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DE LA EMOCION A LA TERNURA

Hemos sido educados bajo la separación que se ha hecho entre lo cognitivo y lo afectivo. Esa separación radical no es sino una muestra de nuestro analfabetismo afectivo. Afortunadamente, cada vez estamos viendo de forma más clara que lo típicamente humano, lo verdaderamente humano es la afectividad. Las máquinas pueden llegar a ser más inteligentes, pero nunca tendrán la capacidad de expresar afecto y ternura. Hemos sido educados para ser inteligentes, razonables, lógicos,  pero no tanto para el autoconocimiento, la autopercepción y autocomprensión, la sensibilidad, la emoción o la ternura.

LAS EMOCIONES
 

Son la resonancia que las experiencias que vivimos suscitan en el organismo, sobre todo a través de una viva alteración visceral (respiración, circulación, respuestas hormonales ...) que intensifica la experiencia, tendiendo a ser repetida  si es agradable o bien a ser evitada si es adversa. La emoción acompaña las experiencias más significativas de nuestras vidas. Nuestro obrar de cada día está condicionado por la razón pero también por nuestro mundo emocional.  La riqueza emocional crea estados mentales de adhesión o rechazo a determinadas situaciones de manera previa a la actuación del razonamiento (las neurociencias han puesto de manifiesto que las emociones son más básicas y arcaicas que el razonamiento; el estado emotivo se instaura previamente a la actuación de la razón, como es evidente en temas como el enamoramiento o el miedo. En la conducta humana predomina una cierta primacía emocional sobre la razón. La razón tiene en muchos casos un papel de segunda instancia. Las emociones tienen un peso esencial en las conductas de los humanos, y aunque a primera vista no lo parezca, son mucho más determinantes que la lógica o las razones.

El individuo humano, en función del desarrollo de sus capacidades perceptivas y de su sensibilidad, puede llegar a experimentar una gran variedad emotiva. La emoción humana no se produce solamente ante el placer sexual o el miedo a las serpientes. Se puede manifestar también ante el horror que produce el contemplar el sufrimiento o la satisfacción que se siente el contemplar que se hace justicia, ante la delicia que nos produce la sensual sonrisa de una mujer o ante la belleza densa de palabras e ideas expresadas en una poesía; puede brotar también ante la atrocidad de un suceso violento, la armonía de los sonidos en una pieza musical o el colorido de un campo de amapolas en primavera ...

 
LA TERNURA
 

He aquí una palabra de la que todo el mundo habla hoy. Nadie puede vivir sin ella porque la vida sería muy difícil si faltara. Una palabra que va directa al corazón, pues evoca los momentos en los que nos encontramos maravillosamente bien, distendidos, confiados y gozosos de amar y ser amados... Una palabra que sintetiza afecto, calor, dulzura y consuelo.

Hemos sido educados para la competitividad, para la lucha, para la defensa, no para la ternura. La educación para la ternura exige la revalorización del mundo afectivo. Y exige también el desarrollo de competencias que permitan expresar, dar y compartir ternura. Necesitamos ser acariciados para crecer. Necesitamos también acariciar. La caricia libera. Dice Jean Paul Sartre: “La caricia no es un simple roce de epidermis; es, en el mejor de los sentidos, creación compartida, producción, hechura”.

La ternura es un valor tan necesario en nuestra vida como el aire o el alimento. Se alimenta de cosas pequeñas que brotan del corazón: una mirada, una mano, una sonrisa, un gesto, una palabra, un estímulo, un aliento... Una puerta abierta a los sufrimientos más íntimos, más secretos, más recónditos, aquellos que apenas nos atrevemos a balbucir... La ternura es un producto raro. Sin embargo, sin ella, el hombre y la mujer no llegarían a ser verdaderamente humanos. La ternura aparece cuando nuestras relaciones humanas dejan de ser utilitarias, cuando no esperamos necesariamente algo de los otros. Comienza con el respeto y el reconocimiento de su libertad. Ella está en la base de una sana y profunda alegría del vivir. La ternura nos hace vulnerables, pero nos convierte en más humanos. Tenemos la misma edad que nuestra ternura.

 
Desde el punto de vista antropológico
 

Desde el punto de vista antropológico, la ternura forma parte fundamental del ser humano como oferta y como demanda. Es decir, por un lado, está inscrita en lo más profundo de cada ser humano, capaz de ofrecer ternura, pero por otro, es una necesidad básica, de la cual la persona no puede prescindir porque no llegaría a vivir su humanidad en toda su plenitud. La ternura es el amor que abraza, envuelve, protege y salva. Podríamos hablar del derecho que tenemos las personas a la ternura: la ternura,  una respuesta a una necesidad imperiosa de los individuos.

La ternura parece por momentos olvidada y tendríamos que revivirla pues es lo que logra que nuestros días, nuestra vida pasen de ser un mero transitar a ser inolvidables... Hay ternuras de todas clases. Todas son válidas, menos las ternuras postizas. Un niño describió la ternura como una luz y un calor que permanece en nuestro corazón aunque afuera esté lloviendo. La ternura infantil es entrañable, pero en la mirada tierna de una mujer alcanza la ternura expresión suprema. Aunque jamás en la vida encontraremos ternura mejor, más profunda, más desinteresada, ni más verdadera que la de una madre.  Nunca agradeceremos lo suficiente a las mujeres del mundo, por mantener la ternura en nuestras infancias, en nuestras vidas cuotidianas, en nuestra existencia a lo largo de la historia.
 
La ternura: un impulso, un sentimiento y una actitud
 

La ternura es a la vez un impulso, un sentimiento y una actitud. Suele estar suscitada por un ser, objeto o acontecimiento lleno de gracia, que nos emociona. Se traduce en un movimiento o gesto que tiende, a la vez, a su protección y a confirmarle en su individualidad. Consuela al hombre de su limitación, de su condición perecedera. Expresión frecuente de la ternura es la caricia. La ternura está en el centro y al comienzo de la constitución del hombre. La ternura forma parte de una constelación de palabras que intentan precisar un campo en el fondo inefable. Se emplea, con frecuencia con matices diversos como dulzura, suavidad, apaciguamiento, indulgencia, benignidad, etc.

Hemos de ser tiernos con las personas, con los animales, con las cosas, con el mundo. La ternura sólo es posible en el marco del respeto a los otros. Hemos de abandonar la lógica y la estrategia de la guerra, hemos de practicar la ternura familiar, escolar, social, laboral. Porque así podremos ser y hacernos más felices. Es imposible acariciar a otra persona sin sentirnos tiernos, a la vez, con nosotros mismos. Somos tiernos con los otros cuando lo somos con nosotros mismos.

La ternura está en aquello que parece pequeño pero que se hace grande en el corazón. El beso sincero, el apretón cálido de manos, el abrazo inesperado, una mirada llena de cariño que nos dice... ¡estoy aquí, puedes contar conmigo, pocas palabras en un papel que dicen todo... No descuide el saber manejar el amor y el saber darlo, ya que al hacerlo usted estará dando vida a este mundo maravilloso puesto que así estará dando paso a la ternura que lo alimentará y hará que en su paso por esta dimensión sepa aprovechar su magia transformadora. ¡Apena un mundo sin ternura!.

 
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