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Progreso civilizatorio o regreso cavernario

No nos dejemos llevar por lo "políticamente correcto". Ante posibles «progresos» que la autoridad de turno pretenda imponer a la sociedad, no nos dejemos engañar neciamente. Preguntémonos si esos posibles cambios mejoran o empeoran la vida humana.

Mucho se ha hablado sobre la batalla ideológica-cultural entre conservadores y progresistas en torno a cuestiones de fondo de relevancia capital. En el fondo en ambos bandos subyacen concepciones antrolológicas opuestas (ver aquí). El choque opondría a los “conservadores” identificados con los fundamentos de la tradición greco-romana y cristiana con los “progresistas” que consideran dicha tradición periclitada y se adhieren a una cosmovisión relativista, hedonista, liberacionista, utilitarista y mercantilista característica de la “izquierda postmoderna”. La batalla entre uno y otro bando se está librando en ámbitos como la bioética (aborto, eutanasia, ingeniería genética, vientres de alquiler...), la educación sexual de las nuevas generaciones, el modelo de familia, el lugar de la religión en la vida pública, etc. Una de esas batallas permanentes gira en torno a la defensa de la vida y la dignidad humana.

Europa está inmersa desde hace décadas en un trascendental dilema cultural: ser fiel a las raíces grecolatinas y cristianas que la constituyeron  y  que  generaron  el  humanismo  que  fundamenta  nuestra  civilización europea, o renunciar a ellas para abrazar un relativismo moral de signo deshumanizador, lo que equivale a la propia disgregación europea.

  • La defensa de la vida en gestación y la dignidad humana es la idea más moderna y progresista que existe.
  • En este s. XXI el respeto a la «dignidad humana» debe convertirse en algo vertebrador e incuestionable en cualquier circunstancia.
  • En este s. XXI se impone, pues, la restauración del valor de la vida y dignidad humana como valores en alza al lugar que les corresponde, especialmente en sus eslabones más frágiles y vulnerables. Tan noble tarea es responsabilidad de todos.
  • El aborto, lacra social y paradigma de la ausencia de reconocimiento y falta de respeto a la «dignidad» de todo ser humano.
  • «Nuestra meta no es simplemente hacer que desaparezca la inhumana y cruel lacra social del aborto, sino revertir la perversa mentalidad abortista y en su lugar construir una verdadera cultura de la vida».

1. Un botón de nuestra de dicha batalla

El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se estrenó restableciendo la llamada “Política de la Ciudad de México” por la que se establece que ningún impuesto de los contribuyentes de los Estados Unidos debe ir a organizaciones internacionales o extranjeras que realicen o promuevan el aborto. En respuesta a esta decisión estadounidense y para “contrarrestar” la prohibición del presidente Donald Trump, Holanda junto con otros países de la UE ha lanzado una iniciativa para financiar programas y organizaciones internacionales que difundan la práctica del aborto en países en desarrollo. Por otra parte, el Center for Family & Human Rights en Nueva York denunciaba: “Campaña de aborto del Parlamento Europeo busca adoctrinar a los niños”. El Parlamento Europeo ha lanzado una campaña bajo el nombre de “Mi cuerpo, mis derechos” cuya misión es “movilizar el apoyo al derecho de acceso a la anticoncepción moderna y al aborto seguro y legal” bajo el pretexto de difundir la “salud sexual y reproductiva, y los derechos sexuales y reproductivos” entre los adolescentes del continente. Y otro botón de muestra: la Asamblea francesa ha aprobado una ley mordaza, impulsada por los socialistas, contra las webs pro-vida, porque dicen que el aborto es un crimen y alertan de los riesgos médicos para la mujer que aborta. Prevé penas de dos años de cárcel y 30.000 euros de multa. En otra publicación leemos: Al menos 40 países apoyan crear un fondo internacional de aborto seguro. En lugar de apostar por crear un clima social favorable a la vida, al reconocimiento como humanos y de su dignidad intrínseca de nuestros congéneres en gestación independientemente del estadio de desarrollo en el que se encuentren, el apoyo a la maternidad, etc. se enaltece el cruel e inhumano abortismo. Contextualicemos el trasfondo de dichas políticas. 

2. Progreso civilizatorio

La humanidad ha conseguido, no sin gran esfuerzo a lo largo de los siglos, incrementar el respeto a la vida humana.

El progreso «civilizatorio» constituye para la humanidad una tarea pendiente y siempre inacabada. Una de las tareas ineludibles del progreso civilizatorio consiste en superar la fase de barbarie en la que la humanidad todavía se encuentra atrapada en determinados aspectos y progresar hacia un mayor grado de «civilización». El proceso de «humanización», una tarea progresiva incompleta y todavía no consumada. En el camino hacia un mayor grado de «humanización» todavía nos queda mucho por avanzar tanto individual como socialmente. Ello es una responsabilidad de todos.

La historia de la civilización occidental es la historia de una pertinaz y dolorosa lucha por los derechos de las personas. El reconocimiento de la dignidad y respeto a todo ser humano constituye una de sus vertientes axiales. A pesar del zigzagueante rumbo seguido por la humanidad al respecto, la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) supuso uno de los grandes hitos de la historia en esa dirección. La humanidad ha conseguido, no sin gran esfuerzo a lo largo de los siglos, incrementar el respeto a la vida humana. En este s. XXI tenemos ya conciencia clara de que el respeto a los Derechos humanos debe constituir uno de los horizontes morales de nuestro tiempo. En distintas áreas geográficas del planeta el respeto a esos derechos constituye todavía hoy más un ideal a alcanzar que realidades plenamente logradas. De entre ellos el más elemental y primordial, sin el cual todos los demás quedan anulados, es el derecho a la vida.

3. Conciencia ecológica y ecología humana

No tendría sentido luchar por la protección de los animales, de los bosques y los océanos y no preocuparse por la dignidad y respeto de TODO ser humano.

Por otra parte, en este s. XXI se va abriendo paso cada vez con mayor fuerza la “conciencia ecológica” y la preocupación por el medio ambiente. En nuestra sociedad está emergiendo una creciente preocupación por la conservación de todo tipo de flora y fauna, en especial el respeto a los animales garantizando los derechos de éstos.  La preocupación por el cuidado de la "casa común" va ganado terreno entre la ciudadanía y el interés por la ecología humana va en aumento. Dentro de la ecología humana como elemento primordial se encuentra el cuidado de todas las personas. No tendría sentido luchar por la protección de los animales, de los bosques y los océanos y no preocuparse por la dignidad y respeto de TODO ser humano. Es responsabilidad de todos cuidar y proteger la vida y trabajar por una cultura de vida que contribuya al desarrollo de una sociedad más plenamente humana”.

La protección de los más débiles e indefensos, como los concebidos y no nacidos, los niños, los pobres y necesitados, los que padecen graves enfermedades o discapacidades, los ancianos, los que se acercan a los últimos compases de su vida, es parte ineludible de la promoción del bien común y es expresión de una verdadera comprensión de una ecología humana integral.

La ecología humana nos propone que valoremos y cuidemos especialmente nuestro primer “hogar”, el seno materno, y la vida que allí se engendra, lugar de acogida y protección, donde se establece el primer diálogo humano, el del nuevo ser con su madre, fundamento de toda relación humana ulterior. La vida humana necesita ser reconocida, valorada y protegida desde el comienzo de su existencia y promovida y acompañada hasta su final. La creciente conciencia ecológica que abarca desde la defensa de la naturaleza a la creación toda, debe conducirnos a comprender la necesidad de defender la vida humana en todas sus fases, vicisitudes y condicionantes. Esta actitud supone un gran avance en cuanto a madurez social y es signo de un verdadero progreso en humanidad.

4. Una perspectiva científica: cuándo se inicia la vida humana

La lucha por el respeto a la dignidad humana no debemos circunscribirla a la fase postnatal, debemos ampliarla a la vida intrauterina. Debemos batallar también por el reconocimiento de esa misma dignidad y el derecho a la vida de todo congénere nuestro en sus primeras fases de desarrollo (fase embrionaria), pues ellos también son de los nuestros.

Embrión humano

Para establecer la naturaleza del embrión humano es necesario conocer su realidad biológica, antropológica, filosófica e incluso jurídica. Pero la realidad antropológica, filosófica y jurídica del embrión, base de sus derechos humanos, hay que construirla sobre su realidad biológica. Consecuentemente, uno de los temas actualmente más debatidos en el área de la bioética es determinar cuándo se inicia la vida humana, y sobre todo definir el estatuto biológico del embrión humano, especialmente del embrión de pocos días de vida, es decir, desde la impregnación del óvulo por el espermatozoide hasta su implantación en el endometrio materno. En general se puede decir que existen cuatro posturas sobre su naturaleza biológica:

  1. La primera, es la de aquellos que consideran que el embrión humano, en sus primeros días de vida, es un conglomerado celular sin estructuración biológica sin valor biológico ni ontológico alguno.
  2. La segunda, es la de los que opinan que el cigoto humano, obtenido por clonación es un ente biológico distinto al cigoto obtenido por vía natural, con un valor inferior al cigoto obtenido por vía natural.
  3. La tercera, es la de los que consideran que el embrión humano es un ser vivo de nuestra especie, portador, por tanto, de la dignidad que todo ser humano intrínsecamente posee y consecuentemente merecedor de ser tratado acordemente con dicha dignidad.
  4. Incluso existe un cuarto grupo, muchos de ellos investigadores o clínicos, que ni afirman ni niegan la identidad humana del embrión, simplemente manifiestan que el discutir la naturaleza humana de ese ente biológico que utilizan no afecta a su quehacer científico.

El Tribunal Europeo de DDHH considera que el cigoto, el embrión humano de una sola célula, generado natural o artificialmente, debe ser considerado como un individuo humano, es decir, el embrión humano temprano es digno de todo respeto por tratarse de un ser humano vivo, y consecuentemente digno del mismo respeto que cualquier individuo adulto.

5. El salto civilizatorio necesario

Necesitamos realizar un salto adelante en el reconocimiento social, jurídico e institucional de la vida humana en su estado naciente, reconociendo la plena condición de «humanos» de quienes son nuestros congéneres en gestación.

Entre los ciudadanos de todo el mundo va creciendo una clara conciencia y la convicción, fundamentadas en las evidencias científicas, de que quienes se están gestando son de los nuestros, que su dignidad intrínseca no depende del estadio de desarrollo en el que ese ser humano se encuentre y que por lo tanto su dignidad no es graduable. Y que como “congéneres nuestros” y por tanto como “humanos” que son, debemos reconocerles su dignidad y su derecho a vivir, a existir. Como consecuencia, nadie tiene derecho a disponer libremente de la vida de otro.

En este s. XXI necesitamos, pues, realizar un salto cualitativo adelante en el reconocimiento social, jurídico e institucional de la vida humana en su estado naciente, reconociendo la plena condición de «humanos» de quienes son nuestros congéneres en gestación y por consiguiente su derecho a vivir y su dignidad intrínseca inherente. El siglo XXI debe ser el siglo en el que consigamos el pleno reconocimiento de la dignidad de TODO ser humano, desde su concepción hasta su extinción natural. Un salto que suponga un fuerte impulso civilizatorio en la dirección del auténtico progreso en «humanidad». En concreto, esta meta histórica demanda de nuestra sociedad el reconocimiento de la condición de «humanos» de quienes se encuentran en sus primeras fases de desarrollo, y el reconocimiento efectivo de su derecho a vivir independientemente de la fase de desarrollo en la que éste se encuentre.

6. ¿Implorando «libertad» o en nombre de la «dignidad»?

Hoy disponemos de suficientes evidencias científicas respecto a la condición de «humanos» de quienes son también nuestros congéneres en su estadio de gestación. Sin embargo, entre nosotros una parte del cuerpo social, espoleado por determinadas fuerzas sociales y políticas, grupos mediáticos y de presión (un cierto pseudoprogresismo postmoderno), cegados por ciertos prejuicios ideológicos y ofuscados por una grave miopía civilizatoria y por unos intereses de raíz “capitalista” y una mentalidad utilitarista y en nombre de un impúdico concepto de «libertad» se niegan a reconocer como «humanos» a quienes son nuestros congéneres en sus primeros estadios de desarrollo.  

La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado. De lo que se trata es de encontrar una salida lo más humana, razonable y “civilizada” posible a la problemática de los embarazos no planificados. El aborto no es solución y una sociedad avanzada y madura y que se precie de auténticamente “civilizada” en pleno s. XXI no se lo puede permitir. Su liberalización y práctica, en perspectiva humanizadora y humanizante, supone una grave regresión civilizatoria. El progresismo abortista ha de aceptar públicamente el dato científico y partir de él, no obviarlo, negándolo o enmascarándolo. Si no, se sitúa al margen de la ciencia, de la más auténtica y progresista corriente civilizatoria de la historia y del auténtico progreso en humanidad. Los auténticos valores del s. XXI son los de la defensa de la “vida” en toda su amplitud y en todos sus estadios y no los de la cultura de la “muerte”. La “vida” deberíamos considerarla como el mayor bien que nos constituye como especie, y así respetarla, protegerla y cuidarla.

Para la superación de tan grave lacra social, la sola regulación jurídica, con ser importante, no es suficiente. Debe ir acompañada también de un cambio de mentalidad social. La dignidad y la libertad real de las mujeres se garantizan mejor ofreciéndoles todas las alternativas posibles al aborto y no abandonándolas a su suerte y abocándolas a él. Junto a la reforma de la ley aborto deben revertirse radicalmente las políticas sociales, orientándolas al fomento y apoyo integral a la maternidad.

7. El movimiento pro-vida

Los grandes partidos políticos por intereses espurios rehuyen cobardemente enarbolar tan noble bandera civilizatoria (la protección de los no nacidos no reporta votos). El PP en su último congreso renuncia a sumarse a la batalla cultural-ideológica a favor de la defensa de la vida humana en gestación.  Cataluña aparece como la comunidad autónoma con mayor número de abortos. El 18,5% de los abortos en España de los últimos 25 años se han producido en Cataluña. Sólo en 2015, 18.477 mujeres catalanas abortaron… Se defensa a ultranza la erradicación de la violencia contra los animales, se clama al cielo, con razón, contra la violencia de género, se elaboran leyes ad hoc en defensa de determinados colectivos y no otros, se vocifera desmesuradamente contra una supuesta mentalidad homofóbica de ciertas instancias sociales… pero no se denuncia con igual ímpetu e intensidad (por políticamente no correcto) la mentalidad y violencia estructural abortista latente en las sociedades opulentas. Una concepción antropológica de base materialista nos domina. Sin embargo, a pesar de ello cada vez son más las voces que en muchos lugares del planeta están dispuestas a proclamar lo que es una evidencia científica y contribuir así a revertir la todavía predominante mentalidad abortista en las sociedades occidentales.

Hace unas semanas se produjo en EEUU la Marcha por la vida, una de las más multitudinarias de la historia. Los principales medios de comunicación españoles, medios públicos en manos de gobiernos del PP –TVE, Telemadrid y Televisión de Galicia– y medios próximos al PP como Abc, La Razón, COPE, Antena 3, Onda Cero y Periodista Digital, la emisora socialista Cadena SER apenas han dedicado atención a esa enorme manifestación. En contraste, se da la circunstancia de que todos estos medios sí que dieron noticia de la marcha feminista contra Trump celebrada la semana anterior. Se trata no sólo de una batalla ideológico-cultural, sino de una lucha por el progreso civilizatorio a favor del reconocimiento como «seres humanos» y de la «dignidad» que les corresponde de quienes «son de los nuestros» en su fase de gestación. Nuestra lucha es contra un sistema que lleva a la mujer a pensar que ante un embarazo no planificado el aborto es la única opción... Esta es nuestra lucha. Esta es nuestra causa. La Federación Española de Asociaciones Provida está organizando la jornada del Día Internacional de la Vida, que se celebra cada año desde 2011 y que este año lo hará el próximo 26 de marzo en Madrid bajo el tradicional lema “¡Sí a la Vida!”.

HACIA LA CREACIÓN DE UN CLIMA SOCIAL FAVORABLE A LA VIDA

Sería mucho más positivo y supondría un gran progreso civilizatorio... si por parte de algunos en lugar de alentar, jalear, justificar y liberalizar una práctica tan cruel e inhumana como el aborto, segando vidas en el seno materno y convirtiendo dicha práctica en una verdadera lacra social indigna de una sociedad civilizada, instituciones públicas o privadas, medios de comunicación, creadores de opinión y particulares hiciésemos una apuesta decidida por la VIDA, construyendo entre todos un CLIMA SOCIAL FAVORABLE A LA VIDA EN GESTACIÓN, para que ésta pueda llegar a buen término en TODOS los casos, implementando los cambios necesarios en la estructura social, axiológica y mental del conjunto del cuerpo social, a fin de hacerlo posible.

Esa sería la senda del auténtico progreso en humanidad y no el falaz y obsoleto discurso abortista que algunos pretenden inocular de forma más o menos explícita en el seno de la sociedad.

VMC

Ver también:

Progresar en «humanidad»

CULTURA DE LA VIDA


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