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LA AFECTIVIDAD FEMENINA

Mujer Nueva. Interessant web dedicada a la promoció de la dona i a la seva formació. Amb seccions com notícies, estadístiques, anàlisis i opinions, documentació i una secció especialment interessant: " Talleres", amb un fort component formatiu. D'aquesta última es presenta, a tall de mostra, la introducció a un dels seus tallers " La afectividad femenina".

La afectividad es un componente importante de la persona humana.

Los afectos, los sentimientos, las emociones son una enorme riqueza, una fuerza que puede llevarnos a hacer grandes cosas porque nos da toda la energía que necesitemos.

INTRODUCCIÓN: LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD

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La personalidad

La personalidad es la diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de otra. Conjunto de cualidades que constituyen a la persona o supuesto inteligente (Diccionario Manual Vox).

Al hablar de la estructura o componentes de la personalidad no debemos pensar en “capas” o niveles o elementos independientes entre sí, sino considerar que estos componentes están estrechamente relacionados y son interdependientes.

Así, por ejemplo, cuando se altera la frecuencia cardíaca (elemento o nivel orgánico) suele acompañarse de una emoción o sentimiento de angustia o ansiedad e incluso de temor. Cuando el cuerpo, o más concretamente los músculos, se relajan por efecto de un baño caliente, esta sensación física va acompañada de un sentimiento de confort, de tranquilidad, de agrado psicológico y emocional. A la inversa sabemos que circunstancias pueden llevar a alteraciones fisiológicas y anímicas y así una mala noticia puede quitarnos el apetito o una situación de estrés (como unos exámenes universitarios) aumentarlo.

Los niveles que componen a la persona son tres:

Fondo vital o nivel físico u orgánico: Son las funciones orgánicas que nuestro cuerpo realiza involuntariamente: nutrición, digestión, circulación de la sangre, respiración. El que nuestra sangre circule o no, que el corazón lata o deje de latir, no depende de nuestra voluntad o deseo; sabemos que ciertas acciones e incluso pensamientos pueden alterarlo, pero no podemos influir en ellos directamente. Por ejemplo, una persona que padece claustrofobia sentirá que el ritmo cardíaco se acelera sólo con pensar en subir a un ascensor; pero no ha actuado directamente sino creando una emoción (temor y ansiedad) que influye sobre su cuerpo.

Fondo endotímico o emocional-afectivo: Integrado por los estados de ánimo, sentimientos, emociones, afectos, instintos y tendencias. El que surjan o no, no es controlable por el yo consciente. Es lo que sucede en el ejemplo anterior, la persona podría desear no sentir temor, luchar contra él, pero generalmente se ve “atacado” por el miedo sin poderlo controlar, al inicio.

Estructura superior: constituida por el pensamiento y la voluntad. Por medio de ellos el yo consciente puede ordenar las sensaciones del fondo endotímico y decidir en qué medida deben influir en el comportamiento. Esto es lo que logra el tratamiento médico y psicológico en una persona con claustrofobia: se le muestra y enseña cómo su mente y voluntad pueden ordenar esos sentimientos y emociones para vivir mejor.

Otro ejemplo: sentir hambre. Es una sensación que no puede ser controlado y que nace de la necesidad del organismo de satisfacer sus necesidades vitales. Pero la persona puede decidir cuándo y cómo saciar esa sensación o, incluso, llegar a negar esa satisfacción como hacen las personas que se declaran en huelga de hambre. También puede darse que la falta de dominio le lleve a abusar de los alimentos por sobre las necesidades y le cause un problema de sobrepeso no condicionado por una alteración metabólica sino por una falta de voluntad y decisión o por ignorancia del peligro que implica.

Observar las estructuras de la personalidad nos ayudan a conocer que existen muchos factores que inciden en el comportamiento humano. Es decir, el comportamiento no es una simple consecuencia de instintos o impulsos. Es mucho más. Se puede asegurar que todas y cada una de las acciones que una persona realiza responden a diversos factores.

Así cuando un objeto nos pincha o quema nos apartamos rápidamente, llegando a la conclusión de que en este caso se trata de un simple movimiento reflejo. Ahora bien, es posible que, dicho reflejo provoque en nosotros recuerdos e incluso reacciones afectivas que vienen a complicar la simplicidad del acto reflejo. Esto significa que la conducta humana – aún en los actos más simples – resulta siempre mucho más compleja que la de los seres inferiores, y eso tanto cuantitativa como cualitativamente.

La razón está en la estructura de la personalidad, en la interrelación estrecha que existe entre los tres niveles o componentes de la personalidad, ya que en todo acto, en toda conducta interviene la totalidad del ser. Es decir, junto a los movimientos del fondo endotímico – emociones, sentimientos, instintos, tendencias – muchas veces intervienen también los procesos del pensamiento y de la voluntad.

Es la voluntad la que decide, o debiera decidir, guiada por la razón, la medida en la que influirán las vivencias endotímicas en nuestro pensamiento y actuar. El factor racional es así un actor decisivo en la dirección y modelación de la conducta, porque es el que nos permite saber qué es lo más conveniente y puede aprender del pasado e intentar prever el porvenir, guiando los dictados de los instintos y tendencias.

Existen muchos actos en la vida diaria que realizamos dirigidos únicamente por el fondo endotímico, es decir, surgen del inconsciente. También existen otros actos de nuestra conducta que a fuerza de repetirlos, llegamos a realizarlos de un modo automático. Todo esto es bueno porque deja los estratos superiores más libres posibilitando la proyección de nuestras facultades superiores (inteligencia y voluntad) a cuestiones de mayor importancia, lo que nos permite enriquecernos cada vez más. En el animal esto no ocurre, ellos repiten monótonamente su conducta y no pueden progresar.

Analicemos un ejemplo: Conducir un coche. Cuando estamos aprendiendo, debemos concentrarnos totalmente y cada movimiento es pensado y calculado, especialmente cuando debemos pasar algún cambio o marcha. Apretar el embrague, soltar el acelerador, mover la palanca de las marchas y, al mismo tiempo, soltar el embrague y acelerar paulatinamente para evitar que el coche comience a dar saltos. Decididamente es imposible si no se piensa muy bien cada movimiento. Pero después de gastar tiempo en practicar, nuestra atención, ya no está en ello y podemos mantener una buena conversación sin preocuparnos por los cambios. Y, junto con el elemento mecánico o de movimientos, se produce un cambio en la emotividad; si inicialmente nos poníamos “nerviosos”, sudábamos y empalidecíamos cada vez que se acercaba el momento de pasar de segunda a tercera o de arrancar el coche; poco a poco deja de ser fuente de emociones y sólo aparecen cuando algo se sale de lo normal.

La afectividad es un componente importante de la persona humana. Los componentes afectivos “matizan” las vivencias intelectuales y objetivas de cada persona y las hacen únicas e irrepetibles, incluso para sí mismo.

En la mujer, más que en el hombre, es posible observar la influencia de la afectividad en sus comportamientos y sus vivencias. Muchas veces escuchamos o decimos expresiones como: “estoy triste o alegre, o... y no sé por qué”. En la experiencia verificamos la mayor influencia de las emociones, los afectos y los sentimientos en la vida de las mujeres. Por esto la importancia de comprenderlos y aprender a dirigirlos y encauzarlos adecuadamente. No se trata de vivir al vaivén de ellos ni de eliminarlos por completo al estilo del sr. Spock de la serie de televisión,“Viaje a las Estrellas”, sino de aprender a aprovecharlos para que nuestra vida esté “más llena de colorido”.

Eliminar los afectos, emociones o sentimientos es un error. Con ello empobreceríamos la vida propia y la de los demás; le estaríamos diciendo NO a nuestra naturaleza humana. La afectividad y la emotividad son elementos propios del ser humano, querer eliminarlos es mutilarnos a nosotros mismos. Pero tampoco se trata de convertirnos en sus esclavos. Es importante saber manejarlos y encauzarlos, y no ser manejados por ellos. Son una enorme riqueza, una fuerza que puede llevarnos a hacer grandes cosas porque nos da toda la energía que necesitemos. Pero puede destruirnos si no los sabemos integrar.

El ser humano es una unidad de cuerpo y espíritu y los rasgos de su personalidad y emotividad le han sido dados por su naturaleza humana. Si quiere llegar a su realización debe aceptar y construir sobre esta realidad. La educación puede modificar o influir la naturaleza mejorándola, pero nunca debe buscar destruirla o negarla.

Conocer las bases de la afectividad, sus mecanismos, el origen de las emociones y algunas tácticas para encauzarlas y manejarlas, nos hará más dueñas de nosotras, más capaces de aprovechar positivamente la influencia y la energía que nos ofrecen nuestros estados de ánimo y seremos, en definitiva, personas más maduras. Creceremos interiormente porque serán los elementos superiores de nuestra personalidad: voluntad e inteligencia, los que guiarán y conducirán nuestras decisiones y actos. Esto tiene dos grandes ventajas: una mayor facilidad para la armonía de la vida social y una mayor independencia para poder pensar con serenidad y de forma más racional.

En la mujer, como ya hemos dicho, la afectividad y las emociones forman un aspecto fundamental en su vida. Esto se relaciona con la fisiología femenina: las hormonas. La característica cíclica de la actividad hormonal tiene gran influencia sobre los estados de ánimo, condicionando la expresión de diferentes emociones según el momento del ciclo hormonal en el que se encuentre. En algunas mujeres se expresa con más fuerza, en otras con menos, pero todas experimentamos la presencia de las emociones y los sentimientos en nuestras vidas.

Además, en la mayoría de las mujeres suele darse lo que llamamos reacción en cadena: surge una emoción, le sigue otra y luego otra y otra; muchas veces no se identifica cómo se originó, cuál fue la razón, etc. Esto es bastante generalizado en el género femenino (y una eterna intriga para los varones). Lo que sí difiere mucho de una mujer a otra es la fuerza de las emociones y afectos y la forma de reaccionar de cada mujer frente a ellos. Algunas las perciben, las entienden y las aprovechan. Otras no. Unas se sirven de ellas para crecer y enriquecer su personalidad, y en otras, las emociones son fuente de depresión, tensión y hasta neurosis.

Sentir las emociones nunca es, ni será, un problema para una persona. Menos aún para la mujer. Por su naturaleza ella está dotada de una extraordinaria sensibilidad en función de la misión trascendente que posee dentro de la sociedad como humanizadora de la misma y transmisora de vida. El punto clave es “ser dueña de sí misma y de las propias emociones”. O en otras palabras, no ser su esclava. Porque las emociones por sí mismas son esclavizantes: nunca sabremos qué pedirán, hacia dónde se dirigen, qué consecuencias traerán. Y cuando no se encuentran iluminadas y guiadas por la inteligencia y la voluntad son CIEGAS, incapaces de ver las consecuencias de sus actos casi reflejos, imposibilitadas para ser “objetivas” y actuar proporcionadamente a aquello que las motiva.

Un caso extremo citado en un periódico. Un matrimonio con algunas dificultades se encuentra discutiendo sobre lo que verán en televisión un domingo por la tarde, él desea ver el partido de fútbol, ella un programa de entrevistas. Cuando el esposo se sienta ante el televisor y decididamente se instala a ver el juego, ella sube a su cuarto y minutos después baja gritando que está harta de esos partidos y le dispara a su esposo. ¿Qué pasó? Simplemente que sus emociones decidieron actuar por su cuenta y su inteligencia y voluntad quedaron eliminadas de su actuar. Fue una reacción irracional y emocional (un crimen pasional, aunque en esta ocasión, providencialmente, el esposo no murió).

Es esclava de sus emociones, la mujer que las pone como norma última de su vida, sometiendo todo a ellas: sus intereses, sus acciones, sus decisiones, sus pensamientos, incluso la verdad. Al final perderá el control sobre sí misma y se desalentará. Es dueña de sí misma, por el contrario, aquélla que las usa para enriquecer su vida psíquica y su personalidad, poniéndolas al servicio de la inteligencia y de la voluntad; de esta forma las convierte en fuente de liberación y enriquecimiento.

La afectividad femenina
(Mujer Nueva, 2004-06-14)


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