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Mucho poder, pero escasa autoridad

No debemos confundir «autoridad» con «poder». Autoridad vs. poder («auctoritas» vs. «potestas»)

La auténtica autoridad de algunos deriva de su coherencia y autenticidad

Las relaciones de dominación y de poder (también aplicable a las relaciones Cataluña-España)

  • Radiografía de las relaciones de dominación y poder (también aplicable a las relaciones Cataluña-España)
  • Son muchos los dirigentes que poco a poco se van dejando seducir por el poder y, paso a paso, van perdiendo la credibilidad, la autoridad.
  • "La violencia es el último recurso de la incompetencia"

En torno a las relaciones entre personas o grupos. Relaciones simétricas y asimétricas. Relaciones de dominación y de poder. Estilos de liderazgo. «Auctoritas» vs. «Potestas» aplicado a la actual situación política en España. La «auctoritas» era la expresión del prestigio ganado y la «potestas» el poder adquirido por el cargo que uno ocupa. Nos faltan referentes con noble y auténtica autoridad.

No debemos confundir autoridad con poder. Los cristianos conocen que en los evangelios se dice de Jesús que sus oyentes estaban asombrados de su enseñanza, porque no les enseñaba como los maestros de la ley sino con «autoridad», les transmitía una enseñanza nueva expuesta con «autoridad». Había absoluta coherencia entre pensamiento y acción, entre palabra y obra. Jesús no enseñaba como los letrados oficiales. Lo hacía con autoridad: la autoridad de Jesús no proviene del poder ni de la voluntad de dominar. No trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No enseña para controlar el comportamiento de las personas. No utiliza nunca la coacción ni las amenazas ni el miedo. La autoridad de Jesús no está revestida de poder institucional. Su autoridad nace de la fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente (J. Llunell). Honestidad, coherencia y autenticidad son algunos ingredientes de aquéllos a quienes se les da credibilidad y por eso se les reconoce esa «autoridad» moral ¿Cómo se gana la «autoridad», qué es el «poder», de dónde nace, cómo se ejerce y qué impacto tiene sobre los demás?

Las ideas inertes y las personalidades incoloras —las de quienes propugnan ciertas ideas o creencias, pero no irradian ni encarnan eso que sostienen o predican— no pueden satisfacer, a largo plazo, nuestro anhelo profundo de ser. De aquí proviene, en gran parte, el escepticismo de nuestra época. Estamos saturados de ideas y palabras, pero vacíos de ser, de realidad, y carentes de referencias de integridad. (M. Cavallé)

Sólo el ejemplo de los individuos grandes y puros puede llevarnos a pensamientos y acciones nobles. (A. Einstein)

 

Diversidad de relaciones

Las relaciones entre persones suelen resultar siempre complejas. En el ámbito humano existen relaciones entre iguales y relaciones jerárquicas. relaciones simétricas y asimétricas, equilibradas y desequilibradas, de dominación y de poder. Las relaciones entre las personas no siempre son simétricas y armónicas, sino que a menudo impera la asimetría, la falta de equidad, la desigualdad, el desequilibrio. Algo parecido ocurre cuando estas se producen entre grupos, colectivos, instituciones, entre administraciones y administrados, entre gobernantes y gobernados, en el seno familiar...

Las relaciones siempre comportan interinfluencia entre las partes. Dos grandes vectores pueden guiar el desarrollo de esas relaciones: la práctica de la «autoridad» y el ejercicio del «poder». La preponderancia de uno u otro vector en una relación da lugar a impactos distintos en la otra parte de la relación. En función del vector predominante puede despertar en la otra parte sensación de crédito, confianza, tranquilidad, seguridad o por el contrario sensación de poder, dominio, desconfianza, descrédito, cautela, recelo, precaución, suspicacia, incluso miedo y temor…

En función de cómo transcurra esa relación, el vector predominante y el impacto en la otra parte podemos encontramos, pues, con relaciones cálidas donde lo que impera es la autoridad (moral) o relaciones de dominación, de sumisión y de poder. Las relaciones de poder se presentan bajo una multitud de formas e interacciones, reguladas por normas sociales, entre personas o grupos, donde se suele ejercer el poder en forma coercitiva. Las relaciones de dominación o de poder suelen expresarse bajo formas de subordinación, supeditación, sujeción, dependencia, dominio, obediencia, vasallaje, sumisión, pleitesía, claudicación...  ¿En qué consiste la «autoridad» (moral), cómo se gana y cómo se practica, qué es el «poder», cómo nace, cómo se ejerce y que impacto tiene en los demás?

«Auctoritas» vs. «potestas»

En latín existían dos palabras ««auctoritas» » y ««potestas» » con un denso contenido semántico que vamos a intentar desentrañar a fin de esclarecer algunas de las actitudes y comportamientos que se están produciendo, también actualmente, en el seno de nuestras sociedades. Ambos términos latinos son en realidad intraducible, y aunque que en nuestro idioma los traducimos como «autoridad» y «potestad», «poder» o dominio, dichos palabras castellanas apenas reflejan hoy el denso contenido que tenían originariamente.

En la antigua Roma se distinguía entre ««auctoritas» » (autoridad) y ««potestas» » (potestad). «AUTORIDAD»: (Del lat. «auctoritas» .) Crédito que se da a una persona por su mérito en el conocimiento de un determinado asunto o materia (ejemplo: este señor es una autoridad en su materia). «POTESTAD»: (Del lat. «potestas» .) Dominio o facultad que se adquiere sobre determinadas personas o cosas. Poder que detenta una persona sobre otra que le está subordinada. La ««auctoritas» » hace referencia al valor intrínseco que se le reconoce a la persona investida de esa autoridad. Remite al prestigio social logrado por el saber hacer en la labor o actuación realizada por esa persona. Mientras la ««potestas» » remite al poder ejercido normalmente por la fuerza, al dominio ejercido sobre otros mediante la imposición, la coacción o el castigo… Quien goza de autoridad en stricto sensu, es quien goza del reconocimiento social de sus semejantes y está legitimado por su conocimiento o por sus habilidades o cualidades personales. En contraposición se encuentra la «potestas» , que no es otra cosa que el poder derivado del cargo que se ocupa. Su ejercicio está directamente relacionado con la fuerza y la coerción, con la imposición basada en el temor al castigo.

«Auctoritas» . En Derecho Romano la «auctoritas» era una forma de legitimación social que procedía del saber o la valía de una persona. Emanaba de la capacidad para emitir opiniones cualificadas sobre determinados asuntos y que eran muy valoradas por la comunidad. Ostenta «auctoritas» aquella personalidad o institución, que tiene capacidad moral para emitir una opinión cualificada. Aunque legalmente carezca de valor vinculante ni puede ser impuesta, su valor y fuerza moral e influencia en la ciudadanía era innegable. Esa opinión o juicio era tenida por la comunidad en gran estima, porque había sido difundida mediante la convicción, el razonamiento y contaba con la aceptación o aquiescencia conde los otros. Por «auctoritas» se entiende, pues, una cierta legitimación socialmente reconocida, que procede de un saber y que se otorga a una serie de ciudadanos. Esta «auctoritas» , la posee aquella persona que tiene conocimientos para emitir una idea fundamentada sobre un determinado asunto o una materia. No actúa, pues, por imposición, sino por persuasión y convicción. Se transmite por “convencimiento” y está exenta de coacción física o violencia. La «auctoritas» se ejerce no mediante la utilización de la coacción o la fuerza física, sino por la autoridad “moral”, con flexibilidad, diálogo y contando con las asunción y aprobación de los demás.

«Potestas» . Se entiende por «potestas» el poder socialmente reconocido, propio de quien tiene capacidad legal para hacer cumplir la decisión tomada. Hacía referencia a la capacidad legal para tomar decisiones. Ostenta la «potestas» aquella autoridad, en el sentido moderno de la palabra, que tiene capacidad legal para hacer cumplir su decisión. Se ejerce o impone a base de órdenes que imperativamente deben ser cumplidas por los subordinados. Para imponerse se utilizan mecanismos como la fuerza, la imposición o la coacción.

De aquí deriva hoy el concepto de «autoridad» (moral): influencia positiva, ascendente, superioridad moral, competencia, preponderancia, prestigio. Capacidad de imponerse sin coacción alguna a la opinión de los demás por los méritos, por la coherencia e integridad, por la buena reputación y predicamento, etc. de la persona a quien se le reconoce dicha autoridad (ejemplo: la autoridad de un escritor, un médico, un líder social, un sabio en sus respectivos ámbitos). Es la autoridad moral o credibilidad que se le reconoce a una persona o un colectivo para influir sobre alguien, sobre una persona, un grupo o un colectivo, con aquiescencia de los demás, por convencimiento y sin coacciones. Y el concepto de «poder»: dominio que se tiene sobre alguien o sobre algo, que se adquiere no tanto por la valía personal sino por el cargo que se ocupa y que se ejerce mediante el control efectivo del poder y la utilización de mecanismos diversos como dictar, ejecutar e interpretar leyes, el empleo de la fuerzas y cuerpos de seguridad, la connivencia con el poder judicial, etc…

Las relaciones humanas como relaciones de dominación y de poder

¿Cómo relacionarse con los demás? Con «autoridad moral» o con «poder», eh aquí la disyuntiva. La posición que mantiene el que está revestido de «auctoritas» es diferente de la que tiene quien ejerce su «potestas» . Ya hemos indicado que el “poder” es la expresión de una relación asimétrica de tipo jerárquico.  Primeramente, es preciso diferenciar ese "poder" o dominio sobre las personas, de aquél otro que se ejerce sobre las cosas, y que da la capacidad de modificarlas, utilizarlas, de consumirlas o de destruirlas. “Poder es la posibilidad de modificar con tus acciones, las acciones presentes o posibles del otro”. ¿En qué consiste la especificidad de las relaciones de poder? El ejercicio del poder no es simplemente una relación aséptica entre "miembros", individuales o colectivos. Es un modo de acción de unos sobre otros. El poder es una relación que ejercen "unos" sobre "otros". El poder no se posee ni se comparte: se ejerce. El poder no es algo que se posee, sino algo que se ejerce sobre los demás. El poder es jerárquico, vertical y descendente.

La auténtica autoridad de algunos viene de su autenticidad.

Para dictar una sentencia sobre una determinada controversia, no es necesario tener poder, sino “saber”; como tampoco es necesario tener poder, sino tan sólo “saber”, para diagnosticar una enfermedad o impartir una lección. Normalmente la influencia de quien tiene «auctoritas» prevalece y es independiente de la posición social o el cargo que ostente. El poder o «potestas» viene dado por el cargo que se ocupa, por el nombramiento, por la jerarquía. Mientras alguien ocupa un cargo tiene poder, tiene «potestas» , y ese poder termina cuando termina su cargo, a partir de entonces se queda sin poder (ejemplo muy típico el de los políticos). «auctoritas» es la autoridad que proviene de las cualidades innatas de una persona. Sería como el producto de la credibilidad, del respeto y la admiración que nos inspira una persona por su coherencia e integridad. Una persona puede convertirse en un gran líder por su «auctoritas» o por su «potestas» . La «auctoritas» (autoridad moral de una persona) queda, la «potestas» (el poder que una persona ostenta) es temporal. El que tiene poder (potestas) logra la sumisión de los otros mientras permanece en el cargo. Quien posee autoridad moral («auctoritas») se gana cada día y con su esfuerzo el respeto de los otros.

El poder es una relación: todos lo ejercemos y todos lo padecemos. Hay relaciones en donde ejercemos el poder, y hay relaciones en donde lo padecemos. E, incluso, en una misma relación, estamos con la posibilidad de ejercerlo y de padecerlo. Entre las relaciones de pareja, entre hombre y mujer, alumno y maestro y en el interior de una misma familia pueden coexistir relaciones de autoridad y de poder. El “poder” es la relación que se establece entre dos partes asimétricas. El “poder” no es considerado como algo que el individuo cede al superior, sino que es una relación de fuerzas, de dependencia, de subordinación de unos individuos o grupos, respecto a otros. No existe un poder único, sino distintas clases de poderes; en la sociedad se dan múltiples relaciones de poder situadas en distintos niveles, apoyándose mutuamente y manifestándose de manera sutil (dominantes/dominados, amo/esclavo, gobernados/gobernantes…)

Dos tipos diferentes de liderazgo

La cuestión es ¿cómo se ejerce ese dominio o poder? ¿qué sucede cuando unas personas ejercen su poder sobre otras? El poder no es para simplemente poseerlo, sino para ejercerlo.

Estilos de liderazgo. Cada uno de los conceptos anteriormente tratados «auctoritas»  (autoridad) o «potestas»  (poder), sustenta dos tipos diferentes de liderazgo. De entrada, podríamos indicar que la “potestad” es opresora y la “autoridad” es liberadora. El liderazgo basado en el “poder” se centra en el control, en la imposición, en quebrantar cualquier resistencia y en destruir a los que no se someten. El liderazgo basado en la “autoridad” favorece el reconocimiento libre y mutuo entre las partes. Imposición y autoridad son esencialmente incompatibles. La potestad se destruye a sí misma en el momento en que se apoya en la imposición y violencia. Muchos dirigentes se van dejando seducir por el poder y, paso a paso, van perdiendo la autoridad. Partiendo de esa distinción y si bien lo idóneo para el ejercicio de cualquier cargo o liderazgo es que concurran «auctoritas» y «potestas» , en muchas ocasiones se hacen visibles dos estilos claramente diferenciados de liderazgo:

A) Liderazgo basado en la «potestas». Lo relevante para este estilo de liderazgo es el cargo, el liderazgo formal y el principio de jerarquía.  Los líderes que ejercen este tipo de liderazgo basan su legitimidad en sus facultades coercitivas (esto es, de imponerse por la coacción, la razón de la fuerza, el castigo), o bien de otorgar prebendas y privilegios. Lo que prima en este modelo es la diferencia, la distancia entre el líder y sus seguidores bajo el principio de jerarquía. El fundamento último, el objetivo de este tipo de liderazgo es ejercer el poder por el poder en sí, la búsqueda del interés personal por encima del interés general del grupo. Los inconvenientes fundamentales que tiene este estilo de liderazgo son, entre otros:

  1. Como lo que prima es el cargo, concluido o extinguido el mismo, desaparece toda capacidad de influencia del líder sobre sus seguidores.
  2. Baja capacidad de motivación de los miembros del grupo, más allá del obligado cumplimiento de las facultades legales que se ejercitan por el líder en virtud de su mandato formal.

B) Liderazgo basado en la «auctoritas». En este modelo no prima ya el liderazgo formal sino el moral, no prima el cargo sino las cualidades, aptitudes y actitudes personales del líder; el principio de división de competencias y de delegación está asimismo sobre el de jerarquía, que tiene una importancia secundaria y es utilizado como último recurso. En el mismo sentido, lo que prima en el vínculo entre el líder y los miembros de su grupo no es lo que les separa, sino los valores éticos, morales y motivacionales que comparten. Para este estilo de liderazgo lo que realmente importa es la consecución el interés general del grupo por encima del interés personal del líder, en definitiva, el liderazgo entendido como vocación de servicio a la comunidad, a la organización, a todos los componentes del grupo. La expresión máxima de este tipo de liderazgo constituye el propio sacrificio del líder en aras a la consecución del proyecto o meta perseguido y del interés general. Este estilo de liderazgo salva los inconvenientes del modelo anterior, pues:

  1. Como la capacidad de influencia y liderazgo del líder no depende ya del cargo, sino de valores consustanciales a su persona, de sus méritos, aunque abandone el ejercicio de un determinado cargo, la capacidad para seguir influyendo en los miembros del grupo puede seguir existiendo.
  2. Los valores que se comparten por un proyecto común con el líder, la ejecución de un proyecto sobre la premisa de saber que es el correcto o el justo, hace que la motivación de los miembros del grupo sea mucho más alta que la del modelo anterior, de forma que los integrantes del mismo estén dispuestos a dar más de sí que lo que inicialmente les fuere exigible por una mera obligación de índole legal o formal.

Su expresión en las relaciones sociales y políticas

Y tú ¿qué prefieres, por qué optas?: ¿hacerte oír por la fuerza, utilizando la amenaza y la coacción o que te respeten al margen de cualquier posible coacción por tu coherencia, tu honestidad, por tu credibilidad e integridad personal, por lo que eres, por tu valía personal, por tu honradez? ¿En las relaciones con los demás qué prefieres, que recelen de ti y te teman o que te aprecien y respeten? Y entre la clase política… ¿cuál de las dos grandes actitudes comentadas predomina entre nuestros dirigentes políticos? ¿Cómo se gana la autoridad? ¿coaccionando, Imponiéndola a la fuerza por ley? ¿Nuestros dirigentes políticos tienen verdadera «auctoritas»?, ¿Se la ganan cada día con sus actitudes, comportamientos y conductas?

Dos tipos diferentes de liderazgo sobre los que hay que reflexionar. Maquiavelo decía: el príncipe debe infundir temor e imponerse por la fuerza de la espada... por eso, el debate sobre la autoridad debiera de ser moral, ético, profesional, humanista, educativo..., no simplemente administrativo o jurídico. Con demasiada frecuencia confundimos la «auctoritas» con la «potestas». La primera tiene que ver con la autoridad moral que tenemos que ganarnos cada día con nuestra profesionalidad, con el buen ejemplo, con el respeto, con la dedicación, con el cariño, con los afectos y los sentimientos, con la persuasión y la convicción, con el diálogo, con la comunicación, con generosidad, con nuestros conocimientos, experiencia, comportamientos y conductas... Esta ascendencia moral no se compra en el supermercado, ni se compra ni se vende, se aprende y se construye cada día, con mucho esfuerzo, con ilusión, con vocación, con amor… Mientras que la «potestas», por lo contrario, consiste en un conjunto de facultades públicas que son otorgadas, desde fuera, a una persona de acuerdo con unas formalidades bien definidas. Se trata de una facultad que no emana tanto de la condición personal del titular, sino que está relacionada con el ejercicio jerárquico del poder y suele vincularse con la utilización de la fuerza y la imposición coercitiva.

A nadie nos gusta que nos hagan comulgar con ruedas de molino y menos aún si es por imposición… Podemos diferenciar dos formas de hacerse oír, o de hacerse considerar y respetar: por la razón de la fuerza o por la fuerza de la razón. En nuestro tiempo carecemos de auténticos referentes morales, nuestros dirigentes (políticos) quizás tienen mucho poder, pero carecen de auténtica autoridad. Es posible que muchos de los bocazas que cada día desde sus respectivas tribunas y púlpitos intentan adoctrinar a la opinión pública sin la «potestas» (poder) fueran un don nadie, insignificantes ciudadanos… Sus soflamas se convierten en mera propaganda. Ay de aquéllos ¡pobres ellos! que para hacerse respetar solamente les queda el recurso a la fuerza, únicamente son capaces de imponerse por la razón de la fuerza, por la coacción, por la violencia, porque han laminado, se han pulido su honestidad, su ya escasa credibilidad… "La violencia es el último recurso de la incompetencia". Mal andamos cuando alguien se tiene que imponer a una sociedad, a falta de otros argumentos, por la razón de la fuerza, porque ha perdido la escasa o nula autoridad moral que pudiera quedarle. Cuando la brutalidad y la violencia piensan algunos que es la solución... hay quienes se ganan a pulso su descrédito. Y su desprestigio entre la población cada día va en aumento.

Aplicación a la cuestión catalana

Existen dos grandes concepciones de lo que es España: Para unos España es un Estado unitario, igualitario, con una cierta ¿autonomía?, descentralización administrativa distribuida territorialmente, pero en el fondo deudora de una concepción centralista, uniformizadora, jacobina, del Estado y que no admite la existencia de otro nacionalismo que no sea el nacionalismo español. Para otros, sin embargo, España es una nación de “naciones”, es decir, resultado de la fusión en un momento histórico determinado de un conjunto de realidades y naciones históricas (insuficientemente reconocidas en la Constitución del 78 como “nacionalidades” y “regiones”). Cataluña, con mil años de historia e instituciones de autogobierno a sus espaldas, es la abanderada en la lucha por el reconocimiento pleno como “nación”, con capacidad de decidir libremente su futuro. Conciben también a Cataluña como su propiedad con derecho a subyugación y sometimiento (“…y la maté porque era mía”). En pleno s XXI la unidad no puede imponerse por la fuerza. Existe el principio democrático al que deben ajustarse las leyes. Y si el entendimiento tras siglos de desencuentros no es posible, debe reconocerse el derecho al divorcio. El Estado, instalado en la primera concepción, en el fondo no está dispuesto a reconocer los anhelos históricos y las aspiraciones “nacionales” de Cataluña y por lo tanto además de no querer reconocerlos intenta acabar con ellos, ahogarlos y apagarlos, a base de represión y violencia (se ha llegado a criminalizar y considerar el nacionalismo como un veneno, pero el actual nacionalismo catalán no es como el del s. XIX sino abierto al mundo, integrador, europeísta...).

En Cataluña deseamos la plenitud nacional de nuestro país, deseamos ser lo que queremos ser y no queremos ser lo que otros nos dicen que tenemos que ser ...

Existe, pues, una pugna entre ambas concepciones de España. ¿Cuál de las dos refleja mejor, se ajusta mejor, a lo que en realidad ha sido históricamente nuestro país? En Cataluña deseamos la plenitud nacional de nuestro país, deseamos ser lo que queremos ser y no queremos ser lo que otros nos dicen que tenemos que ser ... El Estado actual, sin embargo, con la excusa del cumplimiento de la letra de la ley continúa adoptando como solución el histórico lema: “leña al mono”. Nada más equivocado, sin embargo, a la larga. Por ejemplo, antaño una forma paradigmática y extrema de vencer al enemigo por parte de quien ostentaba el poder era aniquilarlo, destruirlo moral e incluso físicamente, sin ningún tipo de ahorro de fuerza y crueldad. Había que dejar bien claro de qué iba la cosa y quién mandaba. Hoy en pleno siglo XXI entre nosotros, ante la cavernaria e incivilizada posibilidad de utilizar abiertamente la fuerza bruta contra una ciudadanía reivindicativa pero pacífica, se mantiene el mismo objetivo, aunque quizás bajo formas un poco más amables: aniquilar al contrario, y más si es disidente. Sus argumentos son la humillación, el desprecio, la mentira, la amenaza, la sumisión y la violencia. Algunas de estas formas de actuar aunque viejas, continúan practicándose entre nostros. Por ejemplo, antaño una forma paradigmática y extrema de vencer al enemigo por parte de quien ostentaba el poder era aniquilarlo, destruirlo moral e incluso físicamente, sin ningún tipo de ahorro de fuerza y crueldad. Había que dejar bien claro de qué iba la cosa y quién mandaba. Hoy en pleno siglo XXI entre nosotros, ante la cavernaria e incivilizada posibilidad de utilizar abiertamente la fuerza bruta contra una ciudadanía pacífica, se mantiene el mismo objetivo, aunque quizás bajo formas un poco más amables: aniquilar al contrario, y más si es disidente.

Algo de todo esto hemos visto entre nosotros. Es lo que ocurre actualmente en España en relación con los anhelos de llegar a ser de una forma plena y completa de gran parte del pueblo catalán. El Estado ha optado por ejercer con los catalanes su «potestas». Pero hay victorias momentáneas que a la larga pueden resultar pírricas. Por una parte, el MH President de la Generalitat, aunque en el exilio, conserva la credibilidad y autoridad que le concede gran parte de la población catalana. Por otra parte, el descrédito del gobierno central entre una importante parte de la ciudadanía tras la actitud mostrada ante la cuestión catalana es mayúsculo, sus dirigentes han perdido gran parte de su credibilidad. Conservan el poder mediante el que nos someten, pero han perdido la autoridad. Pretenden imponer por todos los medios un artificioso relato que no se ajusta a la realidad de lo ocurrido. Sus argumentos son la humillación, el desprecio, la amenaza y la sumisión. Existe un nacionalismo español que pugna por imponerse a los que no son como ellos, con todos sus medios a su alcance, con pretensión hegemónica y excluyente de otros posibles nacionalismos –los periféricos- que lo único que pretenden es que les dejen ser como ellos son. La razón de Estado y el no reconocimiento del otro está por encima del bien y de la convivencia pacífica. Madrid no busca concordia, sino claudicación, venganza. El Estado “no sabe ganar, sabe derrotar, solo sabe imponer, humillar y castigar” (E. Maragall en la sesión de constitución del nuevo parlamento catalán). A quienes han optado por una política autoritaria e impositiva tan equivocada, se les podría decir: utiliza la razón de los argumentos no el argumento de la fuerza. Entra en el debate y sal a ganar, trata de ganarte el apoyo de la opinión pública y convencer con argumentos y no tergiversando la realidad, manipulando la opinión pública, a base de mentiras, el recurso al miedo, "la violencia es el último recurso del incompetente". etc. Trata de ganar por convencimiento, no por imposición ni coacción, no por tu «potestas» , sino por tu capacidad de convicción y credibilidad.

Conseguir «auctoritas», pues, no es fácil. La credibilidad y la autoridad asociada a ella vienen dadas por el trabajo, el esfuerzo, la reflexión, y el propio ejemplo, por la autoridad moral que emana de tu integridad y coherencia personal. Yo, ante la disyuntiva entre «auctoritas» vs. «potestas» , me inclino por la «auctoritas» ganada, lograda con esfuerzo en cada momento, y no por la «potestas», impostada e impuesta mediante la coacción y la fuerza. Otros, sin embargo, parece que han optado por la «potestas». No es difícil intuir que quienes más recurren a la «potestas» es porque posiblemente carecen de la credibilidad y la capacidad moral de hacer valer su «auctoritas»… Algunos ostentan mucho poder, pero demuestran falta de credibilidad y ausencia crónica de autoridad. Mucho poder, pero escasa autoridad.

Elaboración propia a partir de materiales diversos


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