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El pernicioso influjo del materialismo

El materialismo se vende en nuestra cultura como la visión del mundo más intuitiva y evidente: visión del mundo, materialismo reduccionista y naturaleza esencial de la conciencia

El materialismo impregna el núcleo de nuestro ser

Necesitamos desarrollar una comprensión más explícita de lo que implica la reduccionista cosmovisión dominante en nuestra cultura, desde una triple perspectiva: científica, sociológica y ética-moral

Hay una poderosa visión nuclear del mundo que sutilmente impregna los niveles más profundos, a menudo «subconscientes», de nuestras mentes, determinando en última instancia nuestros horizontes vitales, incluso nuestros horizontes existenciales. Esta visión nuclear del mundo es el materialismo. Muchos de nosotros absorbemos creencias materialistas de la cultura sin ni siquiera ser conscientes de ello.

Las limitaciones del paradigma materialista. En el intento de explicar la realidad y la naturaleza esencial de todo cuanto existe podemos destacar dos grandes corrientes de pensamiento o paradigmas: materialismo e idealismo. Para el «materialismo» la «materia» es lo fundamental en el universo, la materia es la base de toda la realidad. Todo está compuesto de materia y todo puede ser reducido a materia. El materialismo cree que la materia precede a la conciencia y la crea. El materialismo supone la existencia de la materia antes de la conciencia, piensa que la «materia» fue antes que la «conciencia». Es la materia la que crea la consciencia. Defiende también que la conciencia es generada por el cerebro. Sostiene que todo está compuesto por partículas subatómicas, pero no explica cómo estas partículas carentes de conciencia se unen para crear la experiencia consciente. Un proceso neuronal no es la experiencia subjetiva con la que se correlaciona, sino simplemente una imagen parcial de ella. La antítesis del materialismo es el idealismo. Según esta filosofía, la conciencia, no la materia, es fundamental para explicar la realidad. Tanto el mundo de la materia como el de los fenómenos mentales, como el pensamiento, son creados por la conciencia. El idealismo postula un reino trascendente y arquetípico de ideas, como origen de los fenómenos materiales y mentales. La conciencia, por tanto, es la única y última realidad. En la filosofía idealista, la conciencia es fundamental y, en consecuencia, se reconoce y valida que nuestras experiencias espirituales tienen pleno significado.

En un mundo dominado por una visión materialista de la realidad, la obra de Bernardo Kastrup (*) emerge como un soplo de aire fresco y provocador. Con estudios en filosofía, ingeniería e inteligencia artificial, Kastrup es uno de los defensores más destacados de un nuevo idealismo, arraigado en la lógica y apoyado por las últimas teorías cuánticas. Kastrup se centra en el papel fundamental de la conciencia en el universo. Una cuestión clave para entender que la realidad es mucho más que simples partículas y ondas. B. Kastrup es autor de "¿Por qué el materialismo es un embuste?" donde argumenta que el enfoque materialista es limitado y propone un cambio de perspectiva hacia el idealismo, que sugiere que la realidad es un producto de la mente. Desde este punto de vista, todo lo que experimentamos existe dentro del ámbito de la mente. Según Kastrup, las experiencias psicodélicas no son meros productos de la química cerebral, sino ventanas a una realidad más amplia y profunda. A diferencia de los materialistas, en lugar de ver el cerebro como generador de conciencia, propone que actúa como un receptor, sintonizando diferentes "canales" de realidad. Kastrup utiliza la metáfora de un remolino para ilustrar su punto de vista. Así como un remolino es un patrón dentro de un cuerpo de agua, nuestros cerebros son patrones dentro de la vasta extensión de la mente universal. Los psicodélicos, según Kastrup, interrumpen estos patrones, permitiéndonos experimentar el paisaje más amplio de la mente, desafiando la idea materialista de que la conciencia surge de un aumento en la actividad cerebral. Estas experiencias de disolución del ego, reportadas durante viajes psicodélicos, respaldan la idea de una conciencia interconectada y vasta que podría ser la realidad fundamental del universo y no un epifenómeno de la materia.

M. GOBER: El materialismo necesita ser repensado. Alternativamente, un marco en el que la conciencia sea la base de la realidad explica los fenómenos bien. Y si ese marco es correcto, estamos en el umbral de lo que quizás sea la revolución más importante de la historia humana. Si la conciencia es fundamental, las implicaciones claves son: El materialismo – el supuesto fundacional de la ciencia moderna y de buena parte del pensamiento moderno – es erróneo. La conciencia no es producida por el cerebro; antes bien, la conciencia es «no local» respecto al sistema cuerpo / cerebro. Todos tenemos capacidades psíquicas latentes. Cuando nuestro cuerpo muere, nuestra conciencia no muere. La conciencia existe más allá del espacio y el tiempo. Estamos todos interconectados de manera fundamental, como parte de la misma conciencia subyacente. Mi investigación me ha convencido de que un cambio de paradigma que se aleje del materialismo es algo que está garantizado (M. GOBER: La conciencia. Principio fundamental de realidad).

Hay un núcleo sutil, pero irresistible de ideas y creencias -una cosmovisión nuclear del mundo- que ejerce más influencia que ningún otro en nuestra sociedad. El materialismo impregna sutilmente nuestras expectativas, sistemas de valores, fines y casi todos los aspectos de nuestras vidas.

La afirmación más básica del materialismo es que la realidad es exclusivamente material

B. Kastrup: La afirmación más básica del materialismo es que la realidad es exclusivamente material. El materialismo afirma que la realidad existe fuera de tu mente en forma de conjuntos de partículas materiales que ocupan el marco del espacio­tiempo. Se supone que la existencia de esta realidad material es completamente independiente de la percepción subjetiva de ella, o de la de cualquier otra persona.

Muchos científicos han comenzado a creer que el método científico es suficiente para proporcionarnos una explicación completa de la naturaleza de la existencia. Al hacerlo, no han logrado ver que simplemente están asumiendo una cierta metafísica –es decir, el materialismo– sin la debida reflexión. No han logrado ver que la capacidad de predecir cómo se comportan las cosas unas con respecto a otras dice poco sobre lo que son esencialmente las cosas.

Nuestra cultura se ha prendado tan ciegamente de la tecnología que permitimos que la ciencia, basándose en un malentendido, estuviera sobrerrepresentada en nuestra élite intelectual. Las consecuencias dañinas de este error se sienten con creciente intensidad en la cultura, en la forma de un paradigma materialista que, aunque no está fundamentado, disuelve todo significado y esperanza de la vida humana. Es hora de que corrijamos esto.

Algunas opiniones sobre el posicionamiento de B. Kastrup

Bernardo Kastrup nos lleva a un viaje hacia una visión del mundo alternativa, una visión que tiene mucho más sentido que el cientificismo materialista que está siendo alimentado a través del mundo académico y los medios de comunicación. Al atacar las pretensiones del materialismo cientificista, Bernardo se basa en el conocimiento más reciente y profundo. En un mundo dominado por una visión materialista de la realidad, la obra de Bernardo Kastrup emerge como un soplo de aire fresco y provocador. Con estudios en filosofía, ingeniería e inteligencia artificial, Kastrup es uno de los defensores más destacados de un nuevo idealismo, arraigado en la lógica y apoyado por las últimas teorías cuánticas. Kastrup se centra en el papel fundamental de la conciencia en el universo. Una cuestión clave para entender que la realidad es mucho más que simples partículas y ondas. 

Bernardo Kastrup ha articulado un correctivo muy necesario a la enfermedad metafísica de nuestra época, el materialismo cientificista. El cientificismo materialista es la creencia de que la ciencia es la parte más valiosa del aprendizaje humano porque supuestamente es la parte más autorizada, o más seria, o más beneficiosa. Pero la ciencia en sí misma es simplemente un método particular para utilizar las herramientas disponibles para proponer hipótesis, hacer experimentos y llegar a conclusiones basadas en la información disponible. Como tal, es lamentable que algunos practicantes de la ciencia – e incluso algunos filósofos de la ciencia – hayan asumido ahora la actitud de que el cientifismo materialista es el único enfoque válido para el conocimiento humano. La idea de que la ciencia, y sólo la ciencia, agota el potencial investigador humano se ha convertido en una exageración. Tras esta monstruosa presunción está la visión del materialismo. El cientificismo está haciendo hoy lo que la Iglesia en el siglo xv: forzar a la teoría para que se ajuste a una metafísica predeterminada.

La ciencia como una búsqueda abierta de la verdad: en la búsqueda de una verdad externa, el materialismo cientificista ha olvidado la realidad interna y más fundamental de la existencia humana: no podemos conocer nada más que lo que aparece en nuestra propia mente. Nuestra mente es nuestra realidad, y cuando intentamos cosificar el sujeto o el objeto, es como si persiguiéramos nuestra sombra a la velocidad de la luz. El vértigo ontológico causado por este ejercicio se ha extendido hasta tal punto que importantes filósofos materialistas nos dicen que la conciencia en sí misma no existe. ¿Cómo puede alguno de nosotros tomar en serio a alguien que se levanta y declara que su propia mente no existe? Hace dos mil quinientos años, los filósofos de la India y Grecia lucharon por articular la naturaleza de la mente y la realidad. A lo largo de los milenios, muchas escuelas de budismo han abordado esta articulación, pero ninguna de ellas llegó a confundirse tanto como para afirmar que la mente en sí misma no existe o no es primordial.

La cosmovisión actual y sus implicaciones

Una cosmovisión es un conjunto de ideas y creencias a partir de las cuales uno se relaciona consigo mismo y con el mundo en general. Implica respuestas tentativas a preguntas como: ¿ Quién soy yo? ¿ De dónde vengo ? ¿Qué es el universo? ¿Cuál es la naturaleza subyacente de la realidad? ¿Cuál es el significado de mi papel en el juego de la existencia,?... La visión del mundo de una persona es probablemente el aspecto más importante de su vida. Después de todo, nuestras visiones del mundo determinan en buena parte, dadas las circunstancias de nuestras vidas, si somos felices o estamos deprimidos, si nuestras vidas son ricas en significado o desesperadamente vacías y si hay razón para la esperanza. Es difícil sobrestimar la importancia de las decisiones que tomamos, con nuestras mentes y nuestros corazones, cuando se trata de definir nuestras visiones del mundo.

La visión del mundo de la sociedad

Aunque las visiones del mundo son fundamentalmente individuales, existe una estrecha interacción entre las visiones del mundo de las personas individuales y la de la sociedad en su conjunto. Si bien la visión mayoritaria del mundo tiende a influir en cómo se organiza la sociedad, la sociedad también influye en gran medida en las visiones del mundo de los individuos a través de la educación, los medios de comunicación y el espíritu cultural general de la época.

De hecho, es casi imposible para cualquier persona inserta en un contexto cultural moderno escapar de la bruma del espíritu de la época y desarrollar una visión del mundo verdaderamente imparcial, crítica y personal. Todos somos bombardeados diariamente con mensajes que sugieren para nosotros quiénes somos, qué es la realidad, qué es posible o imposible, qué es creíble o increíble, qué tiene sentido o no y cómo debemos vivir nuestras vidas. Estos mensajes provienen de los medios de comunicación en forma de anuncios, noticieros, documentales, artículos de periódicos y revistas, retórica política, etc., pero también provienen de nuestros propios padres, médicos de familia, jefes, socios, amigos, etc. El mundo entero que nos rodea está constantemente impulsando opiniones sobre lo que está sucediendo y qué hacer al respecto

La influencia del materialismo

Ninguna sociedad en la Tierra tiene una visión única del mundo que coordine las vidas de todos sus ciudadanos, aunque a muchos dictadores les gustaría precisamente eso. Las sociedades occidentales, por ejemplo, albergan innumerables visiones del mundo contradictorias: fundamentalismo religioso, consumismo materialista, histeria del mundo del espectáculo, activismo político, espiritualidad y New Age, cientificismo, escepticismo militante, etc. Cada una de estas fusiones generales de ideas y creencias implica una forma particular de relacionarse con uno mismo y con la realidad en general. Su mutuo carácter contradictorio conduce a conflictos culturales de toda índole. Sin embargo, está claro para todo comentador diligente de la cultura occidental que hay un núcleo sutil, pero irresistible de ideas y creencias -una cosmovisión nuclear del mundo- que ejerce más influencia que ningún otro en nuestra sociedad, incluso entre aquellas personas que, exteriormente, declaran su lealtad a diferentes sistemas de creencias. Estoy hablando, por supuesto, del materialismo metafísico occidental. El materialismo impregna sutilmente nuestras expectativas, sistemas de valores, fines y casi todos los aspectos de nuestras vidas. Tomemos, por ejemplo, a aquellas personas que se consideran profundamente religiosas y creen en la inmortalidad del alma y en la realidad del cielo. Pues bien, a menudo también temen y se resisten a la muerte, como si en el fondo creyeran que representa el olvido. Rezarán a una divinidad para que les evite a ellos y a sus seres queridos una muerte prematura. Se someterán a horrorosos procedimientos médicos para prolongar su vida unas pocas semanas o meses. Llorarán angustiados la partida de un ser querido, como si en el fondo creyeran que la muerte supone una pérdida definitiva.

Se podría argumentar que el miedo a la muerte está programado genéticamente por la evolución y, como tal, trasciende cualquier cosmovisión del mundo. Por supuesto, esto tiene cierta validez. Sin embargo, la etnografía nos muestra que sistemas de creencias muy arraigados pueden suplantar esta programación. Tomemos, por ejemplo, la tribu Zuruahãs en la Amazonia brasileña: su cosmovisión implica la creencia de que el alma ('asoma') se reúne con los parientes difuntos tras la muerte física. Esta creencia está tan profundamente interiorizada que, en el período comprendido entre 1980 y 1995, el 84,4% de todas las muertes entre adultos –definidas como personas mayores de 12 años – en su sociedad fue causado por el suicidio. Como resultado, una población conocida por su excelente salud y muy pocas enfermedades tiene una esperanza de vida media de sólo 35 años. Ante lo que cualquiera de nosotros consideraría crisis y frustraciones completamente ordinarias -como disputas relacionadas con la propiedad, control de la sexualidad femenina, períodos de baja autoestima, etcétera-, muchos zuruahás eligen reunirse en la otra vida con sus difuntos. No lo hacen por alcanzar un rango heroico, ni por motivos religiosos o sociopolíticos -como en el fenómeno del martirio-, sino en aras de mejorar su situación personal. Para nosotros sería como elegir mudarse a otra ciudad. Aunque, desde una perspectiva antropológica, es una tontería juzgar una cultura diferente sobre la base de nuestros valores occidentales, me resulta difícil no desaprobar tal desprecio por el valor de la vida. Sea como fuere, mirado fríamente, el ejemplo de los Zuruahã es dramáticamente ilustrativo del punto que estoy tratando de señalar: a diferencia de los cristianos modernos, judíos, musulmanes, budistas, hindúes, etc., los zuruahã nunca han estado expuestos a una cultura abrumadoramente materialista, lo que explica su capacidad para interiorizar la noción cultural alternativa de que la muerte no es más que una transición. El ejemplo de los Zuruahã, así como el de otros, muestra claramente que la forma en que los seres humanos se relacionan con la muerte es en gran medida una cuestión de cosmovisión del mundo, no sólo de los genes.

De cualquier manera, el materialismo influye en nuestras reacciones, actitudes y valores subconscientes en muchos otros aspectos de la vida, y no sólo en nuestras creencias con respecto al estado posterior a la muerte. Por ejemplo, las implicaciones del materialismo se encuentran directamente detrás de la historia del tipo de amor occidental, en nuestras relaciones comerciales o personales o de nuestra relación con las cosas y con la naturaleza. Forma parte a menudo de nuestro "subconsciente" la creencia de que lo material es lo que realmente impulsa nuestra necesidad, en busca del logro del éxito material.

Al fin y al cabo, si sólo existe lo material, ¿qué otro objetivo puede concebirse en la vida aparte de la acumulación de riquezas y bienes materiales? Y esta creencia es altamente simbiótica con nuestro sistema económico, porque es el impulso hacia el éxito material lo que motiva a las personas a trabajar largas horas, teniendo a menudo que tolerar circunstancias desagradables, para mejorar su estatus y su situación financiera mucho más allá de niveles aceptables. También es esta creencia la que motiva a las personas a gastar los ingresos que tanto les costó ganar en bienes innecesarios y en actualizaciones prematuras (p.e cambiar innecesariamente de vestimenta, coche, muebles, vivienda…).

Lo que estoy tratando de señalar es que, si bien reconozco que hay muchas visiones del mundo superficiales que operan simultáneamente en la sociedad, hay una poderosa visión nuclear del mundo que sutilmente impregna los niveles más profundos, a menudo «subconscientes», de nuestras mentes, determinando en última instancia cómo sentimos verdaderamente en lo que se refiere a nosotros mismos y a la realidad. Esta visión nuclear del mundo es el materialismo. Muchos de nosotros absorbemos creencias materialistas de la cultura sin ni siquiera ser conscientes de ello, creyendo al mismo tiempo que tenemos, nos movemos, por otras creencias.

Los fundamentos del materialismo

La afirmación más básica del materialismo es que la realidad es exclusivamente material. El materialismo afirma que la realidad existe fuera de tu mente en forma de conjuntos de partículas materiales que ocupan el marco del espacio­tiempo. Se supone que la existencia de esta realidad material es completamente independiente de la percepción subjetiva de ella, o de la de cualquier otra persona. Por lo tanto, incluso si no hubiera seres conscientes observando la realidad, supuestamente ésta continuaría alegremente: los planetas todavía orbitarían alrededor del sol, los continentes seguirían a la deriva, los volcanes seguirían en erupción, todavía se formarían cristales en las entrañas de la Tierra.

Que exista algo llamado «conciencia» es, según el materialismo, producto de configuraciones aleatorias de la materia, impulsadas mecánicamente por las presiones de la selección natural. Supuestamente somos un accidente de probabilidades, ya que el ser humano no es nada más que una disposición de partículas materiales –mantenidas bastante precariamente fuera del equilibrio termodinámico a través del metabolismo– que eventualmente perderá su integridad y se disipará en una pegajosa sopa entrópica/antrópica/ entropía. Cuando mueres, el materialismo afirma que tu conciencia y todo lo que significa ser tú (tus recuerdos, tu personalidad, tus experiencias, todo) se perderán. Hay poco o ningún espacio para el significado o el propósito de una vida bajo una visión materialista del mundo.

De hecho, el materialismo sostiene que la conciencia es en sí misma un fenómeno producido, y enteramente explicable, por el conjunto de partículas materiales que llamamos cerebro. Supuestamente no hay nada en la conciencia más que los movimientos e interacciones de partículas materiales dentro del cerebro, de modo que la conciencia son procesos materiales del cerebro en funcionamiento. Cómo los movimientos mecánicos de las partículas van acompañados de vida interior es una cuestión que el materialismo deja sin respuesta. Esta cuestión se conoce como el "problema difícil de la conciencia".  Este " problema difícil " se presenta como la segunda pregunta  sin respuesta más importante en la ciencia.

El difícil problema de la conciencia

Vamos a resumir aquí rápidamente de qué se trata. El problema es el siguiente: según el materialismo actual, el elemento primario de la realidad es un conjunto relativamente pequeño de partículas subatómicas fundamentales descritas en el llamado "modelo estándar " de la física de partículas. Estas partículas se denominan "primitivos ontológicos": son los elementos básicos del materialismo para construir todo lo demás en la naturaleza, desde las galaxias hasta las sillas, pasando por usted y yo. En otras palabras, deberíamos poder construir explicaciones para cada objeto o fenómeno de la naturaleza en términos de la dinámica de estas partículas subatómicas ¿cómo se mueven e interactúan entre sí?. El problema es que el materialismo normalmente asume que estas partículas subatómicas carecen de conciencia. Entonces, según el materialismo ¿cómo se consigue finalmente la conciencia…, simplemente colocando juntas partículas subatómicas "muertas”?

En principio, no hay nada misterioso en el surgimiento de propiedades de nivel superior a medida que los sistemas se vuelven cada vez más complejos. Entonces, ¿por qué no puede surgir la conciencia cuando hay suficientes partículas subatómicas dispuestas juntas de maneras específicas? El problema aquí es que las propiedades emergentes de un sistema complejo deben ser deducibles de las propiedades de los componentes de nivel inferior del sistema. Pero cuando se trata de la conciencia, nada nos permite deducir las propiedades, de la experiencia subjetiva: el enrojecimiento del rojo, la amargura del arrepentimiento, el calor del fuego, la masa, impulso, el giro, la carga o cualquier otra propiedad de las partículas subatómicas rebotando en el cerebro, ¿cómo de esas propiedades (que no tienen conciencia) puede surgir esa peculiar experiencia subjetiva que denominamos «conciencia»? Éste es el difícil problema de la conciencia.

De hecho, la conciencia es una llaga en el pie de materialismo. La comprensión materialista del mundo parecería mucho más sólida si no existiera lo subjetivo, como experiencia absoluta. Es concebible que la ciencia eventualmente podría explicar toda estructura, función y comportamiento de un ser humano sobre la base de las posiciones y movimientos de las partículas subatómicas que componen el cuerpo humano. Tu computadora personal también tiene estructura, función y comportamiento. Sin embargo, sus cálculos internos no parecen ir acompañados de experiencia alguna, de ninguna experiencia interna. Desde una perspectiva materialista, el ejemplo del ordenador tiene mucho sentido. Pero un ser humano cuyos ' cálculos ' internos van acompañados de una experiencia interna es una anomalía incómoda para el materialismo... porque... ¿cómo explicar la formación de esa expeiencia interna/conciencia?

El materialismo impregna el corazón de nuestro ser

B. Kastrup: El materialismo impregna el corazón de nuestro ser mediante una especie de ósmosis involuntaria. Como un virus, se propaga sin que nadie se dé cuenta hasta que es demasiado tarde y la infección ya se ha arraigado firmemente. Me incluyo entre quienes han sido víctimas de esta perniciosa pero natural epidemia. La historia reciente de mi vida ha sido un intento diligente, aunque muy difícil, de restaurar la razón y la lucidez, en las capas «subconscientes» de mi pensamiento. El poder de la cosmovisión materialista proviene de su adopción por parte de las elites intelectuales y su amplificación por parte principales medios de comunicación. Las consecuencias dañinas del materialismo se sienten con creciente intensidad en la cosmovisión en la que nos desenvolvemos, en forma de un paradigma "materialista" que, aunque no está fundamentado, disuelve todo significado y esperanza de la vida humana.

Objetivos del autor en esta obra: un objetivo inicial del autor es ofrecer una crítica sensata, coherente y basado en la evidencia, del consenso materialista vigente entre la élite intelectual de nuestra sociedad desde la Ilustración; un consenso de que, a través de la amplificación proporcionada por los principales medios de comunicación y las necesidades psicosociales naturales inherentes a los seres humano, ha influido profundamente en el núcleo del sistema de creencias de la sociedad en su conjunto, incluyéndonos a ti y a mí. Mucho de lo que nos dicen que creamos se basa en suposiciones y prejuicios injustificados y faltos de examen, algunos de ellos descabellados. Gran parte de lo que la sociedad en general considera "hechos duros y fríos de la vida" son, en realidad, suposiciones y abstracciones infundadas, muchas de las cuales van en contra de la razón, la simplicidad y la observación lúcida. Para resumir esto en una simple afirmación, mi objetivo es convencerte de que mucho de lo que consideras cierto, incluso los aspectos más básicos de la realidad y de tu propia identidad, es una fantasía que no podrías venderle a un niño de cinco años.

Fuente: B. KASTRUP: ¿Por qué el materialismo es un embuste? Resumen cap.1

(*) Bernardo KASTRUP es el director ejecutivo de la Fundación Essentia. Su trabajo ha desencadenado el renacimiento moderno del idealismo metafísico, la noción de que la realidad es esencialmente mental. Como científico, Bernardo ha trabajado para la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). Formuladas en detalle en muchos artículos y libros académicos, las ideas de Bernardo han aparecido en Scientific American, el Instituto de Arte e Ideas, el Blog de la Asociación Filosófica Estadounidense y Big Think, entre otros.


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