclamado de los poderes públicos políticas de verdadero apoyo a la maternidad aunque solamente fuera por razones estrictamente demográficas, una verdadera educación y formación en la responsabilidad y el fomento de alternativas al aborto.

El año en que esa conciencia cívica ha sentido con fuerza la necesidad de extender la “cultura de la vida” empezando por exigir la protección de la vida humana misma también en su fase de gestación y no desviando la atención hacia otros tipo de animales, muy respetables éstos, pero sin duda de segundo orden en importancia.

La opinión pública, a pesar de los “adornos” con los que se nos ha querido vender y colocar el producto, el aborto libre, revistiéndolo con ropajes de modernidad, progresismo, europeísmo, etc., no se ha querido dejar engañar. Y está surgiendo una creciente conciencia social en demanda de políticas que fomenten la maternidad y que estimulen verdaderas alternativas al mismo. La sociedad española está viendo cada vez con mayor claridad que la defensa y protección de la vida humana no debe quedar reducida al ámbito de lo particular y privado sino que la vida humana , como patrimonio común de la especie, debe defenderse colectiva y públicamente y que la solución más civilizada y verdaderamente progresista a un embarazado no planificado o quizás no deseado no es la solución fácil de abocar a la mujer al aborto, sacudiéndonos el problema de encima, sino que en una sociedad verdaderamente madura y avanzada debería ser el conjunto de la sociedad la que debería apoyar a esa mujer en dificultad y prestarle el apoyo integral que necesite para que no sea el aborto su única alternativa.

Dopaje ético

Esa conciencia cívica en defensa de la vida humana que ha despertado con fuerza en los últimos tiempos no tiene que decaer. Su ímpetu tiene que continuar. No ha de acallar su voz. El gobierno y las fuerzas sociales y políticas instaladas en el más acomodaticio relativismo confían en nuestro desistimiento, en nuestro desánimo, en nuestro cansancio y agotamiento, en la labor erosionante del paso del tiempo, en la acomodación a lo que con el tiempo se vuelve habitual y cotidiano, hasta casi familiar, casi como formando parte del más natural devenir. El feminismo radical y el falaz progresismo confían en esas armas, confían en que esos serán factores que ayudarán a camuflar y enmascarar lo ignominioso de tal práctica humana. Esperan que el dopaje ético fruto del reinante relativismo instalado entre nosotros facilitará la callada e inconsciente generalización del valor supremo del utilitarismo también en la ponderación del valor de la vida humana en gestación.

Sin embargo, nosotros sabemos que las batallas no se ganan si no se libran, que la tenacidad es arma de victoria, que la historia nos ha demostrado que conquistas que en su tiempo parecían imposibles hoy son una realidad (esclavitud, racismo, el derecho al voto de la mujer, abolición de la pena de muerte, apartheid…), que otros lucharon por lo que hoy disfrutamos; que la ciencia y el sentido común están de nuestra parte y que sobre todo la vida misma se abrirá paso frente a las tendencias necrófilas de esas fuerzas sociales.

Debemos continuar manteniendo viva la llama de la «cultura de la vida». Sabemos que la lucha por la defensa, protección y respeto de la vida humana en cualquiera de las fases de desarrollo en que se encuentre es una batalla digna, como en su día lo fue la lucha contra la esclavitud, la pena de muerte o el apartheid… causas defendidas por las aspiraciones e  ideales de una  izquierda que hoy con respecto a la vida en gestación es presa de sus prejuicios ideológicos y rehén de sus raíces antropológicas nihilistas.

Concluimos transcribiendo una nota de este verano de Gádor Joya y todo el equipo DAV: Acaba de cumplirse el primer mes de aplicación de la nueva ley del aborto. Aborto sin trabas, sin contemplaciones, sin escrúpulos.  Aborto para niñas. Brutal con la vida humana, violenta con las mujeres. Así es la nueva ley del aborto en España. Un monumento legislativo a la mentira y la crueldad.

¿Puede un gobierno que lesgisla contra la vida humana seguir llamándose democrático?
Este vídeo-editorial expresa en imágenes nuestra repulsa y nuestra vergüenza por una ley injusta que nos hace vivir en una sociedad más inhumana: http://www.youtube.com/watch?v=HpFs38OA1hs

También reafirma nuestro compromiso de seguir acompañando a millones de españoles para conseguir la derogación de esta ley y, al fin, la abolición del aborto en España. Si no lo ve nuestra generación, lo verá la próxima, pero la del Derecho a la Vida es una causa ganada que hay que dar hoy. Sin tardanza. Más que nunca.

Como dice la canción que ilustra este vídeo: "This is the day", "Éste es el día". No mañana. Ni pasado. Hoy. Ahora. No te duermas, no te pares. Hay mucho por hacer, y nadie lo va a hacer por ti. (Gádor Joya y todo el equipo DAV)

Elaboración propia


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