Armonía entre hombres y mujeres
Ni los hombres son imposibles, ni las mujeres incomprensibles.
Estamos condenados a entendernos. Un mayor conocimiento mutuo de nuestras respectivas psicologías contribuiría a ello.
Muchos de los problemas se podrían resolver bien si los hombres y las mujeres tuviéramos un conocimiento más profundo y realista sobre nuestras diferencias y nuestras formas de sentir.
En las relaciones de pareja la convivencia armónica entre hombres y mujeres no siempre es fácil. La violencia de género está al orden del día. A menudo reina un gran desconocimiento mutuo sobre nuestra respectiva manera de ser y sentir. Por muy increíble que parezca, no nos han enseñado cómo podríamos entendernos mejor las mujeres y los hombres. No sabemos cómo somos, cómo sentimos, en qué nos parecemos, en qué nos diferenciamos. Ni los hombres son imposibles, ni las mujeres incomprensibles. Bastante lucha presenta ya de por sí la vida, para que hombres y mujeres, no seamos aliados.
Introducción
Muchas personas dicen que su vida cambió cuando descubrieron el amor, cuando experimentaron el sentimiento más profundo del ser humano. Pero transcurrido un tiempo la dicha y la alegría que se esperaban, con frecuencia se transforma en desasosiego, ansiedad o dolor.
A veces, del amor al desamor sólo hay un paso, el paso del tiempo. ¿Dónde ha ido a parar ese cariño que parecía inagotable, lleno de ternura y sensibilidad, esa excitación que sentíamos al ver o pensar en la otra persona? ¿Cómo es posible que esas relaciones que parecían eternas se vuelvan efímeras? ¿La naturaleza nos está jugando una mala pasada y nos empeñamos en un imposible? Deberíamos asumir que los hombres y las mujeres no estamos hechos para vivir juntos? ¿El problema es de los hombres?, ¿de las mujeres?, ¿o todos somos víctimas?
La realidad es que nunca nos han enseñado a relacionarnos, a comunicarnos de forma eficaz. Por muy increíble que nos parezca, no nos mostraron ni de pequeños, ni de adolescentes, ni de adultos, cómo podríamos entendernos mejor las mujeres y los hombres. No sabemos cómo somos, cómo sentimos, en qué nos parecemos, en qué nos diferenciamos, lo que nos aleja, lo que nos acerca, lo que nos une, lo que nos separa...
Contra lo que parece decir la lógica, las mujeres y los hombres tenemos pocas cosas en común, nuestra sensibilidad, nuestra sexualidad, nuestras necesidades, nuestra forma de vivir la vida, de sentir el amor... son diferentes.
En un tema tan importante como éste, en que está en juego nuestra felicidad, el conocimiento de la psicología del hombre y de la mujer puede ayudarnos a entendernos, a encontrar explicaciones a nuestras conductas tan dispares, a conseguir que actuemos desde la lógica del razonamiento, desde la no exigencia de imposibles, desde la comprensión y la flexibilidad era el conocimiento mutuo. Las personas somos tan complejas que merece la pena conocer los secretos que nos ayudarán a entendernos y aceptarnos. Muchos de los problemas se podrían resolver bien si, como ya hemos señalado, los hombres y las mujeres tuviéramos un conocimiento más profundo y realista sobre nuestras diferencias y nuestras formas de sentir.
Fuente: ALAVA REYES, M. Jesús: Amar sin sufrir
Ed. La esfera de los libros
Afectividad: ¿Puente o muro?
Por Carolina Duarte
Hombre y mujer somos iguales. Posemos inteligencia y voluntad; somos capaces de hacer lo mismo ¿En qué radica la diferencia? Fundamentalmente en el tercer elemento constitutivo de la personalidad: la afectividad. Llamamos afectividad a ese mundo amplio y cambiante de las emociones, sentimientos e intuiciones, que parece ser una pasarela entre el mundo instintivo y el mundo espiritual. Delimitarlo es casi imposible, definirlo más difícil todavía, pero a todos nos consta que existe y que tiene una influencia inaudita en el comportamiento.
La vivencia personal que se tiene de la realidad nos llega a través de la afectividad. Es una realidad que la afectividad hace que el mundo interior de la mujer sea naturalmente más rico en matices. Los datos de la realidad tocan más en lo profundo su interioridad, de forma que todo se tiñe de alegría o tristeza, de sorpresa o angustia, de dramatismo o serenidad.
¿Siente la mujer diferente que el hombre? ¿Tiene sentimientos exclusivos de su condición? Sí y no. Existen unas causas hormonales indiscutibles, que influyen, pero no son las únicas y tampoco son determinantes. La mujer no tiene sentimientos diferentes a los del hombre, sino que de alguna manera siente los mismos pero más intensamente, con mayor agudeza y variedad de matices. “Siente” más, no siente diferente.
Esta diferencia en el campo afectivo, a la mujer se le puede presentar como fortaleza o debilidad, y al varón como oportunidad o amenaza; dependerá de cómo cada uno la enfrente.
Para la mujer, su afectividad es fortaleza cuando aprende a conocerse, no se asusta por lo que siente, sabe distinguir entre sentir y consentir, y encauza el caudal emotivo hacia grandes ideales, especialmente se vuelca hacia el otro que la necesita… Es fortaleza porque le permite amar “con mayor intensidad”, y unifica toda su personalidad en lo que hace y piensa. El amor de una mujer tiene la capacidad de conmover el corazón humano, porque proviene de una afectividad intensa.
Es fortaleza también porque desarrolla ese sexto sentido femenino que proviene precisamente de su extrema sensibilidad. La intuición femenina no es más que el periscopio de un corazón atento a los demás. Ve más lejos, descubre lo que no se toca, pero… se siente.
Pero también la afectividad puede ser una debilidad de la personalidad femenina, cuando la mujer no conoce la causa de sus sentimientos, confunde unos con otros, se deja envolver por ellos, hasta el punto de no entenderse, y menos ser entendida. Esto suele suceder cuando en lugar de vivir hacia los otros, el interés se centra en uno mismo, entonces la susceptibilidad, la inseguridad, la aprensión están a flor de piel, convirtiendo su vida y la de quienes conviven con ella, en un campo de minas. Nunca se sabe qué va a suceder.
Para el hombre, la diferente forma de sentir de la mujer, es oportunidad para su vida si, cumple con los siguientes requisitos: acepta que la mujer siente de forma distinta, y no se sorprende ante reacciones que él nunca habría tenido. “Pero… ¿qué te pasa?” es posiblemente la frase masculina más común que los hombres de todas las generaciones han dirigido a una mujer. Y junto con esa aceptación, el hombre ha de cuidar los detalles en su trato con ella, porque cada detalle ella lo redimensiona a través de su afectividad. Esos detalles son las piezas claves que le conquistarán el afecto de ella.
¿Cuándo la afectividad femenina puede convertirse en una especie de peligro para el hombre? Una mala interpretación de la afectividad femenina puede distorsionar las relaciones interpersonales entre el hombre y la mujer. Cuando el hombre con su comportamiento práctico niega que existe una diferencia en la sensibilidad, y trata a la mujer como trataría a un hombre (aspereza en el trato, la omisión de detalles…) puede ser que surja tensión.
Bastante lucha presenta ya de por sí la vida, para que hombres y mujeres, no seamos aliados. Si la afectividad, como elemento diferenciador puede ser oportunidad o peligro, fortaleza o debilidad, lo más inteligente será aprovecharla para que se convierta en puente para el encuentro de ambos, y no en un muro que los aísle. El paso del tiempo juntos hace que cada uno aprenda del otro lo mejor que tiene. La mujer, aprender a no dar importancia a lo que no lo tiene, y a valorar lo esencial en la entrega de su compañero. El hombre, aprender a cuidar los detalles, no por sí mismos, sino porque sabe que a ella le importan. En definitiva se trata de aprender ambos a amar desinteresadamente, como hombre o como mujer.
Fuente: Mujer Nueva